Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40132
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 2:

 

 Los personajes pertenecen a stephenie meyer

Frío... Hielo… Nieve.

Es todo lo que necesitaba ahora mismo para luchar contra el fuego que recorría mi cuerpo. Me quemaba, me horrorizaba, tenía que luchar contra él como fuera. Como una lenta tortura podía sentir que cada vez alcanzaba una temperatura más alta, más ardiente.

Quería empujarlo de nuevo a mis pies, pero no me obedeció. Me frustré.

¿Por qué ahora no podía controlarlo para mí? No tenía idea.

Escuché algo raro… me concentré en ese sonido, parecía estar lloviendo. Si, era eso. Estaba segura. La lluvia caía con fuerza, pero de alguna manera no me alcanzaba.

¡Quiero sentir el agua mojarme! Pedí a gritos en mi mente.

Un trueno retumbó de repente, como una explosión muy cerca de mí. Apreté los dientes esperando sentir algo frío rozar mi cuerpo en llamas.

Agua

. Quería beber agua. Mi garganta reseca me lo pedía a gritos.

Intenté mantener el fuego a raya. Visualicé un lago al pie de las montañas de hielo. Esos que cuando viene la primavera, el deshielo hacer correr ríos de aguas glaciales.

Casi pude sentir el fresco aire, los pinos, la naturaleza, el sol bañando mi cara.

¡Sol…! No, no, no… muy mala idea. Inmediatamente me recordó mi fuego interior que me consumía, milímetro a milímetro.

Ufff… quema.

Me obligué a no gritar. No quería asustar a nadie.

Edward. ¿Dónde estaría él? ¿Podría abrir mis ojos sin temor a que salieran rayos de fuego por ellos?

Mejor no intentarlo.

El fuego subía como una serpiente, enroscándose a mi cuerpo. Ahora estaba cerca de mi corazón.

Mis latidos, ya demasiado rápidos, se levantaron, el fuego condujo su ritmo a un nuevo paso frenético.

Si antes pensaba que quemaba, ahora era peor. Diez miles veces peor…

Un pensamiento furtivo pasó por mi mente, ¿Quedaría algo de mi cuerpo después?

El dolor era desconcertante. Eso, exactamente eso-yo estaba desconcertada. No podía entender, no tenía sentido lo que estaba pasando.

Intenté de nuevo separar el dolor de mi mente, lo alejé lo más que pude de mí. Me concentré en lo último que había visto. Edward.

Ahí supe que podría luchar contra cualquier cosa, por él. Me aferré a él con todas mis fuerzas.

Y ahí volvió con violencia otra vez…

La interminable quemazón seguía violentamente, abrasando mi cuerpo.

Pero algo había cambiado. Me sentía más… fuerte. Si. A medida que el fuego se retiraba de mis pies y piernas para concentrarse en mi pecho. Era extraño.

Mi sentido del oído se hizo más y más claro, y podía contar los latidos frenéticos de mi corazón marcando el tiempo. Luego, al cabo de mile cuatrocientos treinta un minuto después, empecé a escuchar un murmullo de voces lejanas. Susurros. Si. Era eso alguien hablaba en voz bajita.

Continuaba haciéndome cada vez más fuerte, mis pensamientos se hacían más claros. Cuando nuevos sonidos llegaron, podía oírlos claramente.

Habían pasos, el susurro del aire impulsado por una puerta abierta. Los pasos se acercaban más, sentí presión en la parte interna de mi muñeca. No podía sentir el frío de esos dedos. Seguramente mi sistema nervioso había quedado destruido por el fuego. No sentía la gélida piel familiar.

— ¿Todavía no hay cambios?

Era la voz de Carlisle. Parecía tranquilo pero… — ¿Es que estaban ciegos y no veían el fuego o qué?

No escuché respuesta alguna. ¿A quién le habló Carlisle?

—Esta tan tranquila. Creo que hiciste bien en ponerle morfina, hijo. No parece sentir el dolor del cambio.

¡Y una mierda!

Me quemaba como si me hubieran arrojado en un volcán en erupción, quise gritarles.

—No hay manera de saberlo.

Era Edward y su voz sonaba angustiosa. Respiró contra mi piel quemada. Sentí los dedos de Edward entrelazándose con los míos. A ver un momento… ¿mis dedos estaban enteros, aun?

— ¿Bella? ¿Puedes oírme?

Si abría mis ojos, ¿Saldrían los rayos de fuego y lo quemaría sin querer? , mejor no hacerlo. Me mantuve en mi posición.

— ¿Bella? ¿Bella? ¿Amor? ¿Puedes abrir tus ojos? ¿Puedes apretar mi mano? — murmuraba Edward.

Parecía tan ansioso. ¡"Si" Edward puedo sentirte, pero no quiero hacer algo que te haga daño! — pensé.

Presión en mis dedos de nuevo. Sería difícil no responder a esa voz, pero estaba paralizada por el miedo. Sabía que el dolor en su voz ahora no era nada comparado a lo que podría ser. Ahora lo único que él temía era si yo estaba sufriendo. Quise gemir.

— Lo sé… pero no es normal que no se mueva nada, ni siquiera se retuerce de dolor. Debe pasar un infierno— contestó Edward con la voz quebrada a una pregunta que no oí—. Bella, te amo. Bella, lo siento. Oh, ¿pero qué hice? Nunca debí dejar que pasara…

— Fue su elección. Su decisión, Edward.

Era Alice. Escuché unos pasos diferentes entrar en la habitación. Claros, más…rítmicos y coordinados y olía a melocotón. Su esencia me llegó en los movimientos del aire al desplazarse.

¿

Parecía estar… bailando?

— ¿Alice, falta mucho?

Escuché como ella suspiraba.

— No. Edward, mírala, se ve el cambio. Su piel es casi tan blanca como la tuya o la mía.

— Me voy a volver loco… ella no debería pasar por esto… Nunca debí llevarla al prado, fue un error que jamás me perdonare— su voz se quebró.

— Deja de torturarte, Edward. Ella va estar bien y asombrosa como inmortal.

— Ella siempre ha sido y será hermosa.

Alice jadeó de repente, sentí la mano de Edward tensarse en la mía.

— Llamare a Carlisle y a Jasper, recuerda que ella debe estar lo más tranquila posible al despertarse. Depende ti, ya lo has visto.

Se fue caminando pero mas rápido.

¿Qué había visto Alice?

Pero no me dio tiempo a analizar más, cuando sentí mi corazón golpeando mis costillas, luchaba contra el fuego que al parecer se había concentrado entero ahí. La lucha era intensa. Sentía que todo mi pecho vibrara al ritmo de la batalla frenética. Fue empeorando por segundos y luego me abrasó de tal manera que pude sentir como entraba en el y quemaba cada fibra, cada nervio, cada célula viviente de mi corazón. El dolor fue tan insoportable que mi espalda se arqueó hacia arriba y todo mi cuerpo de tensó, no pude aguantar el gemido de sufrimiento que salió por mi boca. Mi corazón tartamudeó dos veces, y luego se quedó quieto, se estremeció y finalmente nada. Supe que había terminado.

Mi cuerpo cayó contra algo blando. No había sonidos. Nada de respiraciones. Ni siquiera las mías.

La ausencia de dolor fue un verdadero gozo. No había fuego, quemazón, lava, nada de nada.

Sin esperar más, abrí los ojos.

Me maravillé de ver como tan claro era todo. Se veía todo. El polvo que bailaba en una danza extraña, eran como diminutos copos de nieves, pero a menor escala. Inhalé el aire con profundidad, revoloteando así el extraño baile. Me di cuenta que no necesitaba respirar pero aun así lo hacía. Los demás respiraron de nuevo y con eso su aliento me llegó, delicioso, embriagador y placentero. Olía a miel, a sol y a lila. También había otras fragancias, madera, resina, desinfectante, alcohol, manzanas, y más de cien olores diferentes que descubrí… fue impresionante como mi mente los procesaba a todas en segundos.

Capté en mi visión periférica algo y antes de pensarlo ya había girado mi rostro en esa dirección. Fue extraño como funcionaba mi mente ahora.

Y entonces lo vi a él. Edward. Su hermoso rostro fue impactante, su belleza ampliada por mil, su piel era fina y perfecta. Sus labios carnosos y jugosos, no parecía de mármol con en mi recuerdo humano. Busqué su mirada y descubrí sus ojos negros mirarme fijamente. ¿Negros?

Pero no me importó. Estaba demasiada feliz de verle ahí tan cerca de mi. Su rostro reflejaba ansiedad y algo que no supe interpretar. Quise tocarlo.

Y antes de pensarlo, mi cuerpo, con una rapidez sorprendente, estaba de pie frente a él. Seguía mirándome ahí parado.

Todo fue muy chocante, nadie dijo nada. Seguía mirándole, deleitándome de su belleza. Ahora era como él, fuerte, inmortal y estaríamos siempre juntos. Mi sangre, nunca más haría sufrir a Edward.

Ese pensamiento hizo que las comisuras de mis labios se levantaron hacia arriba y sentí como una sonrisa que se plasmaba en mi rostro.

Giré un poco mi cabeza para compartir con los demás mi alegría. En el marco de la puerta estaba Emmett y Jasper, y atrás de ellos, Alice y Esmé. Me extrañó verlos tan lejos de mí y en posición tan… ¿Defensiva?

¿Peligro? ¿Dónde? Automáticamente mis ojos buscaron por cada rincón en busca del peligro. No vi nada sospechoso y busqué la mirada de Edward de nuevo. Le interrogué silenciosamente.

Él sonrío levemente, pero la alegría no le llegó a los ojos.

— No hay peligro, amor— me respondió. Me relajé inmediatamente.

— ¿Cómo lo haces Bella? Tu estado de animo a cambiado en cuestión de segundos… ¡estoy confundido! — exclamó Jasper de repente. Lo miré sin comprender.

—Les dije que sería asombrosa— contestó Alice con una risa musical. Se acerco a mí con Jasper pegado a ella. Su sonrisa fue brillante y reconfortante.

— ¿Bella, como te sientes? — me preguntó Carlisle a mi lado. Tomé aire y respondí.

Extraña.

Apenas pronuncie la palabra que llevé una mano que no estaba quemada a mi garganta, el sonido no era exactamente como mi voz humana, era más musical, más fino. Mi voz era hermosa y sonreí para mí.

Y entonces, Edward dio dos pasos hacia mí; con lentitud levantó una mano, seguí el movimiento con aprehensión de sentir su contacto de nuevo. Deslizó un dedo sobre mi mano que aun estaba apoyada en mi garganta, me sorprendí de sentir que no estaba helada, más bien calida. Claro, supuse que al estar tan fría como él, ahora la temperatura se veía más natural. Cerré los ojos para sentirlo mejor. Acarició mi mano despacito, siguiendo después la curva de mi cuello y subió por mi mandíbula, enviando miles de descargas eléctricas a través mi piel. Me estremecí de su contacto tan placentero e increíblemente suave.

Sin esperar arrojé mis brazos alrededor de su cuello, él pasó un brazo por mi cintura y apoyó su frente al mío. Me llegó de nuevo su aliento e inhalé con ansia su aroma, fue como si me hubieran dado un afrodisíaco muy potente, me llenó entera de sensaciones inimaginables. Mi cuerpo se encendió de deseo y me apegué a él. Con su mano aun mi rostro, acunó un lado de mi cara. Noté el leve temblor de su mano. Todo era tan nuevo.

Muy despacio acercó sus labios a los míos, igual de cauteloso que el beso que me dio junto al Jeep de Emmett. Entonces sus labios presionaron los míos muy suavemente. Una, dos y hasta tres veces, pero yo quise más y pasé mis manos por su pelo y profundicé el beso con urgencia. Respondió un poco vacilante, igualmente sorprendido, pero siguió besándome con cautela. Rápidamente el beso se trasformó en deseo y pasión. Quería todo de él y ahora.

— Edward, no es momento para eso… hay cosas más urgentes que hacer ahora mismo.

Jasper habló a modo de regaño. A regañadientes él se separó de mí y yo siseé de la molesta interrupción. Eso valió que Emmett se echara a reír a carcajada.

— Si, Jasper, lo sé. ¿Bella, es que no tienes sed? — me preguntó Edward, tranquilo.

Inmediatamente mi garganta se encendió y se apretó. Si, tenía mucha sed. Mi cuerpo me lo decía. Mi ánimo cambió y me puse nerviosa al pensar en ir a cazar con Edward. Beber sangre.

Al pensar en eso mi boca de llenó de un líquido raro; estaba salivando ponzoña, la reconocí, era mi ponzoña.

Miré a Edward y me debatí en hacer lo me preguntaba o seguir besándole. Mi cuerpo me pedía las dos cosas.

— Si. Tengo sed… pero también quiero seguir besándote— admití bajando la cabeza.

— Fascinante. Es la primera vez que veo una neófita combatir las ganas de beber sangre por un beso y seguir ahí parada. Es impresionante — murmuró Carlisle. Me gire hacia él.

— ¿Neófita, qué es eso? — pregunté.

— Es un vampiro recién convertido. Los primeros meses, están obsesionados con la sangre. No hay otra cosa que les preocupa más que eso. Son salvajes y no sienten nada y…

Mientras Jasper me explicaba todo eso, sentí miedo, ¿Eso es lo que yo era ahora? ¿Una neófita sedienta de sangre? Respire más deprisa y me crispé. Jasper me miró fijamente y sentí una oleada de tranquilidad invadir mi cuerpo. Me relajé.

Lo miré confundida y levantando una ceja.

— Jasper tiene el don de manejar las emociones a su antojo— explicó Edward.

— Ahora lo entiendo mejor— repliqué.

— Bella, ¿vamos de caza? — ofreció Edward tirando suavemente de mi mano entrelazada a la suya.

Asentí y le seguí escaleras abajo. Me di cuenta en ese momento que no sabía en donde estábamos y definitivamente esta no era la casa de los Cullen. Tomé nota mentalmente de preguntarlo más tarde.

Salimos afuera. Era de noche. Se veía todo oscuro, pero con mi súper visión de vampiro lo veía todo más claro y nítido. Edward me indicó la dirección a seguir y empezó a correr. Yo le seguí sin esfuerzo a través del bosque, parecía estar volando en vez de correr. Me alegré de ver que ya no me mareaba ni nada. Mientras corríamos, noté algo que me molestaba. Edward era distante. Si, era eso. Su manera de mirarme furtivamente no era normal, pero no dije nada. Supuse que sería para él, al igual que para mí, extraño lo de mi cambio.

Me enseñó a cazar como lo hacia él. Fue un verdadero placer dejarse guiar por el instinto animal.

Tres ciervos después y sintiéndome llena y satisfecha caminamos en silencio. Edward soltó mi mano de repente y se paró, apoyando el puño cerrado contra un árbol.

Ahí, al verle su expresión de infinita tristeza, me dejó congelada. Su máscara cayó, estaba sufriendo mucho y no sabía por qué.

Quise estrecharlo en mis brazos y consolarlo, pero cuando lo intenté él retrocedió. Parpadeé y sentí mis ojos picar, me entró ganas de llorar. Esto no era normal.

— Edward, ¿Por qué estás triste?

— Te fallé, perdóname— murmuró con agonía.

— No lo hiciste.

— Si, lo hice y ahora te has convertido en un monstruo sin alma como yo… — su voz se quebró.

Sin esperar, di los pasos que faltaban para acercarme a él. No se movió. Acuné un lado de su rostro en mi mano, se inclino para sentirme mejor.

— Fue mi elección, Edward. Te quiero a ti, para siempre.

Bella…— me llamó él en un susurro. No vi sus labios moverse.

— ¿Si?

— Lo siento tanto, perdiste tu alma por mi culpa. No quería esto…

— Lo sé, pero es mi elección. Todo va a salir bien.

— ¡Nunca más serás… humana! exclamó, furioso de repente.

— ¿Acaso vas a decirme que así no es mejor para los dos? Mi sangre no te hará sufrir más, y no temerás tocarme, Edward.

Recordaba perfectamente que Edward quiso succionar el veneno. Y como sus ojos reflejaban el sufrimiento que sintió antes de intentar quitármelo. Él no quería que yo me transformara en vampiro. No entendía lo que tenía de mal.

— No sabes lo que me arrepiento de haber vuelto a clase aquel día de nuestro primer encuentro, Bella. Debí irme para no regresar jamás y así tú seguirías viva.

Me erguí. Debía hacerle entender que no era tan malo. Él es hermoso, inmortal y es gracias a eso que estamos juntos ahora. ¿Acaso es malo el desear eso también? Vivir eternamente junto a la persona que amas, es un sueño hecho realidad.

Yo decidí, no él. Era solo cosa mía. Cuando iba a contestarle, se separó de mi, se dio media vuelta y se dirigió hacia el bosque.

Lo miré sorprendida. Aun no había terminado de hablar con él.

— ¡Edward, espera! — le pedí.

Se paró y soltó en tono desconsolado.

— Charlie.

Cuando pronunció el nombre de mi padre, ahogué un grito. ¡Charlie! No había pensado en él ni en mi madre. ¿Cómo estarían ellos ahora? Seguramente muertos de inquietud. Oh, Dios, no…

Quise llorar, aliviar este sentimiento de culpa y sentir las lágrimas caer por mi rostro.

Empezó a llover. Sollocé sin lágrimas. Me senté en el suelo y rodeé mis piernas con mis brazos. Levanté el rostro hacia el cielo ennegrecido. La fina lluvia se hizo más fuerte y de pronto se formaron gruesas gotas que se deslizaban por mi cara. Casi parecía que yo estaba llorando de verdad.

— Lo siento… por ellos… mucho. Pero tengo que vivir mi vida por mí y con mis elecciones— afirmé. Estaba muy nerviosa.

Procuré acompasar la respiración. Necesitaba concentrarme. Relajarme. Cerré los ojos. El sentimiento de rechazo de Edward hacia mi golpeó de pronto. Aguanté la respiración. Eso era lo que me había molestado todo el rato.

Entonces es cuando sentí que el fuego nacía en mí desde mis pies. Subía lento acudiendo a algo que no sabía qué era. Sin embargo no me quemaba, no era como cuando la transformación. Era diferente. Me asusté mucho.

Oí alguien gritar mi nombre y abrí los ojos. Había dejado de llover.

Un resplandor rojo iluminaba todo. Me aterroricé aun más, me levanté de un salto. Al hacerlo me di cuenta de que la extraña luz roja emanaba de mí. Levanté las manos a verme. Grité de horror a verlas.

Brillantes y centellantes. Era como cuando la luz del sol se reflejo en la piel de Edward, exactamente igual, pero, la luz era roja fuego.

Y La extraña luminosidad salía de dentro hacia fuera.

Capítulo 1: Capítulo 3:

 
14958171 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 11041 usuarios