Ciegos al amor

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 03/11/2017
Fecha Actualización: 09/01/2018
Finalizado: SI
Votos: 1
Comentarios: 11
Visitas: 33681
Capítulos: 13

 

El multimillonario Edward Cullen había perdido la vista al rescatar a una niña de un coche en llamas y la única persona que lo trataba sin compasión alguna era la mujer con la que había disfrutado de una noche de pasión. ¡Pero se quedó embarazada!

Y eso provocó la única reacción que Isabella no esperaba: una proposición de matrimonio. Él no se creía enamorado, pero Bella sabía que ella sí lo estaba. Y cuando Edward recuperó la vista, Bella pensó que cambiaría a su diminuta y pelirroja esposa por una de las altas e impresionantes rubias con las que solía salir. . .

Cuando pueda verla, ¿seguirá deseándola?

 

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, esta historia está adaptada en el libro Ciegos al amor de: Kim Lawrence. Yo solo la adapte con los nombres de Bella y Edward.

Espero sea de su agrado. :D

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Capítulo 13: Epílogo

Hola chicas, cómo están, cómo estuvo su semana? Espero que bien!!

Hoy he actualizado más temprano no quería hacerlas esperar más tiempo :D así que aquí les traigo ya el epílogo :(

Triste pero cierto hoy se termina esta historia.

Bueno, no las entretengo más y las dejo leer.

Nos leemos más abajo!    

 

 

Un año y seis meses después estaban arreglándose para una gala organizada en el palazzo veneciano de un amigo de Edward, y Bella salía de puntillas de la habitación donde dormía su hija de un año, Mia, cuando él apareció en el pasillo exigiendo saber dónde había puesto sus gemelos favoritos.

—Baja la voz —lo regañó ella—. La niña se acaba de dormir. He tenido que contarle la historia del osito tres veces y, si tengo que volver a contársela, me va a dar algo.

—Pues vas a tener que escribir otro libro, cara —rió Edward.

—¿Por qué me sobra mucho tiempo? —replicó Bella, irónica.

Desde que dio a luz el año anterior apenas había tenido un minuto para sí misma. Edward, sin que ella lo supiera, había llevado el cuento que había escrito mientras estaba embarazada a un editor amigo suyo y éste se mostró encantado de publicarlo. Además había tenido que pasar varias semanas promocionándolo cuando aún estaba dándole el pecho al bebé y eso requería cierta logística y mucha energía.

El problema, si el éxito podía llamarse un problema, era que el cuento no sólo había gustado a su hija, sino a miles de niños y su editor insistía en que escribiera más.

Ser la esposa de Edward también era un trabajo a tiempo completo y, además, pertenecía a varias asociaciones benéficas que intentaban reducir el analfabetismo entre los adultos. Pero sabía que durante los próximos meses podría estar particularmente cansada y era un tema que debía hablar con su marido lo antes posible.

—¡Estás increíble, cara mia! —exclamó Edward, observando la túnica estilo griego que dejaba un hombro al descubierto.

—Tú tampoco estás mal —sonrió Bella.

Edward llevaba la camisa desabrochada y, como siempre que veía aquel ancho torso, sintió una ola de calor por todo el cuerpo. . . pero dio un paso atrás, riendo, cuando su marido intentó abrazarla.

—¿Tienes idea del tiempo que he tardado en hacerme este moño?

—Pero estoy seguro de que no tardaría nada en deshacerlo —observó él.

—Eso es lo que me preocupa.

Sonriendo, Edward asomó la cabeza en la habitación de Mia.

—No voy a despertarla, te lo prometo —murmuró, tomándola por la cintura—. Es maravillosa, ¿verdad? La segunda mujer más bella del mundo después de mi esposa. Y el hecho de haber estado a punto de perderte durante el parto. . .

—No estuviste a punto de perderme, exagerado. Miles de mujeres se hacen cesáreas.

—Una cesárea de emergencia —le recordó él—. Tú sabes que esa noche me robó diez años de vida.

—Esta vez la cesárea será programada. . . bueno, eso si el próximo niño es tan grande como nuestra pequeña elefanta.

—¿Has dicho «esta vez»?

—Estoy embarazada de diez semanas —sonrió Bella—. ¿Te alegras? Sé que no lo habíamos planeado, pero. . .

—¿Qué si me alegro? —Edward tomó su cara entre las manos—. Antes de tenerte a ti y a Mia me creía un hombre feliz. Dormía bien y no tenía preocupaciones. Nunca tuve miedo por la sencilla razón de que no tenía nada que no pudiera ser reemplazado —luego sacudió la cabeza, asombrado de haber sobrevivido tanto tiempo sin ellas—. Mis chicas son absolutamente irremplazables, dos joyas.

La sincera declaración llevó lágrimas a los ojos de Bella.

—Mira, me has hecho llorar. . . tonto. He tardado horas en maquillarme.

—¡Ahora soy feliz! —rió Edward, tomando su mano para ponerla sobre su pecho—. Me moriré de miedo hasta que nazca el niño —admitió—, pero esta vez estaré mejor preparado. Aunque vas a hacer que me salgan canas.

Bella rió, acariciando su cabello castaño.

—No tienes una sola cana.

—¿Y cuándo las tenga me seguirás queriendo?

—Te voy a querer siempre, amor mío. Aunque si te quedaras calvo. . . en fin, una chica tiene que poner el límite en algún sitio.

—Y un hombre también. Y mi límite es compartirte con nadie esta noche — decidió Edward—. Además, con ese vestido romperías demasiados corazones. ¿Nos quedamos en casa?

La oferta era muy tentadora.

—¿Y Garret no se enfadará?

—Olvídate de Garret y piensa en mí —dijo él, tomándola por la cintura para apoderarse de su boca.

Cuando se apartó, Bella tenía una sonrisa soñadora en los labios.

—Nunca dejo de pensar en ti, cariño. Además, un hombre no puede ir a una fiesta sin sus gemelos favoritos. . . estoy segura de que Garret lo entenderá.

—Sí, lo entenderá perfectamente —asintió Edward, inclinando la cabeza una vez más para besarla—. Creo que está medio enamorado de ti, pero sabe que eres mi chica.

Isabella sonrió. Había encontrado una rara joya y pensaba recordarse continuamente que era la chica más afortunada del mundo; era la chica de Edward.

 

 

Fin

 

 

 

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Capítulo 12:

 


 


 
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