La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17563
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 11:

 

 

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Capítulo 11

 

-Ésta se llama Éxtasis. Notará usted las modeladas y atrevidas curvas de la forma femenina, mi querida señora Swan. -Lord Mallory acarició con sus manos huesudas el pecho extraordinariamente grande de la figura de piedra-. Sólo los antiguos pudieron invertir en su trabajo tal poder de lujuria. -Dicho esto, pellizcó un pezón de la estatua-. Qué lástima que los artistas de hoy hayan perdido esa vitalidad.

 

Bella tragó saliva y observó la estatua. Luchó por ocultar el impacto que ésta le producía. Ella poseía más que un conocimiento pasajero de los trabajos de los escultores de la antigüedad. Pero jamás había visto nada que se comparara con las figuras de la colección de Mallory.  Lo que la asombraba no era la desnudez de la estatua de enormes pechos que Mallory acariciaba con tal lascividad. Ella había visto muchas estatuas clásicas desnudas. Era la extraña pose de la figura lo que la dejaba perpleja. La mujer de piedra estaba sentada a horcajadas sobre el sexo de una figura masculina inclinada. Los muslos estaban abiertos de par en par, enfatizando la hendidura de sus nalgas. La columna vertebral estaba arqueada, la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados y la boca abierta en expresión de lo que sólo podía describirse como aguda agonía.  La figura del hombre parecía sufrir igual tormento, mientras elevaba las caderas en movimiento ascendente. En apariencia su miembro de piedra estaba enterrado profundamente en la mujer de mármol.

 

-De lo más inusitado -pudo decir Bella débilmente. Esperaba que la luz de la lámpara ocultara su rostro encendido.

-Y tan provocativo para los sentidos de la pasión, ¿no le parece? -Mallory hizo un gesto con su mano laxa para señalar la habitación tenuemente iluminada. Los ojos de aquel rostro cadavérico brillaban-. Mi colección está compuesta por piezas exclusivas y fuera de lo común, como puede apreciar. Insisto en que todas las obras de escultura que colecciono estén imbuidas de la verdadera sensibilidad antigua.

 

Por lo que podía ver, Bella dudaba si debía o no informarle de que ninguna de sus estatuas estaba hecha según el estilo antiguo. Trató de estudiar objetivamente a algunas de las figuras que tenía cerca.  No era tarea fácil. Las lámparas de tenue luz revelaban una habitación llena de estatuas de piedra y mármol que parecían tener una sola cosa en común. Todas eran imágenes de hombres y mujeres posando de una manera asombrosamente íntima y en posiciones terriblemente extrañas.

Una mujer de proporciones voluminosas estaba posada sobre manos y rodillas, con las nalgas arqueadas hacia arriba. La figura del hombre se situaba detrás de ella y la tomaba por las caderas mientras la penetraba.

 

-Ésa se llama Pasión desenfrenada -murmuró Mallory-. Una de mis favoritas.

-Realmente -Bella no podía pensar qué otra cosa decir.

-Allí tiene El gusto de la dicha. Bella frunció el entrecejo mientras estudiaba la figura. Al principio, pensó que la mujer estaba orando. Se sonrojó terriblemente cuando vio que en realidad el desnudo tenía un miembro masculino de tremendas proporciones en la boca.

-Santo Dios -susurró Bella.

-Me siento inclinado especialmente por esta última de mis adquisiciones. -Mallory se abrió camino hacia el extremo final de la galería donde había dispuesto una serie de esculturas. Sonreía con orgullo-. Apreciaría mucho que me diera su opinión sobre éstas, señora Swan. Todos saben que usted es una experta en arte.

 

La reacción inicial de Bella ante la serie de estatuas fue de alivio. Las primeras piezas parecían mucho más decorosas que las demás. Estas figuras por lo menos estaban vestidas.  Levemente relajada, Bella se acercó más para poder mirar de cerca las estatuas que estaban en sombras. En la primera de las series, una joven cubierta con un púdico vestido estaba sentada en un banco de piedra. Un hombre adecuJasperente ataviado se encontraba junto a ella. Parecían estar conversando amablemente.  Después, Bella notó que la mano del hombre estaba sobre la pierna de la mujer, debajo del vestido.

 

-¿Cómo llama a esto? -preguntó intranquila Bella.

-Toda la serie se llama La desfloración de la virgen. Como verá, a medida que avanzamos en la serie, las figuras entran cada vez más en intimidad, hasta que en la última se produce el clímax. Divertido, ¿no?

 

Bella miró de soslayo a Mallory. Observó la expresión de sus ojos incoloros, que se habían tornado brillantes. El sudor cubría su calva esquelética. Mientras lo miraba, el hombre se había acercado más a ella. Su delgado cuerpo cadavérico tocaba su falda blanca.  Definitivamente era hora de regresar al salón. A pesar de que odiaba admitirlo, Edward tenía razón. Había sido un error venir aquí. Tenía que haber otra forma de entrar en la biblioteca de Mallory esa noche.  Bella se aclaró la voz de forma autoritaria.

 

-Como me ha pedido mi opinión sobre sus estatuas, mi lord, temo que debo decirle que estos ejemplos son pobres imitaciones del estilo antiguo.

-Mi querida señora Swan, ¿cómo puede decir eso? -Mallory se mostró profundamente herido.

-Para serle completamente franca, el estilo no tiene nada que ver con la manera en que trabajaban los antiguos. No veo ningún rasgo de motivos romanos, griegos o etruscos en ninguna de estas estatuas.

-Pero, señora Swan, con seguridad se está equivocando.

-No, señor, no me equivoco. Le aseguro que he examinado gran cantidad de esculturas antiguas verdaderas y ninguna tiene ni el más mínimo parecido con estas piezas.

Mallory llevó su mano al pecho en gesto de angustia.

-Estoy desolado. -Avanzó para acercarse a Bella.

-Confío en que no haya pagado mucho dinero por estas estatuas. -Bella se hizo a un lado para alejarse de Mallory-. Si lo hizo, lo han estafado.

-Señora Swan, permítame mostrarle el resto de mi colección. -Mallory extendió una mano de dedos largos y huesudos para tratar de detenerla.

-Desafortunadamente, no tengo tiempo que perder. -Bella se las arregló para evitar que aquella mano la tocara.

-Pero insisto. -Mallory se lanzó hacia ella con las garras extendidas para agarrarla.

 

Bella se cogió la falda y comenzó a correr. Dio la vuelta a la figura de piedra del hombre que estaba de rodillas entre las piernas de la mujer, pasó presurosa junto al hombre y la mujer que mantenían una relación sexual sobre un pedestal y fue a dar directamente contra un objeto grande y macizo que le cortó el paso. Esta figura masculina definitivamente no estaba hecha de piedra, pero era tan grande como cualquiera de las esculturas de la galería.

 

-Edward. -Su reacción fue instantánea e instintiva. Sonrió con alegría, mientras se tambaleaba y se cogía del brazo de él para no perder el equilibrio-. No puedo explicarle lo feliz que me siento de que esté aquí, mi lord.

-La he estado buscando, señora Swan. -Pero Edward no la miraba a ella. Sus ojos estaban clavados en los de Mallory-. Tenía la impresión de que habíamos quedado en encontrarnos en la casa de los Benson.

-Sí, bueno, tenía planeado ir para allá de inmediato, después de estar aquí, señor. -Bella se arregló el cabello para ver si las rosas blancas aún estaban en su sitio-. Lord Mallory me ofreció mostrarme la galería de esculturas, de modo que me retrasé.

-Ya veo. Qué mala suerte.

 

Bella se sobresaltó ante la inconfundible amenaza que emanaba de aquella voz. Se apresuró a evitar lo que claramente iba a convertirse en una situación difícil.

-Bueno, entonces, ya que usted está aquí y yo estoy lista para retirarme, no veo la razón por la que permanezcamos más tiempo en este lugar.

-Un momento -dijo distraído Edward-. Hay uno o dos temas que debo aclarar primero. -Mallory se apresuró a salir en su propia defensa.

-Cullen, le aseguro que nada objetable ha sucedido en esta breve visita a mi galería de esculturas. Yo buscaba la opinión intelectual de la señora Swan sobre mi colección. Nada más.

-¿Nada más? -Cullen repitió con tono amenazador.

-Absolutamente. -Inmovilizado por los ojos fríos de Edward, Mallory parecía haberse vuelto más delgado, e incluso más cadavérico. Metió uno de sus huesudos dedos en el nudo de su corbata y trató de aflojar la tela firmemente almidonada-. Justo ahora terminábamos nuestra visita, Cullen. Iba a acompañar a la señora Swan al salón.

-Ya no habrá más visitas de este tipo -dijo Edward.

-No, por supuesto. -Mallory le lanzó una mirada desesperada a Bella.

-Le di a lord Mallory mi opinión sobre su colección de esculturas -dijo fríamente Bella-. Me temo que la encontré de una calidad muy pobre. Nada más lejos de la verdadera sensibilidad de los antiguos.

-Fascinante -dijo Edward con la mayor de las gentilezas-. Creo haberle advertido que la colección no era de mucha calidad y que a usted no le interesaría en lo más mínimo.

-Ah, sí -se apresuró a responder Bella-. Sí, usted lo hizo, mi lord, pero yo soy de la clase de persona que prefiere sacar sus propias conclusiones.

-Tal vez sería más sensato si aprendiera a escuchar los consejos que se le ofrecen.

 

Bella se mostró molesta, pero decidió no decir nada.  Algo le dijo que ése no era el mejor momento para informarle de que ella rara vez seguía los consejos de la gente. En Deepford, ya se había visto obligada a soportar demasiado.

 

-Si me perdonan. -Mallory pasó entre dos estatuas que estaban haciendo el amor y se dirigió a la puerta-. Debo regresar con mis invitados.

 

Bella lo miró con asco al tiempo que salía. Cuando hubo desaparecido como si se tratara de una culebra, se volvió hacia Edward.

 

-No recuerdo que usted me ofreciera ningún consejo, mi lord. Creo que dijo algo de una manera un poco más contundente. Se podría decir que su llamado consejo era más bien una orden.

 

Edward dio un paso y se acercó. Su rostro parecía cruel a la luz de la lámpara.

 

-Fue su elección pasearse por todo Londres como mi amante, ¿o me equivoco?

Bella se sobresaltó y retrocedió un paso.

-Bueno, sí, en principio se supone que se podría decir que fue mi idea. Sin embargo...

-Permítame dejarle algo bien claro. En tanto usted se siga mostrando por la ciudad, pretendiendo ser mi amante, será mejor que actúe como tal.

 

Alarmada por la suavidad peligrosa del tono de voz de Edward, Bella volvió a retroceder otro paso.

 

-Ahora, mi lord, debe comprender que esto es simplemente un papel que estamos representando. Se podría decir que sólo actúo como su amante.

-Si usted espera que yo continúe representando ese papel, deberá seguir mis consejos al pie de la letra.-Ella levantó el mentón.

-Querrá decir sus órdenes.

-Sí, señora. Quiero decir mis órdenes.

 

Bella volvió a retroceder. Su pierna chocó contra la estatua de mármol de las dos figuras entrelazadas.

 

-No estoy acostumbrada a obedecer las órdenes de ningún hombre, señor.

-Eso está claro. El difunto pobre señor Swan obviamente se dejó morder y usted se volvió salvaje. Pero si cree que yo le permitiré hacerme quedar como un tonto delante de todo el mundo, está completamente equivocada. -Bella se sintió momentáneamente asaltada por un sentimiento de culpa.

-Mi lord, no se puede negar que con esta farsa yo lo he colocado en una situación un tanto desafortunada, pero le aseguro que jamás tuve intenciones de humillarlo.

-Sólo porque usted actuaría basándose en la equivocada suposición de que yo estaba muerto.

-Bueno, sí, es así. Sin embargo...

-Ayer por la noche pensé que su audacia era divertida. Esta noche, sin embargo, usted se ha pasado de la raya y ya no me divierte.

 

La leve sensación de culpa que Bella había experimentado un momento antes se evaporó de pronto. La rabia ocupó entonces su lugar.

 

-Yo no hago todo esto para divertirlo, mi lord. -Edward dio otro paso hacia ella con gesto amenazante.

-Hasta que llegue el momento en que usted y yo terminemos con esta parodia, usted se comportará como hace la gente, señora.

-¿Como la gente? -Bella ya no podía retirarse más. Estaba atrapada por los miembros inferiores de piedra de la pareja que estaba haciendo el amor detrás de ella-. Señor, cumpliré mi parte como lo crea conveniente.

-No, señora, no será así. -Edward extendió un brazo y tomó el pie y un hombro de la estatua que estaba detrás de Bella, quedando ella entre sus brazos-. Yo soy el director de este guión. Si no fuera por mí, su papel ni siquiera existiría. ¿No es eso así?

-Supongo que se podría aceptar ese argumento, pero...

-Yo soy el que hace el argumento. Yo fui el creador de su papel. Por lo tanto, yo seré el que lo dirija.

 

Bajó la boca para posarla sobre la de Bella y la aprisionó contra el muslo de piedra. Lo que debería haber sido un ahogo sin aliento, emergió de la boca de Bella como un suspiro. Se prendió de los hombros de Edward, más para mantener el equilibrio que para separarlo de ella. El peso era embriagador y la aplastaba contra el mármol. Igual que la noche anterior, la embargó la excitación como si se tratara de una lluvia que hacía que todos sus sentidos florecieran de golpe. Oyó el gemido de Edward. Era rudo, oscuro, provenía de las profundidades de su pecho.

 

Él se recostó más sobre ella. Su cuerpo era duro como el de la estatua, pero infinitamente más cálido. Se suponía que estaba representando un papel, pensó para sí. Pero de pronto todo le pareció muy real.  Se estremeció y le rodeó el cuello con sus brazos, tal como había hecho la noche anterior. Ahora podía sentir cada milímetro del cuerpo de él que se apretaba contra el de ella. Se sentía tan bien, tan fuerte, tan perfecto. Bella estaba dichosa, consumida por un profundo deseo que la asombraba por su intensidad. Se dio cuenta de que había estado anhelando sentir eso durante toda su vida.  Edward separó su boca de la suya. Sus ojos se veían brillantes y llenos de deseo.

 

-Me volverá loco. -Introdujo los dedos en el elegante peinado, tomó un mechón de cabellos, la obligó a echar la cabeza hacia atrás y le besó el cuello.

 

Bella temblaba debajo de aquel asalto sensual. Y fue entonces cuando descubrió que ella lo besaba con una feroz pasión que no sabía de dónde venía. Deseaba sentir su sabor, tocarlo, amarlo.  Amaba el contacto con sus labios. El perfume de él que embriagaba su cabeza. La fuerza de aquellas manos que la llenaban de dicha.

 

-Edward...

-Le dije ayer por la noche que tenía necesidad de una amante.

Deslizó una mano por su talle y después la tomó por las caderas. La acarició aplastando la seda de la falda. Cuando ella gimió, él deslizó más abajo la palma de la mano, tomó en el puño un montón de seda y levantó el vestido hasta el muslo. Bella estaba asombrada por la sensación que le provocaba el contacto directo de la piedra contra la parte trasera de su pierna. Abrió los ojos, confundida y desorientada.

 

-No...

-Silencio. -Edward le cubrió los labios con los suyos, sellando aquella protesta a medio camino.

 

La abrazó contra la estatua que tenía detrás. Deslizó una mano a lo largo de la media que cubría su pierna, pasó la liga y apretó sus dedos sobre el muslo desnudo.  Bella se estremeció por la reacción. Para su asombro, él se quedó quieto.

 

-¿La ofendo con mis caricias? ¿Cree que mis manos son demasiado ásperas para su piel tan suave, señora Swan?

-No -pudo decir ella en voz baja a la vez que se aferraba más a él-. Adoro sus manos, señor. -Le besó la mandíbula-. Son tan... tan... -No pudo encontrar las palabras.

-¿Sí? -Él acariciaba con su palma áspera la parte interior de su pierna. -Bella quedó sin aliento y hundió el rostro contra el hombro de Edward.

-Tan excitantes -susurró. Él pareció relajarse.

-Me siento complacido de que esté excitada. -La besó levemente en una oreja. Los dedos se flexionaron sobre la pierna.

 

Bella casi no podía respirar. Ningún hombre jamás la había tocado tan íntimamente. Estaba anonadada por las sensaciones que la embargaban.  Se recordó a sí misma que Edward creía que ella era una viuda con experiencia, no una joven inocente.


Capítulo 10:

 


 


 
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