En ese momento todas mis reacciones humanas me envistieron con una fuerza demoledora. Mientras corría para “alejarme”, o más bien para tratar de huir sentía como toda mi existencia se reducía a nada y se quedaba con ella.
Todos mis intentos de mantenerla a salvo habían sido infructuosos. Nunca imaginé el verdadero peligro que suponía mi existencia. Debí alejarme cuando tuve la oportunidad, debí de ser un cobarde y alejarme de su vida. Hasta ahora no sabía el verdadero significado del dolor, nunca lo había experimentado con tanta fuerza.
A pesar de estar demasiado lejos de Bella aún la escuchaba, y eso de algún modo era un gran peligro para mí. Aumenté la velocidad, ignorando la fuerza magnética que me exigía regresar. Seguramente vagar por el bosque era un gran error para Bella, pero ya no podía hacer nada: ella había dejado de ser mía.
Su voz clamando mi nombre se estaba convirtiendo en un doliente susurro en mi cabeza, de pronto mis piernas me parecieron increíblemente lentas y el bosque fatídicamente largo. En el momento más crítico sus ojos color chocolate me hundieron en un letargo de culpa, convirtiendo su recuerdo en un peligroso círculo vicioso.
“!Edward!” “!Edward!” “!Edward!” susurraba el viento; ignorando el dolor que aquello había desatado aumenté la velocidad tratando de resistirme a regresar.
Conformé me alejaba mis labios comenzaron a reclamar su caricia, mis manos quería recorrer infinitamente su rostro, mi cuerpo ambicionaba sentir su calor, sobretodo escuchar la hermosa melodía de su corazón. Apreté fuertemente los ojos, y susurré al viento, anhelando que ella fuera capaz de escucharme.
—Te amo, Bella.
Y de esa forma logré salir de su vida
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