Narra Alma
Como cada día me levanté para ir a clase pero fue llegar allí con mi coche y volverme otra vez.
La profesora no estaba.
- ¿No ha venido? –le preguntó a un compañero mío.
- Que va. Dicen que esta semana nada de nada. Que lo pondrá en la Web para que cojamos los apuntes porque está enferma o no se que.
- Vaya… Bueno pues me voy a casa Javier. ¿Quieres que te acerque algún sitio?
Le pregunté al ver que no había autobuses ahora.
- ¿Te para lejos Port Angeles? –me preguntó.
- ¡Que va! Yo vivo en Forks, casi al lado. Venga sube que te acerco.
- Gracias, Alma.
Subimos al coche y de aquí a su pueblo eran media hora, y mi casa en diez o quince minutos estabas. Pero lo acerqué allí, estuvimos al principio en silencio hasta que puse música un poco floja y empecé hablar y ahí hablamos.
Por que en clase no hablamos.
Pasaron los treinta minutos o por ahí y llegamos a Port Angeles.
- ¿Por dónde ahora? –le pregunté.
- Gira la siguiente calle a la izquierda y la primera casa que veas de color rojo ahí es.
Hice eso y cuando llegamos nos despedimos.
- Te debo una grande.
- No. Tranquilo. –le sonreí.
- Gracias, igualmente. Hasta el lunes.
Cuando entró en su casa yo giré por donde vine y me fui a mi casa. Pero antes pasé por la Push, a ver si estaba Jake.
Él también estaba estudiando, mecánica. Aunque ya había terminado. Hizo un módulo y en un año se lo sacó y ahora en el garaje de su padre se puso como una tienda para que dejasen los coches para arreglar, era muy bueno. Por eso y porque estaba bastante bien de precio.
Me acerqué tal y como estaba diciendo y él estaba con una moto.
Para no estorbarlo entré sigilosamente y me quedé apoyada en el marco de la puerta observándolo mientras hacía su trabajo.
Me concentré en el y pensé: Jake
Este de inmediato con una sonrisa levantó la cabeza.
- Ya estás aquí. ¿Hoy no tenías clases? –me preguntó mientras venía hacía a mí.
- Sí, pero he ido y la profesora en toda la semana no estará. Así que en casa a estudiar. ¿Cómo vas? –le pregunté.
- Bastante bien, creo que mañana ya estará. –entonces llegó hasta a mí y sin cogerme para no mancharme me besó, pero a mi me daba igual, me enrollé a su cuello y entonces me cogió de la cintura.
Me separé de él de inmediato.
- Me voy.
- ¿A dónde? –se quedó extrañado pero volví a sus brazos. –Eres una chica mala.
- Lo sé. Me voy a casa. Aunque me gustaría quedarme un ratito más, pero…
- … tienes que estudiar.
- Ahí estamos. –di una palmada en su hombro y antes de irme de allí le di un beso.
- Luego pasaré a recogerte, a la hora que tú me digas.
- Vale, cari.
Volví al coche y pisé el acelerador y subí por la carretera hasta el porche de mi casa.
- Ya estoy aquí. –dije cuando entré.
Ahora me sentía algo incómoda, aunque mi rostro no se hacía mucho mayor era de “edad” más mayor que mi madre.
|