Hasta los vampiros cometen errores.

Autor: Huellas
Género: Romance
Fecha Creación: 24/07/2010
Fecha Actualización: 24/07/2010
Finalizado: SI
Votos: 7
Comentarios: 31
Visitas: 33967
Capítulos: 16

¿Qué hubiera pasado si Reneesme no hubiera venido al mundo? Aquí les dejo un Amanecer alterno. Hasta los vampiros cometen errores.

 

 

 Todos los derechos de autor reservados a Stephanie Meyer autora de la Saga Crepúsculo, quien es la autora oficial de los personajes conocidos del siguiente FanFic.  

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Capítulo 2: Mentiras.

Edward POV

No sabía qué hacía allí. Pero cuando Bella se fue con Alice me sentí sumamente aburrido así que fui hasta el claro. Me tiré sobre el césped hasta que escuché pasos a lejos. Eran muy lentos para ser vampíricos, venía corriendo, era una humana. Con un olor delicioso. No la conocía.

Me oculté entre los árboles mientras ella salía hasta el claro. Se detuvo observando el paisaje, maravillada. Olvidando por un segundo el porqué corría.

Era baja pero esbelta. Cabello negro, tez pálida, ojos azulosos tirando a gris. Hermosa. Una de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida. Debía tener unos diez y siete años. Llevaba un jean y una blusa negra ajustada, estaba rajada, la blusa iba rasgada. Tenis.

<<Hermoso. Oh, no. Ahí viene, corre>> escuché unos pasos humanos también, corriendo tras ella. Ella corría y atravesó el prado con pánico. En su mente iba el rostro de su perseguidor, no solo el rostro, el cuerpo de él sobre el de ella, mientras ella trataba de zafarse.

Me encolericé aún más cuando alcancé la mente del humano que la perseguía. Él iba drogado, y tenía en su mente la imagen de la niña desnuda y él abusando de ella. No esperé un segundo más y aparecí frente él sin que ella se percatara, ya que seguía corriendo sin mirar atrás.

-¿Quién… quien eres? –tartamudeó cuando me adelanté hacia él.

-Tu fin –dije antes de matarlo. Lo dejé ahí muerto y seguí a la joven. Ella corrió unos minutos más hasta que se dio cuenta que ya no la seguían, bueno, ya no la seguía él

Se detuvo y empezó a llorar arrodillada en el suelo.

Hice ruido viniendo del otro lado, para que ella me escuchara. Se levantó paralizada y tomó una rama para protegerse. Reprimí la sonrisa y aparecí frente ella. Me miró confundida y un poco aliviada.

-¿Quién eres? –le pregunté pareciendo sorprendido también. <<Elizabeth>> el nombre vino a su cabeza. Pero no respondió. Alcé las manos –no tengo intenciones de hacerte daño. ¿Estás perdida? Te puedo ayudar.

-Lizzie –susurró muy bajo. Un humano no la hubiera podido escuchar.

-¿Ah? –pregunté.

-Lizzie –susurró más arriba. Sonreí y estiré mi mano, ella retrocedió.

-Edward –ella miró la mano y luego a mí. Una sonrisa surcó su rostro y tomó mi mano. La textura era exquisita.

-Me perdí. No sé cómo regresar –dijo después que me soltó y miró en todas las direcciones.

-¿Alguien vino contigo?

-Sí… no… No –se decidió. Pensando en que lo mejor era no hablar sobre lo que le había pasado. Tenía que protegerse a ella y a su hermana menor.

-Mmm, ¿dónde vives? –le pregunté mientras avanzaba hacia la dirección contraria de su huida. Aunque debía hacer que no se topara con el cadáver.

-Yo… ohm… en Forks –respondió. Su mente evocó una casa, no, no era una casa cualquiera. Era la de Bella, la que había sido de Bella.

 -¿Quieres que te lleve? –asintió. Caminamos en silencio un rato y ella tropezaba con todo. Me recordaba a Bella.

Bella. ¿Habrá regresado ya? ¿Debía regresar yo? ¿Pero Lizzie? Era tan parecida a mi Bella humana, en personalidad claro.

Tenía que llevarla y luego regresa con mi esposa, que alegría le dará cuando se entere que su casa está ocupada por la joven que llevaba a mi lado. Lizzie.

-¿Con quién vives? –dije pensando en la casa. Ella pensó en su hermanita menor, y en el hombre que acababa de matar. Rayos. ¿Era su padre?

-Con mi hermana y… y con… -miedo.

-¿Con quién más? –presioné un poco.

-Con mi padre adoptivo. Bueno, de mi hermana. Yo ya tengo diez y ocho, así que no tengo que estar a custodia de nadie –frunció el ceño.

-¿Cómo se llama tu hermana? –le abrí paso entre las ramas. Ella se sonrojó.

-Julay.  Tiene quince.

-¿Por qué no la cuidas tú?

-Porque no soy buena… cuidando –reprimió una sonrisa. La imagen de una tortuga muerta llegó a su mente, pero el miedo también.

-Mmm

-¿Qué haces en el bosque? –preguntó suspicaz.

-Podría devolverte la pregunta –advertí. Ella se sorprendió y asintió. <<Mala idea>>.

Hablamos sobre cosas sin importancia mientras caminábamos. Ella era algo torpe pero decidida a no parecerlo, mi Bella. Descubrí que su hermana estudiaba en el instituto y que ella trabajaba en Port Ángeles como mesera en algún restaurante. Sus padres habían muerto cuando ella tenía catorce años, desde entonces había pasado en casas adoptivas.

Llegamos a su casa en cuestión de tres horas, el sol empezaba a ocultarse. Julay estaba en el porche, recorriendo con la mirada toda la calle hasta que aparecimos.

-¡Lizzie! –gritó corriendo hacia su hermana. Ella le abrió los brazos y la abrazó.

-Bueno, parece que mi misión ha terminado, Lizzie. Adiós –dije dando media vuelta y caminando hacia la calle.

-¡Edward! Hey, es de noche y es peligroso –claro, noten el sarcasmo –pide un taxi, entra. Caliéntate un poco, toma algo, y después pedimos un taxi que te lleve a casa.

Mmm, podía despedir el taxi en cualquier lugar. De todas maneras quería estar más tiempo con Lizzie, me provocaba curiosidad. El rostro de mi esposa vino a mi cabeza, debía estar preocupada por mi desaparición, bueno, eso sí es que ya había vuelto a casa. El cielo todavía no se oscurecía así que decidí entrar, no podía pretender que creyera que un humano corriente podía atravesar la carretera solo, y además, Lizzie me estaba cayendo asombrosamente bien.

-Está bien –dije abriéndole paso a ellas primero.

Estuvimos hablando por una hora en la sala. Todo era perfectamente igual a la última vez que entré en aquella casa, Bella había vendido la propiedad con todas las comodidades de ella, llevándose su colección de libros y pertenencias personales, decía que no quería nada que le recordara la partida de su padre.

-Edward, ¿dónde vives? –me preguntó Julay mientras se servía un vaso de jugo desde la cocina. Bien, ¿qué respondía? Piensa rápido, piensa rápido.

-En ningún lado exactamente. Viajo por el mundo, ahora mismo estaba en una excursión en el bosque, me dirijo a Port ángeles –respondí. Lizzie no se creyó mi mentira, no solo por sus pensamientos, sino por su expresión. Fruncía el ceño.

-Julay, no ha vuelto… -susurró Lizzie a su hermana cuando ésta se sentó a su lado. Julay casi escupió el líquido, el pánico llenó su mente. Lizzie estaba entre aliviada y preocupada, por un lado estaba feliz si él no volvía, pero por otro lado, ¿qué sería de su hermana sin un padre? Tendrían que buscar otra familia adoptiva, pero así solo la aceptarían a Julay, no a ella. Ya ella tenía la edad suficiente para cuidarse sola.

Ella no quería hacerse cargo de su hermana menor, le daba miedo que no fuera buena, que no fuera suficiente para ser una madre. Por eso no quería decir nada sobre el acoso en el que estaba sometida. Pero ahora el tipo ese no volvería, ¿Qué se supone que iba a pasar con Lizzie ahora?

-Edward, es tarde, creo que debes irte –dijo Lizzie sacándome de sus pensamientos. Miré por la ventana, pasaban de las siete y media. Bella ya debía haber vuelto y debía estar preocupada por mí. Renegué en mi interior mientras me ponía de pie.

-Tienes razón, me voy.

-Te pediré un taxi –gritó Julay acercándose al teléfono. Recordé a Bella en el teléfono, y una sonrisa ocupó mi cara. Lizzie me miró extrañada, pensando en que su hermana me causaba gracia. Negué con la cabeza.

Me despedí de ambas de un saludo de manos y despedí al taxi a un lado del bosque.

Corrí a casa con una media sonrisa, pero cuando iba llegando la frustración me invadió. Pensamientos y palabras, todas cargadas de miedo, pero una voz faltaba.

-Bella, no ganas nada poniéndote así ­–decía Jasper, tratando de calmar a mí esposa. ¿Dónde estás Edward?, a esta niña le va a dar un ataque de nervios. Me sentí mal, muy culpable. Mientras mi esposa se preocupaba por mí, yo estaba con otra mujer.

Emmett estaba sentado con Rosalie en uno de los escalones de la gran escalera, ambos pensando en una forma de encontrarme.  

-Alice, ¿no ves nada? ­preguntó Carlisle.

-No –dijo Alice secamente. Iba a tener problemas con ella Ya te escuché, Edward. Más te vale que me des una buena explicación para haber pasado la tarde con esa mujer. ¿En qué estabas pensando? No puedo creerlo, eres un… y dejé de escucharla. Sobre todo porque ya iba cruzando el umbral de la puerta y porque ella empezó a llamarme por todos los nombres que se acordó.

Bella se abalanzó sobre mí mientras todos exclamaban llenos de alivio, bueno, todos menos mi hermanita duende. La miré con perdón.

-¡Edward! ¿Dónde has estado? Ahh, pensé en todo lo que te pudo haber pasado, Edward, estás bien, estás bien. ¿A dónde fuiste? –decía Bella en mi oído.

-¡Edward! ¿Dónde te metiste? –preguntó Emmett alzando una ceja. Quería ocultar su preocupación. Esme, Jasper y Rosalie no dijeron nada, simplemente se tranquilizaron. Jasper me habló en pensamientos Menos mal que llegaste, hermano. No sabes la tranquilidad que siento, literalmente se echó a reír consiguiendo una mirada asesina de Alice, quien subió a su cuarto seguida de él.

-Edward, hijo, ¿dónde estabas? –me preguntó Carlisle.

Tomé a Bella en mis manos y me senté en el sillón. Tenía que pensar en algo rápido, no podía decir la verdad, Bella no me perdonaría. Había estado con otra mujer, bueno, no el sentido que ella llegaría a pensar, pero había estado en compañía de otra mujer, mientras ella se preocupaba por mí. Así que podía decir la verdad a medias, un pedazo de la verdad.

-Fui al claro y estuve allí por un rato. Di una vuelta, estaba pensando, y se me pasó el tiempo –ninguno opuso resistencia a mi explicación, me creían demasiado para mi gusto. Cada uno a su manera fue dejándome solo con Bella, hasta que subimos a la habitación. Ella se acostó, cambiándose de ropa sin decirme nada -¿Bella?

-Mmm –respondió del lado de su cama. Acaricié su cintura volviéndola a mí.

-¿Qué tienes, amor?

-Nada –dijo volviéndose a poner del otro lado.

-¿Bella? –volví a preguntar. Esta vez ella no se volvió ni respondió. Comprendí que no me había creído una sola palabra. Escuché a Alice gritarme mentalmente.

¡Cocina! ¡Ahora! Edward Anthony Cullen, sal de tu cuarto en este instante. Salí del cuarto sin darle ninguna explicación a Bella, y llegué a la cocina. Alice estaba sentada en uno de los banquillos, con una expresión frenética y de brazos cruzados. ¿Me quieres explicar? Negué con la cabeza.

Estábamos acostumbrados a hablar de esa forma. Ella hacia especulaciones en su mente macabra y yo confirmaba o negaba con el movimiento de mi cabeza.

Edward, ¿Quién era ella? ¿La conocías? Negué. Entonces, ¿Por qué has engañado a Bella con ella? Puse los ojos en blanco y los rodé sentándome en un banquillo a su lado. Edward, Bella no te ha creído una sola palabra. Y no lo digo porque lo haya visto, sino porque la conozco. Y ella te conoce a ti. Cuéntame ¿Quién es ella? susurré tan bajo como era posible para nosotros, a ese tono de voz solo Alice que estaba justo a mi lado podía escucharme.

-Lizzie, la conocí en el claro -¿Quién rayos es? ¿Por qué es tan importante como para mentirle a Bella? ¿Tienes planes de verla otra vez?

Sacudí la cabeza tratando de pensar, ¿Cuáles eran las respuestas a esas preguntas? Fruncí el ceño y me encogí de hombros con pánico frente a Alice. Ella se asombró y no preguntó más, dedicándome una mirada reprobatoria salió de la cocina, rumbo a su cuarto.

Hice lo mismo para encontrar a Bella al lado de la ventana, con sus piernas recogidas con sus brazos. Parecía indefensa, y había una mirada triste en su rostro. Me maldije en mis adentros, la había hecho sufrir con mi mentira. ¿Pero porque no podía decirle lo que había hecho? ¿Por qué sentía que si lo decía no podría volver a Lizzie? ¿Quería ver a Lizzie otra vez? ¿Por qué?

Me puse a un lado de ella, quien recostó su cabeza en mi pecho pasando sus manos por mi cintura. Me llevó a la cama y se acostó sobre mí como cuando dormíamos en su habitación, bueno, cuando ella dormía en su habitación y yo la observaba. Extrañaba esos tiempos. Pero ahora feliz con mi vampiresa.

-Edward, tú me amas, ¿cierto?-me preguntó al cabo de una hora. Me sorprendí y la levanté, sentándola sobre mis piernas., enrollando su cintura con mis brazos. La miré a los ojos.

-¿Por qué me preguntas eso, Bella? Sabes que eres mi vida, la razón de mi existencia. Claro que te amo, te lo he dicho millones de veces –ella desvió la mirada y se aovilló entre mis brazos. La abracé -¿Por qué me lo has preguntado?

-Te amo, Edward –susurró.

Capítulo 1: Capitulo 1. Capítulo 3: Lo siento.

 
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