EL ARISTOCRATA

Autor: kristy_87
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2011
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 41
Visitas: 54664
Capítulos: 23

 

En busca del amor Él tenía oscuras sospechas acerca de Bella y de sus padres. Era celoso, irritable y exigente; enigmático, encantador y todo un aristócrata. ¿Por qué, entonces, Isabella Swan, se había enamorado locamente de su primo conde Edward de Massen?

 

Este fic no es mío es de GUISSY HALE CULLEN.

 

 

TERMINADO

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Capítulo 11:

Aqui dejo otro capitulo espero subir al menos otro en esta semana espero k les guste. Por fiiiii dejar votitos y comentarios.

bss

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Bella, procedió a vestirse con exquisito cuidado para la cena que tendría lugar aquella noche en el castillo, empleando el tiempo para poner en orden sus sentimientos y decidir un plan de acción. Ningún argumento y tampoco razonamiento alguno podía alterar el hecho de que se había precipitado temerariamente en el amor con un hombre al que había conocido hacía apenas unos días, un hombre que era terriblemente excitante pero que, a la vez, le producía verdadero pánico. Un hombre arrogante, autoritario y audazmente obstinado, añadió, subiendo la cremallera del vestido. Y también un hombre que había condenado a su padre por ladrón.

"¿Cómo pude permitir que esto ocurriera? -se reprendió con vehemencia-. ¿Cómo podría haberlo impedido? reflexionó con un profundo suspiro-. Es probable que mi corazón me haya abandonado, pero aún conservo la cabeza sobre los hombros y voy a tener que usarla. Me rehúso a permitir que Edward descubra que me he enamorado de él y someterme, de este modo, a sus burlas," Sentada ante el tocador de madera de cerezo, Bella pasó repetidamente el cepillo por su suave cabellera y dio los últimos retoques a su maquillaje.

"Pintura de guerra -pensó, y sonrió ante la reflexión-. Es una expresión que se ajusta perfectamente, ya que preferiría estar en guerra y no enamorada de Edward. Ademas la sonrisa se convirtió en un gesto sombrío esta noche también tendré que vérmelas con mademoiselle Newton."

Se puso en pie y observó detenidamente la figura que se reflejaba en el gran espejo autoportante.

La seda ambarina armonizaba con el color de sus ojos y añadía un cálido resplandor si su piel nacarada. Los delgados tirantes del vestido revelaban sus hombros suaves y el escote bajo y redondo realzaba la sutil curva de sus pechos. La falda plisada flotaba grácilmente hasta rozarle los tobillos y su color diáfano y apagado sentaba de maravilla a su belleza frágil casi etérea.

Bella frunció el ceño ante el efecto que lo producía su imagen en el espejo, advirtiendo fragilidad allí donde deseaba que hubiera sofisticación y aplomo. El reloj le informó que no había tiempo para cambiar de vestido modo que, calzándose los zapatos y lanzando una nube de perfume a su alrededor, abandonó rápidamente la habitación. El murmullo de voces que llegaba desde salón principal confirmó a una irritada Bella que los invitados ya habían llegado.

Su ojo de artista dibujó inmediatamente la escena que la recibió al entrar en el salón: el suelo reluciente y las paredes con sus paneles de madera lustrada, las ventanas altas y con hermosos vitrales, la enorme chimenea de piedra con su exterior cuidadosamente tallado, todos los detalles se conjugaban para formar el telón de fondo de los elegantes contertulios del salón principal del castillo, con la condesa en primer plano, vestida regiamente de seda roja.

El severo esmoquin negro de Edward hacia resaltar la inmaculada blancura de la camisa y acentuaba maravillosamente el color bronceado de su piel. Mike Newton también estaba vestido de negro y su piel era más dorada que bronceada, mientras que el pelo era de color rubio.

Pero fue la mujer que estaba entre los dos hombres la que llamó la atención de Bella y también su inmediata admiración. Si su abuela era la reina, allí estaba la princesa heredera. La cabellera, de un negro de azabache, enmarcaba un rostro pequeño y encantador de conmovedora belleza.

Los ojos almendrados, de color marrón, dominaban el rostro perfecto y el vestido verde intenso destacaba contra la piel dorada. Los dos hombres se pusieron en pie cuando ella entró en el salón y Bella concentró toda atención en Mike, consciente de la intensa mirada que le dedicó Edward.

Una vez hechas las presentaciones de rigor, ella se encontró mirando los ojos azules de Mike, que tenían una mirada de disimulada aprobación masculina y una inocultable luz picardía.

-Mon ami, no me habías dicho que tu prima era una diosa castaña. -Se inclinó para rozar con sus labios la mano de Bella-. Tendré que visitar el castillo con más frecuencia, señorita, mientras usted se encuentre aquí.

Bella sonrió con auténtico placer, clasificando a Mike Newton como un hombre encantador e inofensivo.

-Estoy segura de que mi estancia en el castillo será mucho más agradable con esa perspectiva, monsieur -contestó con el mismo tono que él había empleado y se vio recompensada con una luminosa sonrisa. Edward continuó con las presentaciones y la mano de Bella quedó prisionera en un apretón pequeño y vacilante.

-Me siento feliz de conocerla finalmente, mademoiselle Swan, -Angela la saludó con una cálida sonrisa-. Es usted idéntica al retrato de su madre; es como si la pintura hubiese cobrado vida.

La voz era absolutamente sincera y Bella pensó que, aunque lo intentase, sería imposible tenerle aversión a aquella mujer que parecía un hada y que ahora la miraba con los ojos acuosos de un cocker spaniel.

La conversación discurrió por cauces informales y agradables durante los aperitivos y la cena, compuesta de unas deliciosas ostras al champán, que dispusieron los ánimos para disfrutar de una comida preparada y servida con exquisita elegancia. Los Newton se mostraron ávidos por conocer detalles sobre los Estados Unidos y sobre la vida que llevaba Bella en Washington, y ella trató de describir aquella ciudad de contrastes mientras el pequeño grupo disfrutaba le ris de veau au Chablis. Bella comenzó a dibujar con palabras los viejos edificios del gobierno y las líneas y columnas de la Casa Blanca.

-Desgraciadamente, han modernizado bastante la ciudad, incluyendo enormes monstruosidades de acero y cristal para reemplazar a algunas de las antiguas construcciones. Son edificios vastos, pulcros y carentes de todo encanto. Pero hay docenas de teatros, desde el Ford, donde fue asesinado el presidente Lincoln, hasta el Kennedy Center.

Bella continuó su relato y les llevó desde la asombrosa elegancia de Embassy Row hasta los barrios pobres y los apartamentos de alquiler que se alzaban fuera del enclave federal, a través de museos y galerías de arte y el bullicio de la sede del Congreso de los Estados Unidos.

-Pero nosotros vivíamos en Georgetown, que es un mundo completamente aparte del resto de Washington. La mayoría de los hogares son casas gemelas o apenas separadas, de dos o tres pisos, con pequeños patios pavimentados y ribeteados con azaleas y macizos de flores. Algunas de las calles laterales aún están pavimentadas con los adoquines originales y toda la zona conserva su antiguo encanto.

-Debe de ser una ciudad excitante -comentó Angela-. Seguramente, encuentra nuestra vida aquí bastante tranquila. ¿Echa de menos animación, la actividad de su ciudad? Bella frunció el ceño ante su copa de vino y luego meneó la cabeza.

-No -contestó, sorprendiéndose por la respuesta-. Supongo que es bastante extraño. -Su mirada se encontró con los ojos marrones de otra mujer-. Pasé toda mi vida allí y me sentí muy feliz, pero no la echo de menos en absoluto. Cuando llegué al castillo sentí que tenía con él una inexplicable afinidad, algo así como una sensación de reconocimiento. Me siento muy bien aquí. Echó un vistazo a su alrededor y encontró la mirada de Edward, intensa y penetrante, sintió un acceso de pánico.

-Desde luego, es un verdadero alivio no tener que librar una batalla cada día para encontrar un sitio donde aparcar -añadió con una sonrisa intentando romper el ambiente de solemnidad que había en la mesa-. En Washington las plazas de parking son más valiosas que el mismísimo oro y, detrás de un volante, incluso la persona más civilizada del mundo es capaz de cometer un asesinato para conseguir una.

-¿Has recurrido tú a tales tácticas, ma chérie -preguntó Edward, alzando su copa y la miró fijamente.

-Tiemblo al pensar en los crímenes que he cometido -contestó Bella, aliviada por cambio de tema de conversación-. No me atrevo a confesar a qué extremos he llegado para asegurarme unos pocos metros de espacio libre. Puedo ser terriblemente agresiva.

-Me resulta totalmente imposible creer que la agresividad forme parte de una flor tan delicada -dijo Mike, arropándola con su encantadora sonrisa.

-Te sorprenderías, mon ami, -comentó Edward inclinando levemente la cabeza-. Esta flor tan delicada posee algunas cualidades insospechadas. Bella le miró con expresión disgustada y la condesa intervino cambiando de tema.

El salón estaba tenuemente iluminado, confiriendo a la enorme habitación un ambiente de intimidad. Mientras el grupo disfrutaba del café y el coñac que siguieron a la cena, Mike se sentó junto a Bella y comenzó a desplegar su abundante encanto francés. Bella advirtió, con creciente desazón en su corazón, que se vio obligada a reconocer como un puro ataque de celos, que Edward se dedicaba a entretener a Angela.

Los dos hablaban de los padres de ella, que estaban realizando un crucero por las islas griegas, de amistades comunes y de viejos amigos. Edward escuchó atentamente mientras Angela le contaba una anécdota y sonrió, aduló a la preciosa joven y bromeó con ella, con una actitud tierna y encantadora que Bella nunca había visto en él. La relación entre ambos era tan obviamente especial, tan próxima y antigua que Bella sintió que la desesperación invadía su cuerpo.

"Edward la trata como si ella estuviese hecha de fino y delicado cristal, pequeña y preciosa, y a mí me trata como si yo estuviese hecha de piedra, fuerte, tenaz y torpe." Si Bella hubiera podido sentir aversión por la otra mujer, todo hubiese sido mucho más sencillo, pero un natural sentimiento de amistad impuso a los celos y, según pasaba el tiempo, se dio cuenta de que los hermanos Newton eran dos seres verdaderamente encantadores.

Angela, después de una cortés insistencia por parte de la condesa, accedió a interpretar algunas piezas al piano. La música se esparció por el salón con la misma dulzura y fragilidad de los dedos de su intérprete. "Supongo que es una mujer perfecta para el -concluyó Bella, sintiéndose terriblemente desdichada-. Tienen muchas cosas en común y ella despierta en Edward una ternura que impedirá que él le cause ningún daño."

Alzó la vista y miró en dirección a Edward, que estaba sentado y relajado contra los cojines del sillón, con sus ojos verdes y fascinantes fijos en la mujer que tocaba el piano. Una serie de emociones encontradas afectó su ánimo: anhelo, desesperanza, resentimiento, uniéndose en una irremediable niebla de depresión al comprender que, independientemente de lo perfecta que Angela pudiese ser para él, ella jamás podría observar con indiferencia a Edward cuando cortejase a otra mujer.

-Como artista que es, mademoiselle -dijo Mike cuando la música cesó y todos reanudaron la conversación-, debe usted necesitar inspiración, ¿verdad?

-Ciertamente -dijo Bella y le sonrió.

-Los jardines del castillo constituyen un bello motivo de inspiración a la luz de la luna -señaló Mike.

-Esta noche me siento inspirada -decidió Bella con un repentino impulso-. Tal vez logre convencerle para que me acompañe.

-Mademoiselle -contestó él alegremente-, para mí será un honor. Mike comunicó al resto de los presentes su intención de salir al jardín y Bella aceptó su brazo sin advertir la sombría mirada que le lanzó Edward.

El jardín era, indudablemente, un bello motivo de inspiración, los brillantes colores lucían apagados bajo el resplandor plateado de la luna. Los aromas de las flores se mezclaban hasta formar un perfume embriagador, endulzando la cálida noche estival y convirtiéndola en una velada para enamorados. Bella suspiró profundamente cuando sus pensamientos volvieron al hombre que aún permanecía en el salón del castillo.

-¿Ha sido un suspiro de placer, mademoiselle? -le preguntó Mike mientras caminaban por un sendero sinuoso.

-Naturalmente -contestó ella gentilmente, sacudiéndose los oscuros pensamientos y obsequiando a su acompañante con una de sus mejores sonrisas-. Esta sobrecogedora belleza me perturba.

-Ah, mademoiselle. -Él cogió su mano y se la llevó a los labios para besarla-. La belleza de cada una de estas flores palidece ante la suya. ¿Qué rosa podría compararse con esos labios, qué gardenia con esa piel?

-¿Cómo es que los hombres franceses aprenden a hacer el amor con palabras?

-Es algo que se aprende desde la cuna-dijo con sospechosa sobriedad.

-A una mujer le resulta verdaderamente difícil resistir este escenario. -Bella volvió a suspirar-.

Un jardín bañado por la luz de la luna junto a un castillo bretón, el aire perfumado por el aroma de las flores, un hombre atractivo con poesía en los labios.

-Hélas! -Mike suspiró a su vez-. Temo que sabrá encontrar la fuerza para resistirlo. -Bella meneó la cabeza con fingido pesar.

-Yo, desgraciadamente, soy una mujer extremadamente fuerte y usted -añadió con una sonrisa- es un encantador lobo bretón. La risa de Mike alteró la quietud de la noche.

-Ah, ya ha aprendido a conocerme bien. Si no fuese por la sensación que experimenté al verla por primera vez, cuando supe que estábamos destinados a ser amigos y no amantes, lo intentaría con mayor ahínco. Pero nosotros, los bretones, creemos ciegamente en el destino. -Y es tan difícil ser amigos y amantes.

-Exacto.

-Entonces seremos amigos -afirmó Bella extendiendo la mano-. Yo te llamaré Mike y tú puedes llamarme Bella.

Él cogió su mano y la sostuvo durante unos instantes.

-C'est extraordinaire que pueda sentirme di choso al entablar una amistad con alguien como tu. Posees una belleza esquiva que impresiona vivamente la mente de un hombre y le mantiene pendiente de ti. -Sus hombros se movieron en un típico gesto francés que expresaba más que tres horas de conversación-. Bueno, así es la vida -dijo con tono fatalista. Bella todavía se estaba riendo cuando entraron nuevamente en el castillo.

Capítulo 10: Capítulo 12:

 
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