Addiction (One Shot)

Autor: PrincessCullen
Género: Drama
Fecha Creación: 15/09/2012
Fecha Actualización: 16/09/2012
Finalizado: SI
Votos: 5
Comentarios: 3
Visitas: 4281
Capítulos: 1

Hola. Me llamo Isabella Swan, de preferencia Bella.

Tengo 18 años. Y soy novia de un drogadicto.

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Capítulo 1:

Bella POV

-¡¡¡Edward ya me cansé de esto!!! –Grité exasperada, mientras golpeaba el suelo con mi pie derecho, cruzándome de brazos, el muy idiota ni me prestaba atención, estaba muy entretenido hablando con Bob Marley en su cabeza.

-Isabella cállate ¿quieres? –Me miró con sus ojos desorbitados y pupilas dilatadas. –Interrumpes mi momento de felicidad.

-¿Momento de felicidad? –Lo miré como si estuviera loco- ¿Esto llamas felicidad? –Me agaché tomando la jeringa del suelo, mostrándosela- ¿Esto es tú felicidad? –Se la arrojé enojada- Eres un maldito drogadicto Cullen. –Grité antes de salir echando humo de su habitación dejándolo solo con Bob Marley.

-Bella –Me hablo Emmett, el hermano de Edward, a mis espaldas- ¿Todo bien? –Se acerco hasta quedar frente a mí, miré sus ojos grises,  negando con la cabeza. Me rodeo con sus brazos fuertemente, por un momento no me importo que casi me deja sin aire. Simplemente me deje abrazar, lo necesitaba.

-Ya no lo resisto Em. –Murmuré, una vez que me dejo en el suelo.  Lo miré y él estaba igual de triste que yo. –Esto terminará matándolo. –La verdad sea dicha. Él suspiró.

-Lo sé Bella, pero ¿qué podemos hacer? –Se encogió de hombros- Mis padres ya se rindieron con él. Saben que él no lo dejará por más daño que eso le haga.

Negué con la cabeza, continué mi camino a la sala con Emmett pisándome los talones. Me ofreció llevarme a casa, acepte por cortesía. Luego de despedirme de Alice y de los señores Cullen salí de aquella gran casa, rumbo al Jeeb de Emmett.

*

*

*

Una vez en mi casa, me despedí de mi padre para irme a dormir, me di una ducha rápida. Ya enfundada en mi pijama, me acosté en mi cama, tapándome hasta el cuello con las mantas. La noche estaba fría. Miré el despertador a mi lado, marcaba en números rojos las 12:00 am en punto. Suspiré.

Di vueltas en la cama, no podía dormir, me quede mirando el techo de mi habitación y deje mis pensamientos vagar.

Pronto los recuerdos fueron invadiéndome, hasta que ya no los pude mantener a raya y se apoderaron de mi cabeza.  Una sonrisa surco mis labios.

Flash Back.

Estaba en la biblioteca del instituto, realizando una tarea, había logrado escabullirme de mis amigos. Esos locos querían ir a jugar video-juegos a casa de Edward, pero yo estaba muy preocupada por mi tarea, necesitaba puntos para poder pasar la materia. Siempre había sido buena alumna, pero la biología no era lo mío.

-¡Bú! –Escuché detrás de mí, proferí un grito de horror, parándome rápidamente de la silla. Mala idea, terminé en el suelo. Sus carcajadas inundaron el lugar. Lo miré mal, me tendió su mano ayudándome a poner de pie.

-Lo siento, no pude evitarlo. –Dijo con su voz aterciopelada, regalándome una sonrisa torcida. Cuando estuve de pie, volví a tomar asiento, él se sentó frente a mí.

-Eres un idiota Edward –Refunfuñe continuando con lo mío. Aunque ¿a quién engaño? Con él ahí no podía concentrarme en nada. Mi corazón palpitaba fuerte contra mi pecho, estaba empezando a hiperventilar. Alcé la vista el me miraba sonriente.

-¿Qué quieres? –Le pregunté cerrando el libro de golpe, posando mis manos entrelazadas sobre él.

-Estar contigo. ¿No puedo? –Su respuesta me dejo muda, ¿él quería estar conmigo? Sí, claro. Algo de seguro quería. Un favor tal vez.

-¿Qué quieres? –Volví a preguntar. La verdad era que Edward me gustaba y mucho, más de lo que yo quisiera pero sabía la fama de mujeriego que lo precedía. Con apenas 16 años, ya había perdido la cuenta de cuantas novias había tenido.

-A ti –Murmuró con voz apenas perceptible, juro que dejé de respirar por un momento. ¿A mí? ¿Él había dicho eso? ¿Qué quería él de mí?

-No juegues –Lo miré retadoramente, él soltó una risa nerviosa, ¿eran ideas mías o se estaba sonrojando?

-Bella, me gustas –Confesó, haciendo que me atragantara con mi propia saliva. ¿Qué yo qué? ¿Le gustaba? Imposible. Pero si yo era de lo más normal. ¿Qué podría él ver en mí? –Y me gustas mucho –Continuó dejándome pasmada, sin saber que hacer o decir. –Y quiero que seas mi novia.

-Yo… yo –No sabía que decir, el quería ser mi novio ¿de verdad? Mi mente me jugo malas pasadas, pero la ignoré. Salí de mi estupor, sonreí amplio, para él eso fue buena señal, tomó mi mano derecha, la acercó a su rostro y besó el dorso. Ese simple gesto hizo que mi corazón se hinchara de felicidad, esto no podía ser.

-Entonces… ¿quieres ser mi novia? –Preguntó, no hice más que asentir frenéticamente- Sí, sí quiero. –Las lágrimas ya amenazaban de salir de mis ojos. Estaba feliz, me olvidé de tareas, materias, me olvidé de todo.

Me sonrió ampliamente, se inclinó sobre la mesa, ¡Oh por Dios! ¡Edward me daría mi primer beso! Se acercó lo suficiente para poder rozar mis labios con los suyos, nuestras respiraciones estaban entremezcladas, cerré los ojos y terminé de acortar la distancia.

Sus labios se movieron suavemente sobre los míos, yo hice lo propio con los míos, no sabía qué hacer, simplemente me deje llevar por lo bonito del momento.

Fin del Flash Back.

Solté una risa como idiota al recordar eso. Al día siguiente entregué la tarea incompleta, pero el resto de la semana Edward me ayudó mucho y pase la materia sin problemas. Suspiré, Edward tenía 16 y yo 15 cuando empezamos a andar. Todo era perfecto, éramos la combinación perfecta entre inocencia, amor y respeto. Nos la pasábamos bien juntos, sus padres estaban encantados al igual que el mío, que al principio no le gusto la idea, pero al verme tan feliz, suspiró derrotado y solo le hizo prometer a Edward que no me lastimaría jamás.

El próximo recuerdo, era menos agradable. Me abracé a mi almohada, aún el sueño no venía por mí.

Inicio del Flash Back.

Edward y yo ya teníamos un año saliendo, eso era un record tanto para mí como para él. Estábamos en el estacionamiento del instituto esperando a los chicos, según sabíamos hoy entraban a estudiar unos nuevos, algo extraño en este pueblo a decir verdad.

-¡Hey Bella! ¿Cómo estás? –Llegó Alice a mi lado, de la mano de su novio Jasper, mellizo de Rosalie, la novia del hermano mayor de Edward y Alice.

-Hola Aly. –Besé su mejilla, sin soltar la mano de Edward a mi lado que saludaba a Jasper con un apretón de manos. –Muy bien. ¿Y tú?

-¡Excelente! –Chilló dando saltitos, lo que me hizo gracia, minutos después llegó Emmett con Rose. Esta última no era muy amiga mía. Simplemente nos hablábamos para lo necesario. No era que me cayera mal ni nada de eso. Todo lo contrario, parecía simpática, aunque conmigo no lo era.

-Hola chicos. –Saludó Em, dirigiéndose a todos, contestamos al unísono. Rose simplemente nos miró y asintió con la cabeza.

Un poco más tarde, ya todos estaban en sus respectivas clases, por suerte esta me tocaba con Edward, pero no es la misma mesa, él estaba en una de las de adelante y yo en las últimas. En eso el profesor interrumpió la clase para presentar a unos nuevos alumnos. Eran tres. Una mujer y dos hombres.

-Ellos son James, Victoria y Alec –Los señaló uno por uno mientras pronunciaba sus nombres. El que se hacía llamar James miraba todo con superioridad, eso me dio mala espina. Los otros dos simplemente se hacían los indiferentes.

-Tomen asiento donde gusten –Les indicó el maestro, por desgracia las únicas mesas con un puesto de más eran la de Edward, la mía y la de otra chica delante de mí.

El tal James se sentó al lado de Edward, los vi presentarse, estaba tan encimada en ellos que no noté que la chica se había sentado a mi lado. La miré, su cabello rojizo le daba un aire salvaje, que contrastaba con la fineza de sus rasgos. Notó mi mirada, sonrió de lado y volvió su mirada al frente.

Pronto Edward comenzó a cambiar, yo no me di cuenta sino hasta que comenzó a cancelar nuestras citas, no atendía mis llamadas, él no me llamaba a mí. Ya no salíamos juntos del instituto, ya no pasaba a buscarme en las mañanas.

Todo fue cambiando, se alejó de mí y de los chicos y de un día para otro, comenzó a salir con aquel grupo de chicos nuevos que eran todo menos buenos. Se podía ver en sus actitudes, en su manera de hablar y de expresarse. Comenzó a correr el rumor de que ellos fumaban, bebían y hasta se drogaban. Aquella simple idea me aterrorizaba.

Un día intercepte a Edward saliendo del salón, le pedí una explicación y su respuesta fue. “No es problema tuyo Isabella. Déjame en paz. Voy tarde con los chicos”

Ese día me rendí con él. Dejé de buscarlo, ya no lo llamaba, si iba a casa de los Cullen no preguntaba por él, porque sabía que no lo encontraría. Los padres de Edward estaban preocupados, cada día llegaba mas tarde a casa, no cumplía con los deberes y se volvía más agresivo y grosero. La señora Esme ya no sabía qué hacer.

Fin del Flash Back.

Las lágrimas ya corrían por mis mejillas, llevábamos dos años así… Él me buscaba era cuando estaba en sus cinco sentidos. Y yo de boba se lo permitía. Lo amaba, lo amaba con locura, es por esa razón que aún no lo había mandado a la mierda. Pero cada día mi corazón tenía una nueva grieta por donde se escapaba mi vida… Mi amor.

Solté un sollozo, los recuerdos ya me habían invadido, ahora rondaba mi mente, uno de los más dolorosos de todos. El día que descubrí que Edward  se drogaba.

Inicio del Flash Back.

 Hoy había un acto en el instituto, todos habían sido invitados a presenciar la obra de teatro llamada: Romeo y Julieta.

Alice hacía de Julieta, había ido a audicionar muy emocionada apenas una semana atrás. Jasper por obra de magia había logrado representar a Romeo, así que definitivamente, la obra valía la pena. Los padres del Edward me habían mandado a por él. Ya que no quiso irse con ellos. La relación entre ellos se había deteriorado de sobre manera. Incluso Edward se había peleado a puños con Emmett hacia unos meses.

Entré a la gran casa con la llave que Esme me había otorgado, dándome con ella un voto de confianza. Busqué en la sala, no estaba, entonces oí un estruendo en el piso de arriba, como la caía de alguien, apresuré mi paso hacía las escaleras. Cuando entré a la habitación de Edward quedé muda con lo que vi.

Todo estaba hecho un desastre, la cama parecía un nido de pájaros, la lámpara de la mesa de noche estaba en el suelo, habían vidrios en el suelo, miré a mi alrededor, el espejo que adornada una de las puertas del closet estaba hecho añicos, eso explicaba los trozos de vidrio en el suelo. Con mi miraba busqué a Edward, estaba asustada, ¿Dónde estaba? Entonces escuché un quejido salir del baño. Corrí hacía allá con cuidado de no caer.

Abrí la puerta de par en par, solté un jadeo, Edward yacía en la bañera, con los ojos abiertos como platos, desparramado, como si estuviese ahí pero al mismo tiempo no, me acerqué a él, arrodillándome tomando su mano, estaba fría, con mi mano libre palmee su mejilla, no reacciono, andaba diciendo incoherencias. No entendía ese comportamiento.

-¡Edward! ¡Edward reacciona! –Estaba entrando en pánico, no me respondía. Traté de levantarlo y fue ahí cuando vi el causante de su estado. Una jeringa. La tomé entre mis dedos con nerviosismo, estaba temblando. Cerré los ojos un momento, conteniendo las lágrimas. Mi mente había procesado todo con rapidez. Los rumores eran ciertos, se drogaban. Lo hacían. Y Edward lo hacia también.

Con mucho esfuerzo logré llevarlo a la cama, lo acosté en ella y esperé a que el efecto de la maldita droga pasara, gruesas lágrimas surcaban mis mejillas, culminando en la base de mi cuello, empapando el cuello de mi camisa. Entre mis dedos descansaba la jeringa, jugué con ella entre mis manos. Media hora más tarde, recibí una llamada de Alice, le dije que estábamos bien. Que no se preocuparan, y que disfrutaran.

Minutos más tarde, Edward me miraba fijamente, cuando notó mi mirada sonrió sinceramente, por primera vez en mucho tiempo, vi en sus ojos al chico que me había pedido ser su novia, por unos instantes mi Edward, ese chico tierno y atento asomó, pero duró poco. Al ver que no correspondía su sonrisa, bajo su mirada a mis manos. Su rostro se endureció.

Rápidamente se levantó de la cama, se veía molesto y frustrado, me puse de pie lentamente, dejando la prueba de su delito en la cama, lo miré durante unos instantes. Hasta que reuní el suficiente valor para hablar.

-¿Desde cuándo Edward? –Cuestioné, con mi vista clavada en el suelo. Temía que se enfadara y cometiera una locura. Yo no conocía a este Edward y le temía.

-Hace un tiempo –Respondió como si nada. Eso fue como una daga a mi corazón. –No había dicho nada porque sabía que querrían pararme –Me miró- Pero no pueden. Yo lo quise así.

-¿Tú lo quisiste? –Me atreví a mirarlo- ¿Y de mi qué hay? –Me señalé, llevándome una mano al pecho, tenía una gran presión en esa zona.  Sentía que de un momento a otro iba a desfallecer.

-Tú no tienes nada que ver Bella. –Se acercó a mí, retrocedí por inercia, pero de un gran paso ya lo tenía frente a mí, me tomo de los brazos- Pero puedes ser parte si lo deseas amor. –Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo- Podemos hacerlo juntos, podemos tocar el cielo de la mano los dos –Sonrió esperanzado, como si yo fuese a aceptar eso.

-¿Qué? –Solté el aire de golpe, me sacudí, zafándome de su agarre, me miro molesto- Jamás Edward. Jamás me haría daño a mi misma como tú lo estás haciendo. –Negué, lo rodee, dispuesta a salir de la habitación.

-¿Entonces por qué demonios sigues conmigo? –Preguntó a mis espaldas. Cerré los ojos un momento, antes de girarme y mirarlo con todo el dolor que mi corazón sentía en ese momento.

-Porque aún te amo –Susurré, su ceño se suavizó- Porque aún cuando tú te inyectas esa porquería, yo te amo –Lo miré fijamente- Pero no te hagas ilusiones. Llegará el día en que me cansé de esto. –Lo señalé- No será hoy. No será mañana. Pero pasará. –No dije nada más, lo deje ahí solo, mientras yo salía por la gran puerta por la que había entrando.

Fin del Flash Back.

Para cuando me di cuenta, el reloj ya marcaba la hora de levantarse, al final no había dormido nada, me levanté con un suspiro y me encerré en el baño. Por suerte era viernes, tendría todo el fin de semana para dormir como oso en plena invernación.

Hoy tendría que usar maquillaje, mis ojeras eran notorias al igual que la hinchazón de mis parpados, yo definitivamente era patética. Cuando estuve lista, bajé a desayunar, ya mi papá estaba en la mesa leyendo su periódico.

-Buenos días. –Sonreí de lado, tratando de mostrar mi mejor cara. Él dejo su lectura a un lado, me sonrió.

-Buenos días hija. –Nos sentamos a comer en silencio. Mi papá no sabía nada de lo que pasaba con Edward, durante este tiempo había sabido muy bien ocultárselo.  Sabía que si mi padre se enteraba era capaz de cualquier cosa. Incluso mandarme de nuevo con mi madre y yo no quería eso.

Luego de un rato, me puse de pie. –Ya me voy. –Besé la frente de mi papá y salí volada de la casa, afuera ya me esperaba Emmett y Rose. Con la cual ya tenía una relación bastante estrecha.

-Buenos días chicos –Les saludé apenas me subí, ambos respondieron al unísono. Rosalie se giró en su asiento para mirarme.

-¿Qué te paso? –Fruncí el ceño sin entender –Tienes un aspecto horrible. Aún no entiendo como Charlie no se da cuenta.

Me encogí de hombros –Lo mismo de siempre –Murmuré. La oí suspirar, volvió a acomodarse en su puesto, yo miré por la ventana. 

Los chicos me dejaron en la entrada del instituto, ellos eran un año mayor que todos nosotros, así que ya andaban en la universidad, pero como ya era una costumbre que ellos me trajeran, no les importó mucho el cambio de ambiente, ellos siempre estaban ahí para traerme.

Cuando entré a la clase de la primera hora, mi vista de inmediato viajo al puesto de Edward. Estaba vacío. Negué con la cabeza.

Ya a segunda hora Edward se había incorporado a las clases, su excusa había sido “Me quedé dormido”  Cuando me vio el remordimiento hizo aparición en su rostro, me saludó con un corto beso antes de partir al encuentro con “Su grupito”

-Chicos no me siento bien –Le comenté a los chicos a la hora del almuerzo- Creo que pediré pase. –Ellos no se opusieron, desearon que me mejorase. Les agradecí y partí de ahí.

Por suerte mi papá no estaba en casa, así que no tuve que darle explicaciones a nadie cuando llegué a casa llorando. Mi verdad me caía encima. No sabía que iba a hacer con mi relación con Edward, pero si seguía así, el iba a acabar con él y conmigo a la vez.

Eran las 6 de la tarde, mi padre llegaría en una hora, así que me puse a hacer la cena, lasaña para variar.  Estaba guardando la cena en el horno, cuando oí unos toques en la puerta, di un respingo. ¿Quién podría ser? Me acerqué a la puerta, al abrirla casi me voy de espaldas. Era Edward.

-¿Puedo entrar? –Solo hasta ese momento me di cuenta de que estaba lloviendo y él estaba empapado de pies a cabeza.  En silencio me hice a un lado dejándolo pasar.

Caminó directo a la sala, tomando asiento en el sofá de un solo espacio, me acerqué despacio, arrodillándome frente a él, se veía tan indefenso, mi corazón se contrajo.  Le tomé las manos, las tenía heladas, alzó su vista, caí en cuenta de lo que sucedía. Estaba en un pase. Suspiré, acaricié su mejilla.

-Edward… -Susurré- Amor… -Hice que me mirara, claro que a todas estás sus ojos estaban desorbitados- Amor, tienes que dejar esto… Te estás haciendo daño. –Iba murmurando, hasta que cayó en mis brazos, llorando, sus sollozos me calaban hondo, siguió llorando un buen rato, hasta que se tenso en mis brazos. Ya había vuelto en sí.

-No lo entiendes ¿cierto? –Murmuró, apretándome entre sus brazos- No puedo dejarlo… Se adueño de mi amor… Me consume. Casa día la necesito más y más… -Susurró con voz quebrada, acaricié su espalda esperando así calmar un poco el tormento que él llevaba por dentro.

-Si puedes Edward… -Lo animé- Claro que puedes… -Hice que se separara un poco, tomé su rostro entre mis manos- Todos te podemos ayudar amor. Entre todos te podemos sacar de este infierno que estás viviendo. –Besé suavemente sus labios-  Solo… Solo déjanos ayudarte. Pon de tu parte, por favor, te lo suplico.

Me miró durante unos instantes. Luego se puso de pie rápidamente, dejándome ahí en el suelo, entonces lo comprendí todo. Él no lo dejaría jamás, él mismo lo había dicho, se había hecho adicto a la droga, por culpa de esos malditos.

-No puedo Bella. Simplemente no puedo, ya deja el fastidio. No lo voy a dejar. –Me puse de pie, lo miré, mi corazón me gritaba que no lo hiciera, pero mi mente iba ganando la batalla, tenía que terminar con esto, ya era suficiente, dos años de dolor, dos años de maltratos, dos años de desplantes, dos años viéndolos destruirse a sí mismo.

-Bueno… -Tomé una bocanada de aire- Creo que no me dejas otra opción –Me miró sin entender- Se acabo Edward. Ya no puedo seguir contigo –Su cara era todo un poema, y no me quiero imaginar la mía- No puedo… está relación ya no es de dos, sino de tres, prefieres a la maldita droga que a mí, así que te pido –Callé un momento, mi corazón sangraba con cada una de mis palabras, pero tenía que pensar en mí, no solo en él- Te suplico, que te olvides de mi. Porque yo… Ya no quiero nada contigo.

Cuando terminé de hablar, nos quedamos en un silencio verdaderamente incomodo, su rostro denotaba ira, rencor, remordimiento, perdida, dolor… Pero sabía que eso nada cambiaría. El había tomado su decisión, era momento de yo tomar la mía. Algo que no esperé de su parte, fue el beso que me plantó en los labios luego de unos instantes sin hablar, sus labios se movían desesperadamente sobre los míos, tuve que corresponder, su esencia me envolvió por completo, llevé mis manos a su broncíneo cabello, enredando mis dedos. Sus brazos se volvieron barrotes alrededor de mi cintura, impidiéndome alejarme si quiera un poco.

Un carraspeo nos hizo separarnos, era mi padre, que había llegado y yo ni por enterada, me sonrojé de inmediato. 

-Siento interrumpirlos –Hablo con voz dura, Edward tenía su mirada clavada en sus zapatos.

-Ya me iba señor Swan –Se giró y me miró- Adiós Isabella. –Ese “Adiós” se significaba más para mí de lo que quería aparentar.  Después de eso no lo vi por una semana, los chicos no sabían darme razón de él.

Ya todo el instituto sabía que yo había terminado con Edward, muchas teorías corrían por los pasillos, que si yo me había enterado de los muchos engaños de Edward, que si yo había comenzado a drogarme como él. Disparates que la gente sin oficio se inventaba, ese Lunes, volvió al instituto,  me miró burlonamente, estaba peor que antes, ya no lo disimulaba como antes, los bordes de sus ojos estaban rojos, sus pupilas, levemente dilatadas, se notaba a leguas que estaba saliendo de un pase. Yo lo ignoré olímpicamente.

Si no fuera por los chicos, hace rato que me hubiese desmoronado, pero gracias a Dios, ellos estaban ahí para ayudarme a superarlo. Emmett me hacía reír diariamente, Rose y Alice me sacaban de compras los fines de semana y Jasper me brindaba su ayuda con las tareas. Todos estaban al pendiente de mí, incluso los padres de Edward.

Estaba en el baño lavando mis manos luego del almuerzo, cuando la puerta se abrió estrepitosamente, asustándome, era Victoria, venía comiéndose la boca de James, baje la mirada y me hice a un lado tratando de salir desapercibida de ahí. Pero no era mi día.

-Vaya, vaya, pero miren no más quién es. La zorra que abandonó a nuestro querido amigo Edward. –Canturreo Victoria mirándome con desprecio, un estremecimiento cruzó mi cuerpo.  James rió a su lado, sujetándola de la cintura.

-Yo no lo abandoné. –Me defendí- Es se abandonó solo, cuando empezó a consumir esa mierda que ustedes le dieron. –Los miré con rabia, ellos ni se inmutaron.

-Así que ya lo sabes ¿eh? –James se me acerco, di un paso atrás, sonrió complacido- ¿Hace cuanto lo sabes? –Hizo ademan de acariciarme la mejilla, me alejé.

-Hace dos años. –Contesté. Las piernas comenzaron a temblarme. Los ojos de James se veían felinos. 

-Supongo que sabes lo suficiente ¿no? –Asentí- ¿No gustarías consumir? –Sacó de su chaqueta una jeringa, la miré horrorizada negando- Vamos, así podrás volver con Edward ¿no es eso lo que quieres Bella?

-No –Sentencié- Yo no quiero volver con Edward. Porque ese no es Edward del que yo me enamoré, ese que ahora se hace llamar Edward es un maldito drogadicto de mierda, igual que ustedes. –Los señalé, me sentía molesta- Todos se creen más que los demás cuando no son nada, solo unos miserables que se dejan controlar por una sustancia.

James se había enojado con mis palabras lo podía ver en sus ojos, al igual que en los de Victoria, se acerco peligrosamente a mí, quedé atrapada entre la esquina del baño y su cuerpo, comencé a suplicar al verle las intensiones, al ver que no me hacía caso, grité, el tomo mi brazo fuertemente, mostrando el dobles de mi codo. Trate de zafarme pero era más fuerte que yo, detrás de nosotros, aquella mujer de melena roja reía como desquiciada.

En los ojos de mi agresor pude ver una llamarada de ira y placer, lo estaba disfrutando. Seguí gritando hasta que la puerta se abrió de par en par, mostrando a un Emmett muy enojado, junto a Rosalie y los demás. Pero para cuando quitaron a James de encima de mí, había cumplido su cometido,  en mi brazo yacía la jeringa sin contenido. Ya que este ya corría por mis venas, mire a los chicos con pánico antes de irme al suelo inconsciente.

*

*

*

-¡Bella! –Gritó mi madre desde la cocina -¡La cena está lista hija! –Bajé las escaleras a paso lento hasta adentrarme en el comedor, la cena ya estaba servida, tomé asiento frente a mi lado, a mi lado se encontraba Phil. Comimos en silencio.

-¿Cómo te fue hoy en la universidad? –Asentí, encogiéndome de hombros- ¿Todo bien?

-Sí –Murmuré cortante.

Luego de cenar, me fui a mi habitación a terminar unos pocos deberes que tenía pendiente. Me senté frente al computador, tenía una solicitud de chat por web cam. Era Alice, estuvimos hablando un buen rato, en ningún momento  hablamos de Edward. Hacía varios meses que vivía en Phoenix. Me había mudado luego del ataque de James en el baño del instituto. Había estado una semana hospitalizada, la droga junto con mis nervios habían hecho estragos en mi, causándome un ataque de nervios que provocaron que mi cerebro dejara de funcionar por unas horas causándome un estado de coma pasajero.

James había ido preso junto con su grupito. Edward había salido ileso, ya que él había sido una “victima” de los sucios juegos del muy enfermo ese.

Desde ese día en el baño del instituto de Forks, yo había cambiado muchísimo. No hablaba con nadie,  me mantenía a raya en todo lo que podía, con los únicos con los que frecuentaba eran con los chicos, y si acaso por vía web. Los señores Cullen me llamaban de vez en cuando al igual que mi padre. Este último al enterarse de la clase de persona en la que se había vuelto Edward me prohibió verme con él, con lo que ellos no contaban era que ya yo había tomado la decisión de venirme a vivir con mi mamá.

-Hablamos después enana. Debo irme –Le sonreí a través de la cámara, ella se despidió mandándome un beso. Apagué todo y me metí a la cama. Me dormí enseguida.

A la mañana siguiente, como ya era costumbre me levanté temprano, con las energías recargadas y listas para usar, me duche rápidamente, me vestí con una mini-falda blanca, que acentuaba mis curvas, una blusa azul ajustada y para culminar mis converse del mismo color de la blusa, me maquillé ligero, tomé mi bolso, las llaves del auto y salí despidiéndome de mi mamá.  No desayuné.

Ya en la universidad, salude a los pocos amigos que tenía y digo pocos porque eran dos nada más. Ángela y Ben. Eran los mejores del mundo.  Los dos estaban estudiando ingeniería, yo por mi parte, opte por estudiar Psicología/Psiquiatría. Me gustaba aprender a conocer la mente humana.

En los últimos meses, pretendientes me habían sobrado, a todos los había rechazado, por mas que dijera que no, Edward aun seguía siendo el dueño de mi corazón y así sería hasta el fin de mis días.  Lo último que había sabido de él era que había entrado a un centro de auto-ayuda. Al parecer el saber de mi incidente lo hizo recapacitar y se sometió a la ayuda necesaria, hoy en día no sé si dejó su adicción.

En todo este tiempo mi mente había estado concentrada mayormente en mi libro, todos los momentos vividos los había plasmado en palabras sobre las hojas de un viejo diario que poco a poco fue tomando cuerpo hasta ser una obra de 400 páginas. Donde Kristen sufría por la adicción de Robert. Lo había titulado: Él adicto a la heroína. Yo adicta a él.

Había sido todo un éxito, se vendieron más de 3.000 copias en solo una semana. Lo que nadie sabía excepto mi pequeño círculo de amigos y familiares que esa obra de 400 páginas había sido mi vida durante tres años.  Tres años viendo a la persona amada destruirse, tres años viéndolo a él morir día a día.

-Bella… -Llamó Ángela a mi lado, la miré- Estás perdida hoy ¿en qué piensas?

Suspiré, voltee a mirar por la ventana al lado de mi mesa.

-En él Ang, en él… -Susurré, mi amiga, posó su mano sobre la mía en señal de valor, le sonreí en respuesta. 

Caída la tarde, me encontraba vagando entre los pasillos de la universidad. Los chicos ya se habían ido a casa, pero yo no quería volver a la mía ahora, estaba pasando entre los anaqueles de la biblioteca cuando escuché pasos tras de mí. Rápidamente me giré, no pude evitar sonreír.

-Hola Ian –Murmuré, el me sonrió en respuesta. Ian era uno de mis compañeros de clases, el estudiaba lo mismo que yo. Y según sabía, estaba enamorado de mí. Siempre me dejaba rosas en el locker. O una carta con un poema famoso. Era tierno la verdad.

-Hola Bella –Su voz sonó tímida. Me hizo sonreí aun más amplio, me subía el ego saber que lo ponía nervioso. -¿Puedo acompañarte?

-¿Por qué no? –Le hice una seña con la cabeza, para que me siguiera. Pronto estuvimos en los jardines, los dos íbamos en un cómodo silencio que solamente era interrumpido por el zumbido del viento. Quedaban pocos alumnos ya a esta hora. Así que el momento era íntimo.

-Oye Bella –Su voz me hizo mirarlo, Ian no era feo, todo lo contrario, era muy lindo, cabello negro, preciosos ojos azules, rasgos finos, labios carnosos. Todo un Dios si me lo preguntan. –Yo… quería saber, ¿si te gustaría cenar conmigo alguna vez?

Lo medité un momento, si bien no buscaba novio ya que mi corazón le pertenecía a uno solo, eso no me impedía salir con otros chicos ¿cierto? Así que sonreí amplio y asentí con la cabeza, esa noche quedamos en salir el fin de semana a comer.

Era sábado por la mañana, hoy en la noche tendría mi cena con Ian. Eso me sacó una sonrisa. Me tomé la mañana y mitad de la tarde para ir de compras y a la peluquería. Como a eso de las cuatro de la tarde, comencé a arreglarme, luego de haber tomado una ducha previamente claro está.

Mi look consistía en un vestido morado oscuro con un lazo negro justo debajo del busto.  Opté por colocarme unos tacones de 15 cm negros, igual que el lazo. Dejé mi cabello caer en hondas sobre mi espalda, con un sencillo broche a un lado. Me maquillé suavemente, simplemente enfoqué toda mi atención en mis ojos, los ahumé con sombra negra y morada, me veía bien, un simple brillo en los labios, rímel, delineador y listo.  Saqué de una de las bolsas sobre mi cama, un pequeño bolso a juego donde metí todo lo necesario, llaves, teléfono, dinero… etc.

En punto a las 7 Ian estaba tocando mi puerta y luego de despedirme de mi mamá, nos subimos a su auto y emprendimos rumbo a un restaurante que aún no conocía. Ian decía tenerme una sorpresa, el detalle me agrado pero al mismo tiempo me asustó un poco.

-Ya llegamos –Anunció estacionando frente a un local que se veía desierto, alcé la vista, el lugar se llamaba “Addiction”

-Esto se ve vacío Ian. ¿Seguro que es aquí? –Lo miré, el sonreía apacible. Se bajo del auto, rodeándolo, para abrir mi puerta y dejarme bajar. Cuando estábamos en la puerta del local, mi mente me jugó una mala pasada, ya que oí decir de los labios de Ian. “Reservación de Edward Cullen” sacudí mi cabeza alejando esos pensamientos. El estaba muy lejos de aquí.

Cuando entramos al lugar, todo estaba perfectamente decorado con tema romántico, miré mal a Ian, se suponía que solo era una cena, pero me dejo sorprendida, cuando e guió a una mesa, besó mi mejilla y me deseo una hermosa velada, yo no cabía en mi confusión. ¿Qué demonios pasaba aquí?

Pero la confusión duró poco. Por la puerta enfundado en un hermoso traje negro, entró Edward. Se veía tan diferente, tan maduro, tan él. Me quedé muda durante unos instantes, sin saber que decir o hacer. Lo primero que pensé fue irme de aquí. Me puse de pie.

-¡No, por favor! –Alzó las manos como en señal de paz- No te vayas. Solo quiero hablar.

No podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Era Edward. Sí, era mi Edward el que estaba frente a mí. Se acercó a paso vacilante. Yo volví a tomar asiento.  El se sentó frente a mí.

Los minutos pasaban y ninguno de los dos decía nada, me sentía extraña, tener a Edward de nuevo frente a mi no se me hacía real. Simplemente el hecho de tenerlo frente a mí, tan hermoso como siempre era un hecho que mi mente aún no podía procesar.

-Si me lo permites… -Murmuró llamando mi atención- Estás hermosa esta noche…

Inevitablemente, me sonrojé. El sonrió de lado. Se veía hermoso, no como yo lo había dejado, no. Ahora estaba perfecto, en toda la extensión de la palabra.

-Gracias –Respondí, tratando de que mi voz no saliera distorsionada de mis labios.

Ese fue el punto de partida, comenzamos a hablar, desde el principio hasta el fin. Cuando di por terminada nuestra relación. Eran tantos los sentimientos encontrados que no aguanté más y me solté a llorar mientras el frotaba el dorso de mi mano derecha reconfortándome.

-Perdóname por todo el daño que te cause Bella. –Me miró con esos hermosos ojos verdes que desde un principio me hicieron perder la razón. –Sé que no lo merezco, pero lo necesito. Por favor, si no me quieres de vuelta, lo entenderé. Pero por favor, te lo suplico. Perdóname.

Verlo así me partía el alma, arrodillado frente a mí pidiéndome perdón. No tuve corazón para negárselo, lo perdoné, un abismo de paz vislumbró su rostro. Cuando volvió a su asiento ya no estábamos tan tensos como al comienzo. Estábamos más relajados, éramos más nosotros mismos. Me contó que aún seguía en el centro de ayuda, que había mejorado mucho, hacía mucho ya que no consumía, ni se inyectaba, yo estaba orgullosa de oírlo hablar así.

Para cuando nos dimos cuenta éramos de nuevo Edward y Bella. Dos jóvenes que se aman con pasión. Dimos por culminada la noche con un hermoso beso. Sellando así todo mal recuerdo, dando paso a una nueva vida. A Edward aún le faltaba camino por recorrer, pero esta vez yo lo recorrería con él.

Porque si. El había sido adicto a la heroína. Pero yo siempre, sería adicta a él.


 


Capítulos

Capitulo 1:

 


 
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