Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 365625
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

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Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

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Capítulo 27: Después de ti no hay nada. Parte 1

Chicas les dejo dos links, espero los escuchen con la lectura ya saben estan insertados cuando la palabra cambia de color, besos Sol y a leer!!!!

En el capítulo anterior:

La mirada de Jacob estaba perdida en el firmamento, sus negros ojos se perdían en los anaranjados colores del atardecer. Su mente viajó hacia Bella y por un momento dudó en lo que iba hacer.


Pero esta lucha se había convertido en un túnel sin salida en que el mismo se había metido por voluntad propia esperanzado de que algún día obtendría a la mujer por la que había esperado toda la vida hasta que llegó el maldito chupasangre y se lo arrebató todo en un simple e insignificante respiro.

Ya no importaba nada, Bella sería suya. Muy bien sabía que jamás llegaría a amarlo, y que aquellas miradas cargadas de amor y admiración nunca se las regalaría a él, pero prefería mil veces tenerla sometida y encerrada por toda la vida en una habitación que observar cómo era feliz, con aquel maldito infeliz.

Aquello era su motor, la fuerza que lo impulsaba y de una sola cosa estaba absolutamente seguro, Edward y Bella no se casarían jamás, no si él estaba para impedirlo, aquella maldita boda nunca se realizaría.

 

Capitulo 27: Después de ti no hay nada.

 

Narrador’s Pov


Jacob se dio la vuelta para encarar a Heidi, ahí estaba ella ataviada en un sexy vestido negro, como siempre mirándolo con aquella mirada siniestra que le provocaba escalofríos.

— ¿Estas lista? —preguntó mirando su reloj, solo una hora quedaba para que se realizara la maldita boda.

—Nunca he estado mas lista en mi vida, querido Jacob —le contestó con una sonrisa espeluznante atravesado por sus labios.

Esta vez habían repasado todos los detalles minuciosamente, todo estaba listo. El avión aparcado en un solitario aeródromo el cual llevaría a Jacob y Bella al fin del mundo, para que nunca más supieran de ellos o mejor dicho para que Edward, nunca más supiera de su pequeña puta, aquella que le había arrebatado todos sus sueños y su alegría de vivir.

Su sangre hervía de odio, rabia y unos enceguecedores celos de tan solo recordar su maldita cara de niña inocentona y buena con la que había conquistado a su hombre, para él cual en su estado de constante locura reclamaba como propio, sin haberlo sido jamás. Pero ahora no más, ya que en esta oportunidad ella misma se encargaría de que Bella desapareciera de la faz de la tierra.

No le importaba en lo más mínimo que es lo que fuera hacer Jacob con aquella niñita poca cosa e insignificante, ni cual fuera su suerte, si fuese por ella, esa maldita niña se debiese haber lanzado por aquel acantilado y ahora debería estar enterrada tres metros bajo tierra con su cuerpo consumido por los gusanos.


El oscuro corazón de Heidi, sonrió internamente de sus malévolos planes.

Lo que el estúpido de Jacob no sabía, es que ella se encargaría personalmente de que él fuera el culpable de absolutamente todo, ella solo sería la víctima de sus retorcidas manipulaciones y así, como un ser atormentado y sufrido sería como se acercaría a Edward, para que mutuamente consolaran sus desgracias.

Su sonrisa se plasmaba en sus labios de manera espontánea de tan solo imaginar por un instante como sería su vida de ahora en adelante. Cerraba sus ojos ilusionada y su corazón palpitaba incesantemente en su pecho al hacer aparecer en su mente aquellas imágenes con las que tanto soñaba.

Se podía ver junto a Edward rodeándola con sus fuertes brazos atrayéndola hacia su fornido pecho mientras la besaba dulcemente después de hacerle el amor salvajemente, regalándole aquellas profundas y penetrantes miradas cargadas de amor que ella si merecía, era capaz de imaginar completamente su vida. Edward y ella viviendo felices por siempre, siendo ella el único objeto de su completa adoración, si, porque así sería y ahora nada, ni nadie se lo impediría.

Tomó el celular de su cartera, para corroborar nuevamente que todos sus esbirros estuvieran en sus puestos, prestos para actuar, esta vez nada podía fallar. Una vez repasado minuciosamente todos los detalles, salieron junto con Jacob para llevar a cabo su tan esperado y malvado plan.

Jacob comenzó a manejar por las calles de Boston con su corazón tronando en sus oídos, una y mil veces había repasado su plan de captura, hasta el más mínimo detalle.

Nervioso pensaba una y otra vez “esta vez no puedo fallar, Bella será mía, MIA, MIA” repetía las palabras como su mantra, en un pobre intento de aplacar sus nervios y acallar su conciencia que martilleaba incesante, repitiéndole que por más que capturara a Bella, jamás en la vida sería su dueño, que jamás tendría el privilegio de que aquellas profundas miradas color chocolate llenas de amor fueran para él. Apretó el volante con furia tan solo pesar que esa posibilidad le fuese negada ¡No! Negó demente aunque dejara la vida en ello, Bella lo amaría, si, tenía que amarlo “ella me amará, me amará”

Heidi a su lado sonreía poseída, ensimismada en el momento que vivían, disfrutando de ante mano del sabor de la victoria mientras contemplaba el hermoso atardecer. Aquel crepúsculo que marcaba el término de la perfecta de vida de Bella Swan y de sus propios tormentos, aquel crepúsculo, para ella no era nada más que un magnifico amanecer, el amanecer a su nueva vida, ya sentía que la podía palpar con sus manos, estaba tan cerca, tan cerca…

Dos calles, solo dos calles quedaban para que todo su mundo fuera malditamente perfecto. Ese mundo en el cual su Eddie seria solo para ella, ese mundo donde Edward Cullen solo le pertenecía a Heidi Vulturi y a nadie más.

El mercedes negro, se mezclaba sigilosamente con el tráfico normal de un sábado por la tarde, pasando totalmente desapercibido, avanzando como una serpiente ponzoñosa lista para asesinar, para clavar sus letales colmillos y engullir a su indefensa presa. Ningún habitante de Boston podría presagiar el acto siniestro que se tramaba dentro de aquellos elegantes asientos de cuero.

Unos metros, solo unos cuantos metros para alcanzar su anhelado objetivo.

Con el corazón de ambos amenazando con salir de su pecho, Jacob estacionó el Mercedes en el lugar que habían establecido para pasar desapercibidos, bajo la oscura sombra de unos añosos árboles. Tomó la calibre 9 milímetros con la que no dudaría en amenazar a Bella si oponía la más mínima resistencia.

Guardó la pistola en el cinto de su pantalón y bajó sigilosamente del auto con pasos solapados como un lobo acechando a su presa, directo a esconderse detrás de uno de los inmensos robles, con sus dientes afilados saboreando la pronta victoria, solo algunos minutos faltaban para que la angelical presencia de Bella llegara para iluminar todo. Pero al observar atentamente el imponente lugar pasó lo inesperado y la perfecta y maligna burbuja explotó en millones de pedazos.

El condenado lugar estaba vacío, absoluto y malditamente vacío, ni una condenada alma pululaba por sus alrededores. Con la vista nublada, enceguecida por el desconcierto y el terror pensó ¡No otra vez! ¡No otra vez! repetía vehemente.

¡Maldición! ¿Qué le explicación le daría ahora a la perra desgraciada de Heidi? Un aterrador escalofrío recorrió su espalda tan solo de verse atrapado nuevamente por un segundo, en unos de sus arranques de locura.

Miró su reloj en un pobre intento de mantener la tranquilidad y la poca cordura que a estas alturas le quedaba veinte minutos para las cinco ¡Imposible! Masculló con ira contenida, en este mismo instante debería de haber cientos de personas y el hijo de puta del chupasangre debería estar con una sonrisa imbécil dibujada en sus labios recibiendo a los invitados. ¿Qué mierda había pasado?

Corrió desesperado al interior de la iglesia intentado encontrar alguna respuesta para su desgracia, pero al traspasar las enormes y pesadas puertas de madera tallada, se encontró solo y derrotado acompañado solo del eco de su frenética respiración.

— ¡No! —Gritó en un alarido desgarrado— ¡No! —gritó nuevamente cayendo sobre sus rodillas destruido.

Heidi como siempre astuta, mientras esperaba impaciente escondida dentro del auto entre las sombras de los árboles que estos le brindaban, intuyó que algo no andaba bien. Sus bajos instintos en constante estado de alerta le decían que se bajara del auto a averiguar qué diablos andaba mal, ya que había una inusitada tranquilidad para el acontecimiento que se desarrollaría en el lugar.

Y así como si estuviese protagonizando una película de suspenso, bajó del auto exactamente igual como cuando la perversa antagonista comienza a intuir que sus desquiciados y malvados maquinaciones se le están escapando de sus manos, dejándose en completa evidencia solo con el incontenible odio guiando sus pasos.

Corrió con aquellos tacos de infarto entremedio de los árboles y atravesó el elaborado y cuidado jardín antesala de la iglesia, con la medusa que habitaba en su interior a punto de explotar con la fuerza de mil bombas atómicas, al encontrarse con la devastadora situación.

— ¡QUE MIERDA PASA AQUÍ! —Rugió como una indomable fiera con un aterrador gruñido que escapó de lo más profundo de su pecho.

Pateó el estómago de Jacob con sus zapatos de cuatro mil dólares, el cual aun se encontraba de rodillas, al corroborar con sus propios ojos que la iglesia donde se encontraba se había convertido en el mausoleo de su lecho de muerte, al ver que el condenado circo que esa tarde se llevaría a cabo a esta altura, parecía nuevamente otra más de sus locas alucinaciones.

Jacob cayó al piso, aterrado y humillado, aun consternado solo fue capaz de negar con la cabeza.

— ¡Eres un inútil, un maldito perro bueno para nada! ¿Dónde están todos? ¿DÓNDE ESTÁ ESA MALDITA PERRA? —gritaba al borde del colapso, con sus manos convertidas en garras y sus ojos enrojecidos de furia como si fuera el mismo demonio, sin importarle que estuviera dentro de un templo sagrado.

Un joven sacerdote salió de la sacristía a toda carrera en dirección al templo al oír aquellos gritos terroríficos y blasfemos.

Al escuchar el eco de unos rápidos pasos en dirección a ellos, Heidi le ordenó a Jacob ponerse de pie y situarse junto a ella. Una sonrisa de oreja a oreja se formó en sus labios al ver quién era, “ese estúpido cura”, le daría la información tan valiosa que en estos momentos de locura desesperada necesitaba.

El joven padre se aprestaba a preguntar qué estaba pasando con ellos dentro del templo, cuando una muy astuta Heidi, tomó la mano de Jacob y la acarició como si fuera una devota novia, dejó un dulce beso en su dorso y puso su mejor cara de inocencia, la misma que le ponía a su estúpido padre Aro, cuando quería que le consintiera sus caprichos.

—Buenas tarde padre —se apresuró a hablar, con voz suave e inocente.

El sacerdote los observó y no entendía absolutamente nada, aquellos iracundos gritos no se condecían con las personas que tenía en frente de él, que estaban elegantemente vestidos como si asistiesen a una boda.

— ¿En que los puedo ayudar hijos? —preguntó algo receloso, pero su espíritu de padre noble era el que salía a relucir.

“Estúpido casto e imbécil cura”, pensó Heidi, “ahora me dirás lo que yo quiero”.

—Verá padre, estamos invitados a la boda de Edward Cullen e Isabella Swan —dijo con aura inocente y sufrida— venimos desde muy lejos, ilusionados y felices a la boda de nuestros amigos y nos hemos encontrado con la sorpresa de aquí no hay absolutamente nadie, ¿usted, no sabrá algo al respecto? ¿Nos habremos equivocado de hora tal vez? ¿De día quizás? —Indagó inteligentemente— estoy segura que la invitación indicaba este día y esta dirección.

El padre dudo unos segundos si debía responder, aun rondaban en su mente aquellos terroríficos gritos que lo hicieron salir de la oficina. Los observó una vez más, solo veía en frente de él, dos chicos de sociedad y además estaban dentro de la casa de Dios ¿Habría alguien tan malvado para engañarlo dentro de la casa del señor?

Claro que lo había, pero eso él no lo sabía y con la mejor de sus intenciones habló.

—Están en lo correcto hijos, aquí se realizaría la boda de Edward y Bella, pero la verdad, no sé mayores detalles, solo sé que hoy el padre Marco los casará a las afueras de Boston a esta misma hora, si llaman a algún amigo quizás les puede decir dond…

Pero el joven sacerdote no pudo terminar la frase ya que apenas Heidi escuchó las palabras “a las afueras de Boston” jaló a Jacob del brazo y lo arrastró fuera de la iglesia como un energúmeno dejando al pobre padre con la palabra en la boca sin entender que es lo que había pasado o cosa tan mala había dicho.

¡Maldito y predecible Edward Cullen! ¡Eres un maldito miserable! Gritaba una y otra vez en su mente ¿cómo no lo vi antes? Se recriminaba.

— ¿Dónde vamos? —preguntó Jacob que aun era arrastrado del brazo.

— ¡Cállate estúpido! Que por tu culpa estamos metidos ahora en esto, ¡nunca haces nada bien! ¡Eres un inepto! —comenzó a gritar nuevamente una vez que estuvieron fuera de la iglesia.

De pronto paró en seco y no lo pudo aguantar más, tiró su oxigenada cabellera con inusitada rabia.

— ¡Maldito seas Edward Cullen! ¡Nadie! ¡Nadie engaña a Heidi Vulturi! ¡Y juró que no lo harás nuevamente! —Rasposos aullidos salían de su garganta junto con dos lágrimas de frustración recorriendo sus afiladas mejillas— ¡sube al auto y conduce imbécil que es para lo único que eres bueno! —ordenó marcial, como un general prestándose para la más cruda de las guerras.

Las llantas chirrearon en el asfalto dejando una huella de varios metros, al comenzar a conducir Jacob enajenado, sin siquiera saber donde se dirigían. Tenía terror de preguntar hacia donde iban.

— ¿Do…dónde vamos? —preguntó tartamudeando preso del pavor que la abominable mujer lo provocaba.

— ¡Al prado maldito perro! ¡Al prado! ¿Que no oíste nada de lo que dijo el cura? —contestó golpeándolo fuertemente en la cabeza.

El mercedes negro, comenzó a esquivar los autos a toda velocidad en una carrera enloquecida por las calles de Boston, hasta que poco a poco fue saliendo de la histórica ciudad. Tomaba las curvas del sinuoso camino peligrosamente, de forma rasante, las llantas parecían como si estuviesen pegadas al piso, haciéndolas parecer como si ellas y el asfalto coexistiesen como uno solo.

Los pinos que adornaban las frondosas laderas no eran más que verdes manchas que aparecían y desaparecían como flashes frente a sus ojos.

Iba desesperado tenían que impedir esa condenada boda a toda costa, sino estaba más que seguro que, no solo su negro corazón moriría al contemplar como Bella se escurriría de él tan fácil como si tuviese arena entre los dedos, sino que también en aquella cruzada perdería la vida, ya que si no lo lograban tenía la certeza de que Heidi acabaría con su vida.

— ¡Si Edward Cullen no es mío, no será de nadie! —Mascullaba la demente mujer entre dientes, con la conciencia absolutamente perdida— ¡Edward es MIO! ¡MIO! ¡MIO! ¡Yo soy la única que tiene el derecho de ser la señora Cullen! ¡LA ÚNICA! ¡Maldito, maldito, mil veces maldito! Pero tu remilgada puta, no tendrá la boda de sueños que de seguro le has planeado —desvariaba entre sus siniestros pensamientos de destrucción y muerte, mientras sonreía a la vez que lloraba fantaseando que para ella Edward había preparado la preciosa boda.


Mientras en el prado, Edward imposiblemente hermoso, enfundado en su impecable smoking negro, apenas podía mantenerse quieto en su puesto. Se paseaba de un lado a otro nervioso, tiraba incesante del cuello de su camisa porque sentía que le faltaba aire, le sudaban de manera imposible sus grandes manos, mientras intentaba saludar con una sonrisa que más bien le parecía una mueca, a la impresionante cantidad de invitados. Miraba su reloj ansioso y con un dejo de terror recorriendo su espalda, se preguntaba mortificado por qué aun no llegaba Renée.

—Te ves tan guapo hijo —dijo Esme sonriendo orgullosa mientras repasaba las inexistentes arrugas de las solapas de su elegante chaqueta, para intentar tranquilizar y mantener a su nervioso hijo en su puesto— sonríe Edward que nada pasará, todas las novias se demoran un poco —lo animó confiada, tomando nuevamente el brazo de su flamante y buen mozo esposo, para continuar saludando a los invitados.

—Eso espero mamá, eso espero —contestó sonriendo angustiado, mientras tomaba la mano de un nuevo invitado que lo felicitaba— muchas gracias —dijo de forma mecánica sin prestar mucha atención a los buenos deseos de le entregaban.

Los espantosos nervios de Edward no se debían a las típicas inseguridades que atraviesan por la mente de los novios por el acontecimiento que se prestaba a suceder o por la remota posibilidad de que la enamorada novia lo dejara plantado en el altar. Aquel miedo que recorría como escalofríos su columna vertebral no podía estar más lejos de eso.

Se lo había prometido a su Bella y así lo había cumplido. Para ellos no era la hora de la venganza, para ellos había llegado el momento de ser felices, pero no por eso dejaría su suerte en manos de dos locos retorcidos.

Se había encargado personalmente junto a Charlie y Carlisle de no dejar nada al azar, haciendo uso de todos sus contactos habían dejado cubiertos todos los frentes.

Después de la conversación con Aro Vulturi el cual prometió su ayuda, había buscado empedernidamente con la ayuda de Riley a Tanya y una vez haberla encontrado, con sus propias manos la arrastró a la policía para estampar la denuncia contra esos dos seres siniestros, que bien sabía los habían vigilado toda la semana, y que algo maquiavélico planeaban.

Todas las piezas estaban en su sitio. Thomas se preocuparía de Bella y el mismo sería el que alertaría a la policía si es que la más mínima cosa sucedía.

¡Maldición! maldecía internamente intentando sonreír pasando desesperado sus manos por su alborotado cabello ¿Por qué diablos no se había venido con Bella? Definitivamente debí mandar al demonio las absurdas tradiciones y supersticiones del famoso vestido… ¡Dios si le pasa algo a mi Bella me muero! ¡Me muero!, Tranquilo Edward, tranquilo…se repetía para darse confianza que nada pasaría, ya que nadie tenía la certeza de eso.


— ¡Conduce más rápido maldito estúpido! ¡Eres un inútil! — Rugió Heidi trastornada. Nuevamente el objeto de sus alucinaciones estaba a punto de escapar de sus manos por un nuevo error de Jacob.

Jacob apretó el acelerador a todo lo que dio y manejó como un poseído por el serpenteante camino desesperado, aquella limusina no podía llegar a su destino…


— ¡Malditos locos retorcidos! —Vociferó Thomas dentro de su vehículo, al observar por el espejo retrovisor el mismo auto que había seguido a Bella y Edward toda la semana acercarse a una velocidad vertiginosa a la negra y elegante limusina de quien manejaba a una distancia prudente para no ser descubierto por sus ocupantes, o más bien por su querida amiga, no permitiría que nuevamente arruinaran su vida ¿Qué jamás se rendirían?

Tomó su celular y llamó a la policía.

— ¿Teniente Jenks? Habla Thomas Moore —soltó rápido, sin siquiera saludar— “es la hora”—dijo simplemente— ruta ciento diez— y cortó.

Aquella palabra clave dio la alerta en la policía de Boston que raudamente, aprestó cinco radio patrullas hacía las afueras de Boston.


Los gritos y los insultos de Heidi tronaban incesantes, como rugidos de un dragón en los oídos de Jacob “¡acelera!” “¡maldito perro inútil!” “¡imbécil!” “¡bueno para nada!” hasta que varios metros más adelante la negra y elegante limusina se hizo presente frente a sus ojos y una sonrisa triunfal atravesó por los labios de la malévola mujer…

— ¡Sí! —Exclamó victoriosa con una mueca siniestra en sus labios carmesí— ¡Edward Cullen serás mío! ¡MÍO!


Pero como siempre sus planes parecían venirse abajo como un puto castillo de naipes y por primera vez en su vida, no se sintió tan astuta ni tan inteligente, se sintió sobrepasada y completamente inútil, al encontrarse con aquel auto que protegía a la limusina desde una distancia considerablemente prudente.

— ¡Maldito seas Edward Cullen! ¡Todo! ¡Todo lo arruinas! — Gimoteó sintiéndose pequeña— hasta la vida darías por tu pequeña perra —sollozó convulsionando su cuerpo sin control— ¡Adelántalo! —ordenó sin dar lugar a réplicas.


En la limusina Bella, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor, contemplaba los colores del atardecer suspirando enamorada. Llevaba su irreal ramo de rosa rojas tomado firme entre sus pequeñas manos, ansiosa por llegar al prado con su Edward. Edward, susurró su nombre con absoluta devoción y una vez más dejó sus pensamientos volar como siempre lo había hecho desde que aquel hermoso ser se había hecho parte de su vida.

¡Cuánto había soñado con este día!

Aun no sabía si sería capaz de contener las irrefrenables ganas de correr al altar al encuentro de su príncipe encantado, cuando lo viera por fin, ahí, esperando por ella, imposiblemente hermoso, mirándola con sus abrasadoras esmeraldas colmadas de amor y aquella sonrisa sexy que hasta el día de hoy la desarmaba por completo haciendo latir como un loco su corazón.

Si, aquella sonrisa que estaba más que segura que la haría alucinar hasta el último día de su vida. Acarició su vientre con ternura y volvió a susurrar, pronto estaremos con papi bebes, para siempre, por siempre…


Jacob preso del pánico intentaba con todas sus fuerzas seguir las órdenes de Heidi, pero le comenzaba a parecer simplemente imposible, una locura, la situación se les había escapado completamente de las manos. Tanto habían planeado este momento, pero no de esta forma, no así, no en una enajenada carrera que estaba más que seguro acabaría con sus vidas.


Intentaba rebasar el auto por el ondulado y peligroso camino, una y otra vez sin resultado, mientras metros más adelante avanzaba la limusina que parecía ajena de todo aquello que ahora vivían.

Ahí iba su vida, su amor, su Bells…

Los gritos ensordecedores y las órdenes sin control de Heidi le comenzaban a parecer cada vez lejanas mientras el dulce rostro de Bella, se apoderaba de todos sus pensamientos. Sin compasión lo atacaron los recuerdos, recuerdos donde un día fue feliz, donde todo era perfecto e infinitamente mejor…

La primera vez que vio su hermoso rostro de ángel, aquel primer día de instituto cuando solo eran unos niños…

— ¡Hola soy Jacob! ¿Me puedo sentar contigo?

—Si —contestó la pequeña tímida.

Cuando Bella lo miró por primera vez con sus enormes ojos castaños y le sonrió dulcemente a aquellos ojos negros que la miraban vivaces, alegres, aquel día donde su amistad se selló con esa pequeña sonrisa y se hicieron inseparables.

Sus inocentes juegos de niños…

— ¡No tan fuerte Jake me caeré! —rogaba Bella tomando firme con sus pequeñas manitos las cadenas del columpio, mientras Jacob le daba más impulso.

—No te caerás Bells, confía en mi yo jamás te dejaría caer. ¿Confías en mi amiga?

— ¡Siempre!

—Entonces afírmate bien porque te llevaré a tocar el cielo con tus manos —prometió fielmente dándole más impulso delicadamente por su espalda, logrando que Bella soltará unas musicales y alegres carcajadas.

Aquellas carcajadas que locamente enamoraron su adolecente corazón, mientras alucinado miraba como su castaño cabello jugueteaba al viento acariciando sus sonrosadas mejillas…


— ¡Jacob! No te puedes seguir colando por mi ventana, si Charlie nos pilla nos matará.

—Perdón Bells, pero es que tengo algo muy importante que preguntarte.

— ¿Qué?

—Bueno estaba pensando que…tú no tienes novio y yo no tengo novia entonces…yo…tú… nosotros…

— ¿Nosotros que Jake? —preguntó Bella sonriendo curiosa.

— ¿Quieres ir al baile de primavera conmigo?

—Con quien más iría Jacob, si no es contigo —dijo Bella rodando sus ojos— que mejor compañía sino que la de mi mejor amigo…

Aquel baile donde esperaba pedirle que fuera su novia mientras la sostenía cálidamente entre sus brazos, pero que jamás tuvo el valor de preguntarle después de aquella dolorosa confesión… “mi mejor amigo”

Desde ese día guardó silenciosamente su amor en su corazón, cuando prometió amar a Bella por siempre…y ahora… ¿Qué diablos es lo que estaba haciendo? ¿Qué es lo que había sucedido con él? Había guiado su vida, su futuro por unos enfermos celos involucrándose con la demente mujer que llevaba a su lado que seguía gritándole implacable sin parar…

Entonces, de pronto pudo ver su triste realidad con una enceguecedora claridad…

— ¡No! —Gritó con todas sus fuerzas con el alma desgarrándose en su pecho— ¡No! —volvió a gritar intentando frenar el auto.

El no podía hacerle esto a Bella, ella era todo para él y merecía ser feliz aunque su corazón se quebrara en mil pedazos viéndola hacer su vida feliz junto a otro, junto a Edward…

— ¿Qué demonios te pasa maldito perro? ¡QUÉ HACES! — Preguntó Heidi furiosa viendo el arrepentimiento de Jacob reflejado en sus profundos ojos negros— ¡Eres un traicionero! ¡Siempre supe que no debía confiar en ti! ¡As sucumbido a los encantos de la pequeña puta, al igual que el estúpido de Edward! —bramó justo cuando el sonido de unas sirenas pusieron todos sus sentidos alerta.

—La policía —jadeó Jacob horrorizado al ver como se acercaban a ellos a una velocidad vertiginosa por el espejo retrovisor.

A Heidi, su presencia poco le importaba, ella era más fuerte, ella era grandiosa. Jamás la atraparían y hoy Bella sería la que tendría destrozada la vida.

— ¡Sigue conduciendo! —Ordenó— ¡Rebasa el endemoniado auto ahora!

Pero Jacob sacando una fuerza interior hasta ahora desconocida para él, por primera vez se le negó. Bella sería feliz y ya no quedaba nada más por hacer.

— ¡TE HE DICHO QUE NO! —la enfrentó seguro, viendo como la policía estaba a punto de darles alcance.

— ¿No? ¿NO? —Gruñó Heidi incrédula, sacando una pistola de su cartera para apuntar directo a su sien— Vamos a ver si ahora me dices que no —amenazó con una voz salida de las mismas profundidades del infierno.

Pero aquel frio contacto con el peligroso metal, no lo intimidó. Su decisión ya estaba tomada.

Heidi al ver como el auto descendía rápidamente de velocidad y presa de un arranque irrefrenable de locura se le abalanzó encima de Jacob como una fiera y el forcejeó comenzó.

Una lucha campal se vivía dentro de aquel Mercedes. Jacob intentaba dominar el auto con todas sus fuerzas mientras la descontrolada mujer había pasado una de sus largas piernas por encima de la palanca de cambios para pisar a todo lo que daba el acelerador.

El auto totalmente fuera de control chocaba una y otra vez contra las barreras de contención apenas manteniendo el camino entre las peligrosas curvas. La guerra que se vivía dentro era una batalla enardecida, a muerte, bajo los ojos atónitos de Thomas y de la policía que solo un pensamiento ante tal espectáculo cruzó por su cabeza “están locos”

“¡Conduce!”

“¡No!”

“¡Edward Cullen será mío!”

“¡Jamás será tuyo!”

“¡Es mío! ¡Mío!”

“¡Quítate de encima maldita perra! ¡Nos mataremos!”

“Y juntos nos iremos al infierno mi querido Jacob…”


Esa sería la última frase dicha por Heidi Vulturi en su desgraciada vida, justo cuando el auto chocara furioso en su loca y descontrolada carrera contra la barrera de contención destrozándola y su delgado cuerpo saliera disparado a toda velocidad atravesando el parabrisas quebrándolo en mil pedazos para luego caer desmadejada en caída libre por el acantilado.

—Si pude mi Bella, si pude —susurró Jacob cerrando sus negros ojos esperando por su muerte, con su cuerpo atrapado dentro del auto antes de que explotara chocando contra las afiladas rocas al final del acantilado donde rompía contra ellas el furioso mar— que seas feliz mi amor, muy feliz…

 

Adelanto:

 

 

Bella’s Pov

 

A medida que la vegetación se hacía más espesa, mi corazón latía con más y más fuerza como si reclamara impaciente el llamado del corazón de mi Edward. Apenas sabía si podría controlar las ganas incontenibles de correr junto a él al altar, de solo imaginar lo hermoso y sexy que se vería enfundado en su smoking negro mortalmente elegante, regalándome aquella sonrisa torcida dueña de todos mis sueños, la cual había cautivado mi corazón.

 

Cuando la limusina al fin detuvo su acompasado andar, mis ojos prácticamente se salieron de mis cuencas y mi corazón estoy segura se detuvo por más de dos segundos al ver el espectáculo que tenía frente a mis ojos.

 

Aquí estaba, frente al camino de árboles que llevaba a nuestro prado. Los impresionantes y añosos árboles que me daban la bienvenida al encuentro de mi amor, habían sido cortados formando un sobrecogedor arco decorado con miles de lucecitas blancas dándole un aspecto irreal y de ensueño, sus ramas y sus troncos estaban adornados con intrincadas guirnaldas de las rosas más bellas y grandes que había visto alguna vez, parecía como si fuese a caminar al cielo, mi cielo, mi Edward.

 

El chofer abrió la puerta, Charlie descendió y luego me ayudó a bajar de la limusina para encontrarme con mi mejor amiga regalándome una tranquilizadora y deslúmbrate sonrisa.

 

— ¿Lista?

 

—Sí —contesté segura devolviendo su sonrisa. Creo que nunca en mi vida había estado más lista para algo.

 

Alice arregló mi vestido y acomodó nuevamente mi velo bajo la atenta mirada de mi padre.

 

—Estás perfecta —anunció suficiente—. Ahora, entraré yo, y cuando escuches la música, entras tú ¿de acuerdo?

 

—Sí.

 

Me inspeccionó por última vez, me sonrió y se fue caminado con su típico andar de bailarina.

 

Había llegado el momento por el cual había esperado tanto tiempo.

 

 


Chicas un millon de veces perdón, no tengo excusas!!! pero entre tanto problema la inspiracion se me va. Han pasado tantos días que decidi subirles la primera parte del capítulo!!!!! la otra como ven ya esta en proceso, pero voy tan lento.. que bueno aqui esta!!!!!

Ahora??? les gusto lo que hice con Jabob y Heidi???? me merezco un votito nuevo??? algun hermoso comentario???

Mi hermosa Rebeca mil gracias por la hermosa portada!!!!! te quiero.

Besos y gracias por la paciencia, las quiero!!!!!!

Sol 

 

Capítulo 26: La verdad. Parte 2 Capítulo 28: Después de ti no hay nada. Parte 2.

 


 


 
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