(Recomendación: Lean mientras oyen la canción La Cita de Gali Galeano)
Lo sabía. Sabía que Bella lo engañaba. Él tan sólo hubiera preferido que hubiera sido con alguien que la hiciera feliz, pero le fue triste saber que eran muchos amantes. Listas interminables. La amaba demasiado, y al parecer a ella no le bastó su amor para que se fuera a la cama con otros hombres. No podía mantener esta relación así. No me merecía sufrir más. Quería olvidarla, pero no sabía cómo.
Tomó la decisión más difícil de su vida: alejarse para siempre de ella y de su vida, y empezar otra vida fuera del país. Ya todo estaba arreglado. Tenía listo el pasaje para Alemania. Se hospedaría en algún hotel mientras comenzaba desde. No tenía otro camino. Nunca tuvo una familia, pues salió de un orfanato.
Miró el reflejo de su rostro por en la ventana de "su" apartamento. Muchas cosas vivieron en ese lugar, pero ya nada era igual. Dirigió una mirada hacia el escritorio que permanecía allí. Tomó un papel, y con buena caligrafía escribió una nota.
Ella trabajaba en un hotel. Allí la conoció y allí se enamoró. Los gratos recuerdos traían lágrimas traicioneras a su rostro. Le dolía el alma y el corazón. Sus latidos parecían aumentar a medida que la rabia lo invadía. Apretaba sus manos por la frustración.
Una silueta llevaba una carta hacía la oficina de Bella. Gustosa, la recibió como siempre:
"Amo verte desnuda en mi cama. Y no sabes lo que ansió por verte de nuevo. Espérame esta noche a las 9:00 p.m, en la habitación 1107 del hotel.
Jacob"
Una sonrisa se escapo de su rostro.
— ¿Quieres repetir sesión, Jacob? – se dijo a sí misma – Ahí estaré.
Rompió la carta en muchos pedazos. No quería que Edward se enterara que lo engañaba. Su vida sentimental era toda una dicotomía. Amaba profundamente a Edward, pero él se alejó de su vida, cuando ocupaba al trabajo. Trató de seducirlo, pero sus planes no funcionaron. Optó por la última opción: serle infiel con hombres desconocidos.
A las 8:50 p.m, miró sus labios y los coloreó con lápiz labial. Se perfumó y se acomodó su vestido. Iba demasiado sensual para su sesión sexual con Jacob. Presionó el botón del elevador. Cuando este llegó, entró y nuevamente presionó el número 11.
Sus tacones eran silenciados por la espesa alfombra del hotel. Llegó a su objetivo, habitación 1107. Tocó suavemente la puerta y una gruesa voz le llamó desde adentro:
— Pasa Bella, está abierto
Tomó la manija y abrió la puerta. Todo estaba oscuro. Tan sólo se alcanzaba a vislumbrar una figura frente a la luz de la luna en la ventana. Cerró la puerta con seguro y prendió la luz. Todo parecía normal, pero aquella persona no era Jacob.
— ¿Edward? – exclamó sollozando
Pasa y siéntate. Tranquilízate. Al fin ya estás aquí, que más te da. Imagínate que yo no soy yo que soy el otro hombre que esperabas ver un desconocido que te ha escrito un verso y te dibujó la luna en un trozo de papel. Un amante improvisado, misterioso apasionado que te dio una cita en este hotel.
— Sí Bella, soy yo – volteó su vista hacia sus ojos chocolates. Aquellos ojos, que una vez lo cautivaron.
— ¿Tú me citaste?
— Era yo el de la carta.
— Sabías que...
— Sí, lo sé. Me engañas – le dijo con el rostro demacrado.
— Perdóname – Bella dejó escapar lagrimas de sus ojos – Sabes que te amo
— Pero nunca fui suficiente – terminó su frase. – Nunca más te burlaras de mi.
Edward se aseguró que la puerta tuviera cerrojo. Empezó a desabotonar su camisa y se acercó a Bella por detrás.
— Dame una última noche, Bella – le suplicó susurrando a su oído. – Imagina que soy Jacob, no pienses en nada.
— ¿Te irás? – A Bella le oprimía el corazón tan sólo en pensar que se alejaría de su vida
— Sí – se limitó a decirle
— ¿A dónde?
— No puedo decirte – besó su cuello y sus manos masajeaban su cuerpo. – Te aseguro que me marcharé bien lejos, y que dejaré tu camino libre.
Se alejó y se sentó en la cama. Abría su camisa desesperadamente. Al ver que Bella no se movía, le causaba pensamientos dolorosos.
Desnúdate ahora y apaga la luz un instante y hazme el amor como lo haces con esos amantes. Te juro que hoy es la última vez que te burlas de mí. Que me engañas. Y fueron mis manos las que te escribieron la carta han sido mis celos los que te pusieron la trampa. Es mi corazón el que llora de pena por dentro. Pero te dejo y me marcho para siempre.
— Apaga la luz y hagamos el amor por última vez, Bella. Ámame cuando éramos felices – su voz salía suplicante.
Bella lloraba en silencio. Dejó caer su abrigo y apagó la luz que iluminaba la habitación. Edward tomó a Bella y la acercó a él.
— Siempre serás la mujer más hermosa que amé en mi vida.
Ella se dejó desnudar. Se dejo besar. Todo lo hacía con un fuerte dolor en su alma. Se sentía la más sucia de las mujeres al haber engañado al mejor hombre que pasó por su vida. Tan sólo dejó su pena a un lado, y decidió llegar al cielo con Edward, así fuera la última vez que lo hiciera. El recuerdo de su amor, sería por siempre.
Ambos desnudos, y con lágrimas en los ojos, se amaron por última ocasión. Esa situación no volvería a repetirse. Edward dejaría a Bella esa misma noche. Su vuelo salía a las 11:50 p.m. Sus maletas se hallaban en el baño de la habitación.
Desnúdate ahora y apaga la luz un instante y hazme el amor como lo haces con esos amantes. Te juro que hoy es la Última vez que te burlas de mí. Que me engañas y me hieres. Y fueron mis manos las que te escribieron la carta han sido mis celos los que te pusieron la trampa. Fue sorpresa para ti hallarme en el cuarto en lugar de tu amante. Palideciste y te pusiste muy nerviosa.
Gemidos, besos y jadeos inundaron ese pacifico momento, donde olvidaron todo y se amaron por siempre. Cuando alcanzaron el clímax, apretaron sus manos, cerraron sus ojos, y se besaron dulcemente. El tiempo transcurría lentamente. Cuando separaron sus cuerpos. Edward miró su reloj y disponía a irse. Pero Bella lo miró.
— ¿Tienes que irte ahora mismo? – lloró
— Sí, mi vuelo sale en pocos minutos.
Edward tomó su ropa y se vistió, mientras Bella apretaba las sabanas en el llanto. A Edward todavía le partía el corazón al ver que Bella lloraba por su partida, pero no podía permitirse que lo volviera a engañar nuevamente. Entró al baño y sacó las maletas.
Cuando disponía a salir de la habitación, dio una última mirada hacia Bella, le sonrió y le mando un beso por el viento. A Bella no se le movían las piernas. Todo parecía una horrenda pesadilla. Se limitó a llorar sonoramente mientras sus manos aventaban todas las cosas en la habitación.
Desnúdate ahora y apaga la luz un instante y hazme el amor como lo haces con esos amantes. Es mi corazón el que llora de pena por dentro. Pero te dejo y me marcho para siempre. Para siempre. Y fueron mis manos las que te escribieron la carta han sido mis celos los que te pusieron la trampa. Imagina que soy tu mejor amante. Hazme el amor y luego adiós.
Edward se hallaba en su asiento de espera. El siguiente vuelo sería el suyo. Bella se vestía desesperadamente en el hotel. Tenía que despedirse de Edward y verlo por última vez. Tenía que alcanzarlo en el aeropuerto. Ella sabía que él odiaba viajar por tierra, y supuso que sería otro país el destino.
Las 11:45 p.m marcaban en el reloj de Bella. Corría llorando por todo el aeropuerto. Se detuvo a mirar los vuelos en la pantalla gigante y notó que el vuelo más próximo sería tenía como destino a Berlín, Alemania. Pero cuando llegó a la sala de abordaje, ninguna persona se hallaba allí. Todos ya habían abordado al avión.
Colapsó en llanto y sus rodillas se doblaron. Estaba gimoteando en el piso.
Una persona se acercó a ella.
— ¿Señorita, se encuentra bien?
— No, por favor, déjeme sola
Se levantó y se marchó a su casa. Cuando llegó allí, todo parecía sombrío y ya nada tenía sentido. Nada. Bebió cuanta botella se cruzara por sus ojos, y cayó ebria al sofá. Eran las 3:30 a.m y su cabeza daba vueltas. Con lágrimas en sus ojos, se acercó al espejo del baño. Prendió la luz, llenó la tina con agua, cerró la puerta del baño con seguro, tomó las hojillas de una máquina de afeitar, y miró su rostro por última vez. Apagó la luz, y en plena oscuridad, entró a la tina y decidió acabar con su vida. Los sonoros gritos de dolor ambientaban el apartamento.
Gritos que no pasaron desapercibidos...
Edward sostenía la vista en su cerveza. Su fuerza de voluntad flanqueó y no tuvo el valor de alejarse de Bella. Eran las 3:00 a.m y aún su equipaje lo acompañaba en ese oscuro bar. Quería afrontar la realidad, e irse a casa, para hablar con Bella. Se sentía cobarde.
Salió a la soledad de la calle y tomó un taxi, con rumbo a su apartamento. En plena madrugada, no había ni un auto a la vista, así que llegó a casa en 25 minutos. Pagó al taxista, tomó sus maletas y entró al edificio. La subida por el ascensor parecía eterna. Cuando llegó al pasillo, ya eran las 3:35 a.m. Se recostó en la puerta debido al mareo. Buscó las llaves, pero no venían en su pantalón. Abrió su equipaje de mano y se disponía a abrir, pero un estruendoso grito le puso en alerta.
— ¿Bella? – Edward llamó a la puerta.
No había respuesta. El pánico se apoderó de él. Con mucho nerviosismo, tomó las llaves y abrió la entrada. Ni siquiera entró sus maletas, sólo se apresuró a buscar a Bella. Entro a su habitación y no la vio. Iba a entrar al baño, pero la puerta estaba cerrada.
— Bella, ¡no cometas una locura!, ¡abre por favor! – el pánico estaba presente en su voz.
No obtenía respuesta. Corrió hacia la cocina, y del último gabinete inferior, tomó un martilló y con eso rompió la cerradura del baño. Prendió la luz y vio a Bella pálida, metida en una tina, manchada de sangre. Si él tan sólo no hubiera regresado por ella, tal vez la próxima visita, fuera en su tumba.
Cubrió las heridas de sus muñecas con vendas, la sacó de la tina y la llevó al hospital. Cuando eran llevados en el taxi, se acercó a su oído:
— No temas amor, estoy aquí
El tiempo corría en su contra. La sacó volando del taxi y entre sus brazos la acercó a la entrada de urgencias. Un médico notó la extraña aparición y auxilió a la joven en una camilla.
— ¡Llévenla un cuarto de inmediato!
A Edward le hicieron esperar hasta el amanecer. El médico se acercó a él y lo llevó a su oficina.
— ¿La paciente ya había tenido ataques suicidas? – anotaba en el expediente
— No, nunca – Edward respondió con seguridad
— ¿Qué sucedió?
— Es algo complejo de explicarle ahora – se limitó a responder - ¡Por favor, déjeme verla!
— Le daré sólo 10 minutos
Fue conducido a la habitación, y apenas entró, la vio allí, sedada, con suero y sus muñecas vendadas. El médico les dio privacidad y cerró la puerta. Edward, aún con temor, se acercó a Bella, y la tomó suavemente de la mano.
— Perdóname por abandonarte de esa manera – le besó la palma y se sentó cerca a ella.
Un profundo sueño embargó a Edward, pero Bella despertaba de su letargo. Su cabeza daba vueltas y notó que no era el baño de su casa. Era un cuarto de hospital. Intentó removerse, pero un cálido rostro pegado a su mano se lo impidió. Un sollozo y una sonrisa salieron de su boca al ver que esa persona era Edward. ¡Había regresado por ella! Sacó su mano y acarició sus cabellos bronces.
— Has regresado
— Nunca más te dejaré – se sorprendió que Edward no se hallaba totalmente dormido, pues de repente abrió los ojos.
Una enfermera interrumpió ese mágico momento.
— Señor Cullen, el médico lo necesita
Edward le regaló un suave beso a Bella mientras salía de la habitación. El asunto por el cual era requerido, era para firmar un documento, donde aclaraba que él se haría cargo de llevarla a casa, pues sería dada de alta ese mismo día.
— Abre la boca – le suplicaba Edward con la cuchara. – Aquí viene el avión – reía al introducir el liquido caliente en la boca de Bella.
— Esto es demasiado, amor – le respondía.
— Nunca será demasiado por ti.
Bella se sintió tan miserable y se limitó a pedirle disculpas nuevamente.
— Gracias por darme una segunda oportunidad. Nunca volveré a defraudarte Edward.
— Sé que no lo harás – la besó tiernamente en los labios. – Ahora tenemos una fuerte razón para vivir.
Llevó su mano al abultado vientre de Bella. Ella tomó su mano y la puso cerca al lugar donde su bebe pateaba.
— Dice que ya no quiere más sopa – Edward rió por el comentario de su esposa.
Dejaron atrás dudas y resentimientos. Cada uno daba lo mejor de su vida y de su tiempo a la formación de su familia. Para ellos se acercaba, una era de armonía y estabilidad. La cita que arruinó su relación, terminó por unirles para toda la vida.
FIN.
Hola! Aparecí de nuevo y con este One-Shoot. Gracias por todos sus lindos comentarios en La Mancha.
Siento si les pareció corto, pero no tengo extensión en párrafos, pues en la universidad estoy acostumbrada a ser conscisa y a precisar ideas en párrafos cortos. ¡Que pésima soy!
TheDC1809
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