Me encontraba sentada en la oficina de mi nuevo médico. Muchos lo conocen como Sicólogo, pero la realidad es que no necesito eso, necesito un médico loco. Para eso, tendría que admitir que estoy loca, en ese caso lo hago: estoy loca. Mi vida ha sido muy distinta a lo que me imagine cuando era niña. Siempre soñé con mi príncipe azul de gran armadura, pero lo único que mi “adorado” marido, Mike Newton, tiene de azul son sus ojos. Llevaba 10 años de matrimonio, me casé cuando apenas había cumplido los 20 años y tenía 3 meses de embarazo. Los primeros 2 años de matrimonio no fueron fáciles, tuve que dejar mis estudios en radiología al enterarme de mi embarazo, en el momento en que Claire naciό, no puedo negar que mis días se llenaron de alegría, pero Mike en vez de contagiarse con amor y alegría, se contagiό de amargura y frustraciones, pero a pesar de todo, sabía que Mike me amaba. Cuando Claire cumpliό 3 años, me enteré de mi segundo embarazo, esta noticia alegrό mis días, en cambio a Mike solo le trajo consigo más dolores de cabeza. Evan naciό a sus 7 meses debido a una fuerte discusiόn entre Mike y yo, el “accidentalmente” me empujό y caí por las escaleras. Desde ese día, supe que Mike era un peligro para nosotros. Desde ese día, mi matrimonio se fue por la borda. Soy una tonta por no enfrentarlo y pedirle el divorcio en ese momento. Aguanté por 7 años los insultos de Mike sin decirle a nadie, hasta hoy.

-¡Isabella Swan!- exclamό la secretaria que está sentada en el escritorio justo en frente mío.

La mujer tenía cierta apariencia a la recepcionista de la escuela superior de Forks, mi “alma mater”. Malos recuerdos llegan a mi mente… la recepcionista era un dolor de cabeza. La mujer me entregό mi delgado archivo con cara de perro rabioso y me indicό que abriera la puerta. ¿Serán familia? No me detuve a pensarlo dos veces, obedecí sus indicaciones y caminé por el estrecho pasillo. El pasillo estaba decorado con cuadros reconocidos, entre ellos se encontraban: La noche estrellada, de Van Gogh, La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí y La creaciόn de Adán de Miguel Ángel. Me detuve en el último cuadro que era el de La creaciόn de Adán. Este cuadro ilustraba el episodio bíblico en el Génesis y la anatomía humana. Hay que ser realistas y aceptar que la mayoría de las personas, al ver éste cuadro, no pensarían en el trasfondo de esta obra maestra, pensarían que Miguel Ángel tenía problemas de proporciόn en sus obras.

-Pobre Eva, si Adán tenía un Pene así de pequeño ahora comprendo el motivo de haber caído en la tentaciόn- dije en voz alta sin pensar.

-Es cierto, pero tenemos que tomar en consideraciόn que no importa el tamaño del barco, lo que importa son las olas que produzca.-me giré de inmediato al escuchar una dulce y deseable voz a mi espaldas.

A unos pasos de distancia de mi se encontraba un hombre alto, cuerpo fornido y peil rojiza, sonrisa encantadora, cabello oscuro, peinado para el lado y ojos marrones.

El hombre era sin duda alguna muy atractivo y tenía una voz que muchas desearían escuchar todas las mañanas al despertar. Mi corazόn saltaba contra mi pecho, exigiendo a gritos que lo dejara escapar de su prisiόn.

-¿Usted es la señora Swan?- preguntό el joven sonriendo.

-Creo que sí.- dije con voz temblorosa y muy nerviosa. El hombre asintiό, abriό la puerta que estaba justo a mi lado y me hizo señas para que entrara.

-Claro, el doctor Cullen estará con usted en unos minutos. Está terminando otra consulta y luego vendrá con usted.- la confusiόn se hizo evidente. Yo estaba muy ilusionada al pensar que ese hombre, en todo el sentido de la palabra, era mi doctor.

-¿Usted no es el doctor Cullen?- el doctor apuesto, como había decidido llamarle, negó con una sonrisa que deberían prohibir en los Estados Unidos.

-No. Soy Jacob Black. Estoy aquí haciendo la práctica.- yo asentí.- El doctor Cullen solo me da casos que no son complicados. Los casos nuevos y los casos complicados los atiende él.-

-Oh… ya veo. Es una lástima.- en el momento en que comprendí que había dicho mis pensamientos en voz alta tapé disimuladamente mi boca con mis manos, el joven  sonriό al escuchar mi comentario.

-Le aseguro señora Swan que el doctor Cullen es el mejor, no se arrepentirá de tenerlo como doctor. Ahora, le pido de favor, acuéstese en el sillόn.- dijo este señalando el mobliario. Yo  obedecí sus instrucciones. El doctor Cullen vendrá en cualquier momento. Que pase una hermosa tarde señora Swan.-

-Igualmente doctor Black.- el hombre asintió y saliό de la habitaciόn.

            Suspiré tristemente. ¿Qué rayos me ocurría? ¿Por qué actuaba como una joven adolescente con las hormonas revueltas? En cierto modo entendía el porqué. Desde que había ocurrido el incidente con Mike el amor que sentía hacia él se había esfumado. Por esa razón cuando teníamos nuestros momentos a solas, satisfacíamos nuestras necesidades sexuales. No había amor, la llama de la pasión se había extinguido por completo y la única química que teníamos no pasaba más allá de las sábanas de nuestra cama matrimonial. Por esa razόn vine aquí, necesitaba confesarle a alguien todo lo que sentía. ¿Quién mejor que un Sicόlogo? El ruido de la puerta abriéndose ocasionό que volviera a la realidad.

-¡Buenas Tardes señora Swan!-                 

-¡Buenas Tar…¿¡TU!?- exclame sin poder contenerme al ver a quien tenía frente mi..