Pervirtiendo a Edward (+18)

Autor: mari584
Género: + 18
Fecha Creación: 19/06/2010
Fecha Actualización: 09/12/2011
Finalizado: SI
Votos: 89
Comentarios: 256
Visitas: 335772
Capítulos: 34

"Bella es la chica linda de la escuela y también es malvada, pervertida y coqueta. Siempre tiene lo que desea. Es por eso que verá en Edward, un tímido y sencillo estudiante, la materia prima ideal para su hombre de ensueño. El problema es que necesita unos "pequeños toques" por lo que Bella sumergirá a Edward en un océano de lujuria, desenfreno y libertinaje, para obtener lo que desea de ese hombre… pero en el intento, las cosas pueden no resultar como esperaba… al final, puede haber terminado creando un monstruo…"

chicas nueva historia y un nuevo comienzo...! =D

esta historia no es mia es de Natalia alias nandir77, es una excelente historia de esta maravillosa autora, espero que sea de su completo agrado para todas uds...! =D

espero que les guste y me lo hagan saber mediante sus comentarios y votos...! =D

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Capítulo 20: Nuestra noche

 

Bella POV

Me sentía perdida en la inmensidad de los ojos verdes de Edward. No estaba segura en qué momento las cosas habían pasado de estarlo odiando a estarlo amando, pero no me importo demasiado… esta noche, seria para nosotros.

Me sentí inconfesablemente nerviosa cuando Edward me tendió sobre el césped del prado, y un escalofrío que no era por la temperatura, me recorrió el cuerpo desde los pies a la cabeza. ¿Seria posible que esto, tantas veces soñado e imaginado estuviera realmente sucediendo? Mi mente se negaba a reconocerlo, pero las sensaciones de mi cuerpo eran inequívocamente verdaderas. Sentí la delicada presión de su mano delineando la curva de mi cadera, mientras su acompasada respiración removía levemente el cabello sobre mi frente.

Esto era real. Y yo apenas podía creérmelo.

Sus labios acariciaron los míos con infinita dulzura. Sentía como el corazón me galopaba desbocado en el pecho, y estaba segura de que el sonido era tan fuerte que ambos podíamos escucharlo. Edward no hablaba y yo tampoco. Lo que teníamos que decir ya no lo explicaban las palabras. Lo amaba. Se lo había dicho. Y él me correspondía.

Desesperada por el mar de emociones, acentué la presión sobre sus labios, entreabriéndolos, pues deseaba más de Edward y no creí que fuese capaz de cansarme de él. El me devolvió el beso en forma apasionada, sintiendo tanto como yo la punzante desesperación y necesidad de pertenecernos.

Esta ocasión era tan diferente a todas las vividas… ya no era yo la mujer osada animosa, que se divertía haciendo esto… yo ahora era solo Bella, en los brazos de Edward, tan temblorosa como una hoja y ansiosa como jamás lo había estado. Me deje hacer. Quería que él me hiciera suya más que nada en este mundo.

Edward siguió besándome, acrecentando el calor de mi cuerpo. Mis brazos lo atraparon, atrayéndolo más a mí, apretándolo contra mi cuerpo. Un suspiro ronco escapo de sus labios y sentí como se me erizo la piel al oírlo. Se separo un instante solo para mirarme. Una suave brisa removió su cabello y no podía creer que mis ojos tuvieran delante de mi tanta belleza. Edward se removió un poco sobre mí, tratando de no aplastarme, pero yo estaba lejos de dejarlo escapar. Sentí una suave sonrisa cuando se sintió atrapado, y dejo de intentarlo. Esta vez su beso fue más furioso, lleno de deseo. Sus manos acompañaron a sus labios y descendieron sobre mis costados, buscando explorar algo más de piel. Me levante para ayudarle y el deslizo sus manos sobre mi camiseta, tratando inútilmente de removerla, puesto que estaba demasiado apegada a mi cuerpo. Lance un gemido de asombro cuando lo oí desgarrarla, pero esto no hizo más que encenderme más. Sentí sus manos quitando los trozos de tela, mientras sus dedos temblorosos acariciaban mi espalda desnuda. Sonreí al recordar que por su culpa era imposible que trajera ropa interior, pero eso solo lo hacía más simple. Sus dedos delinearon mi espalda, apretando, conociendo y luego volvió a dejarme descansar sobre el césped.

Sus labios besaron mi cuello y fueron descendiendo tortuosamente hasta mi clavícula, dejando un rastro de besos, que bajaban con decisión hasta encontrarse con la delicada curva de mis pechos desnudos. Gemí de placer al sentir sus labios, besando cada milímetro de piel expuesta, mientras sus manos se amoldaban también, apretando y acariciando. Pronto su lengua acompaño a sus labios, acariciando con vehemencia los pezones endurecidos por el deseo, y haciéndome emitir gemidos acompasados de placer. Quería mas, y su lentitud solo me hacia enloquecer.

Pronto mis manos se enredaron en su cabello, enfebrecida de la sensación de su lengua suave acariciando mis senos. Lo atraje más hacia mi pecho, y el, comprendiendo, afianzo su agarre, dándome caricias mas apasionadas y mordiéndome con suavidad. Pensé que el corazón me explotaría.

Con una horrible lentitud, sus manos descendieron por mis piernas y volvieron a subir llegando a la cintura de mi pantalón. Me miro un momento, como asegurándose de que todo iba bien, y luego tiro de mis pantalones con maestría, dejándome automáticamente desnuda. Me sentí enrojecer y agradecí que fuese de noche. No sabía porque sentía estas emociones con Edward, si ya había vivido antes cosas similares. Pero nada parecía compararse a él y sus manos trémulas, explorando cada parte de mi cuerpo.

Cuando mi respiración agitada se calmo un poco, decidí que era el momento de desnudarlo a él también. Comencé a desabotonar su camisa, pero mis dedos torpes no conseguían el propósito. Sentí una punzada de desesperación. Seguí el ejemplo de él y le di un tirón seco a la camisa, haciendo volar los botones. Escuché la risa musical de Edward, divertido por mi osada idea y luego el mismo terminó de quitarse la camisa, impaciente. De alguna forma había conseguido también quitarse los pantalones, aunque no pude percatarme del momento en que lo hizo. Estaba demasiado perdida en la profundidad de sus ojos, en la electricidad de sus manos al tocarme, y en el temblor de mi piel…

Me arriesgue a más y decidí tocarlo. Mi mano descendió despacio entre nosotros, haciéndose lugar y me permití atrapar la masculinidad de Edward, alcanzado a percibir lo excitado que se encontraba. Su erección en mi mano respondió al contacto, latiendo y e hinchándose, como si tuviese vida propia. Me gusto causar esas reacciones y le di un apretón, ganándome un gemido ronco. Quería ser la autora de su placer y capaz de cumplir todos sus deseos.

En un movimiento rápido, Edward me puso sobre él, cambiando la posición inicial. Sentí un cosquilleo al percibir la cercanía de nuestros sexos, y mi corazón comenzó con su loca carrera una vez más. Edward deslizo sus manos por mis costados, apretándome en la cintura y volviendo a subir hasta apoderarse nuevamente de mis senos. Los tomo y no pude evitar gemir ante su contacto. Sus manos quemaban en mi piel, dejando una marca invisible allí en donde tocaba. Jadeé con desesperación, buscando calmar el fuego que reinaba entre mis piernas. Sentí la mano de Edward deslizarse entre nosotros y el toco mi sexo, que palpitó ante su contacto. Sentí un mareo suave, que fue pronto reemplazado por oleadas de placer al sentir como acariciaba mi centro húmedo con sublime delicadeza, introduciendo un dedo despacio, y entregándome placer sin límites, a la vez que acariciaba toda mi intimidad con la palma de su mano. Me estaba desesperando y lo quería dentro de mí, pero no me lo permitió. Con otro movimiento, volví a quedar de espaldas, esta vez, Edward comenzó a besar mis senos con pasión, deslizando su lengua sobre mis pechos, uno después del otro y así fue descendiendo, dibujando formas en mi vientre, enviando oleadas de placer por mi espina dorsal y haciéndome estremecer al ir bajando hasta la curva de mi cadera. Su lengua siguió dibujando, mientras sus dientes mordisquearon levemente la suave piel de mi vientre, hasta que llego a estar sobre mi centro.

Sentí su respiración cálida sobre mi intimidad y me estremecí en anticipación. Creí que moriría cuando sentí los suaves labios de Edward besar mi sexo, dulcemente, y con gentileza. Luego sentí su lengua suave abrirse paso entre los pliegues de mi centro, haciéndome gemir con desesperación. ¿Cómo Edward podía pasar de ser un chico sin experiencia a hacer semejantes cosas con la lengua? No conocí jamás sensación tan intensa, mis piernas temblaban sin control y mis manos se perdían en la suavidad de su cabello bronce.

Sentí cosquilleos en todo el cuerpo, los cuales se fueron acrecentando en la espalda baja y en el vientre. Un calor conocido comenzó a llenar mi cuerpo, mientras la lengua de Edward recorría por completo mi muy mojada cavidad, deslizando, succionando, besando, hasta hacerme sentir mareada de pasión. Mi respiración se torno dificultosa, agitada. Pronto sentí que la fuerza incontenible del orgasmo se avecinaba, y casi sin percatarme de lo que hacía, jale con fuerza el cabello de Edward, enterrándolo más aun en mi sexo, mientras un grito ronco escapaba de mi garganta, haciendo que sus labios se entreabrieran gimiendo. La sensación fue tan fuerte, que me sentí desfallecida en un instante.

Lo cual no significaba que esto se detendría.

Edward serpenteo sobre mí, hasta alcanzar mis labios entreabiertos aun de placer y me beso. Increíblemente sus labios parecían aun más suaves que antes. Le devolví el beso con ansias, a pesar de mi cansancio.

Antes de que él se percatara, tome a Edward con una fuerza que hasta a mi me asombro y lo deje de espaldas. Esta vez me tocaba a mí.

Me deslicé despacio por su vientre hermoso, delineando sus músculos con mis labios. Lo sentí gemir despacio, lo cual actuó de acelerante para mis ya revolucionadas hormonas. Deslice mi lengua por su pelvis, haciendo que Edward se retorciera deliciosamente. Era mío. Descendí lo suficiente para tener su firme sexo frente a mí, y me deleité en la vista, antes de tomarlo entre mis manos. Era grande y caliente, y se me antojo tenerlo entre mis labios. Edward no hacía más que gemir mi nombre, haciendo que los vellos de la nuca se me erizaran de puro placer. Con lentitud, envolví su miembro con mi lengua, ganándome un sonoro gemido de placer que me hizo volver a humedecer.

Mis labios apretaron a Edward, y luego comencé a adentrarlo más en mi boca, tratando de tenerlo por completo dentro de mí. No fue posible, pero hice múltiples intentos, lo cual me hacia ganar mas y mas gemidos de Edward. No debía de estarlo haciendo tan mal. Enrollé mi lengua y succione enloquecida, envuelta en el placer de causar sensaciones en el cuerpo del hombre que amaba. Lo sentí tensarse, y sus manos atraparon mi cabello, mientras jadeos entrecortados se escapaban de sus labios, con una respiración errática y entrecortada. Aumenté el ritmo de mis succiones, haciendo entrar y salir su miembro con rapidez de mi boca, hasta lo más profundo que me fue posible. Deseaba sentir su esencia en mi boca, en mis labios, añoraba sentir su sabor. Y no transcurrió mucho tiempo hasta que lo logré. Sentí las piernas de Edward tensarse fuertemente, y su vientre endurecer. El agarre de sus manos en mi cabello aumento, mientras el lanzo un grito ahogado de placer, y yo estrujaba su miembro hasta apoderarme de la última gota de su semen, bebiéndolo, adorándolo. Bese su sexo y sonreí feliz. Ahora el también había disfrutado, y era glorioso.

Me sentí feliz y poderosa, pero la alegría me duraría bastante poco.

La mano de Edward me atrajo hacia él, y me volvió a besar dulcemente, con la necesidad plasmada en sus ojos. Sus manos acariciaron mi espalda desnuda haciéndome gemir extasiada por la sensación reconfortante de sus manos en mi piel. Sus besos se volvieron más demandantes y yo respondí gustosa. Su lengua acariciaba mis labios, y sentir su sabor en mi boca era embriagante. Sus manos se enredaron en mi cabello, mientras el beso se volvía frenético, y nuestras respiraciones perdían el ritmo.

Edward se volvió a mover, hasta quedar sobre mí. Por un momento, se detuvo para contemplarme. Sus ojos estaban tan oscuros, que casi olvide que eran verdes. Los veía casi negros, oscurecidos por el deseo. Me vi reflejada en ellos, tan deseosa como él, quizás más. Su fresco aliento tibio me acaricio la piel desnuda del cuello y mi corazón alborozado casi tartamudea en su ritmo cuando sus labios volvieron a hablar luego de un largo rato de silencio para decir las palabras más hermosas que mis oídos han escuchado.

- Te amo 

- Como yo a ti- respondí, casi con un hilo de voz, pero totalmente segura.

Luego, los brazos de Edward se volvieron demandantes. Esta vez no tenía esa suavidad inicial, sus caricias estaban teñidas de impaciencia, lo cual me encantaba para ser sincera.

Sentí sus uñas enterrándose en la suave piel de mis caderas y un gemido ahogado escapo de mis labios. Sus labios frenéticos atraparon nuevamente mis senos, mordiendo y succionando, con ansias.

Lo atraje hacia mí, deseosa de sentir su piel, mientras abría las piernas para dejarlo entre ellas. Vi brillar sus ojos, y su sexo rozo mi entrada. Pude notar que estaba duro y caliente, y mi cuerpo se arqueo buscando sentirlo de una vez. Sentí el temblor en el cuerpo de Edward y lo ayude a decidirse. Levante mis caderas hasta que su sexo quedo en la posición apropiada. Me miro a los ojos, y vi el rubor en su rostro. Lo ame más aun por su duda, proveniente de su poca experiencia. Entonces, sentí que poco a poco, entraba en mí.

Fue con lentitud, como si temiese herirme. Cada centímetro que ingresaba en mi cuerpo, eran un epíteto del deseo mas sublime. Era increíble. El me estaba llenando. De pronto, quizás por la desesperación o el anhelo, terminó de entrar en mí de un solo golpe, haciéndome gritar tanto como él. Mi cuerpo enfebrecido destilaba puro éxtasis, mientras los dientes de Edward se enterraban en mi hombro. Lo atrape entre mis piernas, incitándolo a moverse. Por fin era suya, y por fin el era mío. No había nada más en este mundo que importase. El momento era nuestro.

Las caderas de Edward comenzaron a tomar ritmo, entrando y saliendo, al principio con cierta timidez y cuidado, pero a medida que el placer dominaba nuestros cuerpos sus embestidas se fueron haciendo cada vez más fuertes y profundas, lo que hizo que nuestros gemidos terminaran siendo prácticamente gritos desgarrados de placer. Lo sentía llenarme y la fricción me estaba matando. Las manos de Edward apretaban mis caderas, y nuestras pieles resbalaban bañadas en una suave capa de sudor.

La respiración agitada de Edward se mezclaba con mis gemidos, y de vez en cuando solo se escuchaba el sonido acuoso del chocar de nuestras caderas. El ritmo de Edward aumento más aun con fuerza, haciéndome sentir esa inequívoca sensación de calor en mi vientre, que me avisaba del orgasmo próximo. Entreabrí mis labios, buscando más oxígeno. Me aferre con fuerza a su espalda sudorosa, mordiendo su cuello al sentir el éxtasis. Edward llego al clímax al momento de sentir mis dientes en su piel, lanzando una seria de gritos entrecortados, que me hicieron estremecer más aun. Pude sentir su calidez derramándose en mi interior, llenándome. Nos estábamos estrujando en los brazos del otro, besándonos sin cansancio. Y casi nos deslizamos de entre nuestros brazos, quedando débiles y felices.

Esto era lo más increíble que había vivido en mi miserable existencia. No creía merecer tanta felicidad. Era un hecho. Si tuviera que morir ahora, lo haría en los brazos de Edward y eso me haría feliz.

Me acurruqué a su costado, mientras él me acariciaba el cabello. No hablamos. No hacía falta. Con tan pocas palabras habíamos dicho tanto…

Y entonces, para mi asombro, Edward volvió a tomarme.

No es que me quejase al respecto, pero me dejo asombrada. Sus manos tibias comenzaron a dibujar círculos en mis caderas y mis muslos, reavivando una vez más la llama del deseo, que parecía no querer extinguirse. Me subió sobre él, hasta dejarme sentada justo sobre su sexo. Jadeé. El se levanto un poco, afirmándose en sus manos y me miro, esperando a que yo tomara el control. Eso me gusto.

Sonreí al sentir su miembro palpitante bajo la piel de mi sexo, el cual ya comenzaba a humedecerse ante la expectativa, aun sin que Edward me tocara. Me acomode sin mayores preámbulos, con una nueva necesidad de Edward naciendo en mi interior. Introduje su miembro en mi con lentitud, sintiendo como me llenaba en cada centímetro nuevamente, hasta que nos encontramos una vez mas firmemente unidos. Edward gimió, y yo me mordí los labios, extasiada. Mi cabeza se fue hacia atrás, mientras él me apretaba contra su pecho firme, y comenzaba a marcar un suave ritmo con sus caderas. Sus labios atraparon mi piel de nuevo, besando mi cuello, acariciando. Su aliento fue una caricia en mi piel, mientras su aroma se impregnaba en mí. Sus manos bajaron hasta mis nalgas, aferrándose a ellas y apretando, con los bríos renovados. Comenzó a levantarme y dejarme caer sobre su sexo, haciéndome subir y bajar con una maestría asombrosa. Su miembro de deslizaba dentro de mí con suavidad, mientras ambos nos empapábamos de nuestras respectivas humedades, mezclándonos aun en este aspecto. Lo tome por los hombros y comencé a marcar el ritmo, respirando acelerada ante mi esfuerzo. Podía sentir la magnitud del miembro de Edward adentrándose en mis entrañas, hasta que sentí que un nuevo orgasmo venía a derribarme. Y lo hizo, esta vez con una fuerza gigante, lo cual me hizo apretar los músculos de mi sexo, lanzando también a Edward al pozo del deseo siempre insondable, cegado por un fuerte y explosivo orgasmo que sentí húmedo dentro de mi cuerpo, una vez más. Sus embestidas eran como caricias para mi cuerpo. Era una suerte que estuviésemos en campo abierto o nos hubiesen denunciado por ruidos molestos.

Me reí ante ese pensamiento.

Edward se mantenía en silencio, aferrándome entre sus brazos. Su cabello estaba imposiblemente despeinado, pero eso me gustaba. No quería pensar como se encontraría el mío.

- ¿Qué es lo gracioso?- pregunto Edward, con voz sedosa

- Nada – dije, riendo otra vez

- No me hagas esto- se quejo- me mata no saber lo que piensas

- Bueno… me preguntaba que hubiese pasado de haber hecho esto en casa… ¿tú crees que se hubiesen quejado los vecinos por ruidos molestos?

Edward rio. Su risa clara y cristalina me acaricio el alma, como bálsamo.

- Creo que hubiésemos tenido un par de problemas- acepto- Deberemos aprender a mantener nuestras bocas un poco más cerradas.

- No lo creo posible- musite suspirando

- A decir verdad yo tampoco – rio de nuevo

Me abrace con fuerza a él. No quería que la noche acabase nunca.

Edward me atrapo con sus fuertes piernas y me acaricio un brazo, delineando la forma de este.

- ¿No tienes frio?- pregunto de pronto

- No- dije. Y era verdad. Estaba muy lejos de sentir frio, a pesar de ser de madrugada.

- Bella…

- ¿Edward?- pregunte, queriendo saber lo que iba a decirme

- ¿Cuándo te distes cuenta que me amabas? – pregunto

Dude un segundo antes de entregar mi respuesta.

- Creo que me di cuenta hace muy poco… lo siento. Pero en realidad mi corazón lo sabía hace mucho tiempo. Si he de ser sincera, el se dio cuenta cuando te fuiste a California. Pero no se lo digas a nadie- le dije, en tono de broma

- No te preocupes, se lo testaruda y ciega que eres – me dijo

Luego volvió a besarme. Y no tuvo más que hacerlo para encenderme de nuevo. Estaba con el cuerpo un poco adolorido, pero en el instante en que sus labios tocaron los míos, se me olvido cualquier dolencia que pudiese tener.

- Edward- musite- ¿no crees que ya ha sido… suficiente?

El me miro con sus ojos oscurecidos una vez más.

- Jamás tendré suficiente de ti – me dijo con voz ronca

Eso basto para mí. El deseo me golpeo una vez más y enfebrecida, abrace a Edward, mientras rodamos por el césped húmedo. Las manos de Edward abrieron ampliamente mis piernas, para hacerse el espacio suficiente. Sin muchos preámbulos esta vez, entro en mí de una sola estocada, haciéndome lanzar un grito de placer.

Edward gruñía descontroladamente, sudoroso, alborotado, mientras su cabello suave se iba humedeciendo y se pegaba a su frente. Bese sus labios enrojecidos de tantos besos, deslizando mi lengua por entre ellos, haciéndolo gemir en mi boca. Sentí enloquecer cuando Edward acrecentó las embestidas en forma furiosa, haciendo temblar a mi cuerpo por completo.

- Ahhhhhh- gemí casi angustiada por el exceso de placer.

- Mmmmmm – sentí gemir a Edward, enloquecido, mientras sus manos ascendían y descendían por los costados de mi cuerpo mojado.

Me alzo por las caderas, haciendo la penetración aun más profunda, si fuese posible. El sonido de nuestra entrega estaba plagado de gemidos y susurros llenos de placer y deseo, complementados por los ruidos de la noche.

Mis manos lo acariciaban en donde pudiese, apretando la piel que se me presentaba. Se aferro a mis senos, apretando para continuar el ritmo, mientras mi cuerpo comenzaba a anticipar la culminación gloriosa… sentí el cosquilleo y la sensación de placer acumularse en mi vientre viniendo de cada célula de mi cuerpo, y mientras Edward gemía mi nombre y acariciaba mi cuerpo, lance un último grito, alcanzando nuevamente el clímax, mientras Edward temblando, acrecentaba sus embestidas y luego de unos minutos, lo sentí descargar en mi, humedeciendo mi interior, como una caricia cálida y satisfactoria. Aun después de terminar el acto, Edward seguía temblando, respirando aceleradamente y con los ojos firmemente cerrados. Me apreté a su costado.

Puse una mano sobre su corazón y me asombré de lo fuerte que palpitaba.

- No moriré de un ataque – me susurro de pronto

Sonreí ante su comentario.

- Quizás no, pero puede que necesites un corazón nuevo. Este va a terminar muy usado – bromeé.

El me miro ceñudo.

- Nunca cambiaría este corazón. Es con el que me enamoré de ti y por eso, no tiene reemplazo – me dijo, besando mi cabello.

Edward me hizo suspirar. Era increíblemente perfecto.

Cerré los ojos un momento y quizás fue por eso que no lo podía creer cuando los volví a abrir y estaba amaneciendo. Habíamos pasado toda la noche en la humedad del prado, amándonos y no había tenido noción alguna del tiempo.

- Creo que probablemente se estén preguntando donde demonios estamos – musito Edward a mi oído

- ¡Que se jodan! – me queje- no tengo ganas de irme jamás de acá…

Edward rio.

- No seas así Bella. Ellos se preocupan más de lo que crees. Además podemos volver cuando queramos… este será nuestro sitio privado. Nuestro pequeño prado secreto…

- ¿Lo dices en serio?- pregunte ansiosa

Edward me beso, por toda respuesta. Me abrace una vez más a él sin querer dejarlo ir. El suspiro.

- Bella- me dijo- no me tientes de no volver a casa.

Me reí ante la convicción de sus palabras. En realidad era capaz de volver a amarme, Edward parecía no conocer el concepto de cansancio.

- Está bien, vamos a casa- me queje, sentándome

- Creo que tendremos algunos problemas con la ropa- musito

Y efectivamente, sólo los pantalones de Edward y los míos estaban en condiciones. La camisa y la camiseta… pues estaban un poco rotas. En realidad mi camiseta solo eran trozos regados a varios metros a la redonda. No podría volver a ponérmela.

- Bien pues… tendrás que ponerte mi camisa… o lo que queda de ella- dijo Edward. Yo no llamaría tanto la atención si voy sin camisa, pero tu… - me miro lascivamente

- Tonto Edward – reí- vamos a los coches.

Y con una lentitud propia de los amantes cansados y felices, nos encaminamos entre los arboles del bosque para tomar nuestros coches, poco dispuestos a volver a la realidad.

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waoooooooooooooooo que noche tuvieron esos dos eh jejeje

que tal el cap chikas? les gusto?

parece como si edward fuera un obsesionado al sexo si o no chicas? jejejeje pss a mi me fascina jijijji

ahora que pasara?

muy pronto lo descubriran

saludos a todas

Capítulo 19: Fiesta Capítulo 21: Explicación Accidentada

 
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