Anarquía en New York

Autor: MarCeCullenHale
Género: Acción
Fecha Creación: 25/04/2013
Fecha Actualización: 30/04/2013
Finalizado: NO
Votos: 2
Comentarios: 1
Visitas: 2602
Capítulos: 4

"La Bestia" y "Cherry" son de esas personas que nadie conoce, y sin embargo todos saben de su existencia. Ellos llegarán a NY para ponerlo de cabeza y traer el caos. Adiós, Corrupción, hola, Anarquía.

 

Los personajes no me pertenecen, al igual que esta historia no es de mi pertenecia la autora (ninfaffadd - FF.Net) me ha dado la autorización de publicar.

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 1: Presafio

Recomendación musical:

Godhead — Penetrate.


Prefacio.

Edward Masen e Isabella Swan, mejor conocidos como "La Bestia" y "Cherry", eran un par de anarquistas terroristas desatados. Nadie los conocía por sus nombres reales, nadie sabía quiénes eran en realidad. Sólo ellos dos —pareja de enamorados, obsesivos, perversos y lujuriosos— sabían quiénes eran.

No era que nadie supiera de su existencia, todos los conocían, sino que sus nombres no aparecían en ninguna de la base de datos del planeta. Ellos mismos los habían borrado con "La Cuenta En Ceros". Un programa en el que ponías tu nombre y tu fecha de nacimiento y eso bastaba para borrar todo archivo que existiera sobre ti.

Edward Masen, La Bestia —bien merecido tenía el apodo—. Medía casi 2 metros y eso lo que bastaba para intimidar, pero no era todo. Además de su estatura, su estructura era enorme pero delgada, llena de músculos bien marcados, producto de horas y horas de trabajo. Era rápido, jodidamente rápido y fuerte. Y era ágil, quizás demasiado.

Tenía un cabello exótico y anárquico, siempre despeinado, todo cobrizo, con destellos rojos y rubios, pero sólo Isabella lo había visto. Él siempre usaba una peluca de cabello negro, para que nadie pudiera identificarlo.

Sus ojos eran verde esmeralda, no tenían esa extraña línea castaña que muchos iris tenían. No, sus ojos eran verde puro. Su mirada tenía una potencia estremecedora, sin embargo, usaba lentes de contacto color carmesíes para intimidar, y también para despistar. Si de por sí su sola presencia daba miedo, los ojos rojos eran completamente aterradores. Y sus colmillos —que eran más grandes de lo habitual— hacían pensar que de un segundo a otro estarían enterrados en tu cuello.

Sus puños eran de acero. En el Instituto todos le temían, tenía la fama de golpear hasta hacerte añicos.

Su voz era oscura, siniestra y fría. Pero cuando quería, era ronca, perversa y aniquiladora.

En su espalda tenía un tatuaje, eran una especie de líneas con picos al final. Cubría parte de su espalda y sus hombros hasta sus antebrazos. Y en su hombro izquierdo tenía el símbolo de la anarquía en negro.

Siempre vestía de negro, con pantalones de cuero y un largo abrigo del mismo color y material que llegaba hasta sus rodillas. El negro le daba un aire misterioso y peligroso... Jodidamente sensual.

Pero eso no era todo, oh, no...

¡El muy maldito era bello como el infierno!

Todo él parecía esculpido por los dioses del Olimpo. Su rostro era anguloso y sus facciones eran duras pero finas. Su mandíbula fuerte, su barba semi-partida, sus pómulos resaltaban sus ojos, su nariz era recta y perfecta. Y sus labios, eran gruesos, rojos y besables.

Además de que cierta parte de su anatomía era realmente grande...

Para Isabella, él era una fusión entre Eros y Adonis, un dios.

Era putamente hábil para los cuchillos, navajas y cualquier objeto punzo cortante. Podía lanzar una navaja a 5 metros de una manzana y daría justo en el centro.

Su humor era negro y era un gran mentiroso. Oh, también era un fetichista y, aunque era un anarquista, un dominante; amaba intentar someter a Isabella y que ésta se rebelara. Lo mejor de eso era que, de castigo por desobedecerle, la azotaba. Y los cuchillos, adoraba usar los cuchillos con su amada cerecita. Morderla, marcarla como suya era una de sus cosas favoritas.

Por otra parte, Isabella no era tan grande, su mismo apodo lo decía. Medía 1.75, sus piernas eran largas, tenía una cintura mínima, sus senos no eran ni muy grandes ni muy pequeños, eran firmes y de un tamaño perfecto, según Edward. En cuanto a su trasero, su Bestia siempre le decía: Tienes un culo muy follable, bonita... Tal vez demasiado, y le daba una nalgada juguetona.

Pero su apodo no venía solamente de allí, no. Cuando iba en el Instituto (sí, Edward y ella habían terminado sus estudios, no eran unos analfabetas), había una chica —la típica rubia zorra que se cree mejor que todos— Raven Aarons, junto con su séquito de descerebradas. Ella siempre la molestaba, le tiraban sus libros, le arrojaban comida, le gritaban mierdas y después se giraban y le echaban la culpa a alguien más. Eran unas cobardes imbéciles. Claro que Isabella no se quedaba con los brazos cruzados, varias veces les había pedido que se fueran con su puta madre —muy amablemente, claro— y no habían hecho caso, el control de Isabella estaba llegando a su fin.

Hasta que un día, en la cafetería, en el menú había pastel de cerezas. Isabella estaba formada dos personas delante de Raven, así que la otra podía escucharla perfectamente.

— ¿Quieres un poco de pastel, niña? —le preguntó la cocinera a Isabella.

—No, gracias, soy alérgica a las cerezas.

Y entonces Raven supo cómo joder a Isabella.

Bella siguió su camino y se fue a comer junto a sus compañeras. Pero llegó la zorrilla esa a molestar.

—Come un poco de pastel, Swan —habló con voz chillona—. Anda, son deliciosas.

—Lárgate, Aarons —masculló de vuelta.

¡Te dije que comieras un poco de pastel! —gritó y le arrojó una cereza que dio directo en su mejilla. Bárbara y Susy, las otras dos zorras, rieron. Isabella les dio una mirada infernal y les gruñó.

Y yo te dije que te largaras a la mierda —la voz de Isabella hizo estremecer a los que la rodeaban—. Hazlo si no quieres que te rompa un puto hueso —aunque la frialdad de Isabella le dio temor, Aarons le arrojó otra cereza—. Si vuelves a acercarme otra de esas, te arrepentirás... —y lo hizo.

Entonces Isabella se levantó furiosa y dio dos golpes de advertencia... justo en su rostro. Raven cayó al suelo, noqueada, todos en la cafetería la vieron allí, tendida en el suelo.

Y nadie la ayudó.

Bárbara fue de chismosa con el Director, éste llegó como alma que lleva el diablo a la cafetería y se llevó a Isabella a Detención.

Obviamente, a Isabella le importó una mierda.

Poco después, Bella desapareció del mapa. Adiós a los archivos, sus calificaciones, todo.

Ocho años habían pasado desde el incidente del pastel, y sin embargo Isabella tomó venganza.

Buscó a esa zorra y fue a su casa. Raven se había convertido en una cocainómana, sus padres, ricos, la mantenían, aunque realmente les importase más una partícula de polvo que su hija. Así que nos les importó mucho el haberla encontrado en su habitación, sin ojos, y en lugar de éstos, un par de cerezas. Y en las paredes, escrito con sangre, las palabras "Son deliciosas".

Tal vez el rostro de Isabella era inocente, pero era una perra.

De allí había salido su sobrenombre.

(N/A: Y bueno, siguiendo con la descripción de Cherry)

Su piel era cremosa y pálida. Su larga mata de cabello moreno llegaba hasta su cintura de avispa. Sus ojos eran de un poco común azul turquesa, y con sólo mirarte sentías que podía leer tu mente y atravesar tu cráneo. Su boca carmesí era rellena y carnosa, a Edward le fascinaba.

Su cabello iba siempre sujeto, a veces en dos coletas altas o en una de caballo. Aunque a veces soltaba su melena y se ponía grandes sombreros estilo 1940. Cuando se peinaba con dos coletas, rizaba su cabello para verse más... virginal.

¡JA! Tenía 25 años y había tenido tanto sexo como una persona de 50.

También tenía tatuajes; un poco más arriba de su cóccix tenía tatuadas unas navajas que formaba una "x", y a cada lado tenía unas pistolas de las que salían unas banderillas que decían "bang". El tatuaje representaba a Edward y a ella.

Bajo su oreja derecha, tocando su mandíbula levemente, yacían dos pequeñas y rojas cerezas bañadas en sangre. Y, por último pero no menos importante, al igual que Edward, en su hombro izquierdo tenía el símbolo de la anarquía.

Siempre vestía de negro y rojo, negro y blanco, o negro y verde esmeralda, sus colores favoritos. Sus pantalones o mini faldas siempre eran de cuero negro o rojo, nunca verde, y nunca faltaba algún lugar en dónde acomodar sus armas. Cuando usaba faldas siempre, siempre usaba medias y ligeros. Oh, a Edward eso le volvía loco.

Sus blusas eran tipo corsé y de tirantes, u ombligueras. Si no usaba tacones altos, usaba botines o botas largas. A veces usaba guantes de seda o de cuero. Largos o cortos, con o sin dedos. Ya fueran rojos, verdes o negros, blancos no, se ensuciaban muy fácil. Siempre tenían en el dorso de su mano una "A" encerrada en un círculo.

Su maquillaje siempre era cargado, con negros siempre de por medio. Y no había momento en el que sus labios no estuvieran pintados de carmín intenso o de negro azabache.

Era coqueta, traviesa, burlona, cínica, sarcástica y perversa. Coqueteaba con los chicos apuestos que veía, les guiñaba un ojo o les daba miradas insinuadoras, para después romperles el corazón. La última parte era su favorita, obviamente.

Las armas de fuego eran sus mejores amigas, las pistolas, la dinamita, la pólvora y la gasolina. Todas ellas eran deliciosamente explosivas y peligrosas.

Al igual que ella y su Bestia.

Capítulo 2: Donde el caos nace

 


 


 
14640641 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10860 usuarios