Crepúsculo del Amanecer

Autor: mili
Género: Romance
Fecha Creación: 09/02/2011
Fecha Actualización: 18/07/2011
Finalizado: SI
Votos: 10
Comentarios: 40
Visitas: 127641
Capítulos: 45

FIC TERMINADO

¿Puede uno darse cuenta de que nuestras decisiones tienen un por qué y una consecuencia? Siempre nos dejamos llevar por los impulsos, pero hay veces que eso lastima a quien más amamos, cuando eso pasa... que hacemos?

recomendado por LunaNuevaMeyer : 4puntos :D

Si se quieren pasar, les dejo el link de mi otro fic :D

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=1766&id_capitulo=18

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Capítulo 11: Alma en llamas

-¿…Qué te parece mi Bella?- preguntó con la voz entrecortada, estaba nervioso como yo.

Clavé mis ojos en los suyos permitiendo que vea en mi interior sin barrera alguna.

-Todo lo que haces es perfecto. Te amo Edward.

Era imposible que me fije en alguna otra cosa que no sea él, sus cabellos color cobre y miel brillaban gracias al espectro lunar que asomaba su luz desde el ventanal antiguo del ático, su rostro marfil, sus ojos, su cuerpo entero…

Me tomó en brazos haciendo que nuestros roces estremezcan mi débil piel. Espero que él no haya notado mi nerviosismo que se hacía ver de la misma manera que mi corazón bailoteaba incansablemente debajo de la fina seda del vestido que usaba.

Me mordí el labio, tenía un poco de miedo a equivocarme, a no saber qué hacer, ¿y si meto la pata? No sería extraño, casi nada hago bien que digamos. Pero él me aceptaba tal cual era, no debía temer.

-No te haré daño, cariño- me besó depositándome sobre las mil y una almohadas y acolchados.

-Ahora soy tuya ¿no?-traté de disminuir el tono de mi voz- quiero decir… siempre lo fui, pero oficialmente…

Su sonrisa me dejó ver sus blancos colmillos, centelleaban como diamantes.

Silencio. Nos quedamos así, presos del misterio por unos segundos, donde quienes hablaban eran las miradas. Miradas de amor.

Sus dedos gélidos recorrieron mis mejillas, rosas rojizas tal como los pétalos que me envolvían además de Edward, descendió hasta desabotonar la parte de atrás del vestido, lleno de puntillas que ya no se bordaban en estos días, su contacto, me hacía sentir de una manera extraña, me era difícil saber cómo reaccionar, pues nunca viví algo parecido jamás en mi vida.

Su cuerpo se estrechó fuertemente contra el mío, y no era una sensación desagradable, el cosquilleo cuando él levantó la falda hasta la altura de mis caderas me hizo olvidar respirar.

Mis brazos se enredaron en su cuello mientras mis dedos se perdían en sus finos cabellos, pude percibir su aroma a miel bañada en oro.

Mis ojos se pusieron en blanco en el momento en que Edward paseaba sus besos a lo largo de toda mi piel. Fuego contra fuego. Amor en llamas.

Era de él, para siempre, sus acaricias estaban al completo de ternura y fiereza a la vez, su ser era tan perfecto, y por una razón desconocida, era mío.

-Edward…

Tomó mi rostro entre sus manos, como una cajita de cristal a punto de romper, abrió sus ojos, y se percató de que mí mirada también estaba sobre sus pupilas.

Secó mis lágrimas, y antes de que comenzara a hablar echándose atrás con esto tan hermoso, tan inexplicable, mi boca estuvo sobre la suya una vez más. Lo abracé con tal fuerza que lanzó un gruñido.

Mi cuerpo, tan lleno de Edward a más no poder, estaba en la misma dicha absoluta que nadie puede llegar a tener. Nuestros cuerpos, dejando de ser dos, nos complementamos participando ambos del danzar apasionado del amor. Como cuando el viento hace cosquillas en una bonita tarde de verano, como la lluvia en el rostro en una noche de primavera, nuestras vibraciones se hacían acople formando parte de una melodía única. La forma en la que podía percibir su calidez, sus besos, su integridad en mi, ya no existía un "tu y yo" por separado, era un "nosotros", las sacudidas que se apoderaban de mí eran imposibles de frenar, y no sabía cuando se iba a acabar, pero no quería conocer la respuesta.

La sincronización parecía estar en nuestra naturaleza, como si toda la vida hubiésemos esperado a este momento, momento que no creo que pueda superar en dicha y gozo a algún otro nunca. Edward lanzó un suspiro que me puso la piel de gallina, acabó… Pero el sentimiento que me inundó luego de esto fue, aún más perfecto. ¿Acaso podía recibir tanto?

Edward descansó su rostro en mi hombro, estar entre su cuerpo, como un capullo protegida en sus brazos y caricias era algo nuevo para mi, físicamente, cada vez sería algo diferente, es algo completamente personal. Nuestro.

No me había dado cuenta de que tenía aferrada mi mano izquierda a las sábanas color marfil, hasta que Edward comenzó a besar con ternura ese brazo, y luego le quité de sus cabellos unos pétalos que llegaron allí. Sonreímos, no queríamos que las palabras arruinen este lugar feliz.

¿Mi mano está sudando? Me moriría de la vergüenza si era así, o sea, estábamos en invierno neval, y yo ¿transpirando? Aunque teníamos una buena excusa… pero igual, no debía pasar. No. No. Mi palma estaba húmeda. Comencé a besar su cuello, pero él seguía viendo mi mano, me rendí y cerré los ojos. Era mejor de esa forma, cuando se quita un sentido, se agudizan los demás ¿no? No había duda.

Edward descendió y besó mi palma, abrí los ojos ante la punzada. La humedad que había estado allí no era sudor, creo, ahora que veía la escena, me asusté.

Había olvidado quitarme un colgante que me regaló Alice hace un tiempo atrás, como no deseaba usarla en mi cuello, la transformé en pulsera, una pulsera de metal con varias vueltas alrededor de mi muñeca. En medio de tanta emoción… no me di cuenta de que me la pasé tomando con fuerza las mantas, y me hice daño. Ahora había sangre. Unas gotas rubí gorgoteaban y Edward besó la herida mirándome a los ojos. Me estremecí, no se por qué, pero eso me excitaba de una manera que no entendía.

Comencé a flotar, mi mente no recordaba nada otra vez, estaba absorta en sus roces contra mi sentir. Nunca estuve de acuerdo con la gente que dice "tengo sexo con mi pareja", se supone que si se aman, se quieren, se desean, es hacer el amor, al menos eso creo yo, así es para nosotros.

Ardor. Fuego. Fuego, más y más. Del mismo modo que mi mente olvidó rubor alguno a pesar de que mis mejillas hagan caso omiso a ello, mi corazón estallaba en Edward, mi amado. No era un ardor conocido, pero aumentaba a cada movimiento de él, fue mas intenso.

Chillé inconcientemente, él vaciló por un instante, aun así no se detuvo, cosa que me hizo jadear. Pero luego todo fue tomando su ritmo… estaba en otro sitio. Cada latido que daba se alejaba de mi vida, cada respirar era un despido, un adiós.

Solamente me percataba de Edward sobre mí, que no soltaba mi mano ni un segundo, me era difícil concentrarme. Esto no fue como la primera vez, ya lo sabía. Sentía su voz lejana, como de otro momento, casi no la oía a pesar de mis esfuerzos. Edward apretó mi palma firmemente con la suya llevándola a su pecho, me mordí el labio y suspiré.

Por última vez. Caí tendida sobre el lecho de pétalos de rosas. Sueño eterno de un alma en llamas.


 

Capítulo 10: Rosas Capítulo 12: Inesperado

 
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