Su respiración irregular y el cadencioso “tum, tum” del corazón de Bella de alguna manera siempre me tranquilizan; desde que su vida se entretejió con vampiros mi prioridad era seguir escuchando su corazón. Como si el corazón de Bella fuera un delicado reloj de arena, la muerte ha pasado a ser parte de la cotidianidad de sus días.
No entiendo cómo es que Bella puede querer a un pedazo de hilo sin alma, ni corazón. ¡Cómo desearía leer su mente! Allí estaban las respuestas, ese baúl preciosísimo era más valioso que su sangre porque contenía la esencia de su Ser. A veces me gustaría que ella entendiera la facilidad con la que puedo destrozarle el tórax, romperle el cuello, o drenarle la sangre del cuerpo en minutos, lo peor de todo es que en realidad he querido hacerlo, he querido matarla. Bella no tiene idea de la precariedad de mi naturaleza depredadora, supongo que hemos tenido suerte de que esto no se convierta en un desastre. Siento sus movimientos, sus brazos envuelven mi pecho. Mi cuerpo vuelve a sentirse humanamente cálido, el hormigueo en el estomago, las descargas eléctricas en mis terminaciones nerviosas, con Bella volvía a ser humano, sólo ella podía hacer volver el tiempo atrás, con Bella volvía a sentir.
Mi mente vuelve a remembrar los acontecimientos con Jasper, como una respuesta cruel a mis pensamientos anteriores. Nunca me sentí más avergonzado, nunca me odio con tanta intensidad. ¿A quién queríamos engañar? No somos la familia perfecta, ¡queríamos aparentar ser algo que no éramos! Pero no se puede obligar a reprimir lo que uno es. Somos asesinos, estuvimos a punto de masacrar fríamente a Bella. No tenía idea lo que le costó a cada uno reprimirse. Ojalá ella le hubiera leído los pensamientos a cada uno, entonces conocería el rostro verdadero de un vampiro. Pero soy un monstruo egoísta patéticamente débil, ¿por qué me constaba tanto ignorar mis deseos? ¿Por qué simplemente no me alejo? Puedo destrozar un cuerpo en segundos, pero enfrentarme a mis deseos lo encuentro terriblemente y desgarradoramente imposible. Desearía tanto que Bella fuera consciente del peligro, decida alejarse. Todo sería más fácil si ella no me quisiera…
—¿En qué estás pensando?
Su voz hizo eco en mi interior, salvándome de la agonía de mi mente.
—Estaba pensando en el bien y el mal—sinceré, recordando partes de mi divagación.
Bella ciñó más sus brazos al cuerpo en respuesta a un escalofrió en su cuerpo, ¿si tenía frio por qué continuaba abrazándome?
—¿Te acuerdas cuando decidí que no quería que ignoraras mi cumpleaños?
—Sí—admití.
¿A dónde quería llegar? Rápidamente elaboré una lista de opciones, creando una pequeña escena de una remota posibilidad: “Quiero que desaparecieras de mi vida. Ya no te quiero cerca de mí, Edward.”. Sentí una presión incómodamente punzante en el pecho.
—Estaba pensando en, como todavía es mi cumpleaños, quisiera que me besaras otra vez.
Intenté no sonreír. La presión desapareció. No estaba bien sentirse aliviado.
—Ya veo que estás antojadiza esta noche.
—Sí, pero claro, no tienes que hacer nada que no quieras.
Adoraba cuando Bella se molestaba. Sonreí y alcé su rostro.
—Qué el cielo me impida hacer algo que no quiera.
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