Divina Tentación +18

Autor: Annalice
Género: Romance
Fecha Creación: 23/12/2011
Fecha Actualización: 23/12/2011
Finalizado: NO
Votos: 1
Comentarios: 2
Visitas: 5013
Capítulos: 4

La llegada inesperada de los hermanos Hale, Jasper, Rosalie y Isabella, supone un revuelo en la pequeña población de Forks. Son extremadamente bellos, inteligentes y misteriosos. ¿De dónde vienen? ¿Dónde están sus padres y por qué sobresalen sea la que sea la actividad que emprenden?

Los tres son en realidad ángeles del Señor con la misión de ser los ángeles guardianes de la familia Cullen. Tienen instrucciones claras: no deben establecer vínculos demasiado fuertes con ningún humano y deben esforzarse por ocultar sus cualidades sobrehumanas. Pero Bella, la más inexperta, rompe una de las reglas sagradas: se enamora del menor de la familia a los que debe proteger, Edward Cullen.

Desafiar al Cielo no resulta buena idea cuando te enamoras de tu protegido.


Denme una oportunidad, en otras páginas ha tenido un éxito aplastanteSmile

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Capítulo 1: Descenso

1

Descenso

Nuestra llegada no salió del todo según lo planeado. Recuerdo que aterrizamos casi al alba, porque las farolas todavía estaban encendidas. Teníamos la esperanza de que nuestro descenso pasara inadvertido y así fue en gran parte a excepción de un pequeño accidente: un perro merodeador.

El animal andaba paseando aprovechando que, a esa temprana hora de la mañana, por la calle no circulaban humanos que lo llegaran a molestar. Pero, como esa clase de animal posee un oído muy agudo, y nosotros no tomamos muchas precauciones por un posible problema, oyó como el aleteo de nuestras alas nos hacia descender. Instintivamente ante algo nuevo para él, empezó a ladrar llamando así la atención de las casas vecinas y de que sus habitantes salieran a ver que armaba ese alboroto. Por suerte nosotros fuimos más rápidos y logramos ocultarnos detrás de un robusto árbol que nos tapaba de los ojos curiosos.

Tras semejante espectáculo, los humanos volvieron a sus casas dejando la calle de nuevo desértica, y el animal no volvió a aparecer. Salimos de detrás del árbol, y caminando encontramos la calle Sunset y recorrimos su acera, irregular y desnivelada, buscando el número trece. Nuestros sentidos se veían asaltados desde todas direcciones. Los colores del mundo nos resultaban vívidos y muy variados. Habíamos pasado directamente de un mundo de pura blancura a una calle que parecía la paleta de un pintor. Aparte del colorido, todo tenía su propia forma y textura. Sentí el viento entre los mis dedos y mi mano; abrí la boca y saboreé el aire fresco y limpio. Noté un olor a gasolina y a tostadas chamuscadas, combinado con el aroma de los pinos y la intensa fragancia del océano. Lo peor de todo era el ruido: el viento parecía aullar y el fragor de las olas estrellándose contra las rocas me resonaban en la cabeza como una estampida. Oía todo lo que ocurría en la calle: un motor arrancando, el golpeteo de una puerta mosquitera, el llanto de un niño y un viejo columpio chirriando al viento. Y, nin darme cuenta, llegamos a nuestro nuevo hogar.

La casa había sido bautizada igual que la calle y las letras de SUNSET aparecían con una elegante caligrafía en una placa de oro pintado. Más tarde descubriríamos que todas las calles colindantes llevaban nombres sobre el cielo y sus estados: Dawn, Sky, Dusk… Sunset iba a ser nuestro hogar y nuestro santuario durante nuestra existencia terrestre.

-Isabella, pásame la llave- dijo Jasper, casi sobresaltándome con su voz. En casa nosotros nos comunicábamos sin lenguaje. La voz humana de Jasper, según acababa de descubrir, era grave, pero suave y aterciopelada al mismo tiempo.

Guardar la llave había sido la única misión que me habían encomendado. Tanteé los hondos bolsillos de mi vestido

-Tiene que estar por aquí- aseguré y también me asombró la tan melódica voz que yo tenía, como si estuviera cantando una tierna nana

-No me digas que ya la has perdido, por favor

-Hemos caído del cielo, ¿sabes?. Es muy fácil que se te pierdan las cosas Jasper

Rosalie se echó a reír de repente

-Isabella la llevas colgando al cuello- una hermosa carcajada volvió a surgir de ella. Miré maravillada la voz de Rosalie, era como el canto en una mañana amaneciente.

Sentí como, sin darme cuenta, un calor invadía mis mejillas y la vergüenza se hacia presente en mi. Miré asustada a Rosalie ya que esto que sentía no era normal, en casa no nos habían explicado esta sensación

-Tranquilla Isabella. Tan solo te has avergonzado, o como también se dice sonrojado- me aclaró Jasper. Miró a Rosalie y en un suspiro comentó- creo que ya sabemos una de las facetas de Isabella, su sonrojo inmediato

Su comentario solo consiguió que la misma sensación de quemazón me azotara aún más fuerte y sentí mis mejillas y nariz arder

-Jasper, deja de comentar cosas inapropiadas sobre Isabella. Al fin y al cabo es una primeriza- me sonrió dándome ánimos y de verdad ese gesto se lo agradecí de corazón a Rosalie

Me quité la cadenita del cuello y se la tendí sin mirar a los ojos a Jasper por miedo a que esa sensación que había conseguido apaciguar volviese. Cuando entramos en el vestíbulo vimos que la casa había sido preparada concienzudamente para nuestra llegada.

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Esas primeras semanas las dedicamos a hibernar y a orientarnos un poco. Aguardamos con paciencia mientras nos adaptábamos a aquella forma corporal y nos fuimos sumergiendo en los rituales de la vida diaria. Había mucho que aprender y, desde luego, no era nada fácil. Al principio, dábamos un paso y nos sorprendía encontrar suelo firme bajo nuestros pies. Cada vez que tocaba un objeto, me detenía maravillada a considerar su función. La vida humana era muy complicada; había máquinas para hervir el agua, enchufes que conducían la corriente eléctrica y toda clase de utensilios en la cocina y el baño pensados para ahorrar tiempo y proporcionar comodidad. Cada cosa tenía una textura distinta, un olor diferente…

El primer y principal desafío era cuidar de nuestros cuerpos. Eran frágiles. Precisaban alimentos y también protección frente a los elementos externos; el mío más que el de mis hermanos porque era joven y era la primera vez que bajaba a la tierra, no como ellos que ya habían experimentados estas sensaciones antes. Yo era mucho más vulnerable. Las primeras veces que me aventuré a dar un paseo, regresé tiritando porque no había caído en la cuenta de que no llevaba ropa adecuada. Preparar la comida era aburridísimo y, al final, nuestro hermano Jasper se prestó a encargarse de ello.

Durante las primeras semanas, mientras a mi me obligaban a ir acostumbrándome a todo lo nuevo que me rodeaba y era parte de mi, Jasper y Rosalie se encargaron de ir a echar las primeras ojeadas a nuestros protegidos, los Cullen. Por lo que habían ido descubriendo, ya que en el Cielo no nos dieron información alguna alegando que así nos esforzaríamos más y conseguiríamos mejores resultados por conocer a nuestros protegidos, era una familia compuesta por un matrimonio de mediana edad y un trio de hijos. El hombre del hogar era Carlisle Cullen, un neurocirujano del Hospital de Forks; su esposa, y diseñadora de interiores, era Esme; sus tres hijos eran Emmett, el cual no llegaría a los 22 años y era profesor de Educación Física del Instituto de Forks; Alice, la cual tenía 18 años y estaba en el último curso del instituto y Edward, el más joven de la familia ya que tenía 17 y estaba en un grado menor que el de su hermana.

Mis hermanos también descubrieron que, a pesar de no haber tenido ángeles guardianes antes, eran una familia ejemplar y que se tenían mucho cariño unos a los otros.

La primera vez que tuvimos una visita desde que habíamos descendido fue por la de un encargado del Señor. Este espíritu nos asignó a cada uno de nosotros nuestro protegido en esta misión. Jasper, por ser el más experto, se ocuparía del padre y la hija; Rosalie de la madre y el hijo mayor; y yo por ser mi primer humano y, ser el más tranquilo y fácil, el hijo menor. Yo no estaba muy de acuerdo en que me hubieran asignado el más simple, pero como eran órdenes del Señor una no podía rechistar ni replicar

Además de haber ido acostumbrándonos a nuestros cuerpos, y aprender de los Cullen sin acercarnos aún a ellos; porque eso sí, aunque no debiésemos establecer vínculos estrechos con los humanos, con nuestros protegidos nos veíamos obligados a poder protegerlos desde cerca, y eso conlleva tener su amistad.

Nosotros con tan solo pasar unos días desde nuestra llegada, nos aficionamos a pasear por la orilla, normalmente a la hora de la cena, cuando la playa estaba casi desierta. Una noche fuimos hasta el embarcadero para contemplar los barcos amarrados allí, pintados con colores tan llamativos que parecían sacados de una postal. Hasta que llegamos al final de este no vimos al chico solitario que había allí sentado. No podía tener más de diecisiete años, aunque ya era posible distinguir en él al hombre en el que habría de convertirse con el tiempo. Llevaba unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta blanca holgada y sin mangas. Sus piernas musculosas colgaban del borde del embarcadero; estaba mirando al horizonte, como si viera el más hermoso de los óleos o el más maravilloso de los poemas. Nos detuvimos en seco al verlo, a un par de metros de distancia.

-Es una de nuestros protegidos- soltó de repente Jasper. Rosalie y yo le miramos

-¿De quién se trata?- preguntó sonriente Rosalie. Era nuestra primera vez que tendríamos la posibilidad de hablar con uno de ellos

-El protegido de Isabella- de repente miré al chico.

Instintivamente di otro paso hacia delante para verlo más de cerca. Lo primero que me sorprendió fue su pelo, cobrizo castaño, que tenía un brillo lustroso a la media luz. Sus ojos, verdes esmeraldas intensos, eran de lo más hermoso que nunca había visto. Pero lo que me resultaba del todo fascinante era su sonrisa. Esa sonrisa si era la manera de como se debía sonreír, me dije. Sin esfuerzo, de modo espontáneo y torturada mente hermosa y adictiva.

Rosalie y Jasper me miraban algo asombrados, y me habría dado media vuelta en el acto que comprendí lo que acababa de hacer si él no hubiera advertido nuestra presencia, o más dicho la mía ya que me miraba directamente

-Hola- dijo con una franca sonrisa- Una noche agradable para caminar

Mis hermanos se limitaron a asentir sin moverse del sitio. A mí me pareció que era muy poco educado no responder teniendo en cuenta que era uno de mis protegidos y, de nuevo di unos pasos hacia él

-Si, es cierto- dije

Sabía que ya, habiéndole respondido, debía darme la vuelta y regresar con mis hermanos. Pero no podía, sentí la necesidad de seguir hablando con él, y lo más importante, seguir admirando esa embriagadora sonrisa y su hermoso rostro

-¿Qué andas mirando tan enfrascado?- mi pregunta no fue la correcta. Supongo que me dejé llevar por la curiosidad humana y deseaba saber que era lo que admiraba y había estado rondando por su mente hasta hace unos minutos

-La puesta de sol. Me parece que es una de las cosas más hermosas y mejor conseguidas que ha hecho Dios- me miró por unos instantes y vi como de su cara pasó una mueca- Espero que no te ofenda

-¿Por qué me debería ofender?- sin poder contenerme me senté a su lado. Ladeé la mirada hacia mis hermanos y vi como se alejaban. Seguro que pensaron que era mejor dejarme a solas para conocer mejor a mi protegido

-Pues… sé que es una tontería pero no todo el mundo cree en Dios y a lo mejor tú eres una de esas personas- no pude aguantarme la risa que me provocó aquello

-Andas muy equivocado. Mi familia es muy cristiana- suspiró aliviado volviendo a hacerme reír

-Menos mal. Ya pensaba que tendría que andar disculpándome por lo que creo. Pienso que no es justo que el Señor, con tanto que ha hecho, no se le tenga ningún respeto

-Yo también lo creo- miré a mis pies, por lo tanto hacia el mar el cual estaba de un azul negrero

-Edward Cullen- me tendió la mano mirándome con una franca sonrisa

Inmediatamente por mi mente pasó la conversación sobre nuestro paradero y por lo que nos haríamos pasar

-Isabella Hale- dudé por unos segundos pero en seguida le tomé la mano- Aunque prefiero Bella

-Te queda como un guante ese nombre- otra vez esa molesta sensación de quemazón en mi rostro, mi mayor enemigo: el sonrojo- ¿Esos con los qué venías eran tus padres?

-No, mis hermanos Jasper y Rosalie

-No se te parecen mucho- rió haciéndose de esta forma verse aún más hermoso. Si uno lo pensaba bien, Edward era muy observador

-Si, se podría decir que ellos son más bien como mi padre y yo como mi madre- mentí como mejor pude, sintiendo incumplir una de los 10 mandamientos

-Ya veo… entonces tus padres deben de estar en casa- intentó deducir

-No ciertamente- miré a mis manos y tragué saliva- mis padres fallecieron al yo cumplir 12. Me han educado mis hermanos

-Lo siento- dijo con el lamento en la voz. Pude ver la pena en sus ojos y quise de inmediato poder hacer desaparecer esa opacidad que nublaba sus esmeraldas- No he sido sensible contigo

-No te preocupes- lo miré directamente a los ojos y él hizo lo mismo. Sentí la necesidad de abrazarlo pero me reprimí- No lo sabías y yo considero a mis hermanos como padres. Pero gracias- le sonreí con mi mejor sonrisa y él lo hizo igual

-¿Y tus hermanos cuantos años tienen?

-Mi hermano Jasper 23 y va a ser el nuevo profesor de historia del instituto, y mi hermana Rosalie 21 y también trabajará en el instituto como enfermera.

-¿Y tú?- me preguntó curioso y no pude más que sonreír

-17. Estudiaré en el instituto

-Yo también tengo 17. Compartiremos clases- sonreí ante la idea

-¿Quieres ir a pasear?- dijo ¿esperanzado?. ¿Por qué?

Estaba deseosa de poder seguir hablando con él cuando Jasper respondió por mi:

-Vamos, Isabella. Hemos de volver a casa

Sólo entonces advertí el modo formal que tenía Jasper al hablar, comparado con la forma que empleaba Edward. Las palabras de Jasper parecían ensayadas, como si estuviera representando la escena de una obra de teatro.

-Quizás otro día- dijo Edward, captando el tono de Jasper aunque me miró algo apenado- Te veré en el instituto Bella

Me levanté a regañadientes y, echándole una última mirada a ese hermoso humano, él cual era mi protegido, me alejé con Jasper y nos unimos a Rosalie

-Eso ha sido muy grosero- le dije a mi hermano cuando Edward ya no podía oírnos. Me sorprendí a mí misma al decirlo. ¿Desde cuándo nos preocupaba a los ángeles dar una impresión de frialdad? Además, él era mi protegido y debía mantener una amistad con él y sentía tantas ganas de seguir hablando con él… ¿Pero qué decía? Llevé mi mano al corazón y lo sentí latir fieramente. ¿Por qué latía tan deprisa?

-Hemos de andarnos con cuidado, Isabella- me explicó, como si le hablara a una cría desobediente

-Jasper tiene razón- añadió Rosalie, que siempre se aliaba con nuestro hermano- Aunque sean nuestros protegidos todavía no estamos preparados para mantener contacto humano con ellos. Debemos aprender aún

-Yo sí- dije indignada

Me volví para echarle un último vistazo a Edward. Aún seguía mirándonos y sonriendo, y al sentir mi mirada sobre él me sacudió la mano a manera de saludo. No pude evitar hacer lo mismo y ruborizarme. ¿Por qué cuando me miraba me ponía así?

Capítulo 2: Café

 


 


 
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