50 sombras de perversion

Autor: BellaGreyHerondale
Género: + 18
Fecha Creación: 11/04/2015
Fecha Actualización: 21/11/2017
Finalizado: NO
Votos: 6
Comentarios: 5
Visitas: 12861
Capítulos: 4
Tres...El no me conviene. Dos...Una parte de mi dice que salga corriendo Uno...Pero esos ojos hacen que quiera probar mas. ¿Que pasara cuando llegue a cero? 
 
Esto debería estar prohibido.-Digo en un jadeo. 
--El placer no se prohíbe, Isabella.--Dice y besa mi cuello.-Pero si lo esta, eso hace que te desee mas.

 

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Capítulo 2: Inicio

Título: 50 Sombras de Perversión

Autora: BellaGreyHerondale

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si no que le pertenecen a la maravillosa E.L James y a la original Stephanie Meyer. Yo solo juego con ellos.

Summary: Tres...Él no me conviene. Dos...Una parte de mi dice que salga corriendo Uno...Pero esos ojos hacen que quiera probar más. ¿Que pasara cuando llegue a cero? -Esto debería estar prohibido.-Digo en un jadeo. -El placer no se prohíbe, Isabella.-Dice y besa mi cuello.-Pero si lo está, eso hace que te desee más.

Aviso: Las palabras que estén subrayadasserán mensajes (Whatsapp, Facebook y Correo). Las palabras con negritas sean pensamientos con su subconsciente y diosa interna. Las que estén ladeadas serán recuerdos.

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Capítulo beteado por Mónica León, Beta Élite Fanfiction.

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Capítulo 1

La Entrevista

POV Bella.

—Ana, ¿de verdad no podrás? —le preguntó Kate a Anastasia.

—No, no podré. Tengo una entrevista en una editorial.

Kate tenía una entrevista con Christian Grey, el problema era que precisamente ese día amaneció fatal. Le había pedido el favor a Ana, pero ella tenía estaría ocupada.

—Bueno, Kate me voy. —Le dio un beso en la frente a Kate—. Cuídate, te quiero. Regresaré las cinco de la tarde, ni un minuto más. —Anastasia era mi hermana mayor. Ella tenía 21 y yo 17.

—Sí, mamá. —Ella le dio un codazo—. Es broma, Ana. Sabes que siempre llego a la hora que dices. —Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa, le dio un beso en la frente y salió de casa.

Me fui a mi cuarto a arreglarme para el colegio. Me coloqué mi falda negra, mis medias negras con diseño, mi blusa blanca, un suéter beige y una diadema amarilla. Dejé mi cabello suelto y me calcé mis zapatos negros de tacón. Salí de mi habitación rumbo a la sala y allí se encontraba Kate hablando por teléfono.

—Por favor, señorita, dígale al señor Grey que no podré ir a nuestra cita el día de hoy —dijo y no supe qué le dijeron que su ceño se contrajo—, pero necesito esta entrevista… —Levantó su vista hacia mí—. Estaré ahí puntual. —Colgó el teléfono y me volteó a ver, sonriendo.

Yo tomé mi chaqueta negra y le sonreí de igual forma.

—Bella, sabes que te quiero mucho, ¿verdad? —Esa sonrisa era porque quería algo. Asentí sin saber—. ¿Podrías ir tú a la entrevista con el señor Grey? —Mis ojos se abrieron como platos.

—El colegio —susurré—. Si falto, Ana me matará, sabes que no puedo faltar.

—Si les digo que tienes un compromiso, aceptarán. Además, irás a hacer la entrevista para la ceremonia de clausura —me dijo y me puse a pensar en ello—. Bella, ayúdame, por favor. Ya pedí otra fecha, pero estará muy ocupado esta semana y la próxima es la clausura. Te prometo que es el único favor que te pediré. —Me rogó y yo asentí sin estar muy segura.

—Está bien. Préstame tu auto para llegar más rápido —le dije y estiré la mano. Ella se levantó y me dio un cuaderno en donde tenía escritas las preguntas, una grabadora, las llaves de su auto y mi chaqueta azul francés—. Me voy.

Bajé por las escaleras a toda velocidad y me dirigí al Ferrari de Kate, coloqué las cosas en el asiento del copiloto y arranqué el automóvil.

Medité lo que ocurriría en unas cuantas horas. Conocería a Christian Grey y le haría una entrevista. Estaba tan nerviosa porque no sabía absolutamente nada de él, ni siquiera la ubicación de su empresa, yo solo seguía las instrucciones que dictaba el GPS. La empresa se encontraba en Seattle, eran las ocho de la mañana y la cita a las 12 del día. De Portland a Seattle eran cinco horas y yo tenía que recorrer la distancia en menos de cuatro horas para poder estar puntual.

Mi nombre es Isabella Marie Steele May, soy hija de Ray Steele y Clara May. Tengo una hermana llamada Anastasia. Es mayor que yo por tres años. En realidad, era mi media hermana, pero nos queríamos como si fuésemos hermanas de ambos lados. Físicamente me parecía a mi tía Reneé, (hermana de mi papá) pero con los ojos de mi madre; de un intenso azul, y emocionalmente era como mi papá. Casi no hablaba, no me gustaba platicar con las personas y era muy tímida. Los que no me conocían pensarían que era una sumisa, pero en realidad no, no me gustaba la sumisión. Yo seguía mis propias órdenes. Era un alma libre.

Sabía tocar el piano y el violín. Cuando mis padres se separaron yo tenía 13 años. Ana y yo nos fuimos con Ray. Mi padre me envió a clases de piano y en la escuela a la que asistíamos, el violín era obligatorio. Ana dejó de ir a escuelas caras cuando cumplió los 15. Le dijo a mi padre que ahorrara el dinero que invertiría en ella para pagarme una de las mejores escuelas de Portland, así que Ana decidió ir a escuelas no tan caras, y como eran tan inteligente le dieron una beca completa. Vivía yendo al colegio, a clases de danza y demás cosas. Mis padres eran los únicos que podían decirme qué hacer y obviamente, Anastasia. Nunca había seguido las órdenes de otras personas.

Llegué a Grey Holdings Enterprises Inc y estacioné el automóvil. Me bajé y tomé la grabadora, la libreta de Kate, mi celular y mi libro. Al ver la hora salí disparada hacia la entrada de la empresa, encontrándome con una chica rubia.

—Disculpe, vengo a la cita con el señor Grey. —Ella evaluó mi atuendo.

Lucía demasiado colegiala entre todas esas personas. Llevaban trajes caros, viéndose muy profesionales, mientras que yo llevaba el uniforme de mi escuela.

—¿Es usted la señorita Kavanagh? —me preguntó y yo negué.

—Soy Isabella Steele. La señorita Kavanagh no ha podido venir por problemas de salud y me ha enviado a mí en su lugar. —Ella asintió y me tendió un carnet.

—Puede subir al ascensor. Piso 20. —Le dediqué una sonrisa de agradecimiento.

Caminé hasta el elevador y me subí en él. Mis manos no tardaron en empezar a sudar.

«Cálmate Isabella, es solo una entrevista para el periódico», me dije mentalmente. «Solo unas cuantas preguntas y todo esto habrá acabado». El ascensor llegó al último piso y yo salí temblando.

Hay una silla detrás del escritorio color plateado y una chica en ella. Al verme, se levantó de su asiento.

—¿Su nombre? —me dijo.

—Isabella Steele, vengo de parte de la señorita Kavanagh.—le informé y ella asintió.

—Un momento, por favor.

Esperé tímidamente delante de ella. Vi la ropa que traía puesta. Sabía que tenía que haberme vestido mejor, pero no pensé que Kate me pediría esto. De haberlo sabido, me hubiese puesto una de las faldas que tenía y arreglado mejor el cabello en vez de sostenerlo con una simple diadema amarilla. Pasé el mechón de cabello que se habìa soltado de mi "peinado" detrás de mi oreja.

—Ya confirmé la cita con la señorita Kavanagh —dijo y en eso entró otra rubia.

En un momento había conocido a tres rubias. La primera rubia fue la que me recibió y la segunda era la secretaria. A la nueva decido colocarle la número tres.

—Señorita Steele, ¿le han ofrecido algo de tomar? —me preguntó esta.

—Uhm… No, nada. —No sabía si mi comentario pondría en problemas a la rubia número dos, ya que la rubia tres le lanzó una mirada molesta.

—¿Qué le puedo ofrecer? ¿Refresco, café, un vaso de agua? —me preguntó y yo observé su atuendo. Todas esas rubias tenían una impecable imagen.

—Un vaso con agua, por favor —pedí y ella volteó a ver a la rubia número dos.

—Olivia, traéle un vaso con agua a la señorita Steele.

La chica salió corriendo y entró a una puerta que se encontraba al otro lado del vestíbulo.

—Lamento lo ocurrido. Olivia es nueva y se está acoplando a su trabajo. Le ruego que me perdone. Tome asiento, por favor. el sel vest mejor el cabá en cinco minutos. Por favor, deme su chaqueta.

Se la di y en ese momento llegó Olivia con un vaso de agua helada y me lo dio.

La rubia número dos se dirigió al mostrador, la rubia número tres al escritorio en donde estaba la rubia dos anteriormente. Ambas continuaron trabajando.

Pienso en que quizás el seen que quiztorio en donde estaba la rubia numero dos antes. Ambas contin lo da.á legal, la puerta de despacho se abrió y salió un afroamericano alto y atractivo, cabello oscuro y rizado, elegantemente vestido. Sentí que era la única que iba con uniforme a esa empresa. Se volvió hacia la puerta.

—Grey, ¿jugaremos golf esta semana?

No escuché respuesta alguna. El afroamericano al verme, sonrió. Cuando lo hizo, las comisuras de sus labios se arrugaron. La rubia número dos, llamada Olivia, se levantó de un salto y corrió a llamar al ascensor. Parecía estar más nerviosa que yo destaca en dar saltos de la silla.

—Buenas tardes, señoritas —dijo el afroamericano, metiéndose en el ascensor.

—El señor Grey la verá ahora, señorita Steele. Puede pasar —me indicó la rubia número dos.

—Gracias —susurré y me levanté del asiento.

Me dirigí hacia la puerta y no sabía si tocar o solo entrar.

—Entre sin llamar, el seta y no s saltos de la silá —me dijo y yo asentí.

—Gracias.

Empujé la puerta y tropecé con ambos pies. Caí al suelo de rodillas, sobre mis manos y con la mirada gacha. Se escucharon unas pisadas y al levantar la mirada, me encontré con su mirada

—Señorita Kavanagh. —Le tomé la mano y él me ayudó a levantarme—. ¿Se encuentra usted bien?

Yo sonreí.

—Por supuesto, ya estoy acostumbrada.

El me observó serio, como si hubiese soltado un mal chiste. De hecho, lo era. Aunque técnicamente era la verdad, siempre me sucedían esas cosas. Ana decía que no había servido de nada tomar tantas clases de deporte si era pésima en el equilibrio.

—Disculpe, señor Grey, siempre soy muy torpe. —Él me soltó la mano y yo afirmé el agarre en mi libro, el cuaderno y la grabadora que me ha dado Kate.

—Señorita Kavanagh. Tome asiento, por favor. —Apartó la silla que se encontraba delante de su escritorio y avancé con pasos torpes hasta esta.

Me senté en ella y él rodeó su escritorio.

—Señor Grey, no soy Kate… Katherine, la señorita Kavanagh, no pudo venir. Soy Isabella Steele. —Al mencionar mi apellido, sus ojos se iluminaron.

—¿Es pariente de Anastasia Steele? —cuestionó y yo asentí.

—Es mi hermana mayor —respondí en un susurro.

Él me miró con inquietud. Yo le devolví la mirada.

—Y, ¿a qué has venido Isabella? —preguntó y yo rodé los ojos.

«¿Qué parte de que venía de parte de Kate no entendía esa gente?», pensé y reí por mis ocurrencias. Al verlo, noté que me veía con ímpetu. Yo bajé la mirada, avergonzada.

—¿No va a contestar? —preguntó y yo lo miré fijamente. Me observó a los ojos y luego a los labios. Me estaba mordiendo el labio.

—Perdón, señor Grey, pero como le he dicho a sus empleadas, vine de parte de la señorita Kavanagh. Ella amaneció muy enferma el día de hoy y mi hermana no pudo venir. Falté al colegio para venir hacerle esta entrevista que quisiera comenzar ya. —No lo dejé responder y le solté la primera pregunta—. Es usted muy joven, y era más joven cuando alcanzó la cima en el mundo empresarial. ¿A que se debe su éxito, señor Grey? —El me contempló con una ceja alzada. Parecía enojado.

—Siempre he sido una buena persona con los más necesitados y tengo una gran intuición para saber qué es lo que desean las demás personas.

—¿A qué edad fue adoptado? —pregunté y coloqué la grabadora a la altura de su boca.

—Creo que todo el mundo sabe eso. —Yo negué y él sonrió—. Isabella, me sorprendes. Tu hermana sabe esos datos sobre mí y que tú no los sepas es fascinante en verdad.

—Lo siento, señor Grey, no me di la tarea de investigar. De hecho, no sabía quién era usted hasta hace unas horas. Lo único que sé es que es un empresario llamado Christian Grey. —Me ojeó entre enojado y divertido.

—¿No soy un tema de su interés, Isabella? —me preguntó con voz demandante.

—No, señor, no lo es. Y solo investigo cosas que me interesen. —Él apretó sus puños sobre la mesa—. ¿Está trabajando en un nuevo proyecto que ayude a los pobres?

Él inhala antes de contestar.

—Por supuesto. Como he dicho antes soy una persona muy buena y me gusta donar dinero a los más necesitados, es un tema que este mundo debe observar con lupa. No importa el precio que tenga que pagar para ayudarlos, con el simple hecho de saber que hago algo por ellos, me hace sentir bien. Además, me ayuda a ir muy bien en los negocios.

—Claro. ¿En la compra y venta de empresas? —Eso lo sorprendió. Tal vez sí investigué un poco.

—Punto a su favor, Isabella, pero no solo me dedico a eso. No compro empresas que estén en buena condición, solo las que se están hundiendo o están a punto de caer en bancarrota. —Lo miro y siento que esconde algo—. Y cuando no es así, exploto todo lo que pueda de la empresa y después...

—La vende al mejor postor.

Él levantó una de sus cejas.

—Exacto, señorita. Soy bueno en lo que hago, en lo que le enseño a las personas, y soy aún mejor en lo que no enseño. —Escruta mi cuerpo de la cabeza a los pies—. Y eso hace que sea uno de los empresarios con mayor poder en este tipo de negocios.

—O quizás solo ha tenido suerte. —Cállate, Isabella, dice mi lado racional, pero mi lengua parece moverse por sí sola.—Es usted un maniático del control, señor Grey —dije, completamente seria.

Él me volvió a observar con una ceja alzada. Lo miré de la misma manera. Es como si supiera que su segundo nombre es Control. Su apariencia lo decía por todos lados. Imaginaba que le gustaría controlar mi boca aquí y ahora.

—Me gusta controlar todo lo que esta a mi alrededor, Isabella.—Eso parecía una indirecta por lo que mis ojos se abrieron como platos y me sonrojé furiosamente mientras mordía mi labio.

Él apartó la mirada rápidamente, concentrándose en mis manos que jugaban con la pequeña grabadora.

—Su vida es monótona y lo monótono es, en cierto punto, aburrido.

—Bueno, Isabella, he nacido para tomar el control, y, como ya le dije, controlo todo lo que esta a mi poder. Desde una simple pluma hasta más de cuarenta mil empleados. Eso me otorga poder y ese poder lo tengo que controlar. No puedo dejar de trabajar, simplemente no es correcto. Manejo muchas empresas en Estados Unidos y una parte en Europa. No sería adecuado que yo decidiese dejar de trabajar y vender mis empresas. Más de la mitad de mis trabajadores tienen hipotecas, por lo cual mi empresa es su sustento y si ese sustento cae, pierden su casa. —Su voz sonaba molesta y sabía que había logrado enojarlo. Decidí que era momento de apaciguar las aguas y aparté la vista y para la siguiente pregunta.

—Aparte del trabajo, ¿tiene otros intereses? —Él se levantó de su escritorio y dio una vuelta hasta quedar frente a mí.

—Los tengo. —Me puse roja. Consiguió lo que quería. Me ha hecho sonrojar y sentir que vuelo—. Me interesan cosas divertidas, Isabella, muy divertidas.

Sentí el doble sentido de sus palabras.

—¿Qué hace pare relajarse? —pregunté.

—Me gusta construir, me gusta saber cómo están conformadas las cosas a mi alrededor. Los aeroplanos son una de las cosas que más me gustan y me fascinan los barcos. —Parecóa que se ablandaba en ese término.

—Parece que el que habla ahora es su corazón y no la razón ni la lógica —dije suavemente.

Él me miró como diciéndome que no tenía corazón.

—Tal vez, pero los que me conocen dirían que no tengo corazón. —Me sorprendí por su seriedad al decirlo.

—¿Por qué lo dirían? —pregunté, interesada en el tema.

—Me conocen demasiado bien.

—Creo que en sí nadie conocía demasiado bien al señor Grey, ni siquiera su propia familia. Imaginaba que era un hombre que ocultaba muchas sombras.

—Isabella. —Me sorprendí al ver que había pensado lo último en voz alta—. Siguiente pregunta. —Cambió de tema apresuradamente.

—¿Sus amigos dirían que es una persona fácil de tratar? —Me vio con una sonrisa traviesa.

—Soy una persona muy reservada, Isabella. No suelo hacer este tipo de entrevistas —dijo serio de nuevo—. Hago lo posible para mantener mi privacidad.

—¿Y por qué aceptó esta? —«Contrólate, Isabella, no lo hagas perder el control».

—Soy mecenas de la universidad y su bachillerato, y, además, por más que lo intentase, no podría sacarme de encima a la señorita Kavanagh. No dejaba de fastidar mis relaciones públicas y admiro esa tenacidad.

Cambia el tema, idiota, dice mi lado razón. Te estás saliendo de contexto.

—También invierte en tecnología agrícola, ¿por qué le interesa ese ámbito?

—El dinero no se come, Isabella, y hay demasiada gente en el mundo que no tiene para comer —me miró con cara de póquer.

—Suena muy filantrópico. ¿Su pasión es la idea de mejorar al mundo? —lo observé con curiosidad, aunque ya me había dicho que eso le hacía sentir bien. Quería saber más de este enigma que tenía delante. Era imposible nunca hablase de su vida pública.

—Es un buen negocio. —Se encogió de hombros. Estaba aburrido—. Ya se lo había explicado, Isabella.

Detestaba que me llamasen por mi nombre completo, pero no podía hacer nada.

—¿Tiene usted una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste?

—No tengo una filosofía como tal. Quizá un principio que me guía... De Carnegier. "Un hombre que consigue adueñarse absolutamente de su mente, puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que estélegalmente autorizado". Soy muy tenaz, ya se lo he dicho. Me gusta tener el control de mí mismo... Y de que me rodean.

—Desea poseer todo lo que lo rodea. —No era una pregunta.

—Deseo poder merecer poseer todo lo que me rodea, sí. —Yo me mordí el labio.

—Usted parece el paradigma del consumidor —dije desaprobatoriamente. Me estaba comportando de una manera impropia, como la de una niña mimada—. En su opinión, ¿qué es lo que mueve la economía americana?

—El consumo del producto. Y no solo la de América, sino la del mundo entero —contestó dejando el jugueteo atrás—.Todo el mundo lo sabe. —Me arrepentía de haber hecho esa pregunta, era demasiado tonta. Obviamente lo sabía, pero era lo que Kate iba a preguntarle. No podía cambiar eso.

—Ha tenido que sacrificar su vida familiar por su trabajo.

¿Afirmaciónón o pregunta? Afirmación. Mierda. Cómo podía cometer tantos errores tan temprano. Eso me pasaba por no desayunar.

—Eso parece una afirmación, no una pregunta —dijo serio.

Me sonrojé y mordí de nuevo mi labio. Pedí disculpas y rectifiqué.

—¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por su trabajo?

—Tengo familia. Un hermano, una hermana y unos padres que me quieren. No es de mi interés ampliar mi familia.

—¿Es usted homosexual, señor Grey?

¡ISABELLA! gritó mi lado racional y se puso sus lentes de media luna. Tonta, ¿no sabes leer?

Me puse roja y vi su rostro, lívido por el enfado. Abrí la boca, pero ninguna palabra salió de ella.

—No, Isabella, no soy gay.

Dijo mi nombre como si lo estuviera acariciando. Levantó las cejas, pero su expresión no cambió. Era impasible.

—Perdón. Está... Bueno, está aquí escrito. —Me coloqué un mechón detrás de la oreja nerviosamente.

Me cuestionó si las preguntas eran mías y negué.

—Ya se lo dije, señor, estas preguntas son de la señorita Kavanagh y yo no sabía que haría la entrevista. Ella amaneció enferma y... —Parecía bipolar. Hacía apenas cinco minutos lo estaba retando y ahora era sumisa.

—¿Son compañeras de facultad?

—Somos compañeras de departamento junto con Ana.

—¿Se ofreció usted para hacer esta entrevista? —Negué—. ¿Que pasó, Isabella? ¿Te comieron la lengua los ratones?

—Es que es vergonzoso. No debería estar aquí, pero Ana tuvo una entrevista de trabajo y yo era la única libre. Kate, técnicamente, me obligó. Ana le había dicho que ni se le ocurriera enviarme a mí, por que usted... —Mordí mi lengua rápidamente.

Antes de que él hablase, abrieron la puerta. Era una de las rubias.

—Disculpe, señor Grey, pero su próxima junta es en menos de dos minutos —dijo con pena.

—No hemos terminado, Andrea. Cancela mi próxima cita, por favor.

Andrea se quedó allí unos segundos y observó al señor Grey durante unos segundos con su boca abierta. Volteé a ver el rostro del hombre y este le hizo una seña, indicándole que se fuera. Andrea se puso color escarlata y se retiró.

—¿En dónde nos quedamos? —Yo lo miré y negué con la cabeza. Quería saber mas de mí, lo presentía.

—No interrumpiré sus obligaciones, señor Grey —dije, levantándome de la silla.

Se opuso y me hizo un gesto para que me sentase. Obedecí con la cabeza gacha en todo momento.

—Quiero saber de usted. Es lo justo, después de preguntarme si era gay. —Me puse roja por la vergüenza.

—No hay mucho que saber. —Levanté la mirada y él colocó un dedo en sus labios. Mi mirada se dirigió hacia ellos—. Es decir, míreme.

Mordí mi labio al ver el suyo y aparté la mirada cuando le baja su mano.

—Lo hago. ¿En donde hará las prácticas cuando se gradúe? Mejor dicho, ¿qué va a estudiar?

—No lo he pensado mucho, aunque estoy entre tres: Literatura, Contabilidad o algo de la Industria Empresarial. —Sus ojos brillan al decir las últimas dos.

—Aquí tenemos un excelente programas de prácticas —dijo y me mordí el labio.

—Eso estaría bien, porque cuando vi empresas con los mejores programas de prácticas, la suya apareció junto con la de Cullen Corp.

—Muchas gracias, pero ya he pensado en el grupo corporativo de Cullen Corp. —Su semblante cambió—. Pero lo tendré en cuenta, aunque no creo que encaje aquí.

Sus ojos me miraron curiosos.

—¿Por qué lo dice?

—¿No es obvio?

—Para mí no.

Su respuesta me hizo saber que ya quería irme. Guardé todo en mi bolsa y me levanté con él imitando mi acción.

—¿Quisiera un paseo por las instalaciones? —preguntó.

—No, gracias. Sería inoportuno desviarlo de sus asuntos.

—¿Preguntó todo lo que necesitaba?

—Sí, señor. —Me sonrió.

—Dudo que pueda hacer que se quede. —Vio por la ventana. Estaba lloviendo a cántaros—. ¿Manejará hasta Vacouver? —Asentí, preocupada por la lluvia. No había traído paraguas—. Maneje con cuidado —dijo y estiró su mano. La tomé y la aparté rápidamente, girando para poder salir y encontrándome con unos cuadros muy bonitos.

Le hice una seña para saber si podía acercarme y él asintió.

—¿Son de Trouton? —Sonrió, imagino que complacido por mi conocimiento en el arte.

—Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario —dijimos ambos al mismo tiempo.

—Gracias por la entrevista, señor Grey.

—El placer ha sido mío. La próxima vez que nos veamos será en la ceremonia de graduación. —Asentí y di media vuelta, camino a la entrada—. La acompañaré. —Escuché sus pisadas detrás de mí—. Pase con buen pie la puerta señorita.

Yo me sonrojé y me encogí.

—Muy amable. Lo tendré encuentra señor. —Abrió la puerta y salimos. Ambos teníamos unas sonrisas en el rostro. Andrea y Olivia nos vieron con los ojos abiertos, como si el señor Grey nunca acompañase a nadie.

Mi teléfono sonó y lo saqué de la bolsa y vi que se trataba de Ana.

—Perdone. —Me alejé unos pasos y contesté—. Ana...

Ella no me dejó hablar.

—¿Dónde estás? Me llamaron del colegio. Dijeron que te dejaron faltar porque era un asunto para el colegio. ¿A dónde fuiste?

—¿Trajo abrigo, Isabella? —preguntó Grey, antes de que pudiese contestar a Ana.

—Sí, señor Grey. —Escuché una exclamación del otro lado.

—¿Fuiste a la entrevista? Le dije a Kate que no te enviara, que Grey era...

—Ana, ya sé. No te preocupes ya he terminado la entrevista. Todos estamos bien. —Ella se tranquilizó—.Te quiero, hablamos al rato.

Le colgué y me giré hacia Grey. Me tendió mi abrigo, acercándose y colocándomelo. Sus dedos tocaron un punto en mi cuello. Eso me hizo cerrar los ojos y arquearme hacia él. Me alejé al tenerlo puesto, mientras se acercaba al ascensor y oprimía un botón. Las puertas se abrieron y entré, prácticamente corriendo.

—Isabella —dijo a modo de despedida,

—Christian.

Las puertas del ascensor se cerraron.


Primer capitulo beteado, gracias a mi Beta Mónica León.

Gracias de leer y dejen sus comentarios.

Saludos, BellaGreyHerondale

Capítulo 1: 50 Sombras dé Perversion (Aclaraciones) Capítulo 3: Newton's and Clayton's

 


 


 
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