50 sombras de perversion

Autor: BellaGreyHerondale
Género: + 18
Fecha Creación: 11/04/2015
Fecha Actualización: 21/11/2017
Finalizado: NO
Votos: 6
Comentarios: 5
Visitas: 12890
Capítulos: 4
Tres...El no me conviene. Dos...Una parte de mi dice que salga corriendo Uno...Pero esos ojos hacen que quiera probar mas. ¿Que pasara cuando llegue a cero? 
 
Esto debería estar prohibido.-Digo en un jadeo. 
--El placer no se prohíbe, Isabella.--Dice y besa mi cuello.-Pero si lo esta, eso hace que te desee mas.

 

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Capítulo 3: Newton's and Clayton's

Título: 50 Sombras de Perversión

Autora: BellaGreyHerondale

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si no que le pertenecen a la maravillosa E.L James y a la original Stephanie Meyer. Yo solo juego con ellos.

Summary: Tres...Él no me conviene. Dos...Una parte de mi dice que salga corriendo Uno...Pero esos ojos hacen que quiera probar más. ¿Que pasara cuando llegue a cero? -Esto debería estar prohibido.-Digo en un jadeo. -El placer no se prohíbe, Isabella.-Dice y besa mi cuello.-Pero si lo está, eso hace que te desee más.

Aviso: Las palabras que estén subrayadasserán mensajes (Whatsapp, Facebook y Correo). Las palabras con negritas sean pensamientos con su subconsciente y diosa interna. Las que estén ladeadas serán recuerdos.

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Capítulo beteado por Mónica León, Beta Élite Fanfiction.

www facebook com/ groups/ elite. Fanfiction

Aclaraciones de este capítulo: el colegio de Bella es inventado.

Capítulo 2

Bella POV. 

En cuanto las puertas del elevador se cerraron, azoté mi cabeza contra la pared. ¿Cómo había podido comportarme de esa manera? Yo, la que solía ser la chica buena, ni respondona o criticona. ¿Cómo?

Una cosa es que hubiese sido solo una vez, pero fueron demasiadas. Parece ser un nuevo récord para mí, y por lo que oí decir a Anastasia, hasta fue un récord para Grey, y lo de probar su aguante. Esperaba no haber hecho algo que pusiera en peligro su aparición en la entrega de diplomas.

«No te creas tan importante», dijo mi subconsciente, mirándome con una sonrisa burlona.

Tenía razón. Una mala acción de mi parte pondría en riesgo algo tan importante. Hacía apenas una hora no sabía nada de Christian Grey y viceversa, o eso creía. Ese pensamiento hizo que mi corazón latiese con fuerza. El ascensor llegó al primer piso y me apresuré a salir en cuanto las puertas se abrieron, tropezando una vez, pero afortunadamente sin caer en el inmaculado suelo de piedra arenisca. Corrí por las anchas puertas de vidrio y estuve libre en el fresco, limpio y húmedo aire de Seattle. Levanté mi rostro y di la bienvenida a la refrescante lluvia. Cerré mis ojos, tomando una profunda y purificante respiración, tratando de recuperar lo que quedaba de mi equilibrio.

Ningún hombre me había afectado de la manera en la que Christian Grey lo había hecho y no podía entender por qué. ¿Era su aspecto? ¿Su educación? ¿Riqueza? ¿Poder? Mi reacción fue irracional y no me entienden. Exhalé un gran suspiro de alivio. ¿Qué, en nombre de los cielos, fue todo aquello? Apoyada en uno de los pilares de acero del edificio, intenté, valientemente, calmarme y ordenar mis pensamientos. Sacudí mi cabeza. Santa mierda. Mi corazón se estabilizó a su ritmo regular y pude respirar normalmente de nuevo para dirigirme al automóvil.

Mientras me desplazaba por la interestatal cinco, mi mente continuaba vagando. Estaba realmente perpleja en cuanto a lo que hacía que alguien estuviese tan motivado para tener éxito. Algunas de sus respuestas fueron tan enigmáticas, como si tuviese una agenda escondida. Y las preguntas de Kate. ¡Uchú! ¡La adopción y preguntarle si era gay! Me estremecí.

No podía creer que había hecho eso. ¡Tierra, trágame ahora! Cada vez que pensara en esa pregunta en el futuro, temblaría por la vergüenza. ¡Maldita Katherine Kavanagh! ¡Ana me mataría!

Me distraje por un momento y escuché un pitido. Vi que se trataba de un auto dorado y giré bruscamente el volante, haciendo chirriar los cauchos contra el pavimento. Genial, esto no podía ir mejor. Hacía menos de tres horas había hecho la entrevista más intimidante de la vida y ahora estuve a punto de matarme. Para colmo, estaba lloviendo.

Este día era el mejor de la vida, nótese mi sarcasmo. Sólo quería que Ana no me regañase tan severamente el día de hoy, o mejor, que no me regañase. Además, el señor Grey no era tan malo como ella se lo describió a Kate. Hasta podía decir que llegaba a ser medio simpático, aunque si era tan malo como ella decían, me iría peor que mal. Traté de no pensar en ello durante el camino a casa, de nada servía. Sabía que en cuanto llegara la santa inquisidora Katherine Kavanagh, me haría preguntas sobre cómo era él y como se había comportado conmigo en la entrevista. Si fue simpático, paciente, arrogante y miles de cosas más. Para empeorarlo, Ana querría escuchar la entrevista. Eso sería muy malo para mí.

Tranquila. Tal vez no lo volviese a ver en mi vida y me preocupaba por nada. Era solo un tipo arrogante que tenía los millones para comprar el mundo si lo deseaba. Esos pensamientos no ayudaron en nada. En lo que faltaba para llegar a casa, pude despejar a Ana, Kate y a Grey de mi mente, y eso era bueno, porque si seguía pensando en ellos, mi cabeza estallaría.

Vivíamos ten un departamento en WSU, donde estudiaban Ana y Kate. Mi colegio estaba solo a media hora. Iba al Twilight Century High School, una de las mejores escuelas de Portland. El departamento lo compraron los padres de Kate, y Ana y yo pagábamos una miseria por vivir ambas ahí. Kate me regalaba vestidos que no le quedaban y con lo que ganaba en mi trabajo en Newtons & Claytons, me podía comprar ropa y a Ana también, aunque ella se enojaba cuando lo hacía. Volviendo al tema de las escuelas, Ana tenía que dictar una clase de Literatura a mi clase para poder graduarse y Kate redactar un artículo sobre alguien importante. Ella había escogido a Christian Grey ya que era el beneficiario principal de la universidad y de mi escuela. Así que Kate daría un discurso y presentaría a Christian Grey para que diese el discurso de generación, de los programas de ayuda estudiantil en su empresa y cosas por el estilo.

—¿Cómo te fue? —preguntó Kate en cuanto entré. Ana apareció por el pasillo.

Dejé la grabadora y la cartera en la mesa de café.

—¿Por qué no me diste información sobre Grey? Quedé como una idiota —dije y ella me miró preocupada—. Además de eso, todo salió bien.

—Bella, de verdad lo lamento. Olvidé decirte que en el cuaderno había cosas claves sobre él.

—¿Cómo se portó Grey? —cuestionó Ana seriamente.

—Déjenme llegar, ¿sí? —Me acerqué a uno de los sillones y me dejé caer en él.

—Isabella, contesta —dijo Ana, desesperada—. No me digas que él se atrevió a...

La interrumpí antes de que continuase.

—Ana, tranquila. Se comportó decentemente. No es para nada como lo describiste. —Ella negó con la cabeza.

—Isabella, ¿qué más te dijo?

—Bueno, se sorprendió de que yo no supiese nada sobre él y se ofendió cuando le pregunte si era gay. —Ana abrió amucho sus ojos y Kate se ahogó con su propia saliva.

—¿Cómo reaccionó? ¿Te dijo algo? ¿Te hizo algo? —interrogó Ana. Parecía que conocía bien a Grey como para saber la reacción saber la que tuvo.

—Pues se puso serio y al final me pregunto lo que estudiaría, y cosas así. —Ana se levantó y me tomó por los hombros.

—Dime que no te tocó ni te hizo una propuesta sobre tus prácticas. —Yo giré la cabeza hacia un lado y ella me soltó temerosa—. Lo hizo. —Asentí y ella tomó asiento a mi lado—. ¿Te negaste?

—No, pero tampoco acepté. —Ella observó a Kate con súplica en sus ojos. Kate asintió.

—Bella, como sabes, Grey no es del agrado de tu hermana ni mío, pero no tienes idea del porqué.

Negué.

—Ana y Grey fueron algo así como pareja. Es lo único que te diré.

Sentía que me ocultaban algo, pero no quise insistir. Quería que Ana estuviese tranquila y que no tuviese preocupaciones. La abracé y le dije cosas para serenarla. Funcionó y cada quien se fue a su cuarto.

Me coloqué pijama, que consistía en un jumper de tirantes de color azul claro. Me acosté apagué la televisión, encendiendo la lámpara de noche que tenía y sacando un libro. Tess, la de los d'Urberville, novela de Thomas Hardy. Cuando abrí mi libro, sonó mi celular. Lo tomé y vi que se trataba de mi madre.

Contesté cuando timbró por quinta vez.

—Hola, má.

—Isabella, ¿porque no habías contestado? —Me reí por la cara que tendría—. No te burles, niña.

—Mamá, hoy fui a una entrevista por parte de la escuela. Y hace rato hablé con Ana.

—Eso me recuerda, ¿conociste a alguien?

—Este... No. —No creía que Christian contase—. A nadie.

—¿Y ese chico? El hermano de tu amiga, Edward Cullen. —Rodé los ojos.

—Será mi jefe, no puedo salir con él. Y nunca lo he visto. Mejor cuéntame sobre Bob. ¿Cómo van las cosas con él?

Eso pareció ser su kriptonita y comenzó a hablar de lo fabuloso que era, y lo simpático e inteligente que llegaba a ser. No me contaba su vida íntima porque sabía que era virgen, o si no, me diría todo con lujo de detalles.

Mi madre se había casado infinidades de veces y Bob era su cuarto marido. Mi padre era el segundo esposo y el padre de Ana era el primero, solo que a él no lo conoció. Ana consideraba a Ray como su padre y él la quería como si fuese su hija de sangre. A veces sentía celos de Ana, pero mis padres hablaban conmigo y me explicaban cómo eran las cosas, aunque eso no evitaba que sintiera que todo el mundo quería más a Ana que a mí.

Nos pasamos las siguientes dos horas hablando sobre mi escuela y Bob. Después de eso, colgamos y me quedé dormida pensando en Christian Grey.

.

—Bella, ¿has pensado en la salida de este fin de semana? —me preguntó una de mis mejores amigas, Alice Cullen.

Estábamos en el jardín del colegio. Hoy nos tocaba Educación Física, así que traíamos pants. Yo estaba acostada en las piernas de mi otra mejor amiga, Rosalie Hale.

Alice era hermana de Edward y Emmett Cullen, hijos del matrimonio Cullen, conformado por Esmerald y Carlisle Cullen. Su novio era Jasper Hale, hermano mayor de Rosalie, hijos del matrimonio Hale, conformado por Lilian y Arnold Hale. Su novio era Emmett Cullen. Alice y Rosalie tenían 19 años, un par de años más que yo. Ambas se habían tomado un año fuera de los estudios. Saliendo del bachillerato, Alice iría a estudiar moda en Paris y Rosalie se iría a Londres a estudiar modelaje. Mientras que yo me iría a la universidad de Washington en Seattle. Me mudaría con Ana y Kate a una casa allí y la pagaríamos entre las tres con nuestros sueldos y un poco de ayuda de nuestros padres.

—Sí y no sé si pueda ir. Ya saben cómo es Ana —dije y ellas rodaron los ojos. A ninguna de las dos les caía bien Ana—, pero estaba pensando en otra cosa. ¿Qué tal si hacemos un pijamada? Son nuestras últimas semanas juntas antes de que se vayan. —Ella asintieron—. ¿Qué les parece la semana que entra? Dos días después de que me mude.

—¿Estrenaremos tu casa? —preguntó una sonriente Rosalie.

—Ana y Kate saldrán a cenar con unos compañeros de clases. Tendremos la casa para nosotras, pero sin hacer desorden. —Ellas aplaudieron y me levanté de las piernas de Rose.

Comenzamos a hablar de lo que haremos y como serían las cosas. Quedamos en que llevarían películas y jugaríamos a la botella, juegos de mesas y otras cosas.

Terminando las clases, cada quien se fue a su casa. Rose me dejó en el departamento ya que mi camioneta se la había llevado Ana porque compraría unos muebles para la nueva casa. Los que teníamos los rentaríamos junto con el lugar y con eso sacaríamos el dinero suficiente para mantenernos durante unos días mientras conseguíamos trabajo. Kate ya había conseguido y Ana había ido a varias entrevistas, mientras que yo tenía que ver si Edward Cullen me aceptaba como secretaria.

—¿Cómo vas con el artículo? —pregunté a Kate en cuanto entré al departamento.

—Muy bien. Ya lo he terminado, solo me falta agregar una foto. Léelo. —Me pasa el iPad y vi el artículo. Comencé a leerlo y me pierdo en esa entrevista que he hecho. A lo lejos escucho la voz de Kate, pero no presto atención, no me importaba nada de lo que pudiera decir, solo importaba Grey y esa entrevista, en donde lucía como la mayor tonta sobre la faz de la tierra, y Grey muy inteligente, educado, elegante y realmente intimidante.

—Me hubiera gustado una foto actual de él, pero tendré que utilizar las que hay en internet. —Asentí y le devuelvo el iPad.

Me dirijo hacia mi cuarto, dejo las cosas sobre la cama y me cambio el uniforme a unos jeans de tubo, una blusa roja y unos converse negros. Lo combino con un collar en forma de pico y una pulsera tejida color negro con un toque plateado. Salgo y camino hacia la sala. Allí todavía se encontraba Kate, afinando los detalles del periódico escolar.

El timbre suena y yo fui a abrir la puerta. Delante se encontraban los hermanos José y Jacob Black.

—Hola —les dije, haciendo un gesto para que pasaran, ambos de dan un beso en la mejilla.

Me di cuenta de que traían vino de mediana calidad.

—¿Qué creen? —dijo Jacob cuando ya saludaron a Kate y se sentaron en el sillón doble.

—¿Los suspendieron por menos de una semana? —pregunté y ellos negaron con el ceño fruncido—. ¿Consiguieron novia?

Me gustaba hacerlos enojar. Ellos volvieron a negar.

—Nuestras fotos se exhibirán en una galería en Portland —dijo José, emocionado—. Estás invitada —dijeron ambos hermanos.

Kate les pegó en la cabeza por no dirigirse a ella.

—Tú igual, Ana —dijo Jacob, nervioso.

Ambos eran como el hermano varón que nunca tuve, solo como eso los veía, pero sabe que a uno de ellos le haría feliz si aceptase salir con alguno.

Era viernes por lo que mañana tendría que trabajar, aunque sería mi último día en Newtons & Claytons.

Ana llegó cuando abríamos la botella de vino. Ella no me dejaba beber salvo en ocasiones especiales; como esta. Solo tomé una copa y ellos continuaron bebiendo. Ana habló sobre la entrevista de trabajo que tuvo y nos dijo que le informarían en una semana. Yo tenía una entrevista de trabajo con el hermano de Alice, Edward Cullen. Era mañana a eso de las ocho de la mañana y sería en el despacho de la casa de Alice, por lo que no tendría que viajar a Seattle a la oficina principal.

Entraba a trabajar a las doce, hora en la que salía Ana. Ambas trabajábamos en el mismo lugar, pero ella empezó a trabajar un año antes que yo. Paul y Mike eran nuestros jefes. Paul Clayton y Mike Newton. Ambos eran muy buenas personas, aunque algo ninfómanos hacia Ana y a mí. El que me caía mejor era Paul. Mike era muy insistente.

—Bella —me llamó Jacob. Volteé a verlo y me sonrió—. Son las once, ¿no sería mejor que fueras a descansar? —Todos sabían sobre mi entrevista con Edward Cullen, así que estaban preocupados por mis horas de sueño.

—Sí, ya es tarde y mañana tengo que irme temprano de aquí. Kate, ¿me prestas tu auto mañana? Te lo devolveré a las once. —Ella asintió, un poco mareada por el alcohol—. Buenas noches, chicos —dije y abracé a José y a Jacob, dándoles un beso en la mejilla.

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A la mañana siguiente me levanté a las seis. Me dolía el cuello y me sentía torcida. En cuanto coloqué los pies en el suelo y estiré mi cuerpo, sintiendo cada extremidad desperezarse. Me fui a bañar y me vestí para la entrevista; falda negra de tubo, blusa blanca y zapatos rojos de tacón. Alice mencionó que a su hermano le gustaban los colores minimalistas y me aconsejó que fuese vestida con ropa negra, blanca y roja, muy formal, pero con un toque de sensualidad. Estaba recogiendo mi cabello en un moño ajustado cuando Ana tocó la puerta.

—Adelante —dije y ella entró, ella todavía con su pijama.

Al ver mi atuendo, levantó una ceja.

—¿Por qué tan sexy? —preguntó y me encogí de hombros. Era raro en mí utilizar tacones si no era para la escuela, entrevista o evento importante.

—Alice dijo que a su hermano le gustaban las mujeres presentables y con tacones. —Ella levantó ambas cejas, sorprendida y alerta—. Tiene novia.

Ella colocó cara de tristeza y ambas comenzamos a reír.

—Bueno, no tendrás que preocuparte, no querrá acostarse contigo —expresó y me sentí incomoda—. Lo siento, no prestes atención a eso. —Mi celular sonó y me acerqué para observar que era un correo.

Desbloqueé el iPhone y vi que era de Alice.

—Ana, ya me tengo que ir. Alice dice que su hermano espera que llegue a las 7:30 y ya son las 7:00.

Tomé mi portafolios con todos los documentos que me dieron los profesores, las recomendaciones y las especialidades que tomé en el bachillerato.

Le di un beso a Ana y me deseó suerte. Salí corriendo y tomé las llaves del auto de Kate. Bajé las escaleras del edificio y llegué al estacionamiento, subiendo rápidamente al Ferrari y dejando mi portafolio en el asiento del copiloto, poniéndome en marcha.

La mansión Cullen era una de las más famosas de todo Portland, aparte de que, junto con el Hotel Pittock Mansión, era la única mansión en todo el lugar. La construyeron para que Alice tuviese un lugar en donde vivir mientras estaba en aquí, hace siete años ya.

Los Cullen eran un matrimonio con 27 años de trayectoria. Se casaron cuando Esmerald tenía 20 y Carlisle 26. Esmerald estaba embarazada de su primer hijo, Edward. No los obligaron a casarse, sino que fue por voluntad propia. Se amaban demasiado. Esmerald tomó un curso de diseño de interiores estando embarazada, por lo que tenía esa carrera terminada, y Carlisle era uno de los mejores negociadores de Estados Unidos.

Edward tenía 26 años, un hombre exitoso. Junto con Grey formaban parte de la lista de los hombres más ricos de todo el mundo. Tenía su propia empresa y manejaba las acciones de su padre en Seattle, viajando de un lugar a otro. Le gustaban las rubias con buen cuerpo, por lo que no temía que se fijase en mí. Era un amante de la lectura inglesa, las cosas clásicas, y por lo que decía Alice, era todo un caballero. Llevaba seis años con su novia, Tanya Denali, una rubia voluptuosa, que por lo que decía Esmerald, solo quería el dinero de su hijo. Lo conocí hace siete años, cuando se mudaron, pero casi nunca estaba aquí. No lo recordaba muy bien salvo que tenía el cabello cobrizo y ojos verdes. Viajó de Nueva York hacia Seattle por unos negocios y Alice le mencionó que estaba buscando empleo, y como no tenía secretaria, entrevistaría para ese puesto.

Llegué a la mansión Cullen y me abrieron la puerta principal al ver que se trataba de mí, la vuelven a cerrar tras el carro de Kate, es muy temprano por lo que la luz del sol es tenue. Los carros Cullen resplandecen bajo la tenue luz del sol.

Estacioné el automóvil a lado de un Volvo plateado. Tomé el portafolios y salí del coche, caminando con elegancia hasta la puerta principal. Toqué y me abrió la señora Cope, la nana de Alice.

—Buenos días, niña Bella —dijo y yo le sonreí—. El señor Edward bajará en unos instantes. —Asentí y veo la hora. 7:29

Se comenzaron a escuchar unas voces por las escaleras.

—Nana, en cuanto llegue la señorita Steele, hazla pasar a mi despacho. —Por las escaleras apareció Edward Cullen. Su voz era aterciopelada y dura a la vez, igual que la de Grey, aunque un poco más dócil.

Levantó su mirada y sus ojos me recorrieron de arriba a abajo.

—¿Es usted la señorita Swan?—me preguntó y yo asentí.

—Sí, señor Cullen. —Me vio con una sonrisa torcida, se acercó y me abrazó.

Yo me quedé congelada en mi lugar. Sabía que lo había conocido, pero no tanto.

—¿No me recuerda? —dijo cuándo se separó—. Yo me acuerdo perfectamente de ti. Eras tan pequeña, pero eres la misma Bella que conocí hace años, sin lugar a dudas.

Intenté hacer memoria, pero no logré recordarlo.

—No te recuerdo. Discúlpame. —Él negó, restándole importancia.

—Retomemos el tema inicial. Alice me dijo que estaba buscando trabajo, ¿es cierto? —Asentí.

—Nos vamos a mudar a Seattle, por lo que no podré trabajar aquí.

—Ya veo. Pasemos al despacho. —Me sabía de memoria aquél recorrido. Siempre hacíamos tareas en el despacho.

Cuando entré, no me sorprendí por lo hermoso del despacho, me sorprendí por el piano de cola en una esquina.

Edward se adelantó y apartó la silla, indicándome que tomase asiento y lo obedecí. Abrí el portafolios y saqué mi reportes. Eran calificaciones excelentes. Había sido la mejor de mi clase durante los últimos siete años, por lo que el promedio era de diez. Se la entregué.

Comenzó a revisarlas y se asombró por las notas. Alice me había dicho que él había sido uno de los mejores en Harvard. Cuando terminó de revisar aquello, le tendí mis especializaciones y obtuve la misma reacción. Tenía especialización en matemáticas avanzadas, informática, contabilidad, física, lenguas y química.

—Dime, Bella, ¿tienes alguna referencia?

—Por supuesto —dije y le pasé las carpetas con los documentos—. Era la secretaria de algunos profesores. Solía llevar un informe de entregas de cuadernos, del material que utilizábamos y del comportamiento en clase. —Alzó una ceja al ver que tenía una recomendación de su padre—. Fui la secretaria de Carlisle durante tres meses. Después tuve que volver a clases.

Leía con determinación y se dio cuenta de que eran muy buenas recomendaciones.

—Por lo visto trabajas duro y no paras hasta conseguir lo que quieres. —Le sonreí—. Eso es admirable. Nunca había visto algo así. Eres tan joven y ya hablas cinco idiomas incluyendo Japonés. Tienes especializaciones en varios programas de informática. Ni siquiera en Harvard conseguí.

—Bueno, no es por presumir, pero tomaba clases extrarriculares y tomaba cursos de matemáticas e informática.

—¿Hay algo más que puedas hacer? —preguntó, riendo.

—Sé tocar el teclado y el violín. —Me observó, aún sorprendido—. Y sé bailar un poco, solo un poco. No se me da mucho.

Ambos reímos y él se levantó para tomar unas cosas del librero a la espalda de la silla. Era una carpeta y me la tendió.

—Es el contrato de confidelidad.

Yo asentí y leí el folder. Describían varias cosas sobre lo que debía y no debía decir a los demás. Lo firmé y se lo devolví. Edward me pasó otra y era el contrato para empezar a trabajar en la empresa. Lo leí por completo pues no quería omitir ninguna claúsula.

Cuando terminé de leer, lo firmó y le sonreí abiertamente.,

—Es la primera vez consigo secretaria tan rápido —dijo, aparentado mi mano.

—Es la primera vez que utilizo una falda de tubo. —Ambos reímos.

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Después de haber firmado el contrato, salí de la mansión Cullen sin despedirme de Alice, pero tenía que llegar a la casa temprano. Me despedí de Edward y de la señora Cope y salí pitando de allí.

Llegué puntual a Claytons para recoger a Ana. Se veía agitada y pálida. Me bajé del carro rápidamente y me acerqué a ella, quien al verme, corrió hacia mí.

Me abrazó fuertemente, como si no me quisiera dejar ir nunca.

—¿Qué sucedió? —pregunté cuando se tranquilizó. Nos separamos y vi que respiraba agitadamente.

—Prométeme que no aceptaras nada de nadie —dijo y yo asentí.

—Sabes que no aceptaría nada de nadie, no sé por qué quieres que lo prometa, pero lo haré, te lo juro. —Ella asintió y se volvió a abrazar a mí—. Tenemos que ir a casa. —Murmuró un "sí" y nos subimos al coche.

Durante el camino al departamento hablamos de mi entrevista de trabajo. Se emocionó al saber que me habían contratado y empezaba dentro de tres semanas. Ella habló sobre un encuentro con una persona muy desagradable. Se notaba muy contrariada y frunció el ceño mientras me contaba.

Llegamos al departamento y me dirigí al cuarto con todo lo que traía. Me cambié de ropa por la que traía el día de ayer. Salí y vi que eran las 11:30. Tomé mi chamarra de mezclilla y salí del cuarto. Ana se encontraba dormida en el sillón. Su rostro estaba rojo y sus ojos hinchados. Parecía que había estado llorado. Le dejé una nota, diciéndole que estaba en el trabajo.

Salí del departamento y caminé al trabajo pues no quedaba muy lejos y llegué rápido. Me coloqué mi gafete y me dirigí al lugar en donde estaban los clientes. Ángela llegó corriendo.

—Bella, ¿puedes ver unas cosas en la computadora? Hay algunos precios que no cuadran —me dijo y yo asentí. Era la única que no necesitaba una calculadora para hacer las operaciones—. Ten. Te guardé uno. —Me tendió un bagel.

Lo tomé y lo mordí cuando me senté delante del mostrador. Comencé a revisar los datos e hice la tabla en Excel. A Mike le gustaban los datos ordenados en tablas, por lo que me hacía a mí hacerlos. Mastiqué lentamente mi bagel, cuando un poco se quedó en mis labios y saqué la lengua para quitarlo lentamente, disfrutando de su sabor. Estaba realmente concentrada en los datos que tenía que guardar, por lo que no noté la presencia de alguien hasta que estuvo frente al mostrador. Levanté la mirada y la volví a bajar.

Me pareció haber visto a… No. No puede ser.

¡Mierda! Levanté la mirada rápidamente, encontrándome con Christian Grey erguido delante del mostrador. Se me secó la boca y mis pupilas se dilataron. Me vio con esos ojos grises, casi plateados, muy divertido con todo aquello. No sabía si mi reacción había sido buena o mala.

—Isabella, que agradable sorpresa.

—Señor Grey —dije, jadeante y ruborizada.

Tenía que controlarme.

¿Venía aquí por mí? Esa pregunta me rondaba la cabeza. Iba vestido de manera cómoda, como si solo se hubiese puesto la ropa necesaria para salir a dar un paseo, pero se veía muy bien. Aparte de que vivía en Seattle y no tendría que haber venido hasta acá por ninguna razón.

—Solo pasaba por aquí. Necesito algunas cosas. Es un placer volver a verla, Isabella.—¿Por qué, entre tantas ferreterías que había, escogió esta? Quise preguntar, pero me mordí el labio y bajé la mirada. Me sentía como una niña pequeña ocultando una travesura. Volví a verlo y me encontré su mirada fija en mí. Mi ego aumentó cuando vi que recorrió mi cuerpo de arriba a abajo y se detuvo en mi cintura y en mis pechos más de la cuenta. Yo hice lo mismo, pero me enfoqué en su boca. Tenía unos labios muy hermosos para ser hombre. Me gustaría saber si también eran suaves. Me puse roja con ese pensamiento—. Un verdadero placer, Isabella.

—Dígame Bella, ese es mi nombre y si necesita ayuda, ahí está Ángela. Ella se encargará de usted. —Le hice una señal a Ángela para que se acercara y lo hizo, nerviosa—. Ángela, ayuda al señor Grey. En un momento terminaré esto y se lo entregaré a Mike —dije y volví a mi trabajo.

—Nos vemos, Isabella. —Recalcó mi nombre y me recorrió un escalofrío.

Ellos dos se fueron y yo guardé las cuentas en un pen-drive que nos dio Paul para guardarle aquello. Salí del mostrador y Ángela corrió hacia mí.

—Bella, ayúdalo tú —dijo, dándome la canasta—. Pide cosas que no comprendo. Soy nueva. Mejor me voy a ayudar a Ben. —Desapareció sin dejarme protestar.

Volteé por donde había venido ella y me encontré con Grey y su sonrisa traviesa.

Me acerqué a él.

—¿Qué necesita? —pregunté, más brusca de lo normal.

—Necesito un par de cosas. Para empezar, unas bridas para cables.

Mis labios se separaron, queriendo preguntar para qué las quiere, pero reprimí ese sentimiento.

—Tenemos varias medidas. ¿Quiere que se las muestre?

—Por favor, Isabella.

Me molestaba que me llamasen por mi nombre completo.

Empecé a caminar y escuché sus pisadas detrás de mí.

—Están con los artículos de electricidad en el pasillo número ocho. —Mi voz tembló y me volví a sonrojar. «Cálmate Isabella».

Me afectaba su presencia aquí y no sabía por qué.

«Tal vez es el único hombre que te interesa», pensó mi subconsciente, mirándome a través de sus lentes de media luna, haciendo que mi diosa interior se despertase y me mirase con fascinación.

No me gustaba que me persiguiese. Sentía que veía el trasero y no me gustaba eso. Y menos un hombre que dominaba el mundo entero. Es como si quisieran algo que yo no les iba a dar.

—¿Vino a Portland por negocios? —Subí unas cuantas notas a mi voz, fingiendo desinterés. Escuché su risa detrás de mí.

—Fui a visitar el departamento de agricultura de la universidad que está en Vancouver. —Me sonrojé al darme cuenta de que yo no tenía nada que ver con que estuviese aquí.

—Estoy financiando una investigación sobre rotación de cultivos y ciencia del suelo —me dijo serenamente.

—¿Forma parte de su plan para alimentar al mundo? —preguntó con una media sonrisa.

—Algo así… —Sentí que creía que me burlaba de él, y, en cierta forma, lo hacía. Me gustaba jugar con las personas.

Llegamos al pasillo con todas las bridas. Había pequeñas, medianas y grandes y de infinidad de colores. Entrelacé mis dedos en mi regazo. Él tocó los paquetitos de las bridas y escogió las más largas.

—Estas me servirán.

—¿Algo más? —cuestioné.

—Cinta adhesiva.

Caminé hacia el pasillo de la cinta.

—¿Está remodelando su casa? —pregunté y me sentí tonta. De seguro tenía personal para eso.

—No, la estoy decorando. —Su voz se escuchó muy cerca de mi espalda—. Las cintas adhesivas están en el último estante. Tendrás que subir.

Cuando comencé a subir, él colocó sus manos en mi cintura. Me tensé y volteé a verlo, una sonrisa plantada en su rostro.

Tragué fuerte y volví la vista hacia arriba, tomando los modelos de cinta.

—La más gruesa —dijo cuando vio que he tomado puras delgadas.

Dejé todas las delgadas y tomé la más gruesa que teníamos. Era como las que utilizaban los secuestradores. Intenté bajar sin ningún tropiezo, pero fue inevitable. Mis pies no alcanzaron a tocar las repisas y me resbalé.

Cuando creí que iba a tocar el suelo, Grey me atrapó. Nuestras caras quedaron a centímetros. Miré sus labios y tragué fuertemente.

—Bella. —Escuché la voz de uno de mis jefes al otro lado del lugar.

Me separé de Grey y giré el rostro hacia Paul. Por suerte venía solo.

—Es un placer verte aquí. Pensé que ya no trabajarías más —dijo y me dio un abrazo.

—Hola, Paul. ¿Viniste por el cumpleaños de tu primo? —dije, refiriéndome a Mike.

—Sí, tuve que viajar desde Nueva York hasta aquí. —Asentí y Paul miró a mi acompañante con una ceja alzada.

—Señor Grey, le quiero presentar al señor Paul Clayton —dije y Paul abrió mucho sus ojos.

—¿Es usted Christian Grey? ¿De Grey Holdings Enterprises Inc? —Parecía que todo el mundo lo conocía muy bien.

—Así es. Un gusto conocerlo señor Clayton. —Le tendió la mano y Paul la tomó.

—El gusto es mío señor Grey. —El apretón fue más fuerte de lo necesario y Paul lo dejó ir, frotándose la mano sutilmente—. ¿Necesita ayuda en algo? —preguntó.

—Isabella me está ayudando mucho, gracias, señor Clayton —dice y tomó mi mano a lo que inmediatamente me puse tensa.

Paul no notó eso.

—En dicho caso, disculpen. —Salió de nuestra vista.

Solté rápidamente la mano de Grey y sintió mi rechazo.

—¿Algo más?—Preguntó y le doy la cinta, nuestros dedos vuelven a rozarse.

Me miró directamente a los ojos. Vi frialdad, orgullo, arrogancia. Era realmente intimidante, pero noté algo más en ellos; tristeza, nostalgia, amor y daño. Mucho daño.

—Soga. —Comencé a caminar hacia el corredor 15 y él volvió a estar detrás de mí.

—Tenemos de fibra natural, artificial, dura, delgada...

—De fibra natural —interrumpió antes de que pudiese continuar. Abrí la boca para preguntar algo más, pero volvió a interrumpirme—. Dos metros.

Medí los metros y los corté con la maestría que había adquirido con los años.

—¿Asistió a los scouts cuando era niña? —Negué.

—Las actividades en grupo no son lo mío. —No sabía por qué le trataba de explicar las cosas. A todo esto, ¿dónde dejé la canasta?

—Yo la traeré —dije a Grey al ver cómo intentaba buscar una respuesta clara. No sabía cómo carajos había llegado a sus manos—. La dejaste en los estantes cuando subiste por la cinta. —Asentí—. Si las actividades en grupo no son lo tuyo, ¿qué lo es?

—Los libros. Un gusto que desarrollé por culpa de Ana. —Asintió, complacido por mi respuesta. Le di la soga y él la colocó dentro de la canasta—. ¿Me permite? —cuestioné y me tendió la canasta, yo la tomé.

—¿Qué más podría comprar aquí? —me preguntó y yo miré sus pantalones. Me mordí el labio.

—Un overol —dije sin pensar—. Para no maltratar sus pantalones.

Él levantó una ceja, divertido.

—Siempre me los puedo quitar. —Yo me puse de mil colores. Imaginar a Christian Grey sin pantalones afectaba a cualquier persona en la faz de la tierra. Mordí mi labio y bajé la mirada, avergonzada—. Me llevaré el overol.

Ambos fuimos a la sección de overoles y escogió la talla, lo tomó y nos dirigimos al mostrador.

—¿Cómo va el artículo? —me preguntó y me iré a verlo.

—Yo no lo escribí, pero lo he leído. Es estupendo. —Me volví para seguir mi camino, recordando que a Kate le gustaría una foto de suya reciente—. ¿Señor Grey?

—Dime, Isabella —dijo cuando llegamos al mostrador y ya estaba delante de él.

—¿Usted accedería a hacer una sesión de fotos? Es para el artículo —pregunté, con miedo a su respuesta. Él me observó divertido.

Me mordí el labio.

—Por supuesto, te daré mi tarjeta. —De su billetera sacó una tarjeta, me la dio y vi que aparecía su nombre, correo y número celular—. Y, por favor, dime Christian. Llámame cuando tengas al fotógrafo, yo abriré un espacio en mi agenda y tomaremos las fotos en el hotel en donde me estoy quedando.

—Gracias, señor Grey. —Él me miró sorprendido porque no lo había llamado por su nombre de pila. Pasé los artículos rápidamente.

—¿Ya escogió una empresa para iniciar sus prácticas para la universidad? —Asentí.

—Empezaré a trabajar en la empresa de Cullen Corp. como secretaria de Edward Cullen, por lo que las haré allí. Tengo un año adelantado en la universidad y empezaré con los de segundo en Administración de Empresas y Literatura.

—Espero que tenga mente abierta para que se decida mejor por mi empresa. —Eso sonó a chantaje por lo que me mordí el labio.

—Son 24 dólares. ¿En efectivo o tarjeta? —Era habitual en mí preguntar eso. Me tendió su tarjeta y yo la pasé por la máquina, recibiendo el típico papelito y se lo di para que firmase. Nuestros dedos se volvieron a rozar cuando me entregó la pluma y yo le entregaba sus compras y su tarjeta.

—Isabella, espero recibir esa llamada pronto. —Yo asentí y él me sonrió. Giró sobre sus talones y cuando ya había dado dos pasos, se regresó—. Otra cosa, Isabella, me alegra que la señorita Kavanagh se haya enfermado para que usted fuese a hacer la entrevista.

No me dio tiempo de decir nada, él ya se había dado la vuelva. Antes de que saliera, Ana apareció en la entrada y sus miradas se cruzaron, la mirada de ella era de asombro y la de él, arrogante. Ambos me voltearon a ver.

—¿Te imaginas? Christian Grey estuvo aquí —dijo Paul a un cliente habitual. Yo no les había quitado la mirada de encima a Ana y a Grey.

Ellos dos intercambiaron unas cuantas palabras y cada uno siguió su camino como si nada.

Ella corrió hacia mí.

—¿Qué hacía Grey aquí? ¿Qué te dio? —Por alguna extraña razón no sentí la necesidad de decirle nada de lo que me había dicho Grey, ni nada de la tarjeta.

 

 

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Chicas yo actualizo conforme a los comentarios. No es para que se sientan obligadas a dejarlo, pero es Una forma en la que se que si lo están leyendo

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