It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12276
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

SI LES GUSTA, VOTEN Y COMENTEN PLIS, SUS ÁNIMOS SON MI MUSA!

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 2: Capitulo II. Alejarme de ella, esa es la mejor opción.

 

Capítulo 2.

Alejarme de ella, esa es la mejor opción.

“Querido diario,

Hoy ha vuelto a suceder… Cuando empieza, entorpezco más que de costumbre, siento que la voluntad abandona mi cuerpo, y en su lugar la desesperación se apodera de mí.

No quería que hubiera sucedido así, acabo de empezar en un nuevo instituto en el que, contraponiéndose a lo que estaba acostumbrada, todo el mundo parecía tener los ojos en mí. Me sentía terriblemente incómoda, fuera de lugar. Mi vida no es un ir y venir de éxitos, siempre y cuando estos no sean académicos… ese tipo de cosas me inquietan… y para culminar, otro de esos espasmos. Es extraño… intento averiguar de qué se trata, pero mi madre me ha dicho que se trata de un desorden que va acorde con una nueva etapa de crecimiento. Quisiera creerle y pensar que no está mintiendo, pero también me gustaría que este tipo de situaciones no se repitieran en momentos tan inoportunos, como el día de hoy.

Lo peor del caso fue lo sucedido con ese chico… Edward Cullen me dijo que se llamaba Jessica, una compañera que me recibió en el instituto con mucha hospitalidad. Él estaba justo frente a mí, de pie; vi enojo y contrariedad en él, al no saber lo que me sucedía. Todo el mundo parecía culparle  de mis lágrimas…

 

Sí, hoy no pude evitarlo… hoy no pude evitarlo, la impotencia era mucho más fuerte que la barrera que intento levantar contra esto.

 

Sus ojos negros como la noche más oscura me miraron, fijamente, y sentí que intentaba meterse en mi cabeza, seguramente para hallar una respuesta a todas las preguntas que surgieron de mi reacción… quisiera encontrarle y pedir disculpas, también me hubiera gustado hacerlo en ese momento, pero se marchó corriendo, abriéndose paso entre la gente con claro enojo.

Entonces, todos empezaron a hablar de él, a cuchichear de lo raros que eran todos en su familia, incluso su pequeña hermana, quien me sonrió y pidió disculpas por el  comportamiento que había tenido Edward, antes de seguirle los pasos. Jessica me contó más cosas que realmente, en ese momento, no me parecía correcto ni oportuno saber sobre la familia Cullen. Eran rumores que seguramente no tenían fundamento, por eso no logré fijarme en todo lo que ella decía acerca de ellos. Lo que realmente me preocupaba era mi situación…

 

Todavía me ofusca saber cuándo volverá a ocurrir y si será peor la próxima vez.

 

Vuelvo a estar cansada… Buenas noches.”

 

Me perdí en la oscuridad de la noche, sentado en mi lugar favorito para no volver a casa y encontrarme con las expresiones de reproche y decepción de mi familia. Había logrado no hacerle daño, finalmente, y salir huyendo de la tentación que ella suponía para mí.

Estaba completamente seguro de que mi padre, Carlisle, me comprendería y acariciaría mi hombre mientras intentaba ponerle solución al asunto. ¿Pero eso era todo lo que yo necesitaba? Él me lo había dado todo, me había enseñado a valorar la vida humana mucho más allá de lo que nuestra propia naturaleza nos indicaba.

 

Había sido él quien me salvó una y otra vez del delirio que suponía para mí vivir una vida que no me gustaba, y siempre lograba reconfortarme en su abrazo, a pesar de que un lazo biológico no era lo que nos unía. Aun así, tenía mucho más significado para mí lo que él simbolizaba en mi vida que cualquier lazo de sangre. Otro gruñido se escapó de mi pecho.

 

De verdad había estado a punto de traicionarle, al borde del precipicio que me llevaría directo al infierno…

 

Los pensamientos de Emmett me alertaron de que estaba por llegar.

 

—Pensamos que te habías ido —empezó, allanando el camino—, es una suerte que decidieras venir aquí. Alice quiso ser ella quien viniera a por ti… —pero me empeñé en ser yo…

—De acuerdo —sonreí, amargo—, puedes quedarte a ver los restos de lo que ha quedado de mí.

—Edward no por esto has dejado de ser quien eres —afirmó, sumiéndose en sus memorias, recordándome que él había vivido una situación muy similar hacía muchos años. —Todos fallamos alguna vez, pero es nuestra naturaleza. Si ella te llama es por ser quien eres…

—Un monstruo —le interrumpí, sintiendo lo que él al poder leer sus pensamientos.

 

Habría significado un suplicio para él, al igual que lo fue para mí, no beber de ese néctar prohibido que era ella.

Su fragancia devolvía a mí los recuerdos del mediodía, y consigo las ganas de volver a su casa para terminar lo que no había hecho por cobardía.

 

—Un monstruo compasivo —rebatió él—. Si yo hubiera estado en tu lugar esta mañana, créeme, hubieran muerto todos en ese autobús si hiciera falta, sólo por mi necesidad de saciar la sed. Yo pasé por lo mismo y no fui lo suficientemente fuerte. Hoy, tú sí.

—Fui a su casa —empecé a contarle—. Quería acabar con todo esto, de la mejor manera posible, pero terminar ya con este dolor —quise arrancarme la garganta por la sed—, entonces escuché algo… Su padre la necesita y ella está pasando por un mal momento… Me planteé si eso era un motivo suficiente para dejarla con vida y sí, pero eso no me hace menos monstruo, porque aún me arrepiento a momentos por la decisión que tomé.

—En ese caso, vuelve —Emmet me agarró por el brazo y me indicó que lo hiciera, parecía muy seguro de lo que decía—. Regresa y termínalo ya, para que así tengas algo más que reprocharte por el resto de tus días. Si dices que eres un monstruo por desear algo que no puedes evitar, ve allí donde ella y mátala, sacia tu sed de una maldita vez y continúa tu vida. —Agarró el cuello de mi camisa violentamente y me acercó a él—. Vuelve y así podrás repetirte una y otra vez que tu familia te odia y te desprecia, pero con motivos.

 

Me empujó al suelo y caí, derrotado ante sus palabras, observando cómo se marchaba. Mi cuerpo se rindió al cansancio mental que me provocaba todo y abandoné la consciencia de la única forma que podía.

Abandoné mi mente a la sucesión de recuerdos de días pasados. Rendí mis deseos de volver a casa con la que hasta ese día había sido mi familia, por cobardía, por miedo. Y me mantuve allí. Sé que pudieron haber pasado horas y quizá también días, en los que me hallaba en el dilema de si lo que estaba haciendo era correcto. Decidir alejarme de ellos no iba ayudar, pero sí iba a alejarme de ella de tal modo que no pudiera volver a hacerle daño. Entonces, obraba bien. Pero ¿y qué de mí? De ese sujeto que solía ser. Siempre había sido alguien con la voluntad y el talante lo suficientemente fuerte como para afrontar cualquier situación. Mi modo de vida lo era.

 

Yo había decidido seguir siendo quien era por la salvación, y en parte ¿era eso lo que también me había expulsado de la cercanía de Isabella? Mi garganta escocía sólo de recordar su nombre; volvía a sentir su fragancia impregnándome, hinchiendo mis pulmones con su sabor. Pero ya no era como al principio. ¿Es que el deseo estaba desvaneciéndose con el tiempo? ¿Es que la razón me devolvía la cordura suficiente como para no enloquecer por ella, por lo apetecible que me resultaba?

 

Abrí los ojos y me descubrí completamente empapado por la lluvia matutina, pero no era lo único, también me vi gobernado por una determinación que me hacía volver a casa y continuar con mi vida; por mi familia, por mí. ¿Y si sometía a prueba la aparente carencia de deseo por la sangre de esa muchacha, que sentía ahora? Si la veía desde la perspectiva de la compasión, sintiendo pena y no deseo. Si me mantenía con la mente clara y siempre con mi sed saciada, podía enfrentarme y luchar contra esto…

 

—Me alegra saber que has decidido enfrentarte Edward —me dijo Alice, recibiéndome con sus menudos brazos abiertos para abrazarme. —Te prometo que estaré muy al pendiente, para que no pase nada.

—Gracias —le devolví el abrazo.

Todos se reunieron con nosotros y me recibieron con una sonrisa. No había más que pensamientos de comprensión y apoyo hacia mí, eso me reconfortó. Era difícil a lo que iba a enfrentarme y ese era un motivo lo suficientemente fuerte como para que ellos me apoyasen.

 

Al día siguiente, conduje con los nervios de punta el camino hacia el instituto. Todos me alentaban en su fuero interno, recordándome lo fuerte que había sido, y que gracias a eso no estaba todo perdido. Rosalie, me rogó que por favor no lo echara todo a perder; a ella ya le costaba lo suficiente adaptarse a los sitios a los que íbamos, como para tener que volver a empezar, pero así era nuestra vida.

Sentía no saber si iba a poder satisfacer sus egoístas deseos, a pesar de que, por lo general, ella siempre se salía con la suya.

 

Comprobé que mi presa no estuviera cerca en cuanto aparqué el coche y mis hermanos bajaron. Iba a ser más fácil si ella se mantenía lejos de mí, lo suficiente como para que no escuchase a su corazón bombear la suficiente sangre como para saciar mi sed por semanas. Cerré los ojos y respiré hondo, llenando mis pulmones con el olor a pino y a humedad. No iba a ser algo sencillo, pero caminé con decisión y la cabeza completamente centrada en mi objetivo; al mínimo acercamiento, me alejaría de ella, haría oídos sordos y dejaría de respirar. Ése era el quid de la cuestión. No mirar, no escuchar, no hablar, no respirar.

 

La mañana pasó sin imprevistos, sospechosamente fácil. Durante la hora libre, mis hermanos y yo nos dirigimos a la cafetería para hacer lo mismo de siempre: fingir que comíamos lo mismo que el resto de los humanos. Busqué encontrarla en algún punto en concreto de la sala, pero no atisbé ni un solo indicio de que ella hubiera asistido al instituto.

 

—Creo que hoy no ha venido —le comenté a Alice, intentando quitarme así de encima esa sensación tan extraña que sentía.

—Mejor así ¿no? —contestó ella, despreocupada.

 

Fastidiado por su respuesta tan escueta, me revolví en mi asiento lancé un vistazo a toda la cafetería. Jessica Stanley parecía contenta hoy, Mike Newton le estaba hablando y ella, atolondrada contestaba a todas sus preguntas. Pero no había nada sobre ella. Nadie decía ni pensaba nada sobre ella.

 

Empecé a cavilar opciones. Posiblemente no hubiera asistido por lo sucedido días atrás, o quizá estaba tan cansada, tal y como decía en su diario, que no había podido levantarse esa mañana. O peor aún ¿y si resulta que había empeorado su salud y por eso no había asistido a clases? Un escalofrío recorrió mi cuerpo al imaginarlo. Me sorprendí a mí mismo sintiendo algo por ella, por lo que le sucedía… ¿Era eso preocupación? ¿O inquietud porque aquello de lo que hablaban sus padres le hubiera afectado de tal forma que no había asistido a clase? Empecé a jugar con mis dedos bajo la mesa, intranquilo. No debía preocuparme por ella, tenía su vida y yo había intentado acabar con ella de la peor de las maneras, entonces ¿por qué me importaba su estado?

 

Necesitaba saber algo, lo que fuere. Quizá si averiguaba algo… sólo tenía que adentrarme en los pensamientos de alguien cercano a ella… tan sencillo como eso. Intentarlo una vez más, o  ir a su casa otra vez, sólo una vez más y saber lo que ha sucedido. Era obvio que si estaba tan mortificado era porque yo había querido acabar con su vida, la culpa me perseguía e intentaba saber que estaba bien, que su padre no la iba a perder. Que iba a vivir después de que yo decidiera dejar de lado mi deseo por su sangre.

 

—Ni se te ocurra acercarte a ella, Edward —me advirtió Alice cuando decidí no ir a clase, y desviarme al aparcamiento a coger mi coche. —Si lo que te preocupa es su salud, entonces no la busques... no vas a sacar nada bueno de todo eso y lo sabes.

 

Alice tenía razón, su visión la tenía, sus ojos también eran sabios y buenos consejeros, pero yo era demasiado obstinado como para obedecerla… demasiado masoquista como para soportar estar cerca de ella, si eso disipaba mis dudas. Necesitaba verla y estar tranquilo.

 

—Lo siento Alice —murmuré—, pero no puedo quedarme aquí con la duda. No sé lo que siento es culpa, remordimiento por lo sucedido…

—Edward ella está bien… lo estará, siempre y cuando tú no te le acerques.

—Entonces no me acercaré a ella —repuse—, averiguaré lo que le sucede de lejos…

 

“Estás cometiendo un grave error Edward, su vida no te concierne, y su sangre no te pertenece… sé precavido. Te estaré vigilando.”

 

Pronto estuve frente a la casa de los Swan. Procuré aparcar todo lo lejos posible, para que nadie pudiera sospechar que me encontraba por ahí. Me colé en el terreno hasta una ventana que daba a la cocina, y pude divisar su figura de espalda.

 

— ¿Entonces a qué vienen tantos exámenes? —exigió, con indignación.

—No es nada cielo —su padre se internó en la cocina y fue directo a la pica, procuré esconderme para que no me vieran. —Si hubiera algo, te prometo que te lo diríamos —escuché cómo tragó fuerte—. Tu madre y yo te queremos, deseamos lo mejor para ti y te prometo que en cuanto sepa algo te lo diré…

—“Si pudiera te lo diría, reuniría todas las fuerzas suficientes y no te arrebataría el derecho a saber qué es lo que pasa contigo mi vida…  lo siento tanto”—su voz sonaba tan amarga, tan triste, que sentí por un momento una punzada en el pecho que reproducía el dolor de ese hombre en mí.

 

¿Qué era tan grave como para que él le arrebatase a ella el derecho de saber? Intenté escuchar algo de ella, pero aparte de lo que parecía decirle a él, no había nada.

 

—Voy a subir a hacer unas cosas para el instituto —dijo ella—, mañana tengo un examen y como acabo de llegar tengo que ponerme un poco al día.

—De acuerdo cielo, sube y no estudies tanto, ya sabes que necesitas descansar. Verás como todo va a estar bien —“ojalá fuera cierto…”.

 

Me di prisa en ir a la ventana de la habitación de ella, con la necesidad de saber si realmente se encontraba bien, qué era lo que pensaba ella de todo y si tenía sus sospechas, pero sólo la vi entrar en su habitación, sentarse frente al escritorio y empezar a escribir, primero su diario y luego lo que parecían ser apuntes. No logré escuchar nada. Desde donde estaba su fragancia no me alcanzaba, pero aun así no podía escuchar nada.

 

Era como si aquella habitación estuviera completamente vacía, a pesar de que ella debería estar pensando en todo lo que escribía. Me sentí exasperado. ¿Por qué de la única persona que en ese momento me convenía oír algo, no podía escuchar nada? A lo lejos se oían cientos de voces de personas completamente ajenas a mí. ¿Es que había descubierto lo caprichoso de mi don? Nunca había tenido límites y de repente sí.

Ella había supuesto para mí la perdida de mi control y no conforme con eso, también se hacía con mi don. Me marché de ahí a mi coche, ofuscado.

 

El tiempo para nosotros solía pasar deprisa, pero eso no tenía importancia. Éramos inmortales, posiblemente pasaran miles de años y yo seguiría con vida, pero en ése maldita noche transcurría manera tan lenta que era doloroso soportarlo. Decidí salir de caza por mi cuenta; si quería enfrentarme a mis instintos, si quería rebelarme contra lo que era, debía estar preparado para cualquier imprevisto.

Ni siquiera eso fue suficiente para hacer que las manecillas del caprichoso reloj corrieran a la velocidad que yo precisaba.

Tenía la necesidad, la estúpida y mentecata necesidad de saber más… ¿Pero a qué se debía ese absurdo deseo? ¿Enserio mi existencia era lo suficientemente miserable como para querer entrometerme en la vida de los demás, de alguien que no conocía y que deseaba con todas las fuerzas a las que me anteponía?

 

Sentí alivio al llegar al instituto por la mañana, de hecho fui el primero en entrar a la clase de literatura. Me había encargado e averiguar en qué clases íbamos a estar juntos, para así prepararme a la tortura que iba a suponer estar a su lado. Algo había que sacrificar en esta lucha, y la ofrenda además serviría para demostrarme a mí mismo que podía contra ello.

 

Cuando entró a clase, trayendo consigo su aroma dejé de pensar lo mismo. Volvía a imperar en mí el deseo irrefrenable de beber su sangre, y luche contra mí mismo, manteniendo el talante y la mente centrada en mi plan. Ella era mi conejillo de indias y yo debía superar el experimento, pues era mi única posibilidad de salvación. Si después de esta existencia, había algo más, ya me había ganado un acceso directo al cielo.

 

Ella me miró, a lo lejos, nada más entrar a clase. Nadie la acompañaba y eso parecía hacerla sentir más relajada que la última vez que la había visto, tan rodeada de gente. Un atisbo de color pintó sus mejillas cuando se disponía a acercarse a mí. Intentaba sonreír, pero pese a no escuchar nada en su cabeza, pude leer en su expresión que no estaba muy acostumbrada a hablar, que eso le iba a costar casi tanto o más de lo que a mí resistirme a su aroma.

Sentí enloquecer cuando distinguí el palpitar de la gruesa y jugosa vena aorta que decoraba su alargado y pálido cuello. Solté la bocanada de aire que había tomado e intenté recuperarla antes de que se entremezclara con su fragancia, pero me fue imposible, pues ella ya estaba demasiado cerca. Dolía, me torturaba estar al lado de ella, pero necesitaba demostrarme a mí mismo y a mi familia que la determinación sería el punto clave, lo que me librase de ese castigo.

 

—Buenos días —logró decir tras un debate interno en el que no fui participe, una vez se sentó en la silla contigua a la mía.

 

Busqué en mi repertorio el tono indicado, y las formas correctas. No quería parecer el cretino impertinente que se había ido, sin preocupación, el día en que nos vimos por primera vez.

 

—Buenos días —logré responder. Primera fase superada.

 

Presencié nuevamente un debate interno al que ella sin saberlo, me había vetado la entrada e intenté ser yo quien continuase la conversación.

 

—Siento mucho —dijimos ambos a la vez. Su corazón bombeó más sangre de la necesaria y la cara se le tiñó de rojo. Volví mis ojos al frente para no presenciar ese fenómeno tan provocativo. Bloqueé cualquier resquicio de aire que pudiera entrar en mi boca.

—Yo… —dudó en si seguir, pero logró reunir las fuerzas para continuar—… no quería que ellos te culpasen de lo que pasó el otro día, lo siento tanto, me siento tan apenada contigo…

—No importa —dije, manteniendo mi mirada en ella. Tomé una nueva bocanada de aire para poder hablar. —Yo fui totalmente descortés contigo y debo ser el que te pida disculpas…

—No si es que yo… —interrumpió—… te busqué, pero no conseguía encontrarte por ningún lado. Llegué a pensar que por mi culpa habías tenido que irte de aquí… —se llevó la mano a la frente, insegura. — Qué estúpida soy, ¿por qué iba a ser yo motivo suficiente que te fueras? Seguramente todos los problemas que tienes con los demás son mucho más motivo…

— ¿De qué problemas hablas? —quise saber. Enserio no tenía ni la más mínima idea de lo que ella hablaba, incluso dudé por un momento y tuve miedo porque ella supiera más de lo que debía.

—Oh —exclamó, mientras yo intentaba adivinar qué significaba cada uno de sus gestos y expresiones corporales para así guiarme. Aún no lograba adentrarme en su mente, ¿qué tipo de galimatías tenía esa chica en su interior? ¿Una mentalidad lo suficientemente compleja como para impedirme el acceso a ella? Al fin adiviné que era vergüenza lo que había en su gesto. —Dios, siempre meto la pata… —me miró—… quiero decir, en realidad no debería decirte esto pero es que todo el mundo me ha dicho tantas cosas de ti y de tu familia… pero yo soy tan indiscreta…

 

Con que eso era lo que sucedía. Se trataba de todos los rumores que circulaban por el instituto.

 

—No deberías dejarte guiar por lo que te digan los demás —intenté convencerla.

—Por supuesto yo no he creído nada de lo que decían —se justificó—, si conozco a alguien debe ser por lo que esa persona me demuestre lo que es, no por lo que los demás de digan de ella…

—Exacto —asentí, sonriéndole de una manera equivocada, pues eso hizo que se volviera a sonrojar. ¿Es que esta chica quería morir? ¿Por qué llevaba tan a flor de piel sus emociones? —Entonces ¿cómo me dijiste que te llamabas? —intenté restarle atención a lo que acababa de suceder. Tenía que hacerlo, desviar nuestra conversación por otro camino y así conseguir que ella se mantuviera serena y con la sangre en su habitual curso.

—Bella —respondió, mirando sus manos. — Bella Swan.

—Yo había escuchado que te llamabas Isabella…

—Sí –interrumpió—, de hecho, ese es mi nombre pero prefiero Bella.

La miré, quizá si lo hacía fijamente podría... pero no, parecía imposible lograr entrar en ella.

 

—Entonces, Bella, si me permites, me presento como Edward Cullen. Edward me gusta —bromeé, consiguiendo arrancar una sonrisa de sus labios. Esta vez no hubo ningún rubor.

—Corrían rumores de que eras un gruñón mimado —continuó con la broma—, pero ya veo que estaban completamente equivocados…

—Quizá intentaban engañarte para que no te acerques a mí —quizá lo más apropiado sería que huyeras, que hicieras caso, o mejor aún, que no hubieras venido… quise añadir, pero no podía conseguir saber más sobre ella si me comportaba de forma soez.

—No veo el por qué alejar apartar a alguien del grupo —concluyó ella, con un tono que percibí amargo. Como si ella supiera lo que era sentirse apartado…

— ¿Es que tú te has sentido excluida alguna vez de algún sitio? —quise saber.

—Bueno… sólo hay que mirarme. Soy un completo desastre, muy patosa y demasiado simple y llana como para querer saber algo más de mí —parecía segura de sus palabras. Me molestó que dijera eso, para mí ella suponía todo un reto, algo destacable por encima de todo, no sólo porque su apetecible aroma me incitaba a ella, sino porque si mente era un completo misterio para mí.

—Entonces ¿ése es el motivo por el que viniste aquí? ¿Cambiar de vida era lo que buscabas? — ¿Y popularidad? También ese debe ser el gran deseo que te haya hecho decidir venir aquí y ni siquiera tú lo supieras. Para todo eso no hacía falta que te justificaras contigo mismo diciendo que querías dejar a tu madre ser feliz con su nuevo marido, y además pasar más tiempo con tu padre.

 

Me sentí estafado al llegar a esa conclusión. Ella me había hecho creer que era distinta, pero al fin y al cabo estaba cortada por la misma tijera que todas las muchachas de su edad. La presioné con la mirada, intentando que ella respondiera a mi pregunta y acabase por fin con ese engaño.

 

La clase empezó a llenarse de alumnos, y con ellos de pensamientos que estaban totalmente sorprendidos porque Edward Cullen estuviera hablando con alguien.

 

—No creo que sea necesario irte a otro sitio para cambiar —me miró irritada, parecía ofendida por mis conclusiones—. Si quisiera ser de otra manera, lo hubiera sido allí, pero sólo si fuera una persona lo suficientemente desquiciada como para querer parecer un clon de la chica más popular de mi colegio.

 

Había logrado herirla, sentí la culpabilidad como un trago amargo.

 

En ese momento, el profesor llegó a clase y empezó a repartir unas fichas a rellenar.

 

—Bien chicos —vociferó, llamando la atención de todos los presentes—, lo que os he dejado sobre la mesa es la ficha que os dije que tenías que preparar para rellenar hoy. Recordad que estamos ya en el segundo libro de La Materia Oscura, así que ni se os ocurra responder las preguntas con las del trimestre pasado. Tenéis toda la hora para acabarlo y recordad, no me gustan las respuestas simples y sin contrastar. Adelante.

 

Todos los alumnos se miraban unos, sin saber lo que hacer. La mayoría ni siquiera habían abierto el libro, y la otra mitad no lograba comprender la profundidad que alcanzaban las preguntas del profesor Redman.

 

—En ese caso te pido mis disculpas si mal interpreté tus motivos… —me disculpé, sinceramente, en voz baja. Lamentaba lo que había dicho, incluso lo que había pensado, pero me hubiera sentido tan decepcionado de saber que una persona tan igual a los demás había captado mi atención…

 

¿Pero es que era acaso yo mejor que ellos por pensar distinto? Puede que no se me parecieran, pero al menos ellos tenían algo a lo que yo nunca podría aspirar. Nunca más.

 

Garabateé en mi ficha todo lo que podía responder a las preguntas, mientras esperaba alguna pronta respuesta por parte de mi compañera de asiento. Sólo logré escuchar los pensamientos negativos y envidiosos de Mike Newton, quien me maldecía por no poder estar en mi lugar.

 

—Si vine aquí fue por mi padre —dijo ella, repentinamente, interrumpiendo mi burla interna—. Mi madre se acaba de casar y su marido viaja todo el tiempo… pensé que si yo me marchaba ella podría sentirse mejor —hizo una pausa y suspiró—… pensé que si de verdad la quería debía irme y dejarla ser feliz con él, y también hacer feliz a mi padre…

 

Entonces era cierto lo que ella había escrito en su diario. Bella había sacrificado todo lo que le ataba a su madre, sólo para que ella fuera feliz… y había ido con su padre, arrastrada por el mismo sentimiento… Continuó escribiendo sin parar, lo cual me sorprendió, gratamente, pues el resto de sus compañeros apenas lograban escribir una sola palabra que conjugara con otra.

 

— ¿Y qué me dices de ti? —manifesté mis pensamientos en voz alta.

— ¿A qué te refieres? —inquirió, contrariada.

— ¿Qué hay de lo que tú deseas?

—Realmente deseo estar con mi padre —detuvo en raya su escritura y me respondió, sonriendo con obviedad—, ¿qué te hace pensar que no deseo estar con él? Al principio parecía extraña la necesidad que sentía por estar con él; nunca me acabé de acostumbrar a lo huraño que suele ser a veces, pero yo también lo soy y eso hace que congeniemos mejor de lo que me imaginaba.

 

—Silencio por favor —pidió el profesor—, no he dicho nada de trabajo en grupo, de modo que si no es para preguntarme a mí, no quiero escuchar ni una sola palabra más en mi clase, entendido.

 

Todos hicieron caso omiso al profesor, incluyéndome a mí, que tenía la información sobre Bella, a la carta. Pero había algo más, el motivo que me había empujado a no quitarle la vida.

 

— ¿No hay ninguna razón más por la que venir a Forks? —pregunté, buscando en ella cualquier indicio de mentira en sus palabras. Me miró fijamente a los ojos por primera vez en todo el rato que llevábamos hablando, y yo aproveché la situación para leer en sus profundos ojos chocolate la verdad de todo. Me devolvió confusión y sorpresa.

—No… —negó con la cabeza—, Edward tus ojos… ¿Usas lentillas?

— ¿A qué te refieres? —pregunté, sin saber a qué venían sus dudas.

—El otro día… parecían distintos, más oscuros…

 

Ella se había dado cuenta. Yo había sido lo suficientemente descuidado como para que ella se diera cuenta de algo así.

 

—A veces —respondí—. A veces suelo llevarlas.

 

Continuó escribiendo en su hoja; parecía pensativa, como si mis palabras no hubieran sido lo suficientemente convincentes para ella.

 

— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

 

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

 

—Falta de vitaminas —respondió.

 

Rechacé conformarme con eso.

 

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

 

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada.

 

Isabella decidió, deliberadamente, no dirigirme la palabra en lo que quedaba de hora, y en cuanto sonó el timbre se levantó, recogió sus cosas y se fue hacia el profesor para entregar la ficha e irse. Ni siquiera me dirigió la mirada, parecía realmente molesta, pero su expresión no me decía lo mismo. Se había puesto una máscara que impedía que yo supiera lo que pasaba por su cabeza, me excluyó por completo de su mundo.

 

Capítulo 1: Capitulo I. Y entonces llegó ella, llenando toda mi vida de desorden. Capítulo 3: Capitulo III. Ese algo que se apodera de mí, algo nuevo, algo mágico. ¿Qué será?

 
14966237 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 11049 usuarios