Bella pov:
Hasta que Sam no me dijo que día era hoy, no había reparado en mirar el calendario: 11 de octubre. Habían pasado ocho años desde aquella horrible noche en la que me topé con la peor criatura del universo: un vampiro. Aunque para mí, todos los días eran 11 de octubre.
Pero debía estar agradecida por tener una cama en la que dormir cada noche, comida sobre la mesa y todo el apoyo moral que me ofrecían los Quileutes. A simple vista, eran una familia de lo más encantadora y corriente de no ser porque la mayoría de sus miembros eran chicos y cada vez que se cabreaban se transformaban en lobos. Mi padre tenía muy buena relación con ellos, por lo que cuando murieron se empeñaron en conseguir mi tutela, a pesar de que esta le pertenecía mucho antes a mi abuela Susan. Descubrí su secreto cuatro años después de mudarme a la Push. Jacob me lo contó en un intento de consolarme, diciéndome que ellos serían los únicos en el mundo que podrían protegerme de criaturas como “los fríos”.
Sam es el líder de la manada, antes de convertirse en un hombre lobo, estuvo saliendo con Leah en el instituto. Su relación con ella empezó a desmoronarse después de su transformación, porque estaba prohibido decirle a Leah en lo que se había convertido. Lo suyo terminó cuando Sam se imprimó de la prima segunda de Leah, Emily. Según Jacob, Sam se siente culpable por traicionar a Leah y responsable de su amargura. Emily tiene la piel color cobre, el pelo negro y tres largas cicatrices que van desde el lado derecho de la cara hasta la mano, como resultado de un enfado de Sam que llevó a su conversión en lobo demasiado cerca de ella. A pesar de ello, Emily parece no tener resentimiento hacia Sam o cualquier otro miembro de la manada. Yo la considero como una madre porque cocina y nos cuida a todos.
Jared fue el primero en convertirse en lobo después de Sam. Quil es el primo segundo de Jacob y es muy musculoso a pesar de su corta edad (aunque solo es un año menor que yo, parece que tiene unos cuantos más). A diferencia de la mayoría de los demás miembros de la manada, fue feliz por convertirse en un lobo ya que le permitió finalmente volver con sus amigos y entender lo que estaba pasando. Por otro lado, Paul es propenso a enfadarse y se transforma enseguida, por no mencionar que es uno de los lobos más grandes de la tribu.
Y Leah, aunque parezca una chica difícil por la amargura que le proporcionó el desamor del Sam, en el fondo es una persona dulce y sensible que se pone una coraza para evitar que la hieran; algo que solo Sam y yo sabemos.
Habíamos estado en diversos lugares desde lo de mis padres, ya que el vampiro había amenazado bastantes veces con matarme a pesar de saber que los lobos le harían picadillo en cuestión de segundos. No sé cómo se atrevía a continuar después de lo que les hizo a mis padres, a demás, yo no le había dicho nada a ningún humano que le delatara. Definitivamente era un sádico sin límites.
Actualmente acabábamos de llegar a Forks desde California, en dónde logramos despistarlo gracias al incesante sol.
Por un lado me sentía como en casa volviendo a mi ciudad natal, pero por otro, una oleada de tristeza y melancolía me invadía. “¿Cómo es posible que estés rodeada de gente y aún así te sientas sola?” nunca dejaría de preguntármelo.
Cuando llegamos a la cabaña de La Push, comenzamos a deshacer las maletas. Subí al cuarto que me tenían asignado, y el cual compartía con Leah, y me tiré en la cama. Me dolían los oídos por el sonido de la carretera durante el viaje, y la cabeza también de tanto pensar.
-¡No me puedo creer que no nos lo hayamos cargado ya!-decía Leah mientras entraba en la habitación rompiendo el agradable silencio que me embargargaba hace unos segundos.-¿Te lo puedes creer? Ocho lobos persiguiendo a un vampiro desde hace años y aún ni le hemos tocado ¡Es de locos!
Sonreí por el tono de su monólogo, aunque sabía que era un auténtico colmo. Se supone que a los lobos se les daba como churros matar vampiros.
-¿Qué te pasa? Estás muy callada, más de lo normal.
-Nada, es solo…-suspiré.-Necesito ir a tomar el aire.
-Vale, pero no tardes. Emily dice que ya iba a preparar la cena.
-Vale.
Cuando salí de la cabaña, no sin antes una advertencia de Sam, por inercia caminé hacia mi antiguo barrio. Estaba oscureciendo, así que procuré ir por las calles más “abarrotadas”, teniendo en cuenta que estábamos en un pueblo de no más de 2000 habitantes, para evitarme más problemas. Mirara a donde mirara, todo me traía recuerdos: desde la tienda en dónde me compré mi primer vestido, hasta el Mc Donal’s en donde celebrábamos los cumpleaños. No pude evitar arrimarme al escaparate del restaurante para ojear si todo seguía igual que lo recordaba. Y así era, excepto la sorpresa del menú infantil en la que te venía un muñequito electrónico.
-¿Bella? ¿Bella Swan?-me preguntó un chico rubio de mi edad que en ese momento salía del restaurante.-Soy Mike… Mike Newton ¿Te acuerdas de mí?
-¿Mike? ¿El mismo Mike que se sentaba conmigo en clase de dibujo de 2º?
-¡Sí!-reía.-¡Dios, menudo cambio!
-Lo mismo te digo.
-Ah, por cierto. Siento lo de tus padres ¿cómo lo llevas?
-Bueno… bien, gracias.
No quería explicarle mi vida con pelos y señales.
-¡Mike muévete si quieres que luego nos liemos en tu casa!-le gritaba otra chica mientras le empujaba.
-¿Jessica no ves que estoy hablando?
-¿Con quién? ¿Con esta pringada?-continuó antes de mirarme.-¡Oh, vaya! ¿Eres… la chica a la que le pasó aquello?
Asentí de mala gana.
-Cuánto lo siento-se disculpó la muy falsa.-Mike ¡venga!
-Bueno, ya nos veremos, adiós Bella.-se despidió.
No hacía falta ser muy inteligente para saber que ellos dos acabarían juntos. Jessica Stanley siempre me había odiado sin ningún motivo y Mike, era su leal perrito, aunque por otro lado él aprovechaba cualquier momento para hablar conmigo, señal de que en realidad le caía bien.
Continué con mi paseo hasta llegar a mi antigua casa y quedarme estática mirándola. En la puerta había cartel que ponía “VENDIDA”. Habría jurado que se quedó abandonada desde que yo me fui, pero el camión de mudanza que estaba aparcado a mi derecha me demostró que me equivocaba. Detrás de él, había un hombre muy fornido que llevaba una gorra y, sin ningún esfuerzo, cargó sobre sus hombros un gran sofá de piel. Yo aún seguía alucinada con lo que estaba viendo: personas entrando y saliendo de mi casa mientras la atestaban de muebles a su antojo. No pude soportarlo más, necesitaba confirmar mis sospechas, así que entré.
Pero en cuanto puse un pie en su interior, un aroma a ambientador de frutas mezclado con insecticida me abofeteó la nariz. Todo seguía igual que lo recordaba: la cocina a la derecha de la entrada, el espacioso salón con la chimenea a la izquierda y frente a mí las escaleras de la primera planta. Observé que las paredes estaban desnudas, únicamente con su tímido color ocre.
-¿Perdona? ¿Te puedo ayudar en algo?-me preguntó una chica muy pálida y con los ojos dorados que cargaba una caja bastante pesada.
-En todo caso tendría que ayudarte yo a ti-me hice la simpática.
-¿Esto?-señaló la caja.-No te preocupes.
-Insisto, no es ninguna molestia-y sin más se la arranqué literalmente de las manos, y reconozco que me costó un poco, pero a los pocos segundos, me arrepentí por ser tan educada. ¡Diantre! Esto pesaba más de lo que imaginaba.
-Vale, como quieras. Llévala al primer dormitorio, arriba a la derecha, por favor.
“O sea que tenía pensado instalarse en mi cuarto…”
-Oye, no quiero parecer cotilla pero… ¿Esta casa no llevaba años deshabitada?-pregunté mientras la seguía a duras penas.
-Eso ponía en el catálogo. Pero en cuanto la vi, supe que sería la casa perfecta.-dijo risueña.-Y anda, deja que te ayude, sé que pesa bastante.
-Un poquito.-bromeé.
La seguí escaleras arriba mientras continuaba interrogándola.
-O sea, que eres nueva en Forks.
-SOMOS nuevos. Mi familia y yo acabamos de mudarnos desde Alaska.
-Tu… familia-me costó hablar.
-Sí. Mis padres, mis hermanos y mi novio.-contó una vez que estuvimos dentro de mi habitación.
-Pues si sois tantos ¿la casa no se os va quedar algo pequeña?-intenté pillarla de nuevo.
-¡Qué va! Nos encanta estar juntos. Somos una familia muy unida.
¡Será posible! Esta chica tenía respuesta para todo.
-Por cierto, soy Alice Cullen.
-Bella…-carraspeé-Bella Swan.
-¿La famosa Bella Swan?
-Veo que acabas de llegar y ya te sabes los cotilleos locales.
-Tranquila, yo no soy así. Para mí más que un cotilleo, eres una leyenda. No todo el mundo sale airoso de una situación así. Eres especial, Bella.
-No sé muy bien cómo tomarme eso.
Rió ante mi comentario. Era extraño, yo no solía caer bien a la gente a la primera, así que tenía dos opciones: o realmente le había caído bien, o era una actriz fabulosa. Me consolé con la primera.
-Bueno, será mejor que me vaya, me esperan para cenar. Ha sido un placer conocer a la propietaria de mi antigua habitación.
-¿Es tu cuarto? ¡Vaya! Pues te prometo que lo cuidaré.
- Más te vale.
-¡Oye! ¿Tienes algo que hacer mañana por la tarde?
-Creo que no… ¿por qué lo dices?
-¿Te apetecería ir de compras a Port Ángles? Me han dicho que allí están las mejores tiendas de la ciudad.
-¿De compras? Claro, ¿por qué no?-respondí espontáneamente.
Odiaba ir de compras, pero si eso significa que acababa de hacer una nueva amiga…
-¡Guay! Te espero aquí a las siete.
Cuando regresé para cenar todos se mostraron preocupados.
-¿Ocurre algo?
-¡Estás aquí!-exclamó Emily.-Creíamos que te había hecho daño.-me abrazó.
-¿Quién?
-El chupasangre.-escupió Jacob.
-No comprendo.
-Seth, Paul, Jacob y yo hemos detectado su olor en el bosque.-explicó Sam.-Acaba de llegar a Forks. Te dije que era muy rápido.
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Holaaa, k tal gente? Siento haber tardado tanto en volver a publicar pero esque la inspiración y los estudios no jugaban a mi favor :( y tambien siento haber quitado mi otro fic pero es que no sabía como continuarlo, de todas formas espero k este os guste tanto como el anterior o incluso más, besitoss
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