It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12275
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 1: Capitulo I. Y entonces llegó ella, llenando toda mi vida de desorden.

 

Capitulo I.

Y entonces llegó ella, llenando toda mi vida de desorden.

Las cabezas de todos los jóvenes del instituto no paraban de pensar en la novedosa llegada de quien, al parecer, iba a ser el centro de atención por un tiempo indefinido.

Aquella mañana había sido más tediosa si cabe, por los múltiples y monótonos pensamientos, como si no hubiera sido ya suficientemente aburrido tener que asistir a un instituto en el que todos tenían un nivel intelectual muy por debajo del mío.
Todos parecían muy excitados en el aparcamiento, en donde al igual que yo, esperaban para ir a una excursión que sería igual de entretenida que estar encerrados en esa cárcel para adolescente.

—Parece que el día de hoy te está resultando menos llevadero —adivinó Alice, mi hermana, a mi lado. 
—No te imaginas cuánto —afirmé—. No sé cómo pueden estar todos tan emocionados por la simple llegada de un humano más.

Resoplé, me irritaba estar rodeado de personas tan simples.

—Bueno, tienes que entender que este es un pueblo tan pequeño —justificó Alice— y tan poco conocido… No debería extrañarte en absoluto la expectación que cause la llegada de alguien, y mucho más si es una chica.

Se trataba de eso. Todo giraba en torno a eso. 

Una chica nueva significaba infinidad de posibilidades para varios de los hormonados adolescentes, enamoramientos nuevos, al igual que poco eventuales circunstancias.

—Sólo deseo que termine el día ya —finalicé, riendo internamente al oír todos los pensamientos que se levantaron de golpe al ver a la chica. 

Continué con la vista al frente, esperando que los profesores terminasen de organizar las listas de los alumnos, para así poder marcharnos y que el día avanzase todo lo rápido que el tiempo lo permitiera. 
No sentía ni tenía la necesidad de girar mi rostro en torno a la chica. Su rostro danzaba entre las cabezas de mis inquietos compañeros de estudios. Los chicos pensaban en lo atractiva y dulce que les parecía, las chicas se limitaban a admirar su reciente popularidad, y Jessica Stanley, pegada a ella, se regodeaba en su éxito fortuito, envidiosa a la par de emocionada, pero sobretodo celosa.

—Dios mío, hay que ver todo lo popular que te has hecho nada más llegar —manifestó en tono fingidamente simpático.

Volteé a mirarla tan sólo para comprobar, una vez más, que su altísimo nivel de falsedad le ayudaba a que su rostro no mostrase lo que sus pensamientos gritaban, y entonces la vi.
Era exactamente como todos la proyectaban en su cabeza, tenía el cabello largo y oscuro, con unos ojos que resaltaban por su grandeza y profundidad en ese rostro con forma de corazón. 

Pude ver, a lo lejos, cómo el torrente de su sangre se concentraba en las mejillas al ser consciente de la curiosidad que despertaba. Parecía incómoda y totalmente fuera de lugar en aquella situación; era como si, realmente, ella supiera que ese sitio no le pertenecía y por eso esperase despertarse de la horrible pesadilla en la que no podía esconder la cabeza o huir de ahí. Jessica Stanley era su verdugo.
Intenté, sorprendido, despejar de mi cabeza todos esas especulaciones sin sentido sobre lo que realmente sentía la chica, y me limité a dar por sentado lo evidente. Ella sería igual de retorcida y calculadora que todas sus compañeras, o quizá no tanto así, pero seguramente estuviera disfrutando en cierto modo de su éxito. Fuera cual fuere el caso, las chicas tan jóvenes como ella limitaban a esa simpleza sus deseos.

—Creo que la chica nueva ya ha conseguido una nueva mejor amiga —dictaminó Alice—, incluso juraría que ya tiene varios candidatos a ser su pareja en el baile de fin de curso…
—No creo que Jessica Stanley sea la mejor compañía del mundo —concluí.
—Y menos cuando sepa que su querida y nueva obsesión desea que llegue el día de mañana para invitarla a salir —continuó ella, hablando de Mike Newton, quien parecía no caber en sí de gozo por la aparente atención que le había prestado la chica en alguna clase.

Ambos suspiramos y avanzamos al principio de una fila que se llenaría de gente pronto.

— ¡Vale chicos, poneos en fila para subir al autobús! —gritó el profesor Banner, confirmando nuestras respectivas iniciativas.

“—Qué suerte tiene Jessica Stanley, ojalá yo pudiera sentarme con ella.”
“—Ojalá fuera más fuerte, entonces seguro que tendría posibilidades con ella.”
“—No entiendo cómo todo el mundo le presta tanta atención, tan poco es para tanto. Es tan pálida y delgaducha.”


Decenas de pensamientos me taladraron la cabeza cuando entramos al autobús. Intenté bloquearlos todos, pero la intensidad y emoción de algunos no me permitían lograrlo. 
Alice y yo nos sentamos al principio de todo, era la forma más fácil de mantenernos alejados de los cuchicheos y conversaciones insustanciales. 

Situé mi vista al frente, mirando al vacío, intentando centrar mis pensamientos en lo que iba a hacer esa noche. Los alumnos llenaban el caudal del autobús rápidamente. Los profesores me habían demostrado que, a contratiempo, trabajan más eficazmente. 

Jessica Stanley sonriente subió al autobús una vez el profesor tachó su nombre de la lista, precedida de su nueva amiga. Al subir el primer escalón del autobús, la chica tropezó, hecho que me provocó un repentino ataque de risa interna. Procuré, por cortesía, no mostrar exteriormente lo que por dentro me hacía retorcer, cuando de repente una oleada de aire se internó en el autobús con ella, entrando con furia y decisión, internándose en mis pulmones y quemando mi garganta. 

Mis músculos se tensaron y la ponzoña empezó a llenar mi boca deseosa de sangre. De su sangre. Me puse de pie, dispuesto a no esperar ni un solo segundo, a deleitarme con el dulce aroma de su sangre llenándome por dentro, saciando mi sed de ella. 

"— ¡Edward no lo hagas!" —escuché el grito desesperado de Alice, que sostuvo mi mano con toda la fuerza que ni siquiera tenía. Volví los ojos a ella, fastidiado. 

Me mostraba todo lo que sucedería si yo atacaba a esa humana; todos lo verían, nos descubrirían y ella se vería obligada junto a mí a acabar con la vida de todos los testigos oculares de mi error. Un rugido se ahogó en mi pecho. 

Detrás de nosotros, todos veían la escena con curiosidad y extrañez. Habían estado a punto de presenciar la muerte de la chica nueva, de la que todos hablaban, en mis manos. Mi boca se deshacía en el deseo de poseerla, de sorber hasta la última gota de sangre que borboteaba de su corazón, ese corazón que en ese mismo momento escuché palpitar con desesperación en su pecho. 

La encontré delante de mí, mirando con una expresión que parecía de miedo, mientras Jessica no dejaba de pensar en qué podía suceder para que me hubiera puesto tan furioso. 

Incluso su aliento era tan apetecible… su piel era tan fina que podía ver la burbujeante y caliente sangre emanar color a sus mejillas. Sostuvo mi mirada, confundida y desorientada…

“—Edward, si la llegas a morder, todos se darán cuenta y entonces estaremos perdidos... “—rogaba Alice en su fuero interno.

Apretó mi mano con decisión, dispuesta a no dejarme hacer y yo quise deshacerme de su agarre para terminar con esa tortuosa lucha que se había desatado entre mi sedienta garganta y la lealtad que le debía mi padre.

Carlisle era un hombre bueno, nos había acogido a todos en su familia y había intentado apartarnos del camino del mal. Quería salvarnos y en ese momento, yo, que tanto deseaba la salvación después de mi estadía en este purgatorio, estaba a punto de echar a perder años y años de abstinencia. El monstruo al que tanto temía y odiaba, había aflorado como la bestia salvaje que era, había arrasado con toda la sensatez que me solía caracterizar.

Intenté adentrarme en la mente de la muchacha, para encontrar un motivo por el cual debiera compadecerme de ella, quizá en ese momento no podía acabar con su vida, pero necesitaba un motivo a pesar de que nadie sirviera realmente para acallar al monstruo que pedía a gritos salir de su cárcel. 

La muchacha respiró desesperada y se llevó la mano al pecho, cabizbaja y empezó a temblar. Enrojeció completamente y eso hizo que me volviera loco nuevamente.

—No… —musitó. Fue un susurro inaudible para alguien que no fuera como yo, pero aparte de esas pequeñas articulaciones, no pude oír nada más en ella. —Ayúdame… —levantó la cabeza, con lágrimas en sus cenagosos ojos.

Todo esto llamó la atención de los presentes, que entre murmullos se acercaron a ver lo que sucedía. La chica se había quedado completamente paralizada y estaba llorando de la desesperación y el susto.

— ¿Qué sucede Isabella? —la profesora Stann subió las escaleras del coche a toda prisa, colocándose detrás de la muchacha y sosteniéndola por la cintura. 

Isabella buscaba un resquicio de aire entre toda la desesperación que parecía anegarla, y se tambaleó un poco. 

—No… no lo sé —fue lo único que pudo decir.

— ¿Es que te ha hecho algo el chico Cullen?

Mi rostro se tornó más sombrío en cuanto dijo eso, ¿acaso yo la había tocado? Por supuesto que mi propósito era acabar con su vida, con tal de acallar mi sed, pero mi hermana no me había permitido siquiera tocarla.

—Es solo —se secó las lágrimas y sorbió por la nariz—, no me encuentro bien.

“—Dios mío, esta chica no se tiene que encontrar nada bien. ¿Cómo demonios se va a sentir bien si está llorando? —la profesora parecía escandalizada con todo lo que había sucedido, y todavía albergaba la duda, tras observar mi expresión de absoluto enfado, que yo no hubiera sido el causante de la reacción de la muchacha. 

Volví a tratar de encontrar el porqué de su comportamiento tan extraño en su cabeza, pero no sabía si el no lanzarme a beber del flujo de sangre que imperaba en su cuello estaba absorbiendo toda mi concentración, pues no llegaba a encontrar ningún pensamiento que estuviera relacionado con su voz en ese galimatías de cavilaciones. 

—Bella, si quieres puedo quedarme contigo y acompañarte a la enfermería —se ofreció Mike Newton, que había avanzado desde detrás del autobús con desesperación, para saber qué era lo que sucedía con su chica. 

Retrocedí en mi inicial camino, con frustración y me senté al lado de Alice. Preferí ignorar por completo la absurda preocupación que tenían todos por la chica. Ella se encontraba bien, era la chica más sana que había conocido en mi vida, si no, sólo había que fijarse en su apetitosa y cálida sangre. 

Volví a levantarme para salir de allí. Su sangre me llamaba, me pedía a gritos que la hiciera mía para terminar con esa tortura. Escuché los pensamientos contradictorios de Alice perseguirme por todo el camino de vuelta a mi coche, los profesores y todos en general se preguntaban el porqué de mi repentina huida. Muchos me reprochaban el haber hecho algo que ni siquiera había llegado a perpetrar. Si hubiera tenido la oportunidad, si Alice no me lo hubiera impedido… quemaba, ardía el deseo en mí por el recuerdo de su fragancia. Ese enloquecedor aroma…

— ¡Se puede saber qué sucede contigo Edward! No sé qué ha pasado allí, pero me has dado un susto de muerte…

Alice me miraba con reproche. No pude soportar toda la presión que ejercía todo aquello sobre mí, y espeté contra la puerta de mi coche, que se abolló por no romperse en mil pedazos.

—No lo entiendo Alice, no sé lo que me ha sucedido pero esa maldita humana ha hecho que por un momento estuviera seguro de querer acabar con su miserable vida.

Estaba enfadado, tenía ganas de golpear cosas, de acabar conmigo por ese maldito deseo que había sentido. Lo peor de la situación no era que mi hermana hubiera sido testigo de lo que me había sucedido, si no que por mi culpa habían estado a punto de descubrir lo que éramos. Pero yo no tenía la culpa, era el monstruo que había en mí, y ella… Isabella era la culpable de mi actual agonía. Apreté mis dientes al recordar su nombre; traía consigo el sabor de su aliento, el recuerdo del acaudalado torrente de sangre bajo su membrana.

—Ibas a matarla, por un momento pensé —llevó sus manos a la cabeza, con preocupación y desconcierto—, estabas decidido…

Me marché enseguida, adentrándome en la maleza del bosque que había al lado del aparcamiento. 

Todos los años de esfuerzo y de contención se habían esfumado en el instante en que el olor de la sangre de la humana se apoderó de mis sentidos. Sentía que nunca volvería a estar en paz conmigo mismo si no acababa con aquel deseo irrefrenable de beber de ese néctar prohibido… entonces planeé irla a buscar. Sabía quién era ella; su padre era el jefe de policía de Forks ¿y quién no sabía dónde vivía?, de no saberlo, hubiera sido tan fácil como averiguarlo e ir a por su suculenta hija. El monstruo dentro de mí se satisfizo con eso, y así tracé el plan perfecto. Iría hasta su casa en ese mismo momento, esperaría a que ella llegase, y cuando ella entrara en la habitación, sola, aprovecharía para saciar mi sed. La ponzoña volvió a gobernar mi boca y mis sentidos se agudizaron como cuando iba de caza. 

Fui lo más precavido que pude en cuanto entré a su casa, por una ventana. Al parecer había alguien en ella, de modo que me limité a buscar la habitación de la muchacha en cuestión rastreando su aroma. La casa era pequeña, estaba algo desordenada, no se parecía en absoluto a la de mi familia, tan pretenciosa y grande… Escuché los pensamientos de un hombre, deduje que esa voz sería del jefe Swan, de modo que me escondí tras la puerta de una habitación que parecía segura.

—No Reneé, no pienso decirle nada —dijo, en tono molesto. “Ella no se imagina lo doloroso que es tener que decirle algo así a tu hija de diecisiete años y no quiere saberlo, por eso me lo pide a mi…”—. Y si tienes tantas ganas de decírselo, ¿por qué no te molestas en venir tú a decírselo? Pareciera que no te importara tu hija. Te fuiste, haciendo que ella decidiera quedarse conmigo y pretendiendo que yo creyera que era lo mejor para su salud…

¿A qué se refería con su salud? ¿Es que acaso la chica tenía algún tipo de problema, que no fuera el que un vampiro sediento de su sangre la asediara?

La mujer al otro lado del teléfono sonó triste y molesta al contestarle.

—Tú también eres muy egoísta —refutó él enseguida, caminando de un lado a otro. — Reneé, ella… no sabemos la progresión de todo esto… No sabemos qué es lo que va a suceder y cuánto tiempo puede tomar… No te pido que dejes a tu marido, ni que apartes a mi hija de mí, pero podrías venir y estar con ella...

“—… y conmigo. Te necesito, no sabes cuánto te necesito…—deseaba decirle, lo gritaba, en su cabeza no deseaba otra cosa que no fuera estar con la madre de Isabella. Rompió a llorar, le sentí caer al suelo y junto a él, el teléfono. Sus sollozos se oían desde el fondo del pasillo, que era donde yo me encontraba. Le escuché llorar en silencio, mientras él gritaba lo injusto que era algo que no llegaba a pronunciar, ni siquiera en su mente. 

Me sentí un monstruo, una bestia que pretendía arrebatarle a un hombre destrozado lo que parecía ser lo único que tenía en la vida. Llegué a comprender sólo en ese momento la magnitud de mis decisiones, de lo lejos que había llegado en mi deseo por su sangre. Tenía que salir de ahí, marcharme, alejándome lo máximo que pudiera de ella, de la tentación y el suplicio que significaba para mí. No podía destrozar todo lo conseguido en años, ni tampoco el corazón de un hombre solitario… mucho menos podía traicionar la confianza de la única persona que había dedicado años y años a curtirme con sus ejemplos.

En cuanto él se marchó al piso inferior, me decidí a salir de la habitación para marcharme por donde había venido. Todo había sucedido demasiado rápido. Nunca me hubiera imaginado lo que estaba por suceder cuando empecé a oír lo emocionados que estaban todos con la llegada de la hija del jefe Swan, y ahora me encontraba allí, en una habitación que parecía ser de la persona que asediaba. Había estado decidido a irme, pero después de que hubiera escuchado la conversación del padre de Isabella sobre algo que desconocía, quise averiguar más. Caminé por la pequeña habitación. Observando indicios de algo que me pudiera decir lo que había sucedido, decidí buscar en los cajones de su escritorio, en esos sitios suele haber información… supuse. 

Desengañado, comprobé que no había más que revistas turísticas y anotaciones. Las miré una a una, dándome cuenta de lo entrometido que estaba siendo. Yo quería matarle, pero además quería saber sobre ella, aunque no creo que nadie se preocupase del sujeto al que iba a asesinar antes de llevar a cabo la acción, pero si me mantenía lejos de ella, estaba seguro de conseguir no matarla. 

Volví a sentir un ligero escozor en la garganta cuando abrí el último cajón, en apariencia, estaba vacío, y si no hubiera tenido la vista tan aguda, probablemente no habría encontrado su diario. Era una libreta pequeña, de tapa dura y multicolor, con pequeños puntos dorados formando distintas formas, escondida en un apartado secreto del mismo cajón. La abrí, sintiéndome ansioso por saber lo que habría en él. Sé que no me incumbía nada en la vida de ella, pero me llamaba demasiado la atención el misterio en el que envolvía su padre lo que tanto le preocupaba decirle a su hija.

“Querido diario, 
Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.”


Ante mí se mostraba todo lo que no había podido escuchar mientras la tenía delante de mí. Era extraña la sensación que me embargaba, ¿compasión era lo que sentía por su sacrificio? ¿por que ella hubiera preferido irse, a hacer desdichada a su madre? Pasé unas páginas más. Las jóvenes de su edad escribían cosas sobre chicos que les gustaban en sus diarios, sobre deseos egoístas e insustanciales… o eso deducía de las mentes que había leído.

“Mañana me marcho, mi madre está triste y yo también, a pesar de no demostrarlo. Prefiero que piense que me siento contenta al marcharme con Charlie, aunque no es del todo mentira. En el fondo, sentía la extraña necesidad de verle, de pasar algún tiempo con él. 
Últimamente me siento tan cansada… mi madre dice que el médico le ha dicho que es por falta de vitaminas, pero no estoy tan convencida de eso, aunque también pudiera ser. También cabe la posibilidad de que la culpa la tengan todos esos exámenes que me hicieron. Necesito descansar.”


Pasé otra página, ansioso.

“Querido diario,
Hoy me ha pasado algo tan extraño… Estaba corriendo hacia una clase, porque llegaba tarde y he tropezado de una manera tan patosa… hubiera sido normal, de no ser porque ni siquiera fui capaz de evitarlo. Seguramente sean estupideces mías, estoy muy cansada.”


— ¡Vale papá, enseguida bajo a comer! 

Escuché que alguien subía las escaleras hacia el piso superior, de modo que me apresuré todo lo que pude en dejar el diario en su sitio y me marché de aquél lugar.

 

Capítulo 2: Capitulo II. Alejarme de ella, esa es la mejor opción.

 
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