Estaba sumergido en mis pensamientos, cuando de repente el estruendo del sonido de la puerta me saco de mi meditación. Toc-toc -adelante- cuando me llevo la sorpresa,, de ver a mi mejor amigo, Emmet Swan un chico fornido de cabellos rubios, aunque con alma carismática, el cual conocí en el seminario hace 5 años, pero desde hace 2 años no lo veía, desde el día de la muerte de su madre, Reenne. - dios lo bendiga, padre Edward, -Emmet, déjate de formalidades, tu eres como mi hermano, - le sonreí, de oreja a oreja y lo invite a sentarse- -mi visita no es… mejor dicho necesito tu ayuda- note que su cara se oscureció y trato de aclarar su vos como evitando que esta se quebrace- mi hermanita, tiene un problema-que podría pasarle a la pequeña Isabella, cuando la conocí hace dos años era aún una pequeñita de 14 años, pálida muy distinta a su hermano, pero con unos ojos marrones como su cabello. - claro amigo, en todo lo que pueda, te ayudo, tu sabes que desde el día que tu madre murió yo te dije que contaras conmigo para que ustedes pudieran supera...-me interrumpió con sus ojos enhielados. -Ed, son drogas… mi hermanita está consumiéndolas- sus ojos dejaron de brillar y sentí un vacío, él me estaba trasmitiendo su sentimiento, solo tome el valor suficiente con el cual podría darle un consejo como el profesional que era- la encontré la semana pasada con un amigo suyo consumiendo heroína, amigo… eso me partió el alma; me dio tanto coraje… mi padre no estaba allí el solo se ocupa de sus negocios y mi hermanita está perdida. -Tranquilízate, puedes traerla cuando quieras, tú sabes que ustedes son mi familia y recuerda que nada esta perdido, con fe y amor en Dios, todo es posible,- me levante del sillón, y lo abrace para consolarlo-
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