EL CASTIGO (+18)

Autor: Sasha_amane
Género: + 18
Fecha Creación: 22/03/2015
Fecha Actualización: 31/03/2015
Finalizado: NO
Votos: 8
Comentarios: 12
Visitas: 9514
Capítulos: 5

A pesar de su diferencia de edades todo era perfecto, eran almas gemelas. Se amaban con locura, sus padres aprobaban su relación y tenían todo para ser felices hasta que Isabella escucha una conversación donde Edward dice que ya no la ama. Decide desaparecer de la vida de su amado, haciéndose pasar por muerta y huyendo a otra ciudad para comenzar una nueva vida con el bebé que crecía en su vientre, sin sospechar que aquel engaño destruiría por completo a Edward, convirtiéndolo en un hombre muy diferente al que ella conoció. Era un ser vacío por dentro, depresivo y con pensamientos suicidas pero cuando descubra la mentira en la que vivió se convertirá en un hombre obsesivo, paranoico y controlador que hará lo que sea para retener y castigar a Isabella, la mujer que lo mató en vida.  

 

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Espero que les agrade la nueva locura que se formó en mi cabecita :D espero que se unan al club de las camareras castigadas je je. 

 

 

 

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Capítulo 3: Te amo

Capítulo 3: Te amo

 

—    Bien, eso es lo que haremos— dijo Bella antes de colgar. Se sentía algo culpable por haber trazado un plan con Mike pero ella sabía que ese idiota amaba a su hermana con locura. Isabella haría todo lo que estuviera en sus manos con tal de ver a Jessica feliz.

 

Suspiró al mismo tiempo en que se dejaba caer en la cama y contempló el techo lleno de estrellas que brillaban en la oscuridad que colocó junto a su padre cuando era una niña. Las conservaba aun porque le seguían pareciendo lindas. Cerró sus ojos y un rostro de belleza sobrenatural apareció en su mente; se incorporó mientras fruncía el ceño, tratando de ignorar las mariposas que estaban comenzando a revolotear en su vientre. 

 

—    Dijo que soy suya— musitó con gesto pensativo—. ¿Qué habrá querido decir con eso?

 

Y de pronto sintió deseos de ir a la habitación de su hermana para contarle todo, pero no quería ser egoísta. Además, Jessica le había ocultado un secreto importante por un tiempo y Bella muy en el fondo estaba algo resentida.

 

Era sábado pero aun así decidió hacer unos deberes que tenía pendientes. Prendió la computadora para conectarse al chat y empezar la investigación para escribir su ensayo de la clase de historia que trataría sobre la segunda guerra mundial. Era un tema que ya había estudiado por lo menos veinte veces pero que sin embargo seguía interesándole; le sorprendía y horrorizaba como los seres humanos podían destruirse unos a otros de maneras tan crueles.

 

En poco tiempo ya estaba absorta en lo que estaba leyendo y cuando se dio cuenta, había escrito una buena parte de su ensayo. Sintiéndose satisfecha con ella misma, guardó el documento y se dispuso a charlar con Ángela por el chat que justamente en ese momento se había puesto en línea. Su amiga no tocó el tema de “Edward” y eso la alivió de sobre manera.

 

Escuchó que su celular vibraba de nuevo y se levantó para contestarlo sin fijarse en el número. Pulsó el botón de contestar y se llevó el celular a la oreja.

—    ¿Hola?

 

—    Hola…— la sangre huyó del rostro de Bella al escuchar aquella  voz tan sexy y los latidos de su corazón se tornaron frenéticos—. Al fin me contestaste

 

—    ¿Qui… quién eres?— tartamudeó Isabella debido al nerviosismo. Se sintió estúpida puesto que ya sabía quién era, aquella voz era inconfundible.

 

—    Me llamo Edward, nos conocimos hoy en el centro comercial…

 

—    Ah, ya… — Bella se mordió el labio—. ¿Cómo conseguiste mi número?

 

—    Yo siempre consigo lo que quiero, nena…— respondió él con tono arrogante.

 

—    Es en serio ¿cómo lo conseguiste?— insistió.

 

—    Tu amiga me lo dio y no sabes lo agradecido que estoy con ella

 

Bella se quedó boquiabierta. Iba a matar a Ángela, sí., lo haría.

 

—    Eh…— no sabía que contestar a aquello. Se sentía sumamente incómoda pero al mismo tiempo emocionada, lo cual resultaba confuso.

 

—    Quiero conocerte— dijo él—. ¿Crees que podamos vernos mañana?

 

Isabella no contestó. Estaba demasiado incrédula para articular palabra alguna.

 

—    ¿Isabella?

 

—    Eh… yo no puedo salir contigo— espetó ella—. No te conozco

 

—    Por eso quiero que salgamos, para que me conozcas, no tengas miedo, no soy un secuestrador…

 

Bella no pudo evitar reírse.

 

—    Aunque me gustaría secuestrarte— admitió Edward lo que hizo que ella se ruborizara—. Y que tú novio no vuelva a saber de ti

 

—    Eh… yo no tengo novio— dijo Bella.

 

—    ¿En serio?— el chico se escuchaba feliz, como si le estuviesen dando la mejor noticia de su vida.

 

—    No, no tengo tiempo para esas cosas— contestó con tono de advertencia.

 

<< Estúpida, estúpida, estúpida>> se reprendió mentalmente por haberle mentido. Ahora el chico se disculparía y le colgaría. Ignoraba que aquella respuesta había hecho aun más feliz a Edward.

 

—    Me alegra oir eso, Isabella— contestó él.

 

—    ¿Cómo que te alegra?— preguntó confundida.

 

—    Sí, me alegra que no te acerques a los chicos, conmigo puedes hacer una excepción, claro

 

Bella sonrió y el rubor se extendió por sus mejillas otra vez.

 

—    Mañana es domingo ¿podrías salir conmigo?— continúo Edward—. Si aceptas iré a recogerte a tu casa…

 

—    ¡No!— exclamó Bella—. Quiero decir… ¿por qué no nos encontramos en otro lugar?

 

—    Me parece que no… una chica como tú merece respeto

 

—    Mis padres no van a dejarme salir contigo, luces mayor ¿Cuántos años tienes? ¿veinte?

 

—    No, esa no es mi edad. Dame la dirección de tu casa porque iré por ti… tú no eres una chica cualquiera, Isabella. Eres mía ahora…

 

—    Hey, alto ahí, no soy tuya— dijo molesta.

 

—    Lo eres, ya no tienes escapatoria

 

—    Entonces no saldré contigo. hasta nunca—colgó y apagó el teléfono. No iba a lidiar con un tipo posesivo como ese; por otra parte lo lamentaba ya que Edward era guapísimo pero su libertad valía más. Aun estaba a tiempo de frenar algo que quizá se convirtiera en una relación enfermiza que terminaría desgastándola e incluso matándola si las cosas llegaban muy lejos.

 

Isabella se rió por aquellos pensamientos. Estaba yéndose a los extremos como siempre, pero también su madre solía decir que más valía prevenir que lamentar y esa frase se había convertido en la filosofía de su vida; la aplicaba en casi cualquier situación, excepto con Jessica porque ella era su debilidad y no podía negarle nada.

 

Dejó de reírse ya que el nombre de Ángela apareció en su mente. Dio media vuelta y se dirigió a su escritorio. Le escribió un mensaje de reproche a Ángela y le contó que había mandado al diablo a aquel hombre.

 

Estás demente, Isabella ¡¡¡¿CÓMO SE TE OCURRE RECHAZARLO?!!!” fue lo que recibió como respuesta. Bella no le contestó ya que estaba enfadada con su mejor amiga.

 

***

Se sintió desesperado cuando Isabella le colgó. Intentó llamarla nuevamente pero el teléfono estaba fuera de servicio, o sea, lo había apagado. Profirió un grito que alertó a la servidumbre de la casa y a su hermana. Tuvo que asegurar cientos de veces que se encontraba bien para que las sirvientas se fueran, pero Alice permaneció a su lado y siguió insistiendo.

 

—    No quiere nada conmigo, me colgó— le contó a su hermana con angustia mientras se sentaba en la cama con el rostro entre las manos.

 

—    Ay, Edward, debiste haberla asustado por algo que dijiste— le respondió Alice con dulzura.

 

—    Le dije la verdad, que era mía

 

—    ¿Lo ves? Eso asusta a cualquiera….

 

—    Necesito saber dónde vive

 

—    Puedes contratar un investigador privado— sugirió su hermana y Edward levantó la cabeza para sonreírle.

 

—    Eres una genio, hermanita

 

—    Lo sé…

 

—    Voy a encontrarla y será mía— afirmó Edward.

 

—    Por supuesto que lo harás, yo voy a apoyarte. Necesito a una amiga para ir de compras y por lo que vi a ella le gusta hacerlo— Alice sonrió—. Pero bueno, ahora debes descansar, tienes que ir a la empresa mañana…

 

—    Está bien, hermanita, buenas noches

 

—    Buenas noches, Ed y recuerda, el Porche es amarillo, no me vayas a comprar uno de otro color porque si no, te atropellaré con él 

 

Edward se carcajeó por la amenaza de su hermana y asintió. Cuando Alice salió de su habitación, comenzó a fantasear con el perfecto y hermoso rostro de Isabella y se imaginó como sería introducirse en esa pequeña boca y… miró su entre pierna. Estaba muy excitado y debía solucionar aquel problema con su mano.

 

***

Bella no podía dormir bien y cuando lo lograba, unos ojos dorados aparecían en sus sueños. Al despertarse por tercera ocasión, lo hizo con la respiración agitada y la frente llena de sudor. Por la ventana se colaba la tenue luz de la luna y supo que aún era de noche.

 

<< ¿Qué me está pasando?>> se preguntó a sí misma. Ella jamás había tenido problemas para dormir, siempre dormía en paz, sin remordimientos. Ahora sí que los tenía porque muy a su pesar se arrepentía de haber rechazado a Edward y de colgar el teléfono como lo hizo.

 

<< No, es mejor así>> trató de consolarse <>

 

Trató de volver a dormir más le fue imposible. A su mente acudían los recuerdos, todos relacionados con ese chico de ojos dorados. No había vivido muchas cosas con él, por supuesto, pero todo era digno de recordar una y otra vez. Lo que estaba pasando entre ellos era inusual, extraño y escalofriante. Bella deseaba que él perdiera el interés y dejara de buscarla pero presentía que no sería así, que el destino se empeñaría en juntarlos de alguna u otra forma.

 

—    No, no, eso no puede pasar— susurró con miedo. Ella deseaba una vida normal, una pareja normal y él no parecía exactamente eso, empezando por su aspecto físico.

 

Bella bostezó y miró su despertador que indicaba que eran las tres diez de la mañana. Abrazó a uno de los peluches que tenía en su cama y comenzó a pensar en cosas de la escuela y a ensayar un discurso para su graduación porque claro, ella esperaba ser elegida para eso cuando llegara el momento.

 

Se quedó dormida de nuevo pensando en discursos, togas y birretes. Cuando se despertó ya eran las siete y media. Se levantó con lentitud y se estiró; iría a andar en bicicleta como todos los fines de semana. Se puso unos pants grises y una camisa de tirantes rosa que estilizaba su figura y hacía ver sus senos más levantados, pero Bella no era consciente de eso.

 

Tomó su iPod y verificó que este tuviese batería lo cual resultó ser así, estaba completamente cargado. Se colocó los audífonos y buscó una botella de agua en su pequeña nevera la cual había sido un regalo de su tía Victoria por navidad. Cuando salió de su habitación se encontró con su madre en el pasillo y se extrañó al no verla vestida ya que siempre iba con ella los domingos a andar en bicicleta.

 

—    Buenos días, mamá ¿por qué no te has vestido?

 

—    Lo siento, cariño, hoy no puedo— se disculpó Reneé quien estaba somnolienta—. No me siento bien

 

—    ¿Qué te ocurre?— preguntó Bella con preocupación.

 

—    Los cólicos me están matando ¿me disculpas hoy?

 

—    Claro. No te preocupes, mami. Descansa— Bella se acercó a su madre y la abrazó brevemente. Reneé le dio un beso en la frente, le pidió que se cuidara y que llegara a tiempo para el desayuno—. Está bien, no te preocupes

 

Bella salió del garaje en donde guardaba su bicicleta no sin antes poner su canción favorita en el iPod. Se dirigió a la cancha donde siempre iba a dar  vueltas, pero en un impulso decidió ir incluso más lejos. Ella lo atribuyó a que estaba sola y siguió su camino sin preocuparse a donde iba, solo dejó que su instinto la guiara y se olvidó de aquella frase que siempre le salvaba la vida.

 

Al llegar a la avenida se detuvo de pronto, impresionada por haber llegado tan lejos. Quería introducirse en el tráfico, pero sabía que eso sería peligroso.

 

<< Hazlo, solo se vive una vez. No te pasará nada si tienes cuidado>> le susurró su subconsciente y Bella sonrió antes de quitarse los audífonos para no desconcentrarse. Decidió hacerle caso y dio vuelta a la derecha para incorporarse al tráfico. Se colocó entre dos autos cuando vio que el semáforo se acababa de poner en rojo. Miró fijamente aquella luz roja, esperando a que cambiara a verde.

 

—    ¿Isabella?— escuchó su nombre y giró el rostro para encontrarse con una mirada llena del más profundo pavor que hubiese visto en alguna persona. Se quedó petrificada al ver que era Edward quien conducía aquel lujoso auto que se encontraba a su lado.

 

—    Edward— susurró ella.

 

—    ¿Qué demonios te pasa? ¡Podrías matarte!— reclamó él mientras se bajaba del auto haciendo que algunos conductores manifestaran su molestia tocando el claxon—. Sube al auto ahora mismo

 

—    No puedes obligarme— gruñó Bella.

 

—    No me provoques y sube— masculló Edward. Lo tenía tan cerca que podía percibir el delicioso aroma de su colonia. Vestía un elegante traje gris que lo hacía lucir como un sexy empresario.

 

—    No voy a subir— Bella le sacó la lengua y él resopló.

 

—    O te subes o hago un escándalo. Créeme que no me importará

 

Bella puso los ojos en blanco. Había escuchado y leído la misma amenaza cientos de veces en películas y libros respectivamente. Los protagonistas nunca cumplían.

 

—    Haz lo que quieras, yo no voy a subir

 

—    Tú lo pediste— murmuró Edward antes de alzarla en brazos sin ningún esfuerzo. La bicicleta rebotó en el asfalto al igual que la botella.

 

—    ¡Suéltame!— exclamó Isabella mientras luchaba por liberarse pero él era bastante fuerte y no pudo hacerlo. Edward abrió la puerta y la metió como pudo. Ella intentó salir pero el auto era automático y él se había encargado de que las puertas no pudieran abrirse. Se le ocurrió salir por la ventana pero Edward ya había entrado en el auto y arrancado—. ¡Mi bicicleta!

 

—    Me importa una mierda la bicicleta— dijo él.

 

—    ¿A dónde me llevas?— cuestionó asustada.

 

—    Sinceramente, no lo sé

 

***

Edward no conoció el miedo hasta que vio a su muñequita de porcelana montada en una bicicleta entre su auto y el otro, esperando a que el semáforo se pusiera en verde. Sabía que ella estaba furiosa con él por haberla raptado pero prefería eso a que siguiera corriendo peligro en las calle y que los hombres la observarán ya que iba demasiado provocativa con ese atuendo deportivo.  

 

—    Dime a donde me llevas porque si no me bajaré y no me importará matarme

 

—    No digas eso— suplicó él, sintiéndose agonizar ante la idea de que pudiese pasarle algo.

 

Isabella pareció calmarse ya que se calló y miró por la ventana. Cuando se detuvo en otro semáforo, tomó su celular y llamó a su padre.

—    ¿Qué sucede, hijo? ¿no vas a venir?— le respondió con tono de preocupación.

 

—    No, papá, tuve un pequeño contratiempo

 

—    ¿Qué pasó? Hoy es tu primer día y…

 

—    Después te explico, papá, iré más tarde, te ruego que me entiendas

 

—    Está bien— masculló su padre—. Pero espero que tengas una buena explicación. Hijo, solo debes venir los fines de semana y…

 

—    Tengo una buena explicación para esto, papá. Solo puedo decirte que esto que hago es muy importante para mí

 

—    ¿Qué?

 

—    Luego te cuento, adiós…— colgó el teléfono y miró de reojo a Isabella.

 

—    Llévame a casa— exigió.

 

—    Lo haré después de que hablemos

 

—    No tenemos nada de qué hablar— resopló ella.

 

—    Oh, pero claro que tenemos que hablar

 

—    ¿Sobre qué? ¿Sobre eso que dijiste de que soy tuya?

 

—    Eres mía, Isabella, esa es la verdad

 

***

 

No parecía estar bromeando y eso la asustaba… ¿cómo era posible que aquel hombre al que conocía de un día se creyera su dueño?

 

—    Habla en serio, por favor

 

—    Estoy hablando en serio, Isabella. Me enamoré de ti desde que te vi y supe que tenías que ser mía

 

—    El amor a primera vista no existe, por Dios — Bella se cruzó de brazos.

 

—    Yo soy una excepción entonces

 

Isabella se sonrojó y miró hacia otro lado. Luego de unos minutos, Edward estacionó frente a una cafetería. Bella sintió como su estómago gruñía, exigiendo un desayuno.

 

—    ¿Tienes hambre?— le preguntó Edward con amabilidad.

 

—    No— mintió.

 

—    Estás mintiendo— acusó él con un brillo de diversión en los ojos.

 

—    Bien, si tengo hambre y es por eso que quiero ir a casa

 

—    Acepta desayunar conmigo y te llevaré

 

Isabella se mordió el labio, pensando en esa tentadora propuesta. Tenía bastante hambre así que decidió aceptar.

 

—    Está bien, pero que sea rápido— masculló y Edward sonrió, mostrando su blanca y perfecta dentadura digna de un comercial de crema dental.

 

Edward bajó del auto y corrió para abrirle la puerta. Se sintió halagada ya que nadie había hecho esto por ella jamás.

 

—    Gracias— dijo y Edward frunció el ceño.

 

—    ¿Por qué?

 

—    ¿Por abrirme la puerta, quizás?

 

—    No es algo que debas agradecer, nena… tú mereces ser tratada como lo que eres. Una princesa

 

Bella sintió que sus mejillas ardían y él le dedicó una sonrisa torcida al mismo tiempo en que acariciaba su mejilla izquierda con la mano. Ella se estremeció y cerró los ojos, disfrutando de aquella maravillosa sensación que le causaba su contacto.

 

—    Eres tan hermosa— susurró él y cuando Bella abrió los ojos, sus rostros se encontraban a escasos centímetros de distancia. Se apartó rápidamente y se ruborizó aún más.

 

Edward soltó una pequeña carcajada mientras cerraba la puerta del baño. Ambos se dirigieron a la cafetería y entraron. El olor del café invadió sus fosas nasales y sonrió pero se puso seria cuando Edward gruñó y la cubrió con su saco el cual le quedaba bastante grande.

 

—    No quiero que nadie te mire con esa camisa tan ajustada. Estás demasiado sexy— le susurró Edward al oído.

 

Bella lo observó confundida antes de que una camarera los atendiera. Ésta devoraba a su acompañante con la mirada y sintió malestar. Tomó del brazo a Edward y la camarera le sonrió con ternura, seguramente pensando que se trataba de una sobrina.

 

—    Quiero un café, mi amor— dijo Bella con voz melosa y la camarera se quedó boquiabierta. Edward la miró con intensidad antes de inclinarse y depositar un suave beso en la comisura de sus labios. Trató de no enrojecer y lo logró pero la que sí lo hizo fue la chica quien comenzó a tartamudear y les indicó que mesa estaba disponible.

 

—    Me encanta cuando te pones celosa ¿lo sabías?— se rió Edward una vez que la camarera se alejó.

 

—    Yo no estaba celosa— contradijo Bella.

 

—    Lo estabas, no lo puedes negar… has tenido la típica reacción de mujer celosa

 

—    En primer lugar, yo no soy una mujer sino una niña y en segundo lugar, no estaba celosa, esa mujer parecía que quería lanzarse sobre ti y yo solo te salvé. Deberías agradecerme

 

—    No eres una niña, Isabella— Edward negó con la cabeza—. Eres una mujer hermosa

 

—    Solo tengo dieciséis años…

 

Edward frunció el ceño. Seguramente no se esperaba esa edad.

 

—    Bueno, eres más chica de lo que pensé— admitió él—. Pero no me importa

 

—    ¿Cuántos años tienes tú?— preguntó Isabella con los ojos entornados.

 

—    Veinticinco— contestó Edward.

 

—    Oh, Dios mío— susurró ella, abriendo mucho los ojos—. Eres un viejo

 

—    Por supuesto que no— gruñó él—. Estoy en mi mejor edad

 

—    ¡Eso no es cierto!— replicó Bella—. Creo que lo mejor será que no nos volvamos a ver— se levantó con intenciones de irse pero Edward la sujetó con la muñeca e impidió que lo hiciera.

 

—    Si vuelves a decir eso, te secuestraré— amenazó en voz baja. Algunos comensales los miraban e Isabella se sentó para no armar más alboroto—. Jamás vas a irte de mi lado ¿me has entendido?

 

—    Esto… esto no es legal— murmuró furiosa.

 

—    Eso no me importa

 

—    Podría denunciarte…

 

—    Y yo podría negarlo todo y demostrar que soy inocente

 

—    Si dejas que me vaya me olvidaré de la denuncia

 

—    No voy a dejarte ir ni aunque intentes denunciarme, pero por favor, no lo hagas e intenta conocerme al menos— suplicó.

 

—    No lo haré, seré muy chica pero soy lo bastante astuta como para saber lo que hombres como tú buscan en una niña como yo…

 

—    Isabella, me ofende que pienses eso de mí. Te amo y jamás te obligaría a hacer algo que no quieras

 

—    ¿Por qué hablas de amor si apenas me conoces?— se quejó Bella.

 

—    Porque es verdad. Te amo, me he enamorado de ti nada más verte. Sé que tú no sientes lo mismo, pero lucharé por qué así sea. Me amarás tanto como yo a ti, espera, creo que eso es imposible. No hay ser que pueda amar más de lo que yo te amo a ti. Te has convertido en mi razón para vivir, en el aire que respiro y no voy a descansar hasta que me ames. Serás mía, Isabella, de eso no me cabe duda

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Espero que les guste esta historia n.n besitos!!! 

Capítulo 2: Mia Capítulo 4: Novios

 


 


 
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