Ajenos al destino (+18) ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/09/2011
Fecha Actualización: 14/02/2012
Finalizado: SI
Votos: 12
Comentarios: 164
Visitas: 72693
Capítulos: 20

 

¡FINALIZADO!

Isabella Swan, una exitosa empresaria decide dar un giro a su vida mudándose al pequeño pueblo en el que vivió cuando era niña.

Tras un gran agotamiento físico y mental; decide dejar a cargo de sus negocios a Ángela, su mejor amiga y socia. Y retirarse del ajetreo, las prisas y la adicción al trabajo que le ocasiona su vida en la gran manzana. Deja atrás computadoras, teléfonos celulares de última tecnología y coches modernos; para ahora enfrentarse a biberones y pañales. Entrega solicitud en una importante agencia de niñeras en Port Angeles, en la que es aceptada de inmediato.

Tras el inesperado cambio, toma la decisión de vivir de nuevo con su padre en el pequeño pueblo de Forks y retomar su antigua vida entre las montañas y los bosques.

El destino le tiene preparadas muchas sorpresas, entre ellas una pequeña que deberá cuidar como parte de su trabajo y que la hará retomar el curso de lo que, según ella, estaba en el pasado y jamás volvería a ocurrir.

 

*******************

Los personajes (y todos sus derechos) son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

PROTEGIDO POR REGISTRO DE DERECHOS DE AUTOR  SAFE CREATIVE

 

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Capítulo 2: LA HISTORIA

 

He tomado la decisión de ponerle el título de una canción o un fragmento a los nombres de los caps. Canciones que me los recuerden o que me hayan inspirado.

En ésta pcasión es "The Story" de Brandi Carlile.

Gracias mis queridísimas amigas lectoras y compañeras.... las adoro!!! Aquí les dejo el primer capi.... disfrutenlo...

 

LLuvia de besos de bombón para todas ustedes!!! (Acompañados de galletitas recién horneadas jeje)

 

**********************

 

Alguien movía a Bella por el hombro tratando de despertarla de su profundo sueño.

-Señorita, despierte. Hemos aterrizado… señorita.

-¿Hum?- al abrir los ojos lo primero que vio fue una amable sonrisa y unos expresivos ojos azul claro observándola.

-Ya hemos aterrizado- confirmó de nuevo. Bella miró en todas direcciones y era la única persona sentada, estaban saliendo los últimos pasajeros, además de ella.

-Ammm, gracias. Muy amable.

-Para servirle- contestó la aeromoza con cortesía y se fue.

Bella estiró los brazos y se levantó con pereza, hacía mucho que no dormía tan plácidamente. Caminó a paso lento por el pasillo, luego por la rampa y después por el interior del aeropuerto de Seattle.

Tras las revisiones pertinentes y recoger su equipaje, Bella se adentró entre el gentío hacia la sala de espera. Las promociones en los vuelos de una importante aerolínea eran, sin duda, el motivo del gran movimiento de masas dentro del lugar. Sin buscar demasiado, dio con la familiar gorra que su padre siempre se ponía y que ella le había regalado varios años atrás. Casi corrió para alcanzarlo, su vuelo se había adelantado media hora, por lo que él estaba de lo más entretenido leyendo el periódico. Ella llegó a su lado, le quitó la gorra en un rápido movimiento que tiró sus maletas al suelo, se la puso y le dedicó la más cálida de sus sonrisas.

-¡Bella!- él dio un brinco desde su asiento y tomó el pequeño cuerpo de su hija, envolviéndolo en un caluroso abrazo. Le dio varias vueltas en el aire, para después dejarla en el suelo y darle un beso en la frente.

-Lo siento, hija. Me dejé llevar- dijo él un tanto apenado. Era muy extraño que Charlie diera una prueba de cariño tan efusiva como la que acaba de demostrar.

-No te preocupes, papá- dijo ella con una sonrisa radiante.

Entre los dos levantaron las maletas y fueron al estacionamiento. Su papá tenía un loco amor fanático por una vieja camioneta pick-up, era una carcacha que parecía irse desarmando a cada metro que recorría, pero a pesar de eso a él no le importaba salvar grandes distancias en ella y Bella estaba impuesta al estruendoso motor y a las insistentes sacudidas del coche.

De camino a Forks, Bella miró por largo rato el perfil de su padre. Ya lucía como una persona mayor, tenía algunas arrugas enmarcando su cara,  unas marcas amoratadas debajo de los ojos, el cabello comenzaba a ser cano, al igual que el bigote, sus brazos seguían luciendo fuertes y la tensa línea de su entrecejo seguía siendo la misma. Charlie seguía siendo el mismo, pero diferente. Ella rió por su redundante conclusión y miró por la ventana.

-¿Qué?

-Nada, papá. Sólo que te veo diferente.

-Tú estás diferente, ¿qué te hiciste? ¿eh? No me digas que comenzaste a hacerte cirugías y a someterte a extraños tratamientos como tu mamá- la risa de Bella inundó por un momento la cabina del auto.

-Claro que no.

-¿Entonces?

-Sólo crecí, papá. Para mí que el diferente eres tú. ¿Qué te ha hecho Sue?- preguntó bromeando.

-Ella no hace otra cosa más que quererme mucho.

-Aww, que cursi- dijo ella en tono burlón.

-Ya veremos cuando venga tu novio quién es cursi.

-No tengo novio.

-Pero, ¿cómo? Yo a tu edad ya tenía mis historias y…

-Eso habrá sido en tus tiempos- interrumpió ella –el único compromiso que tengo se llama trabajo.

-¿Qué no se supone que estás aquí para olvidarlo?

-Temporalmente.  A todo esto, ¿dónde está Sue? Tengo muchas ganas de verla.

-Está en La Push. Su padre enfermó y está cuidando de él. Viene cada que puede o cuando unos de sus hermanos va a ayudarla.

-¿Y los chicos?

-Seth y Lea siguen estudiando en el exterior.

-Entonces, ¿seremos sólo tú y yo?

-Eso parece, Bells- ella vio por el parabrisas e hizo una mueca justo cuando su papá la miraba.

-¿Qué pasa, Bella?- preguntó el ceño fruncido.

-¿Por qué?

-Por tu cara, pequeña.

-Es sólo que no recordaba lo frío y húmedo que es este lugar.

-Hija, yo no te he obligado a nada si tú no quieres…

-No, no es eso- interrumpió rápidamente –Es sólo que no vengo preparada con lo suficiente. Mañana tendré que ir de compras- la conversación se vio terminada por un asentimiento de Charlie y un suspiro de alivio que hizo a Bella sonreír.

La tarde de la recién reencontrada familia pasó sin mayores complicaciones. Bella hizo una llamada a Ángela para avisar que estaba bien, otra a Reneé para decirle que ya había llegado y otra a su madrastra, Sue, para saludarla. Charlie se encargó de hacer la cena y, mientras comían, se pusieron al corriente con los acontecimientos más relevantes de los últimos años.

Después de comer Bella subió a su recámara a darse una ducha. Planeó lo que haría al día siguiente mientras se preparaba para dormir. Agradeció que además del trasto de pick-up y el coche patrulla, de su trabajo; su papá tuviera una camioneta que ella podría usar a su antojo, para su mayor comodidad. A medio día tenía una cita con la agencia de la que era nueva empleada, después iría a comprar algunas cosas al centro comercial y por último pasaría a la mensajería por sus paquetes de la mudanza. Aunque le gustaba mucho su nuevo trabajo, pensaba que sería extraño no ser ella misma su jefe y estar bajo las órdenes de alguien más, pero tampoco quería estar ahí sin hacer nada. Además de que se aburriría, tendría el gran motivo de estresarse por no hacer nada. De repente le venían ideas locas como la de que mejor debería haberse dedicado a la docencia o algo por el estilo. Y fue entre un pensamiento y otro que se quedó dormida.

Un insistente rayo de sol en los ojos despertó a Bella. Bostezó, se estiró y miró sorprendida el reloj del buró. Pasaban de las 9, ella no recordaba cuando había sido la última vez que había despertado tan tarde. Sin mucha prisa disfrutó de una breve ducha, se puso ropa un poco informal para su gusto y bajó al comedor. Al llegar se encontró con una nota de su papá que decía:

 

Me fui temprano y no quise despertarte. El desayuno está en el microondas.

Hasta la tarde.

Charlie.

 

Ella puso agua para café, vio su desayuno y lo puso a calentar en el horno de microondas. Comió con calma y salió de su casa con el tiempo justo para llegar a su cita en Port Angeles.  Mientras iba en la carretera, pensaba en la lista de actividades del día: primero iría a la agencia; después al cetro comercial a comprar ropa abrigadora, algunas chaquetas ahuladas , impermeables, botas, etc.; pasaría por sus paquetes y por último pararía en alguna tienda de comida para llevar la cena.

Llegó a las oficinas de su nuevo trabajo, la cita pasó si mayor inconveniente y se le asignó a una casa en una zona residencial a las afueras de Forks. Apenas y leyó la información, sólo vio la dirección e intentó mentalizar el camino desde su casa hasta su nuevo trabajo. Bella agradeció a su nueva jefa y se dirigió hacia la plaza comercial.

Entró en una tienda departamental y se puso a buscar las cosas en su lista. En la primera tienda encontró muchas curiosidades que atrajeron su atención, pero sólo se inclinó por lo que creía que era más fundamental. Después de tres horas de dar vueltas, Bella había conseguido la mayoría de las cosas y ahora estaba cargada de bolsas, cada una con un logo de una tienda diferente. Hasta ahora todo había salido como lo planeado y eso la hacía sentir sumamente satisfecha.

Caminó por un pasillo y por otro, hasta que dio con un espacioso baño que recordaba a la perfección. Entró y todo parecía exactamente igual como la última vez en la que entró, varios años atrás. Revisó detenidamente el reflejo en el espejo, acomodó un mechón de cabello que se había salido de su lugar y se lavó las manos. En eso estaba cuando escuchó un ruidito, detuvo su actividad e inspeccionó el baño a través del espejo. No encontró nada. Cerró la llave y tomó varias servilletas del dispensador de papel para secarse las manos. Entonces lo escuchó. Un leve gemidito, seguido de espasmos entrecortados y luego el llanto de un bebé muy pequeño. 

Miró extrañada el lugar, obviamente era la única persona ahí. Se acercó lentamente a las puertas de los baños, las abrió de una en una, cuando estaba frente a la última su corazón latía desbocado, la abrió lentamente y un jadeo de sorpresa escapó de sus labios. En el piso yacía una maraña de mantas en las que estaba una pequeña bebé de poco menos de un mes de nacida. La pobre criatura se removía inquieta mientras un insistente llanto se escapaba de sus pequeños labios.

Bella se horrorizó ante el hecho atroz del que desgraciadamente tenía que ser testigo. No podía concebir la infamia, ni viéndola con sus propios ojos. Tomó a la pequeña entre sus brazos, la llevó a una superficie plana que quedaba libre a un lado de los lavabos. La examinó según lo que recordaba de sus cursos de primeros auxilios, al parecer estaba bien. Pero la pequeña no dejaba de pegar de gritos. Ella ya no sabía qué hacer para tratar de tranquilizarla. Entonces se le ocurrió cargarla.

-Ya pequeña, no estás sola- la acurrucó contra su pecho y la arrulló con ternura.

El volumen de su llanto disminuyó pero no desapareció por completo. Bella la inclinó hacia atrás y examinó su pequeño rostro. No había apreciado lo hermosa que era hasta ese momento, tenía la suave piel sonrosada, las mejillas teñidas  de un tono rosado intenso y encantador, la boquita de labios delgados color durazno, unos grandes e intensos ojos de un muy peculiar color verde y el conjunto total de sus facciones, exquisitamente perfectas, la hacían ver sumamente hermosa. Una bebé preciosa. Bella vio fijamente esos ojitos curiosos que la escrutaban como si trataran de reconocerla, le sonrió y los espasmos de la pequeña desaparecieron por completo.

-No llores, bebita. Ya estoy aquí- la acomodó entre sus brazos, hizo malabares para poder cargar el montón de bolsas y fue hacia afuera.

Llegó hasta la pequeña oficina de atención al cliente. Entró estrepitosamente, llamando la atención del encargado. Él se puso de pie y le ayudó con sus bolsas, le ofreció el asiento que estaba frente al escritorio, dejó los paquetes de lado y se sentó frente a ella.

-Hola, soy Jacob Black ¿En qué puedo ayudarle, señora?- dijo él con una enorme sonrisa amable. A Bella le pareció algo extraño que él pensara que la pequeña niña era suya, ¿no veía lo hermosa que era la niña y los simple que lucía Bella a su lado? Pero, ¿qué más podría pensar un desconocido de ella?

-Bueno, verá… estoy es muy extraño. Cuando entré al baño de mujeres me encontré con esta pequeña en el piso-

Jacob abrió los ojos como platos, miró alternadamente el rostro de Bella y al pequeño bultito que cargaba en brazos. Luego suspiró y se dejó caer para atrás en su silla. Luego una mueca de angustia recorrió su rostro y se incorporó de golpe, al filo de la silla.

-¿Está herida? ¿Le pasa algo?- preguntó desesperado.

-Al parecer no- dijo ella. Volvió su vista hacia la bebé y acarició su carita en un momento maternal que le tomó por sorpresa.

-Wow- dijo él dejándose caer de nuevo sobre la silla –Nunca había tenido un caso así. Supongo que lo mejor que podemos hacer es llevarla a la jefatura de policía-

-Sí, creo que es lo mejor- coincidió ella sin apartar la vista ni las manos de la niña.

-Bien, entonces, la acompaño- dijo él poniéndose de pie. Tomó unas llaves y justo cuando se iba a agachar por las bolsas se incorporó y la vio fugazmente –Espere un momento, por favor- Bella asintió y regresó su atención a la pequeña.

Jugueteó con sus mechitas castañas rojizas, la tiara que traía combinaba a la perfección con su lindo atuendo, parecía una niña de una buena familia. No se explicaba cómo habían sido capaces de hacerle eso. Pero si parecía una princesita encantadora y el poco tiempo que tenía con ella, se había portado de maravilla. Jacob entró con una gran sonrisa a la pequeña oficina, le mostró un paquetito a Bella que contenía un chupón rosa.

-Por si llora- dijo entregándoselo a ella. Bella sonrió y lo tomó con su mano libre.

Él tomó los paquetes de Bella, los dejaron en el maletero de la camioneta de ella y se fueron en el auto de Jacob. En el camino ninguno de los dos emitió ningún sonido, él ensimismado en sus pensamientos y ella concentrada al 100% en la bebé. Cuando llegaron él abrió la puerta del coche para Bella, se bajaron y caminaron al interior. Expusieron su asunto frente a la recepcionista y rápidamente los hizo pasar a una de las oficinas. El hombre canusco que los atendió estaba igual de sorprendido que ellos, no daba crédito a que alguien abandonara a tan adorable angelito. Ambos rindieron su declaración con “señas y pelos” de lo que había pasado, tal cual, sin más ni menos. En todo momento Bella sostuvo a la pequeña; en medio de la declaración de Jacob un médico llegó para revisar a la niña. Ella no se separó ni un instante y sintió un gran alivio cuando le dijeron que estaba perfectamente sana.

Era extraño, pero Bella sentía una rara atracción por la niña. No sabía ni siquiera como describirlo, sólo sabía que entre más la miraba estaba más y más fascinada con ella. Sabía que tenía algo que le recordaba a alguien, pero en ningún momento pudo recordar a quién. Mientras terminaba el papeleo Bella y Jacob se sentaron dentro de la oficina a esperar.

-Cuando terminé de declarar me dijeron que la niña irá a una casa cuna-

-¿Qué?- preguntó ella alarmada y sorprendida.

-Sí. Es una lástima que una princesa tan linda tenga que crecer en un lugar así. Pienso que ningún niño debería crecer en un ambiente tan monótono como ese. Se merecen algo mejor-

-Completamente de acuerdo- concordó ella mientras veía con tristeza a la bebé que dormía entre sus brazos con el chupón que compró Jacob. Sonrió levemente cuando la descabellada idea de que la nena era su hija cruzó fugazmente por su mente. Y por una extraña razón así lo deseó.

-Voy por agua, tengo mucha sed ¿Quieres algo?- le extrañó un poco que Jacob la tuteara, pero no le molestó, ella asintió y le dedicó una cálida sonrisa.

Tenía rato que él se había ido cuando un alboroto que provenía de afuera la hizo volverse hacia la puerta.

-¡Por favor! ¡Déjeme entrar! ¡Tengo que saber si es ella!- chillaba una voz. La puerta se abrió de repente, Bella se sobresaltó y se puso de pie.

Una chica alta, rubia y voluptuosa se plantó frente a Bella. A pesar de su aspecto desaliñado, con el cabello revuelto, el rostro empapado en llanto, los ojos irritados y la nariz roja; lucía tremendamente hermosa. Bella se quedó estupefacta unos segundos, luego la rubia vio a la niña y su cara crispada de preocupación se suavizó.

- ¡Allie!- chilló y arrebató a la niña de sus brazos.

Inmediatamente Bella sintió un enorme vacío. Pero estaba feliz de que la niña estuviera de nuevo con su familia.

-¡¿Cómo te atreviste?!- espetó la rubia con coraje – ¡Ni siquiera te imaginas lo que me has hecho pasar! ¡¿Nosotros qué te hicimos para que hicieras eso?!

-¿Qué?- Bella estaba boquiabierta. Estaba por protestar en su defensa cuando una pequeña figura se interpuso.

-Cálmate, Rose- dijo esa voz cantarina que ella recordaba muy bien. Por supuesto que sí.

Era Alice, su ex mejor amiga, todavía seguía teniendo ese rostro angelical, su figura esbelta también era diferente, lo más notable era que su larga cabellera se había convertido en un alocado cabello corto con puntas obscuras que apuntaban en todas direcciones. No estaba segura si ella la recordaba o no, pero prefirió no averiguarlo.

-Ella no fue- dijo dándole una breve ojeada a Bella, en el mismo instante que desvió la mirada de ella la regresó a su lugar y la examinó por breves segundos con cara de sorpresa –Deberíamos agradecerle por que cuidó de la pequeña Allie- dijo acariciando la cabecita de la  bebé.

La chica rubia, que ahora Bella sabía que se llamaba Rose, le dirigió una breve mirada y salió del lugar sin más. Alice suspiró y se giró hacia Bella. Le dio una enorme sonrisa a la que ella correspondió tímidamente mientras desviaba la mirada.

-Mientras Rose corría hacia acá me explicaron que los video de seguridad muestran que fue otra persona la que nos quitó a Allie. Fue espantoso, estábamos recorriendo las tiendas y de repente el cochecito estaba vacío. Discúlpala, mi cuñada es una madre muy sobreprotectora. Incluso más que yo- bromeó.

Bella se limitó a sonreír y asentir; aún aturdida por la abrupta entrada de Rose minutos antes. Al principio se mostró algo titubeante, luego Alice se lanzó a Bella en un caluroso y afectuoso abrazo que la sorprendió. Al principio dubitativa, luego complacida, Bella devolvió el gesto, sonriente.

-Gracias- dijo Alice dando un leve apretón al que Bella correspondió con nostalgia. Justo en ese momento añoró el tiempo en el que habían sido las mejores amigas.

-De nada- susurró. Alice la liberó de su agarre, pero sin soltar sus manos.

-Me ha dado un muchísimo gusto volver a verte- dijo sonriente.

-A mí también- dijo Bella con una enorme sonrisa. Después de todo, Alice aún la recordaba.

-Hasta pronto, Bella. Espero que podamos recuperar un poco el tiempo perdido. Sé puntual- dijo desapareciendo rápidamente detrás de la puerta.

Bella se quedó paralizada unos minutos ¿qué había tratado de decir Alice con “sé puntual”? Entre sus cavilaciones Jacob apareció con dos botellas de agua en las manos.

-Lo siento, tuve que salir a comprar el agua, en el trasto del pasillo no había- dijo refiriéndose a la vieja máquina de refrescos.

-No hay problema- dijo ella mientras tomaba la botella que él le ofrecía.

-Supe que los familiares vinieron por la pequeña- dijo él.

Bella asintió sin despegar su boca de la botella. De repente tenía mucha sed.

-Tengo que volver por mi coche y supongo que tú al trabajo ¿me llevas de regreso?- pidió Bella mientras veía a Jacob con interés.

 No se había dado cuenta de lo apuesto que era. Él era alto, fornido, con músculos espectaculares, de piel morena rojiza, cabello negro azabache y corto, ojos café obscuro, casi negros; unas interesantes y marcadas facciones que le daban un aire misterioso y enigmático, las cejas pobladas. Pero  sobre todo, una hermosa sonrisa y una mirada que podía derretir hasta el témpano de hielo más grande. Ella se sorprendió de lo atractivo que le resultaba ese hombre desconocido.

-Por supuesto- contestó él.

Se subieron al coche, Jacob puso música de fondo y encendió el auto. Bella tampoco se había percatado de él en el viaje de llegada por ir al pendiente de la pequeña niña. Jacob tenía un precioso Audi negro con los vidrios tan obscuros que confundían el día con la noche.

-Pero que descortés. No te pregunté tu nombre- comenzó él la plática.

-Isabella Swan- Jacob estiró su mano y Bella la estrechó sonriente.

-Mucho gusto, Isabella. Como ya te dije, yo soy Jacob. Y, ¿de dónde eres?

-Nueva York.

-¿Qué te atrajo de este lugar que no tiene nada que ver con Nueva York?

-Supongo que la lluvia- dijo ella sarcásticamente. La risa de Jacob hizo eco en el interior del coche. Bella comenzó a reír sin ningún esfuerzo. Se sorprendió de lo fácil que era de tratar a aquel chico.

El resto del camino pasó entre una plática trivial en la que intercambiaron información básica. Ella supo que su color favorito era el verde olivo, que le gustaba escuchar rock suave, que tenía dos hermanas mayores que vivían en el exterior y que Jacob era dos años menor que ella. Él averiguo que su hobbie favorito era leer y disfrutar las melodías de música clásica, que amaba el color azul petróleo, que disfrutaba de resolver pequeños misterios, que su cumpleaños era el 13 de septiembre y que aparentaba mucho menos edad de la que tenía.

-Bueno, hemos llegado, señorita- dijo él bromeando. Bella sonrió y dio un suspiro, habría esperado que el viaje se alargara más. Era muy agradable la compañía de Jacob.

-Aquí tienes- dijo Jacob dándole una tarjeta de presentación a Bella. Ella se sorprendió pero no dudó en aceptarla. –Tal vez pienses que es atrevido…-

-No, está bien, Jacob. Gracias- él correspondió su sonrisa y se vieron a los ojos por largo rato –Es mejor que me vaya- dijo ella poniendo una mano en la manija de la puerta.

-Nos vemos- contestó Jacob.

 Bajó a paso lento del auto y caminó hasta el suyo. Aún tenía una auténtica sonrisa tatuada en los labios. Encendió el coche y fijó su rumbo hacia su próxima parada, la mensajería. De camino allá olvidó por completo a Jacob para recordar aquella carita con un tierno puchero en los labios y esos increíbles ojos esmeralda. Ahora, resonaron en su memoria las palabras de Alice: “Mi cuñada es una madre muy sobreprotectora. Incluso más que yo”. Eso sólo significaba dos cosas, la primera, ella se había casado y tenía familia, ¡bien por Alice!; la segunda, la hermosa rubia era esposa de Edward, su “ex amor”.

Él había sido su amor de varano y su primer amor, aquel romance de secundaria que moría cada otoño y renacía cada verano, durante cinco años. Todo el año, Bella se esmeraba en ocuparse para que el tiempo pasara rápido para poder regresar a Forks en vacaciones de verano. La última vez que se vieron habían decidido su destino. Bella debía tomar una decisión: quedarse en Forks, formalizar con Edward y planear su futuro; o regresar con su madre, echar a andar sus planes y cumplir sus sueños. Era obvio que se decidió por lo segundo.

Terminó sus pendientes, compró la cena y se fue a casa. Desanimada por una extraña razón, pero esperanzada por su nuevo trabajo. Al parecer condujo más rápido de lo normal, cuando llegó a casa Charlie aún no había regresado de la jefatura de policía, se entretuvo con los quehaceres, limpió más de dos veces las superficies, se esmeró en barrer y pasó el trapeador por los pisos al menos tres veces. Revisó el reloj y decidió calentar la cena. Esa noche siguió platicando animadamente con su papá. Se fue a su habitación temprano porque al siguiente día tendría su primer día de trabajo.

Bella despertó con el sonido de su despertador, se alistó casual, cómoda y bajó a la cocina. Charlie estaba sentado en la mesa bebiendo una taza de café. Bella tomó un plato con cereal y se sentó frente a su padre.

-Buenos días, hija. ¿Por qué madrugaste?

-Por favor, en Nueva York a ésta hora ya iba camino a la oficina.

-Te lo tomas muy en serio, cariño. ¿Alguna vez has pensado que tu amada oficina no estará a tu lado cuando enfermes de gripe o cuando necesites un amigo para hablar o…?

-¡Ya entendí, papá!- dijo ella riendo –Me lo tomaré con más calma.

-Eso espero, Bells.

-Hasta la noche- dijo ella poniéndose de pie y dejando su plato vacío en el lavaplatos. Su padre se despidió con una sonrisa y la vio salir.

Bella condujo según la ruta que se había trazado el día anterior, recorrió las calles del pueblo recordando los años en los que había pasado el verano con su padre y con… Edward. Se detuvo frente a la casa de los Cullen un breve instante, no supo qué fue lo que sintió exactamente, pero por un momento deseó poder salir del auto y tocar la puerta para ser recibida por su cómplice… Alice. Añoró muchas cosas, entonces la puerta se abrió mostrando a una pequeña familia, dándole un golpe a la realidad, los Cullen ya no vivían ahí; entonces recordó que sus fantasías quedaban en el pasado, que Edward había hecho su vida al lado de una mujer guapísima y que tenía una hija hermosa.

Siguió con su monólogo interno mientras prácticamente salía del pueblo y tomaba un sendero nuevo para ella en el que habían construido unas hermosas y enormes casas residenciales. Hizo un recuento de su vida y se sintió sola, según sus pensamientos no tenía nada; eso sí, no le faltaba una casa, ni el coche ni los lujos que pudiera desear, el dinero no era el problema. El problema era que ya no era una adolescente de quince años, que no tenía una familia, no tenía un esposo que la esperara en casa ni un hijo que consumiera su tiempo… pero él en cambio, lo tenía todo. Suspiró y se adentró en los bellos jardines de la casa; estacionó el auto en la entrada y se bajó admirando lo bonita que era la casa. Se aseguró de estar en la dirección correcta y llamó a la puerta.

Instantes después la puerta se abrió y se encontró a quien menos esperaba. Lucía exactamente igual como la recordaba, su cabello color chocolate estaba recogido en una coleta alta y caía en ondas sobre su espalda, su semblante amable y sereno seguía siendo el mismo y estaba segura de que su mirada amorosa era igual aunque los ojos de ella aún no se había percatado de la presencia de Bella porque estaba hablando por teléfono.

-Sí aquí lo dejaste, está bien. Más tarde te llamo, un beso. Adiós- durante la conversación telefónica Bella estaba clavada al suelo, con la boca abierta y sin saber qué decir.

-Hola- susurró su anfitriona con una enorme sonrisa. Entonces Bella imaginó su aspecto y trató de recobrar la compostura.

-Hola, buenos días. Soy Isabella Swan y vengo de parte del servicio de niñeras que usted ha contratado- Bella extendió su mano saludando.

-Pero por supuesto que eres Isabella Swan- dijo ella con alegría. Alargó su mano, pero no para saludarla, sino para darle un jalón para estrecharla entre sus brazos y adentrarse con ella a la casa – ¡Oh, mírate! Pero si te has convertido en una hermosa mujer- dijo separándola de su abrazo para poder verla mejor.

-Gracias… Señora Cullen- dijo intimidada por la familiaridad con la que fue recibida, esperaba cualquier cosa menos eso. Pensó que con el tiempo se olvidarían de ella, aunque Bella nunca lo hiciera con ellos.

-¿Señora Cullen? ¿¡Señora Cullen!? ¡Bah! Nada de tonterías, Bella. La última vez que estuviste aquí yo era sólo Esme y quiero que eso siga igual, ¿de acuerdo?

-Está bien, Esme- respondió Bella un poco intimidada.

-¡Sí! y luego iremos al parque y…- dijo Alice a la pequeña bebé cuando pasaba por la sala, se detuvo al ver a Bella a un lado de Esme –Mira quién llegó Allie- dijo Alice emocionada.

-Hola- dijo Bella sonriendo sinceramente.

-Ahora ve con abuela Esme para que yo pueda abrazar a mi amiga- dijo entregándole el bultito a Esme –Ven acá. Te eché de menos, ¿por qué tardaste tanto en regresar?- dijo abrazando a Bella.

-Trabajo- respondió. Cuando se separaron Alice hizo un mohín.

-Luego hablaremos de eso, tengo que ir a trabajar. Bye mamá, adiós princesa, nos vemos Bella- se despidió de cada una con un beso y salió disparada.

-Bueno, supongo que querrás hacerte cargo de este angelito- dijo Esme acercando la niña a Bella.

Instantáneamente Bella estiró los brazos y tomó a la pequeña Allie. Esme las observó un momento mientras admiraba cómo Bella se maravillaba con la niña.

-Te mostraré dónde está todo. No hace mucho que nos mudamos aquí…- Esme comenzó a hablar con Bella y aponerla al tanto de todo de manera general.

Esme condujo a Bella por toda la casa, a lo que ella asentía y hacía notas mentales mientras iba de un lugar a otro pisando los pasos de Esme mientras cargaba a Allie. Esme le presentó a: María, la muchacha encargada de la limpieza, y Roger, el jardinero. Casi hora y media después se despidió de los cuatro y salió rumbo a su pequeño negocio en el centro del pueblo.

Bella fue a la habitación de Allie para dejarla descansar en su cunita, ya que la niña se había quedado dormida en el transcurso del recorrido. Comenzó a preparar el itinerario de las horas de comida, paseos, etc.; terminó antes de que ella despertara y no supo qué más hacer. Se dedicó a admirarla y por un breve instante la deseó como suya. Luego pensó en lo extraño que sería cuidar de la hija de Edward y más aún la hija de una mujer que la intimidaba y que, al parecer, no simpatizaba con ella en absoluto.

 

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Espero sus comentarios eeee

 

;)

 

 

 

Capítulo 1: PREFACIO Capítulo 3: ANTOLOGÍA DE TU LEJANO AMOR EN UN POEMA.

 
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