Hasta los vampiros cometen errores.

Autor: Huellas
Género: Romance
Fecha Creación: 24/07/2010
Fecha Actualización: 24/07/2010
Finalizado: SI
Votos: 7
Comentarios: 31
Visitas: 33961
Capítulos: 16

¿Qué hubiera pasado si Reneesme no hubiera venido al mundo? Aquí les dejo un Amanecer alterno. Hasta los vampiros cometen errores.

 

 

 Todos los derechos de autor reservados a Stephanie Meyer autora de la Saga Crepúsculo, quien es la autora oficial de los personajes conocidos del siguiente FanFic.  

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Capítulo 1: Capitulo 1.

-¡Bella! –me gritó Alice mientras entraba por la puerta de la casa, perdón, de la mansión Cullen. Yo estaba acostada con  Edward en la sala, viendo a Emmett y Jasper jugar videojuegos. Me sorprendía que los controles siguieran intactos, ya que Emmett iba perdiendo.

Edward se tensó a mi lado en cuanto entró Alice, yo también en consecuencia. La voz de mi mejor amiga no humana sonaba tensa. En un segundo Edward estuvo de pie con Alice en frente, deteniéndola de los hombros. Jasper se posiciono al lado de los dos.

-¿Cuándo? –exigió Edward a Alice. Ella lo miró con suplica mientras negaba con la cabeza.

-¿Qué pasa? –pregunto Jasper mirando directamente a Alice. Me helé ante la expresión de Alice, con la mirada fija en la nada. Edward me daba la espalda, pero estaba visiblemente tenso.

-¿Qué pasa, Alice? –pregunte con voz temblorosa. Ninguno de los tres se movió. Emmett me sostuvo en brazos para que no cayera.

-Bella, ve al auto –ordenó Edward con voz muerta. Hice lo que me pidió y salí de la casa sin hablar. Sentí a Edward a mis espaldas.

Iba pensando millones de cosas mientras caminaba de la puerta al volvo de Edward. Era algo malo, obviamente. ¿Pero qué? ¿Los Vulturi? La fecha estaba fijada, mi conversión seria en un mes, después de la b… de la boda. Ya le había comunicado a Charlie que me iba a casar con Edward, a lo que había respondido con un gruñido seguido de una risa. <<Yo no se lo diré a Reneé>> fueron sus palabras.  Así que los Vulturi no tenían nada que hacer, la fecha estaba dada. Mis días estaba contados.

¿Entonces? Ya habíamos acabado con Victoria, lo había visto con mis propios ojos. Victoria había desaparecido de la faz de la tierra. ¿Entonces que podía ser tan grave?

Me volteé hacia Edward cuando estuve a un paso del volvo. Su expresión era nerviosa y triste, no me miraba.

-¿Qué pasa, Edward?

-Bella tienes que prometerme que recordaras que estoy contigo –pidió. Me quedé en blanco. Una sola palabra se me vino a la mente, una sola imagen ocupaba mi cabeza. Asentí lentamente. Él contuvo el aliento y me abrazó –. Es Charlie.

Me quedé helada en cuánto Edward dijo esas dos ultimas palabras. Sentí el cuerpo entumecido. Tapize las palabras, las acciones. Alice, visión, Edward. Charlie. La mirada triste y nerviosa de Edward. La tensión de Alice. No, no, no.

-Q… que… -intenté  preguntar, pero la voz no me servia. Edward me apartó unos milímetros para mirarme a los ojos. Esos ojos cobrizos me miraba con una profunda tristeza.

-Alice tuvo una visión –dijo con voz gutural. Ahora lo único que me mantenía de pie era los brazos de Edward alrededor de los mios. Edward siguió hablando –. Bella… Bella, Charlie…

Me tapé los oídos con las manos como si fuera una niña pequeña. No iba a escuchar esto, no iba a hacerlo. Sabia perfectamente lo que iba a decir antes que lo dijera, lo había visto en sus ojos. Me derrumbé entre los brazos de Edward mientras las lágrimas se agolpaban en mis ojos cerrados.

Edward me sostuvo y atrajo a su cuerpo, cargándome mientras yo le pegaba.

-Charlie… -balbuceaba en los brazos de Edward. Él me metió dentro del auto y al segundo siguiente estuvo en el asiento del piloto. El volvo rugió y salió de la casa –Charlie, Charlie, Charlie.

-Bella, cálmate –me pidió Edward. Me atrajo a su cuerpo con una mano mientras la otra sostenía el volante que prácticamente estaba destruyendo. Las lágrimas caian por mi rostro sin que pudiera evitarlo.

-Edward miénteme, miénteme, por favor. Dime que está bien, dime que… -la voz se me acabó antes de terminar la frase.

El carro se detuvo. Estábamos frente un accidente de tránsito cerca la estación de policía. Ahí estaba el carro patrulla de mi padre. Mi corazón se encogió y Salí corriendo del auto.

Los paramédicos y enfermeras se afanaban sobre el carro de mi padre. Contuve el aliento. El auto estaba estrellado a un árbol.

Atravesé la muralla de gente que se asomaba a ver el accidente, Edward iba detrás de mí aferrado a mi mano. Me detuve frente el auto de policía y me incline para ver dentro. Caí de rodillas en el asfalto con las manos en el rostro, llorando convulsamente.

Charlie estaba muerto. Estaba al volante, muerto.

-¡No! –grité antes de levantarme. Ni siquiera notaba a Edward, que estaba a mi lado, obviamente. Aparté a los paramédicos que estaban sacando a mi padre del carro, y me lancé sobre el cuerpo de él. Lo tomé entre mis brazos, no muy fuertes para sostenerlo, pero lo suficiente para abrazarlo. Caímos los dos al suelo mientras yo lloraba sobre su pecho –No, papá, no me dejes. No, no.

Sentí las manos de Edward sobre mis hombros, pero no me moví. Eso no era cierto, Charlie no estaba muerto.

No sé cuánto tiempo estuve sobre el cuerpo de Charlie, los paramédicos se habían alejado para entonces. Alguien me sostenía de los hombros, Edward, supuse.

-Lárgate de aquí, perro –dijo Edward bajo a alguien. Pero no me volteé.

-No, no, no. Papá, no –susurré contra la chaqueta de cuero.

-Señorita lo lamentamos pero necesitamos… -dijo un hombre antes de apartarme.

-¡NO! Es mío, es mío. ¡Suéltame, Edward! –grité cuando Edward me sostuvo para que no interrumpiera la labor del hombre que ponía una manta sobre el cuerpo de mi papá.

Nunca le había llamado así, jamás. No era una figura paterna, al menos eso creí. Pero en ese momento me di cuenta de lo mucho que significaba él en mi vida.

-Shh, Bella. Estoy aquí, estoy aquí –repetía Edward en mi oído. Seguí forcejeando con él aunque me era imposible zafarme de los brazos de un vampiro.

-¡Charlie! –grité antes de rendirme en los brazos de mi novio. Me dejé ir.

Empecé a llorar como nunca lo había hecho en mi vida. Mi cuerpo se agitaba mientras me tiraba en el suelo con Edward a mi lado.

-Bella, vamos a casa –me pidió después de mucho tiempo. Volteé hacia todos los lados, me había adormilado. Ya no había nadie por allí, más bien, ya no estaba Charlie.

-¿A dónde se lo llevaron? –pregunté con voz ronca. La cabeza me dolía de una manera imposible.

-No lo verás hasta mañana –me dijo. Caminamos, más bien, él me cargó hasta el auto y regresamos. Yo enrollé mi cuerpo con mis brazos en el asiento del copiloto, enterrando mi cabeza entre las rodillas.  Edward no me tocó.

Llegamos a mi casa. No me di cuenta cuándo, pero abrí los ojos estando frente a la puerta principal. Edward abrió la puerta conmigo en brazos, y en un segundo me tenía en mi cama. Di media vuelta para quedar acurrucada en forma fetal. Sentí una manta deslizarse sobre mi cuerpo y los zapatos salir de mis pies. La ventana estaba abierta y entraba el viento helado de la noche, pero eso no fue lo que me hizo estremecer.

Edward me envolvió con sus brazos y tarareó mi nana.

-Edward… -mi voz sonaba ronca.

-Mmm –respondió.

-¿Pudimos haber hecho algo? –pregunté mientras alzaba la vista a su rostro. Él negó con la cabeza. Volteé hacia su  pecho, me acurruqué más y dejé escapar un sollozo, seguido de un llanto que me desgarraba el pecho.

Empecé a soñar pronto, tan pronto como concilié el sueño. Estaba en el bosque y buscaba a Charlie por todos lados, pero él no aparecía. Solo estaba Edward.

-¡Charlie! –grité despertando. Edward estaba a mi lado.

El sol entraba por la ventana y me daba en los ojos, pero yo no lo había notado mientras dormía. Me levanté de la cama sin que Edward lo evitara, pero me siguió, y llegué corriendo a la habitación de Charlie. Abrí la puerta, esperando encontrarlo, pero no estaba allí.

 

 

Cuatro años después.

-¡Bella! –me gritó Alice desde la parte superior de la casa de los Cullen.

-Corre –me susurró Edward al oído. Yo ya era una vampiresa, hace tres años. Ya me había casado con Edward, en una boda que Alice había organizado como si fuera suya. Estuvieron todos, todos menos Jacob. Quien había desaparecido desde esa primavera. René voló desde Jacksonville al día siguiente de la muerte de Charlie, y estuvo conmigo hasta que me fui a áfrica a estudiar. Claro que ella no sabía que yo seguía estando en Forks después de mi conversión.

Ahí me encontraba en la mansión de siempre cuatro años después. Y Alice seguramente quería una salida de chicas, claro que no podíamos ir a Port Ángeles, pero no nos costaba nada llegar hasta México si queríamos.

-Protégeme, Edward –pedí con voz que podía haber pasado por pánico. Alice bajó corriendo las escaleras y me jaloneó hasta levantarme de la comodidad del sofá.

-Bella ¿quieres hacer esto por las buenas o por las malas? Sé que al final accederás a ir de compras conmigo, pero si quieres ponerte difícil… -dijo tratando de parecer mortal agazapándose delante de mí. Me eché a reír.

-Alice, ahora soy más fuerte que tú. ¿Se te olvida que vencí a Emmett en pulso? –enarqué una ceja.

-¡Cállate, Bella!  -escuché a Emmett gritar desde arriba.

-¡Cállate, Emmett! –respondió Edward a lo que Emmett contestó con un crujido.

-Vamos, Bella. Por favor. Rosalie se ha rehusado, está con Emmett –dijo Alice haciendo su puchero adorable. Miré a Edward suplicante, pero él se encogió de hombros.

-Está bien…

-¡Gracias, gracias! –dijo dando saltitos.

Me despedí de Edward y corrí con Alice hasta una tienda que ella había visto más allá de la frontera con Canadá. Estaba antojada de esa blusa de la que no paraba de hablar, para nada porque seguramente iba a durar lo que dura un día. Una sola vez en su cuerpo, después sería inutilizable.

Yo iba perdida en mis pensamientos mientras ella cargaba a su cuenta todo lo que veía en la tienda. Hace tres años estaba con Edward de manera irrevocable. Al fin había accedido a convertirme, después de pasar un año diciendo que no lo hiciera porque Charlie había… porque Charlie había m… había muerto. Me costaba todavía decirlo.

Pero ya no era por eso, quería estar con él para siempre. Y quería estarlo teniendo diez y nueve años para siempre. Así que tres días antes de mí cumpleaños número veinte, Edward me convirtió.

Habíamos pasado una temporada en la Antártida mientras yo me acostumbraba a la nueva vida, hace dos años volvimos a Forks para vivir dos años más sin que nadie nos notara, para irnos otra vez.

Edward y yo estábamos felices.

-¿Bella me estás escuchando? –dijo Alice molesta moviendo la mano frente mí con cinco bolsas pesadas en su mano izquierda.

-Lo siento, Alice –me disculpé mientras seguía caminando.

-Vaya. Gracias –dijo sarcástica antes de mostrarme su pequeña lengua. Ya había pasado la tarde, teníamos que regresar ya. Alice se quedó estática en la acera mientras una visión se apoderaba de ella, su rostro era la viva imagen de la preocupación.

-¿Qué? ¿Qué es? –pregunté cuando volvió en sí. Me miró confundida y luego volteó la mirada.

-No, nada. Olvídalo, no es importante. ¡Bella, mira! ¡Es perfecta para ti! –gritó al instante yendo hacia una tienda donde una blusa rosa estaba encima de un maniquí.

Algo me ocultaba.

La tarde terminó y nosotras corríamos a casa, cada una con seis bolsas en cada mano. No es que me cansara salir de compras con Alice, no podía cansarme nunca más, pero me aburría.

Llegué a casa y puse mis bolsas en mi cuarto. Me sorprendí al ver que Edward no estaba en él.

-¿Edward? –pregunté en voz alta sabiendo que todos me escuchaban.

-¡Salió! –me avisó Esme desde la cocina. Bajé hasta donde ella estaba y me senté en unos de los banquillos. Estaba preparando la cena. Alice había subido con Jasper.

-¿A dónde?

-No me dijo –me dijo sin voltearse.

-¿Hace cuánto?

-Media hora después que te fuiste.

-Mmm –salí de la cocina y encendí el televisor. Pasé los canales rápido sin ver nada interesante. Subí al cuarto de Alice pero escuché a Jasper así que seguí de largo. Emmett y Rosalie estaban en el cuarto así que tampoco los molestaría. Y Carlisle no había llegado.

Empecé a leer Cumbres Boscarrosas por enésima vez.

 

 

Capítulo 2: Mentiras.

 
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