Siendo una mujer de palabra, el taxi me dejó en The Boat House en el viejo Sacramento a las siete y media de la tarde. Le dije al conductor que volviera a las nueve en punto.
Después de conocer a mi cita a ciegas, yo, sin duda me encontraría depresivamente borracha y pensé que una hora y media era mi límite de buena fe para la vía del desastre. Demasiada fe en el amor. Sí, esa era yo.
Me acerqué a la puerta del restaurante, evitando incluso echar un vistazo a todas las parejas acarameladas en la sala de espera de ese restaurante de lujo.
—Reserva para Isabella Swan. La anfitriona miró mi atuendo. Me había vestido toda de negro para adaptarme a mi estado de ánimo. Ella, en cambio, llevaba un vestido de color rosa brillante y buscó con el dedo en el podio en su lista, hacia abajo.
—El otro invitado ya está aquí. Sigame por favor—. Ella me llevó a una mesa en la parte trasera con una vista panorámica del río. Vi la parte de atrás de la cabeza de mi cita y la evalué. Pelo castaño corto. Camisa con cuello. No había banderas rojas… todavía. Probablemente tenía colmillos largos puntiagudos que hundiría en mi yugular.
—Aquí está. Marcia será su mesera y vendrá en un momento—. La camarera hizo un gesto a la silla vacía y al misterioso hombre que se puso de pie para sacar la silla. Impresionante. Me moví a sentarme y me preparé para la mordida.
—Gracias. Yo...—Mi voz se apagó y mi boca quedó boquiabierta al caer de nuevo en mi silla. —¿Edward? Él sonrió y las arrugas aparecieron en uno y otro lado de sus magníficos ojos verdes.
—Sorpresa. Para no decir menos.
—Qué... ¿qué estás haciendo aquí? Al instante, me imaginé escenarios que hicieron que mi corazón se acelerara. El hecho de que estuviera enamorado de mí, también. Que nos reíamos y coqueteábamos durante la cena, que luego nos besuqueábamos, nos casábamos, teníamos hijos, envejecíamos juntos, y…
—...Te estoy salvando del dentista.
—¿El dentista?— Entonces, me acordé de nuestra conversación en el trabajo.
—Oh.
Él sólo estaba siendo amable. Cualquier esperanza se escapó de mí. Sin darse cuenta, se deslizó en su asiento.
—Parecías menos emocionada por conocer a alguien nuevo, así que pensé que no estarías muy decepcionada si me presentaba en su lugar. Es cierto.
—Pero, ¿cómo...
—Buenas noches. Soy Marcia—. Una mujer alta, de cabello oscuro apareció. —¿Les gustaría ordenar un cóctel? Nuestra bebida especial de esta noche es la poción de amor—. Su voz y la expresión facial, carecían de chispa de entusiasmo. —Viene en una copa de Martini.
—Suena cursi—, solté.
—Así es—. Edward levantó sus dedos medio e índice. —Tráiganos dos.
—Dos pociones para el amor, vienen enseguida—. Ella asintió con la cabeza y desapareció. Solté una carcajada con la elección de bebidas festivas de Edward.
—Ni siquiera sabes lo que hay en ella.
—Si vamos a celebrar la falsa festividad, juntos, realmente deberíamos ir con todo. ¿Qué tan malo puede ser?— Me guiñó el ojo y se sintió como plumas agitándose en mi estómago haciéndome cosquillas.
En realidad, con el giro que la noche había tomado, incluso tomar enjuague bucal sabría bien. Por lo menos me gustaría llegar a pasar la velada con Edward, aunque fuera sólo como amigos.
—La camarera no se ve tan feliz de estar aquí.
—Su estado de ánimo parecía un poco triste, ¿eh? Tal vez ella tiene una cita con el dentista más tarde y le preocupa—. Sus labios se torcieron en una sonrisa.
—No puedo creer que hayas hecho esto—. El adorno del centro de la mesa, unas rosas rojas, me hizo sonreír. Levanté una rosa y aspiré el aroma. Tendría muchas explicaciones que darle a Alice.
—¿Qué pasó con tus grandes planes? Él sonrió.
—¿Te refieres ver Duke contra North Carolina con Bubbles? Pensé que sería más divertido salir contigo.
—¿Bubbles?— Con ese tipo de nombre, no podía decidir si estar o no celosa.
—Mi perro golden retriever. La nombraron así en la perrera antes de que la rescatara. En el caso de que me lo preguntes—. Él se inclinó hacia delante en su silla. —Duke vs. North Carolina es una gran cosa. Con March Madness justo a la vuelta de la esquina, este juego podría llegar a ser una vista previa de los cuatro finalistas.
Charla de deportes. No tenía idea de cómo traducir esto. Si sus grandes planes eran ver baloncesto con su perro, entonces eso sugería que...
—¿Significa eso que estás soltero? Él asintió con la cabeza y luego tomó su agua.
—¿Estaría aquí si no lo estuviera?
—Pero tú eres guapo—. Oh, buen trabajo, Bella. Impresiónalo con tu inteligencia, ¿por qué no? Se atragantó con su sorbo, tosió en su mano, y luego puso su vaso en la mesa.
—Lo tomaré como un cumplido, pero parece que siempre estamos comparándonos... ¿estás segura de que estás sola? Una chispa salió a través de mí. Caramba, era encantador. Muy encantador.
—Sí, lo estoy—. Sonreí. —Sola. Al igual que tú. Se echó a reír y pude sentir el calor encendiéndose.
—Bien. Me alegro de que eso quede arreglado. La camarera regresó con nuestras bebidas misteriosas, tomó nuestras órdenes, luego se retiró sin el menor asomo de una sonrisa. Edward miró su copa de martini.
—Es hora de saber si es tóxico.
—¿Te parece si nos turnamos en caso de que uno de nosotros tenga que llamar al 911?—, le pregunté, en broma. Se inclinó hacia mí, con su sobrio rostro.
—Yo digo que lo hagamos juntos. Mi piel se estremecía y yo quería hacer eso “literalmente”. Levanté mi copa de color rosa.
—Brindo por tomar riesgos. Levantó su copa.
—En más de un sentido.
Bebí un sorbo y el dulce líquido viscoso se deslizó hacia abajo con facilidad. Me encantó. Me encantaba Alice. Amaba la vida. Vaya, ¿quién lo hubiera pensado? Bajando mi copa, redondeé con mi dedo el borde de ella.
—Sabes, no soy buena hablando cosas sin sentido. Juré que esta sería mi última cita a ciegas.
—Te lo prometo, no habrá una charla sin sentido. Y en cuanto a tu voto, haré mi mejor esfuerzo para que lo sostengas. ¿Qué lo sostenga? Yo tenía la esperanza de que él me sostuviera. Me sonrojé ante el pensamiento y seguí la conversación.
—¿Cómo es posible que no tengas novia?— Solté, todavía sorprendida de que yo estuviera ahí. Con Edward. El Edward. Con el que había estado soñando durante meses. —Ya que eres tan guapo, quiero decir—. Agregué la última parte bromeando, burlándome de mí misma.
Me podía dar cuenta que él pensaba que yo era linda. Tal vez esta poción de amor había sido una buena idea, después de todo. Tomé otro sorbo fortificante. Él dejó la copa sobre la mesa.
—Bueno, estuve en una relación por varios años antes de trasladarme a esta oportunidad de trabajo. Kate es una gran persona, pero no nos veíamos pasando el resto de nuestra vida juntos. Nuestra ruptura fue mutua y amistosa.
Estaba claro que Kate, estaba loca.
Tomó un pedazo de pan le puso mantequilla y luego lo puso en mi plato.
—¿Y tú?
—Nada tan civilizado—. Tomé el pequeño trozo de pan y suspiré. —Jacob y yo nunca estuvimos en la misma página. Se sintió como dos años tratando de ponerle un smoking a un cerdo.
—Suena como mucho trabajo—, dijo muy serio.
—Lo fue, pero puedo agradecerle a mi estilista el que tomara esa carga por mí. Le había estado dando más que sólo cortes de pelo a mis espaldas, si sabes a lo que me refiero.
Hizo una mueca. —Lo siento mucho. Me incliné hacia él, mordí el labio inferior, y me encogí un poco de hombros.
—Ya lo olvidé.
—Me alegro—.
Olvídate de: calor. Habíamos avanzado hasta: ardiendo.
El calor ardía a través de mí. Esto estaba más allá de la zona de amigos. Si pudiera hablar, hubiese pedido la cuenta. En cambio, mis ojos estaban clavados en los suyos, y no había manera en la que yo pudiera dejar de verlo en primer lugar. La camarera puso los platos delante de nosotros, distrayéndome y rompiendo el momento. Edward enderezó su cuello, y luego tomó su tenedor.
—¿De qué estábamos hablando?
—De relaciones—. Sonreí, amando el que yo pareciera afectarlo tanto como él lo hacía en mí.
—Correcto—. Se aclaró la garganta. —Me dijiste antes, que ya habías tenido suficiente de conversaciones sin sentido. ¿Por qué? Tomé un poco de puré de papa con el tenedor.
—Alice, siendo una extasiada nueva esposa, le encanta conseguirme citas a través de Jasper. Por alguna razón, cada vez que la pequeña conversación sin sentido comienza, sueño despierta. No puedo evitarlo. Él parpadeó.
—¿Quién es Jasper?
—El esposo de Alice—. Levanté otro bocado de papas, y se derretía en mi boca. Incluso la comida sabía mejor cuando estaba con Edward. —Lo que me recuerda. Ella dijo que me encontraría con un amigo de softbol de Jasper. Un 10 perfecto. Él puso una mano sobre su pecho.
—¿Estás diciendo que no soy un 10?
Más bien como un 25. Me humedecí mis labios, tratando de ser sutil.
—Todavía estoy decidiendo. El hecho de que estuviera babeando por él, no significaba a que jugaría a ser fácil.
—Bien, entonces. Déjame ver si puedo ganar algunos puntos por creatividad—. Se secó el lado de la boca con la servilleta de lino y puso el tenedor diagonalmente sobre el plato vacío.
—Ya que parecías estar temiendo tanto a la cita a ciegas, pensé que podría tener una oportunidad. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. —Puesto que tú no sabías que tu cita era real, pensé que no haría ninguna diferencia si hacía que Alice lo sustituyera por mí.
Oh, hacía una diferencia, en el buen sentido. Saboreé mi último bocado de salmón, casi incapaz de creer la confesión de Edward. —A decir verdad, Bella—, miró hacia abajo, casi tímidamente, antes de llegar a mis ojos de nuevo: —He intentado mis mejores tácticas para coquetear contigo durante más de dos meses, pero no estaba muy seguro si estabas interesada. Tú, eh, parecías tener muchas citas.
Puse una mano en mi frente. Había sufrido a través de dos meses sin Edward, porque había dejado que Alice me arreglara citas.
—¿Cómo puedes pensar que no estaría interesada? Tú eres... bueno, eres tan guapo. Él sonrió con suavidad.
—Me alegro que lo creas, pero nunca pensaste decírmelo. Mi cuerpo se calentaba tan rápido, que tuve que apoyarme a la mesa para sostenerme.
—Date por entendido. Fijó sus ojos en mí, y luego deslizó su mano sobre la mía y entrelazó nuestros dedos.
—Lo mismo digo. Tragué saliva, teniendo problemas para expresar mis sentimientos.
—¿Sabes lo que pienso, Edward? Él apretó los dedos y sacudió la cabeza, todavía mirándome.
—¿Qué?
Habiendo decidido llamar y cancelar al taxista a las nueve, apunté hacía mi copa vacía.
—Creo que esta poción de amor, realmente funciona.
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La vida de derepente se sentía como una película de Disney. Chica conoce al chico. A la chica le gusta al chico. El chico sorprende a la chica en una cita no tan a ciegas. El chico le da a la chica un aventón a su casa y la chica descubre que su perro golden retriever en el asiento delantero de su coche… ¡tienes que amar a un hombre es devoto a su perro! Chica y chico regresan a su casa para ver el resumen de los deportes, acurrucados en el sofá.
Eché un vistazo a la alfombra en el piso donde mi beagle miniatura, se acurrucaba contra el golden retriever de Edward.
—Gracias a Dios, Chester y Bubbles parecen estar llevándose bien. Edward deslizó su brazo alrededor de mí.
—¿Cómo crees que sus propietarios la están pasando? Miré sus ojos verdes suave y decidí que eran aún más asombrosos de cerca.
—Esta definitivamente es la mejor cita a ciegas que jamás he tenido. Él sonrió, y me mostró sus adorables arrugas, y luego se inclinó hacia mí. Yo contuve la respiración...
¡Rrrrring! Mi teléfono de casa timbró. ¡Oh, no! ¡No! ¡No! ¡No!
—No le hagas caso—, le susurré, pero Edward ya me estaba entregando el teléfono.
Fulminé una mirada hacia el receptor de plástico. ¿Quién me iba a llamar a las diez y media de la noche en el Día de San Valentín? ¿Acaso no sabían que estaba muy ocupada? Después, presioné el botón para hablar desde mi inalámbrico.
—¿Hola?
—Bella, soy yo. No reconocí al hombre ronco más inoportuno del mundo.
—¿Yo quién?
—Soy yo—. Breve pausa y, a continuación, —Jacob.
—¿Jacob?—
No.
De ninguna manera.
Eché un vistazo a Edward, que parecía estar tomando un interés sin precedentes en el arreglo de las velas en mi mesa de café.
—¿Por qué, por todos los cielos me estás llamando? Aspiró.
—Vannesa rompió conmigo esta mañana. Dice que no te he olvidado y ella tiene razón. Me estremecí.
—¿Has tomado una sobredosis de dulces de corazón o algo así?
—Pareces enfadada.
—Oh, sí, lo estoy—. Yo miraba a Edward que ahora me estudiaba. Él sonrió. Me deslicé hacia él. Se acercó más. Yo...
—...Necesito que me des una segunda oportunidad—, declaró Jacob. Agarré el teléfono, habiéndome olvidado que lo sostenía.
—Nop. No sucederá.
—Es el Día de San Valentín, Bells. ¿Puedo al menos llegar para que podamos hablar?
Después de nuestra ruptura, hubo un breve tiempo en el que esperaba que Jacob regresara a sus cabales, me pidiera perdón y quisiera volver. Era atemorizante pensar que pudiera conformarme con alguien en quien ni siquiera confiaba.
—Siento que te botaran, Jacob. Pero tengo que irme. Buena suerte, ¿de acuerdo? Él gimió.
—¿Significa esto que no me perdonas?
—¿Perdonarte?— Esta vez me eché a reír. —¡Jacob, me hiciste un favor. Adiós!
Tiré el teléfono al otro lado del sofá. Edward levantó la mano para tocarme la barbilla.
—¿Número incorrecto?
—Incorrecto, loco e inquietante número.
—Odio cuando eso sucede—. Para mi decepción, quitó la mano y tomó el control remoto.
—Viste el resumen deportivo por mí, así que si tú quieres veré Sex and the City por ti.
—¿En serio? No tienes que hacerlo—. Dulce, pero él verdaderamente no tenía que hacerlo. No me podía importar menos Sarah Jessica Parker en estos momentos.
—Quiero ganar cuantos puntos sean posibles—. Él deslizó su brazo alrededor mío y se acercó más. —Además, planeo distraerte de la TV. Mucho. Humedecí mis labios.
—¿Tenemos que esperar hasta que empiece? Él se inclinó hacia mí, y luego acarició su nariz contra la mía.
—Feliz Día de San Valentín, Bella. Su aliento se sintió tibio contra mi mejilla. Oh, delicioso, doblemente delicioso.
—El próximo año espero flores—. Yo susurré. Sus labios rozaron mi quijada.
—Como tú digas.
No pudiendo esperar por más tiempo, acuné su cara en mis manos, y presioné mi boca en la de él. Suave, tibio, asombroso. Nuestro beso se profundizó, enviando escalofríos a través de mí. Nuestras bocas se fundieron y mi excéntrico mundo se ajustó en su lugar.
¿Recuerdas todos esos anteriores dolores del corazón? ¿Cómo quería rendirme? ¿Cuán difícil había sido que tomara un riesgo? Todo valió la pena. Sufriría a través de cosas mucho peores para terminar en éste momento exacto. Aquí con Edward. Mi última cita a ciegas.
FIN
Hola aca terminaria... les gusto, al final nunca supimos quien era la cita, pero mejor que Edward no creo... *_*
meresco algun votito o cometario :D
gracias a todas que se toman el tiempo de leer...
las quiero SabriiCullen<3
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